Crónica

Llull cita al Real Madrid con la final y la historia (80-86)

Ocho puntos de Llull en los últimos 1:15 han impulsado al Real Madrid a la final, batiendo al Laboral Kutxa Baskonia por 80-86. Los blancos jugarán contra el Herbalife Gran Canaria y la historia: ¡nadie ha logrado tres títulos consecutivos en fases finales!

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Redacción, 20 Feb. 2016.- El Real Madrid se queda a un paso, el más difícil de todos, de ser el primer equipo en la historia de las fases finales de la Copa, en ganar tres títulos seguidos. Lo logró tras una victoria de trabajo y talento en un partido vibrante contra un Laboral Kutxa tan guerrero como el de sus días dorados.

Los de Laso empezaron mejor pero un 14-0 dirigido por Adams aupó a los baskonistas al descanso (44-40). Después, pese a los puntos de Hanga y Bourousis, los Sergios se aliaron para cambiar el partido. Llull, con cero puntos al descanso, cogió las riendas del equipo con una actuación soberbia y descomunal para llevar a su equipo a su tercera final seguida. El 23 blanco, que acabó con 15 puntos, incluidos los 6 últimos de su equipo, gritó de rabia para celebrar una final que lleva su sello. La historia les espera.

Una ley de cuatro

Los teóricos no se ponen de acuerdo. ¿Refuerza más una exhibición o el sudor de la agonía? 24 horas después de cada triunfo de cuartos… ¿pesaba más el partido de los topes del Real Madrid o la victoria in extremis baskonista? La moral pareció apartarse a un lado cuando se trataba de físico, de fuerzas, de ese impulso más que el heroico Rio Natura Monbus le hizo perder, por puro cansancio, al conjunto de Perasovic. Un triple de Carroll y un 2+1 de Reyes le daban la bienvenida al partido. A continuación, a pesar de los vuelos de Diop, el Laboral Kutxa miró al marcador sin creerse que en solo dos minutos y 45 segundos iba 8 abajo (2-10), después del robo y coast-to-coast de Carroll.

Tillie cogió aguja e hilo para enmendar tanto agujero, con 5 puntos consecutivos, pero el mando, el tempo y por supuesto el cuarto era del Real Madrid, con Ayón martilleando una y otra vez el aro y Reyes apareciendo en ambas canastas para declarar el estado de pánico. Un triple del propio Felipe y otro de Nocioni permitieron a los blancos doblar a los baskonistas (10-20, m.8), aún irreconocibles.

Causeur y James se aliaron por primera vez para apagar la emergencia inicial, si bien Nocioni seguía viendo el diámetro del aro infinito, y, con otro acierto exterior al final del periodo, dejaba a los suyos con un cómodo colchón (17-25) y con las mismas sensaciones que frente al Montakit Fuenlabrada. Las del día de los récords. ¿Acaso un mejor ejemplo?

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El chispazo de Adams

Pocos equipos del viejo continente se pueden permitir que solo anoten cuatro jugadores y, sin embargo, la proyección volviera a ser de tres dígitos. Ayón, Carroll, Reyes y Nocioni. Nocioni, Reyes, Carroll y Ayón. Ni siquiera las canastas iniciales de Hernangómez y Rodríguez para establecer la máxima (17-29, m.12) terminaron con el bucle de un equipo que acabaría pagando en este cuarto la ausencia de alternativas.

En el bando vitoriano, la inspiración iba a rachas. El héroe Hanga se desperezaba para reducir distancias y Bourousis cogía su mejor traje para prepararse para el festín de su equipo. A falta de acierto, los baskonistas recurrían al corazón. E, históricamente, la fórmula siempre funcionó en el club del Carácter de C mayúscula. Y es que, a pesar de que Rivers se animó a dar un paso al frente, con 5 puntos entrelazados y muy celebrados en mitad del monólogo Ayón (28-38, m.17), Darius Adams agarraba el partido por las asas para darle la vuelta con los chispazos de un genio.

No tiene mucho glamour presumir que eres de la capital mundial de la haba de soja (Decatur, Illinois) y seguramente ni a compañeros ni a rivales les dé mucha envidia su historial universitario, con sello de NCAA II. ¿Es que solo en Venezuela supieron ver su talento? ¿Es que solo en República Dominicana confiaron en él? ¿Es que ninguna liga mejor que la ucraniana para traerle a Europa? La fábula de la hormiga. La realidad del anotador compulsivo. La mutación de la semifinal.

Una canasta de tres, otra de dos. Permiso para el acierto lejano de Causeur. El Real Madrid desorientado. Y Adams poseído. Un bote, otro, amago y dribbling. Un oh en la grada, unísono. Un intento de triple. Una falta recibida. Una jugada de cuatro puntos para empatar y cocinar la locura servida más tarde por Causeur en un 14-0 (40-38, m.19) que el francés celebró corriendo poseso en lateral, con un guiño al primer baskonista que vio en la grada. En dos minutos, todo las virtudes madridistas se habían esfumado. En dos minutos, todos los pecados baskonistas se habían purgado, con Bourousis levantando a su grada, una vez más, antes del descanso (42-40). El chispazo de Adams lo había cambiado todo.

