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La primera liga: El ensayo más serio de la historia

Los inicios de cualquier competición no suelen sencillos. Sin embargo, la Liga Nacional, auspiciada por Raimundo Saporta y seis clubes, nació con un pan bajo el brazo, aunque la idiosincrasia de aquella época nos haga esbozar alguna tierna sonrisa. Los pioneros no estaban locos: sabían muy bien qué se traían entre manos

Las cuentas de la primera Liga Nacional (Revista Baloncesto)
© Las cuentas de la primera Liga Nacional (Revista Baloncesto)
  

Redacción, 30 Mar. 2017 - La primera edición de la Liga Nacional dio inicio un 31 de marzo de 1957 en Barcelona y Madrid. Seis fueron los equipos que pudieron afrontar de un buen comienzo los costes de una competición tan nueva como apasionante en su desarrollo.

Raimundo Saporta fue el gran "factotum" de esa nueva competición de la que exprimió posibilidades y recursos económicos para los equipos. En la ambiciosa y lúcida mente del dirigente madridista había la firme idea de crear esa competición que, a la postre, definiera el equipo que debía disputar otra competición en ciernes: la Copa de Europa. Tal como lo definió la Revista Baloncesto en su momento, la Liga Nacional era "el ensayo más serio de la historia" del baloncesto español.

Dos equipos madrileños (Real Madrid y Estudiantes, de la entonces Federación castellana) y cuatro catalanes (CF Barcelona, Juventud, Orillo Verde y CB Aismalíbar) aceptaron el reto de afrontar una competición que, durante 13 jornadas y 49 días, se desarrolló en dos sedes fijas. Los catalanes jugaban sus encuentros como locales en el Palacio de Deportes de Montjuïch (Barcelona) en una doble sesión que invitaba a los aficionados a degustar una tarde de baloncesto, incluso con algún partido de juveniles como dignos teloneros. Por ejemplo, en la jornada inaugural fueron los chicos del BIM y el Montgat los que abrieron el fuego. Mientras tanto, en Madrid los encuentros como locales de madridistas y colegiales se celebraban en el célebre Frontón Fiesta Alegre, situado en el barrio de Argüelles y que ahora ya no existe.

El éxito de público fue rotundo, aunque no tanto como el desenlace de la competición. Si bien, en el arranque el CB Aismalíbar del mítico Eduardo Kucharski dio algunas sorpresas y se situó en lo alto de la tabla, el Real Madrid y el CF Barcelona realizaron un sprint final que dejó el título liguero para la última jornada... Y en un enfrentamiento directo.

Esa primera edición no podía tener mayor reclamo, pues. El 19 de mayo, último día de la competición, los blaugranas (con un balance de 6-3) se medían a los blancos (7-2) con una doble misión: vencer a su rival y superar el basket average particular. El CF Barcelona realizó uno de sus mejores encuentros ganando por 60-50, pero se quedó a 8 puntos del título, ya que el Real Madrid hizo valer el 73-55 que había logrado en la primera vuelta. Joaquín Hernández recogería el doble premio físico en el recinto de la calle Lleida: una copa, que se quedaba el club en propiedad, y el Trofeo Jesús Querejeta, que se debía devolver la siguiente temporada. Para quedárselo, un club debía ganarlo dos años seguidos o en tres alternos. Además, cada jugador recibía una réplica.



Las cuentas de Saporta

La genial idea del dirigente madridista no dejó un solo cabo suelto. Sabía que la Liga Nacional debía llamar la atención de todo el mundo, incluida la del propio mundo del baloncesto, que hasta entonces se había "conformado" con los campeonatos regionales y con la Copa, entonces más conocida como Campeonato de España.

A nivel económico, como decíamos antes, todo estaba calculado. Para amortizar los viajes de los equipos, se disputaban dos jornadas en sábado y domingo. La Federación Española entregaba 12.000 pesetas a cada club ocho días antes del desplazamiento para afrontar el puente aéreo. Comoquiera que en cada partido había un árbitro y delegado de cada federación, también se proveía una partida específica de 1.000 pesetas para su desplazamiento y alojamiento.

En total, el gasto ascendía a 112.000 pesetas, que se descontaban de los ingresos por taquilla. Y claro, aquella primera edición tan sesudamente organizada obtuvo una aceptación mayúscula, por lo que se obtuvieron 40.621,65 pesetas en beneficios que se repartían de la siguiente manera:

  • 4.924,35 pta., el 20% para el campeón (Real Madrid)
  • 3.693,25 pta., el 15% para la Federación Española
  • 4.185,70 pta., el 17% para el segundo clasificado (CF Barcelona)
  • 3.447,05 pta., el 14% para el tercero (Orillo Verde)
  • 2.708.35 pta., el 11% para el cuarto (CB Aismalíbar)
  • 1.969,65 pta., el 8% para el quinto (Estudiantes)
  • 1.231,10 pta., el 5% para el sexto (Juventud) y cada una de las Federaciones

    Además, se abonaron 4.000 pesetas a los equipos madrileños, y 2.000 a los catalanes por suplementos de desplazamientos.

