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Maxi Kleber: La maldición inversa

Si Linklater hubiera grabado su vida, la última secuencia hubiera sido en Fuenlabrada, donde hizo historia. "Escenas de un optimista" podría ser el título de una carrera marcada por lesiones y una mala suerte que supo convertir en oportunidades. Daniel Barranquero te presenta en una sucesión de momentos

Rio Natura Monbus
© Rio Natura Monbus
  

Redacción, 26 Mar. 2015.- ”¿Cómo es que todo el mundo dice que hay que atrapar el momento? Empiezo a pensar que es al contrario, como que el momento te atrapa a ti”. Nicole, en la eterna Boyhood, le daba la vuelta a la tortilla. Si la vida fuera una película, si cada momento importante fuera una escena, la de Maxi Kleber se construyó a base de giros de guion desconcertantes, a caballo entre la maldición y la épica. Su película comenzó en Würzburg, un lugar que sonará a baloncesto para siempre.


29 de enero de 1992. El mundo habla de la cumbre en la que Boris Yeltsin y George Bush juran y perjuran que el acuerdo en el adiós a las armas nucleares es total. Al norte de Baviera, en Würzburg, esa ciudad devastada en 1945 al 90% en solo 17 minutos por las bombas británicas, nace Maximilian. El llanto de un bebé dispuesto a comerse el mundo.

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Un tal Dirk Nowitzki acaba de salir elegido número 9 en el draft de la NBA. Hay revuelo en la ciudad. Su ciudad. Maxi no entiende nada pero ya sabe lo que es el baloncesto. Su hermano lo juega. A él le atrae. Su infancia es feliz. “Würzburg tiene algo de Santiago. Es una ciudad pequeña. Vivía fuera pero para mí era muy fácil ir al centro. No vi signos de la reunificación alemana porque aún era muy pequeño, tan solo me recuerdo jugando a muchos deportes de pequeño, haciendo de todo con los otros niños”. La pelota naranja está a punto de caer en sus manos.

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A miles de kilómetros de distancia, Mark Cuban llega a los Mavs dispuesto a construir una franquicia campeona. Dirk Nowitzki se convierte en pilar del proyecto y da un paso al frente. Aroma a estrella. Una estrella NBA nacida en Würzburg. Como él. Parecía escrito. “Empecé a jugar porque mi hermano mayor jugaba. Cuando tenía 8, una especie de tío que tenemos le dijo a mi padre que por qué no me metían a jugar al basket, que me veía talento. Comencé a jugar y a desarrollarme muy pronto”.

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Kleber, en su juventud
© Kleber, en su juventud

Maxi cada vez juega mejor al baloncesto. Es alto, más que cualquier chico de su edad. Y se siente capaz de hacer todo en la pista. Ya sí sabe bien quién es Nowitzki. El de los Mavericks viene de ser Jugador Europeo del año, All Star, 2º Quinteto NBA y de liderar a su equipo para que alcanzara el récord de victorias en la franquicia, cayendo solo en la final de conferencia. Dirk vuelve a casa en verano. Y el pequeño Kleber no puede esperar más. “Cuando estaba entrenando en verano en Würzburg un día fui al gimnasio y me esperé para pedirle un autógrafo”. El Autógrafo, en mayúsculas. ¿Quién le iba a decir que años más tarde le pediría consejo?

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Acaba de terminar la 2008-09, la primera temporada de su carrera profesional. Maxi Kleber aún es un crío (de 16 a 17) pero su talento llama la atención de su equipo de toda la vida, que le mete entre los mayores, aún en la Regionalliga, equivalente a la cuarta división alemana. El chico, como en sus inicios, hace de todo y lo hace bien. Tira cada vez mejor y aprovecha los espacios para penetrar. Está delgado aún y le falta fuerza pero tiene centímetros, brazos largos. Es ágil y corre como el que más. Y tras esta temporada se siente invencible. “Ganamos todos los partidos ese año, absolutamente todos, es lo que recuerdo. No perdimos nada y subimos a la Pro B, la tercera alemana”.