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Los Sergios como medicina

Definitivamente, el Laboral Kutxa había vuelto. Volvió en Liga Endesa, volvió en Euroliga y volvía, pasara lo que pasara tras el descanso, en una Copa que siente como suya. Un torneo que le enseñó a ser grande, que convirtió febrero, durante años, en el mes favorito de cualquier vitoriano. Los baskonistas volvieron a sentir "eso", esa sensación que se disfruta por la tele, sí, pero que se respira de verdad en la grada cuando están ellos, cuando la charanga suena, cuando el blaugrana parece multiplicarse en cada asiento del pabellón. Y más cuando Adams, otra vez, acertaba el triple para darles la máxima (47-40) con el tercer cuarto recién iniciado.

En ese instante Llull cogió la capa de Barcelona 2012. O la de Málaga 2014. Fue mucho más que un par de canastas y un triple sin pestañear. Fue mucho más que sus siete puntos seguidos. Su mirada perdida, sus ojos inyectados en sangre, su cara de ganador, su idilio con el torneo, su medicina. Porque a pesar de que Hanga se ganaba los gritos de MVP y de que Tillie aparecía siempre que menos se le esperaba, el Real Madrid, gracias a Sergio, se agarró al partido con el convencimiento de que, cuando pasara la tormenta, ya podría lanzarse a por la final (58-56, m.27).

Y la tormenta no cesó por casualidad. Ahora era el otro Sergio el que se colocaba cuidadosamente el traje de Superhéroe, guardado como oro en paño tras su tiro histórico en Gran Canaria 2015. El Chacho, cada destello de magia salía de su mano, asistió a Lima para que empatara con su mate y, a continuación, le daba la primera ventaja a los madridistas (59-60, m.29) desde su hundimiento en el segundo periodo. Ni siquiera la réplica posterior baskonista les inmutó. Con los Sergios así de enchufados, la final parecía más cercana que nunca.

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Llull desafía la historia

El Laboral Kutxa, otra vez funcionando en base a rachas, a arrebatos de talento y tiro, le endosaba un 6-0 de la mano de Hanga y Bourousis (65-60, m.31), mas entre Maciulis y el propio Chacho igualaron el partido a 65, dando paso a un final de partido monumental, a unos minutos frenéticos y estéticos, bellos en forma y fondo, digno del duelo entre los dos mejores ataques de la Liga Endesa.

¿Qué el Chacho anotaba otro triple para el +3? Ahí estaba Blazic para dar réplica. ¿Repetía Rodríguez? Entonces emergía Tillie. El toma y daca pareció decantarse del lado blanco cuando Nocioni encestó un triple desde la esquina y el propio Chacho, qué escándalo, ponía 6 arriba a su Real Madrid (69-75) con cuatro minutos por disputar. El Baskonia de las temporadas recientes hubiera caído ahí, aplaudido y digno, pero hubiera caído ahí. El de ahora, con Carácter, con Bourousis, se atrevió a responder, se atrevió a respirar, se atrevió a rebelarse contra el destino escrito por la pareja de Sergios.

Dos veces, dos. Dos veces seguidas lanzó el griego desde el 6,75, cuando el balón más quemaba. Dos veces acertó Ioannis para poner el partido en llamas, con Blazic chocándose con el él en el aire para celebrar el empate a 75 a falta de menos de tres minutos. Carroll, con un 2+1 y Adams, con un triple, se atrevieron a pedir el papel principal, pero el partido era desde hace mucho tiempo, desde su primera mirada perdida, de Sergio Llull.

El madridista se acordó de las historias que le contaban en A Coruña 89 durante su penetración. Imposible fallarla. El recuerdo del 93 le llegó en la segunda, imposible frenar. 4 arriba su Real Madrid y Llull apretando por primera vez el puño, lleno de rabia, mientras la grada blanca se entregaba a su cántico de guerra favorito. Cuando los baskonistas fallaron, a la siguiente acción, Rodríguez supo que el balón debía ser de Llull. El 23 blanco esperó a su oponente, le desafió, como gritándoles que fueran a por él, esperando una falta que él sabía que transformaría en los dos tiros libres del 80-86 definitivo. Aún le llegó una vez más la bola al héroe del partido, capaz de llegar al descanso a cero y acabar con 15 puntos de todos los colores. Su golpe al suelo, tensión liberada, era el sinónimo de una final y el primer mensaje para el Herbalife Gran Canaria. Nadie logró tres títulos de Copa seguidos. Llull los quiere. El Real Madrid los quiere. Y la historia les contempla.