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Kleber celebra la victoria (ACB PHOTO/F. Martínez)
© Kleber celebra la victoria (ACB PHOTO/F. Martínez)

Maxi ya es una promesa en Alemania. Alejado aún de los focos por su modesto equipo, el chico ya aparece en el radar de las selecciones inferiores e incluso sale del país para medir sus cualidades a la de otras promesas europeas, como en el Torneo de Barakaldo de 2009. Nada más comenzar la 2009-10, aún con 17 años, le endosa 14 puntos al Leverkusen con el primer equipo. Con el filial sus números se disparan hasta los 27,3 de valoración, con 21,3 puntos y 10,3 rebotes de media. El futuro parece suyo. La maldición querrá impedirlo.

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“Fue en febrero de 2010… sí, fue en aquel mes. Estaba jugando muy bien pero llegó la primera lesión grave de mi carrera. Mi temporada acabó”. Su rodilla le dejaba al otro lado de la pista, donde todo se ve mejor, donde todo duele más. Maxi ni se inmutó. “Supuso una gran decepción para mí, claro, pero no perdí el tiempo y empecé a trabajar en mi fuerza, para ser más potente. Y de paso me puse a ver muchos partidos”. Todo el baloncesto posible para compensar la espera.

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Maxi se había perdido el torneo de Mannheim de 2010 con Alemania pero trabajó con ilusión, dispuesto a volver lo antes posible. El ligamento cruzado lo condicionaba todo y él tardó en debutar con su equipo, el s.Oliver Baskets de Würzburg, que jugaba ya en la Pro A tras su segundo ascenso consecutivo. En el plano colectivo todo funcionaba, con otro ascenso, el tercero, a la mismísima élite, tan lejana tres años antes. En el individual Kleber se conformaba con 5 partidos testimoniales con el primer equipo y con la ilusión de quitarse la espina internacional con el Europeo Sub20. Tampoco podría hacerlo.

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Kleber gritaba de dolor mientras se miraba el dedo, deseando que no fuera lo que estaba pensando. Cuando le confirmaron la noticia, no se lo podía creer. Se acababa de romper el dedo. El Europeo Sub20, al limbo. Y otra vez a empezar. “Era como una sucesión de pequeñas cosas estúpidas que no significaban mucho pero me dejaban sin jugar. Yo en ese momento solo quería seguir trabajando duro para volver rápido a la pista, me daban igual las lesiones”. Lo consiguió.

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Maxi Kleber se cuelga del aro (ACB Photo / Tony Ruibal)
© Maxi Kleber se cuelga del aro (ACB Photo / Tony Ruibal)

En el verano de 2011, después de superar su lesión, Maximilian cruzó el charco para jugar los Nike Global Games en Portland, Oregon. Su Alemania fue vapuleada por una selección del Midwest liderada por Jabari Parker mas él dejó detalles, de esos que separan a los buenos de los proyectos de estrella, con más destellos que números (9 puntos, 6 rebotes, 2 tapones). Al día siguiente, 17 frente a Puerto Rico y para cerrar la gira, 15 puntos, 5 rebotes y 6 tapones contra Brasil. Entra en el equipo ideal del torneo y siente que después de casi dos años desaparecido del mapa, vuelven a interesarse por él.

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¿Qué debía hacer? ¿Irse a la BBL, jugar minutos en el filial, cruzar el charco hacia una universidad americana? Maxi marcó el teléfono, algo nervioso. Le habían comentado que Dirk respondería encantado para resolver cualquier duda y orientarle en su futuro. Si aquí llevamos una década llamando “el nuevo Ricky Rubio” a cada base decente que debuta precoz, ¿qué pasaría si además le da por nacer en El Masnou? Igual con Kleber, al que en su tierra todos miran con lupa, con el peso –la losa- de Dirk en su espalda. Nowitzki respondió encantado. “En mi primer año antes de la BBL hablé con él porque quería tener su opinión antes de tomar mi decisión. Necesitaba sus consejos. Fue un honor para mí aquella conversación.

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Era un 26 de marzo de 2012. Hace exactamente 3 años. Aquel día, en el portal deportivo Hein News, salía un artículo sobre Maxi Kleber, quizá el jugador que más enigmas creaba de todo el panorama nacional. Muy querido en la plantilla, todos hablaban maravillas de él pero casi nadie le había visto jugar, ni siquiera los propios ojeadores. “Tiene un talento tremendo, el potencial más alto de cualquier tío de su edad en Alemania y quizás Europa. Tira de 3, salta muchísimo, es un atleta increíble. Lleva lesionado dos años y solo tiene que volver a acostumbrarse a jugar”, decía su técnico. “Es ya un profesional, le veo cada día en el entrenamiento y sé lo que puede hacer. Tira, tapona, defiende, maneja la bola. Cuando tiene la confianza de ‘killer’, siento que es el mejor joven de Alemania. Me recuerda a Mirotic”, confesaba su compañero John Little. “A mí a Gallinari”, apuntaba Ben Jacobsen. “Pues a mí a Dirk”, decía categórico su técnico. Y todo de un jugador que promediaba 1,8 puntos en 5 minutos.

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El equipo de su tierra hacía historia. De la cuarta división alemana a jugar las semifinales en la BBL, tras derrotar al Alba Berlín. Él, cada vez más protagonista, anotó 9, 11 y 8 puntos en casi 20 minutos de media en los últimos tres partidos ligueros. Convencido por su padre y agente de meter su nombre en el draft 2012, para que supieran de él tras tanto tiempo en el dique seco, también era invitado al Eurocamp de Treviso, donde pronto destacó por su salto vertical –el 5º mejor de todos- y su velocidad -6º. Nada mal tratándose un tipo que te podía ganar un partido solo a base de triples. “Ahora tan solo quiero recuperar el tiempo”, repetía en las entrevistas, ignorando que la mala suerte volvería a llamar a su puerta.

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Kleber busca un compañero (ACB Photo / J. Marqués)
© Kleber busca un compañero (ACB Photo / J. Marqués)

La lesión de muñeca de Maxi Kleber en Treviso también le dejó sin el Europeo Sub20 de Eslovenia. Y eso que rozaba los 20 puntos por partidos con Alemania en los encuentros de preparación. El jugador parecía listo en pretemporada, ignorando que el amistoso frente al Brose Baskets, un 31 de agosto de 2012, sería el último partido que iba a jugar en todo el año. En esa 2012-13, dos lesiones en la mano y la recaída en su anterior lesión de rodilla, que le obligó a operarse en febrero, le hizo perderse todo el año. Entero en blanco.

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La fama de jugador maldito acompañaba su nombre tanto como la de Dirk acompañó sus inicios. Era prácticamente su tercera temporada en blanco y acababa de cumplir los 21 años. Aquella recuperación dolió más. Unos días triste, otros enfadado, siempre con mil preguntas en la cabeza, con la tentación de dejarlo rondando. Y un resurgir en la sombra, construida desde una lógica optimista, quizá ingenua, pero apasionadamente real. Al no jugar, tienes más tiempo para hacer pesas. Al ver los partidos desde la pista, tienes mejor perspectiva para ver los fallos. Maxi se aficionó al gimnasio, ganando 15 kilos –de los 87 a los 102- en cuatro años. Y se aficionó a ver partidos de forma compulsiva para analizar todo tipo de situaciones. “Hacía más cosas que cuando no estaba lesionado. Tenía la rehabilitación, con ejercicios especiales, y a la vez seguía yendo a las sesiones con mis compañeros. Había mucho que hacer al día. Probablemente, fueron los días más largos de toda mi carrera”. Maxi estaba a punto de lograr un imposible: convertir una lesión en mejora, transformar un año en blanco en evolución.

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Cuando después de debutar en pretemporada y anotar 8 puntos volvió a lesionarse, no se lo podía creer. Se había roto el pie. El destino se divertía con él. “Te molesta una racha tan grande de infortunios pero sabes que en algún momento acabará. Me sentí un tío con mala suerte pero esa vez, afortunadamente, pude jugar en solo 7 semanas”. Y lo aprovechó. Al segundo partido ya se había convertido en el héroe de la victoria de su equipo. Micro en mano tras el encuentro, su celebración supuso una liberación y el inicio de una temporada redonda. Rendimiento constante (9,9 pt, 6,7 reb), jugadas para el recuerdo y actuaciones de estrella que le llevaron al partido entre semejantes. “Del hospital al All Star”, decía el vídeo que anunciaba su convocatoria. Segundo jugador más mejorado y tercer mejor joven en las votaciones, ni el mal rendimiento de un equipo aquejado de problemas financieros y lesiones eclipsaba su irrupción. “Era algo increíble para mí. El primer año en el que podía jugar mucho y tenía responsabilidades para mí. Eso de jugar es una gran sensación y me sentía muy feliz. Las lesiones formaban parte del pasado”. O casi.

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Contraataque de Kleber (ACB Photo / J. Marqués)
© Contraataque de Kleber (ACB Photo / J. Marqués)

Una lesión abdominal le dejaba fuera de concurso en las últimas jornadas ligueras. Su equipo lo pagó con el descenso. Su bagaje, tras aquel fulgurante ascenso al mundo profesional cuando era un adolescente, se limitaba a 50 partidos en todas esas temporadas (23 en la última) y su talento llevaba el asterisco del carrusel de lesiones sufrido. Había dudas… pero no para todos. El Rio Natura Monbus se había fijado en él y supo bien cómo convencerle.

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Solo habían pasado dos días desde que, oficialmente, la 2013-14 murió para siempre. Corría el 2 de julio cuando se anunció su fichaje por el conjunto obradoirista. Su llegada comenzó a forjarse mucho antes. El alemán, semanas antes, había visitado la ciudad y no pudo sentirse más cómodo. Largas conversaciones con Moncho Fernández sobre su rol, feeling con Santiago desde que aterrizó. La ciudad y su gente, el club y su afición, el cuerpo técnico, la propia Liga Endesa. Llamó el Brose Baskets. Llamó el Bayern Munich. Sin embargo él desoyó los cantos de sirena de los grandes de su país para firmar por el Rio Natura Monbus, recordando el consejo de Nowitzki –“tú lo que debes hacer ahora es jugar lo más posible”-, argumentando que esta es la segunda mejor liga del mundo y recordando que, al no tener competición europea, tendría menos viajes y más tiempo para entrenar, crecer y mejorar. No siempre el dinero es lo más importante.

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Alemania se sentía contra las cuerdas pero él apareció de la nada, en Austria, para salvar a su selección en su segundo partido, liderando un parcial de 0-21 que mantuvo vivo a su equipo en la clasificación para el Europeo 2015. 20 puntos, 7 rebotes, +28 con él en pista. Su estreno internacional, tan esperado, continuó con varias actuaciones de mérito (15 puntos y 5 rebotes en la vuelta contra la propia Austria, 12 frente a Luxemburgo) que provocaron que los medios volvieran a desempolvar el cajón de los tópicos: Der neue Nowitzki?

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Kleber se eleva ante Bourousis (ACB Photo / A. Villalba)
© Kleber se eleva ante Bourousis (ACB Photo / A. Villalba)

18 puntos sin fallo (3/3 TL, 3/3 T2, 3/3 T3), 6 rebotes, 21 de valoración. Y todo en el primer partido, frente a La Bruixa d'Or Manresa. Por momentos, parecía como si las lesiones jamás hubieran existido, como si llevara años jugando en Liga Endesa. Regularidad desde el inicio, dobles dígitos constantes, buen porcentaje en triples, extraordinarias cifras reboteadoras. Los buenos augurios de José Luis Mateo confirmados con la guinda de su explosión contra el Barça, con 23 puntos y 27 de valoración. Había nacido una estrella.

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Las Navidades con su vecino Rafa Luz y la barbacoa con Pozas, Cárdenas y el propio Luz. Las visitas familiares. Las cenas con sus compañeros de equipo, muchos de ellos en su propia zona. La sorpresa por el tiro de Corbacho en las sesiones. Su aprendizaje del castellano -¡qué lejos quedan las clases en el colegio!-, con tantos acentos variados en el vestuario, con tantas formas –y tan rápidas- de hablarlo. Sus intentos con el gallego. Los peregrinos alemanes que llegan a Santiago y aún no le reconocen. Sus días de cocinero. Los mariscos, su debilidad. El pulpo. Galicia es lugar. Santiago es su sitio. “Me siento muy bien aquí, está siendo un gran año. Es como una atmósfera súper”, dice en castellano. “Como una familia, sí. Todos se preocupan por ti, sean de la oficina o de la plantilla. Todo el mundo se lo pasa bien haciendo lo que sabe y trabajando duro. Me siento muy cómodo. Además, para mi familia es fácil venir por las conexiones y ya me ha visitado varias veces, sintiéndose como en casa. Es un gran lugar y una gran ciudad para desarrollarme y crecer”.

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Kleber hace levitar a las pelotas (ACB Photo)
© Kleber hace levitar a las pelotas (ACB Photo)

Acabó el partido y todos se dirigieron a Kleber. Había que abrazarlo, había que tocarlo. Era el héroe. Maxi acababa de pulverizar el récord de valoración del club (45) en una actuación histórica, con 36 puntos. El partido de la temporada y unos de los de la década en ACB. Y el de su vida, claro. “Sí, ha sido mi mejor partido de lejos desde que comencé a jugar siendo un niño. Y encima ganamos”, responde breve, como si fuera una anécdota. Su juego dice lo contrario.

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9º en valoración en Liga Endesa (14), 13º en anotación (12, con casi el doble de puntos, 7,4, en las segundas partes que en las primeras), 7º en rebotes totales (6,7), 5º en defensivos (4,6) y 9º en ofensivos (2,1), 11º en tapones (0,88), 7º en mates (1º), 5º en tiros libres (3,29). +78 para su equipo cuando él está en pista y -94 con él en el banquillo. Los números pueden mentir, no sería la primera vez. Las sensaciones no. ¿Hasta dónde, Maxi? “Dicen que el límite es el cielo, ¿no? Pues eso. Yo no sé dónde está y no quiero ponerme ninguno. Simplemente ser todo lo bueno que pueda y ver qué ocurre”.

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Desayuna con los periódicos hablando de él. Es Jugador de la Jornada. Es un día diferente a los habituales. “Un día normal es despertarme, desayuno, entrenamiento, comer con un par de compañeros y, según haya otra sesión o no, me doy una vuelta por la tarde. Paseo por la playa, tomar un café, lo que sea. A veces también nos juntamos por la noche. Yo soy un tipo tranquilo. Me gusta la buena comida e ir a cenar fuera de casa. En Santiago hay grandes sitios para comer. Además, me encanta el deporte, puedo pasarme horas viéndolo por internet. El otro día nos pusimos a ver el Madrid-Barça de fútbol. Y también disfruto haciéndolo. ¿El que más? El voleibol”.

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Maxi Kleber, machacando con la selección alemana (Foto DBB)
© Maxi Kleber, machacando con la selección alemana (Foto DBB)

El viejo sueño de la NBA. El próximo anhelo de destacar en el Eurobasket 2015 con la Alemania de Chris Fleming. Y la cabeza puesta en el Rio Natura Monbus, donde comprueba cada día que aquel viaje previo a su fichaje en el que todo era tan armónico, todo le encajaba tanto, no fue un espejismo. El 14 a la espalda, el número de Nowitzki invertido –en realidad su número era el 12, no lo pudo tener en su equipo alemán y se quedó con el 14 en ambos clubes-, como si estuviera destinado a escribir guiños y paralelismos con Dirk en el guion de su vida. Una paradoja para aquel cuyo ídolo siempre fue Kobe Bryant y que nunca siguió más a los Mavs que a otro equipo.

Suena Eminem. O cualquier canción de rap, su devoción. Los libros de la saga Millenium a un lado. “The optimist”, de Laurence Shorter, al otro, como si el buscar la cara más brillante de la vida fuera su obsesión desde su primer infortunio, siempre aplicándolo al baloncesto. No tengo un sueño en mi vida y un sueño en mi carrera. Es común. El principal sueño de mi vida era ser jugador de baloncesto y lo he conseguido”, se reivindica, gritando a los cuatro vientos que no tiene miedo a ninguna lesión más –“jugar con miedo es lo peor que puedes hacer porque es cuando las cosas ocurren”- y reconociendo que ha llegado a un punto de madurez, pese a su aspecto de joven eterno. “Cuando vas madurando ves cosas diferentes a cómo las veías de joven y aprendes mucho. En la pista sé más de baloncesto en cuanto a sistemas, por ejemplo, y mi cuerpo es mucho más fuerte y rápido de lo que era”.

Si su vida la hubiera rodado Richard Linklater, probablemente hubiera acabado en el partido de Fuenlabrada. Tan histórico, tan catártico, tan simbólico. El “Boyhood” de Kleber empezó y terminará en una pista de baloncesto, el lugar que le vio llorar, el lugar que le vio levantarse. Años en blanco, carrusel de lesiones, el viejo cliché del gafe sobrevolando. Él prefiere verlo de otra forma, recordando que gracias a tanto parón su cuerpo cambió para siempre, que gracias a tanto infortunio, su hambre es mayor que la de cualquiera. ¿Un tipo con mala suerte? Ey, estoy en el Obradoiro, juego en ACB… creo que todos pueden ver que soy muy afortunado, ¿no? Su maldición fue inversa.