    La aceptación del público del nuevo modelo, con la novedad de esa constante rivalidad entre madrileños y catalanes, se tradujo en taquillazos cada fin de semana, ya fuera en Montjuïch o en Fiesta Alegre.

    Recaudaciones
    Sede Pesetas
    1 Barcelona 19.420
    1 Madrid 13.976
    2 Barcelona 21.480
    3 Barcelona 17.380
    4 Barcelona 28.920
    5 Madrid 12.120
    6 Madrid 17.280
    6 Barcelona 9.370
    7 Barcelona 10.760
    8 Madrid 6.400
    8 Barcelona 13.595
    9 Madrid 11.211
    10 Madrid 19.283
    10 Barcelona 12.840
    11 Barcelona 15.335
    12 Barcelona 17.460
    13 Barcelona 40.900


    La Liga Nacional no solo fue innovadora en su concepto como competición regular a nivel nacional o en su modelo económico, sino que también lo fue en otros aspectos, como el logístico. Aquella pionera Liga Nacional incluyó el primer reloj eléctrico, de la casa Longines, que dominaba el tablero y exponía rigurosidad ante el público, en contraste con el control manual en la mesa de anotación que se había realizado hasta entonces y que podía levantar suspicacias.

    El quinteto del Aismalíbar estaba formado por Folgosa, Navarro, Riera, Kucharski y Cuello (Fondo Justo Conde-José Ramón Ramos/Fundació Bàsquet Català)
    © El quinteto del Aismalíbar estaba formado por Folgosa, Navarro, Riera, Kucharski y Cuello (Fondo Justo Conde-José Ramón Ramos/Fundació Bàsquet Català)


    Dos clubes distintos

    Entre aquellos seis clubes había dos con unas características que a día de hoy resultan chocantes por su concepción. Orillo Verde y CB Aismalíbar eran dos equipos que dependían directamente de dos empresas. Es decir, eran los equipos de baloncesto nacidos de los clubes sociales de dos fábricas. Una suerte de mecenazgo auspiciado por entidades privadas y más concretamente por los presidentes de dichas empresas.

    El Orillo Verde era el equipo de una téxtil de Sabadell, Manufacturas Carol, mientras que Aismalíbar era una empresa de componentes electrónicos radicada en Montcada i Reixach. Se podría pensar que tener aquellos equipos disputando la máxima categoría era un capricho, pero existía una pasión de aquellos dirigentes por un deporte que estaba impactando en la sociedad.

    Más allá de aquella presencia en la primera edición liguera, el bagaje de ambos equipos en otras competiciones, especialmente el del Aismalíbar, fue enorme, no solo por alcanzar cuatro finales de Copa, sino también por sus sonoros fichajes. Emiliano, Kucharski, Alfonso Martínez o Buscató, figuras indiscutibles del baloncesto de aquella época, militaron en las filas del equipo de Montcada.

    Un punto más modesto tenía el Orillo Verde, pese a tener al genial Josep Lluís en la pista o al prestigioso Fernando Font en el banquillo.

    Desavenencias con otros clubs y la imposibilidad de cubrir los campos de juego que tenían junto a las fábricas y oficinas se llevarían por delante una parte fundamental de nuestro baloncesto, que no dejaba de dar saltos cualitativos hacia el futuro.

    Recorte de la portada de Mundo Deportivo del 1 de abril de 1957
    © Recorte de la portada de Mundo Deportivo del 1 de abril de 1957


    Nombres, números: ídolos

    El impulso que dio la medalla de oro de la selección española en los recientes Juegos del Mediterráneo celebrados en Barcelona dos años antes había ayudado al público a situar algunos de los nombres propios de un deporte como el baloncesto, que, como el resto, sobrevivía al margen del omnipresente fútbol. Jordi Bonareu, Joaquín Hernández, Andreu Oller o Eduardo Kucharski eran figuras reconocibles de aquellos tiempos, a los que se les uniría Alfonso Martínez enseguida con un impacto brutal sobre la competición.

    El pívot aragonés fue el gran dominador de aquella primera Liga Nacional con actuaciones muy consistentes en todos y cada uno de sus partidos, convirtiéndose en el máximo anotador, seguido muy de cerca por José María Soro y Bonareu. Tres interiores que hicieron de la técnica su mejor virtud.

    Máximos anotadores
    Equipo Puntos Partidos Media
    1 Alfonso Martínez Real Madrid 186 10 18'6
    2 Josep Maria Soro Orillo Verde 178 10 17'8
    3 Jordi Bonareu CF Barcelona 137 8 17'1
    4 Joaquín Hernández Real Madrid 154 10 15'4
    5 Leopoldo Codina Estudiantes 132 10 13'2
    6 Antonio Díaz-Miguel Estudiantes 129 10 12'9
    7 Joaquim Enseñat Juventud 126 10 12'6
    8 Josep Brunet Juventud 124 10 12'4
    9 Andreu Oller Orillo Verde 120 10 12'0
    10 Santiago Navarro Aismalíbar 116 10 11'6

    Nota: Los resultados del trabajo de recuperación histórica realizado para este artículo difieren de los datos publicados en aquella época

    En total se anotarían 3.487 puntos (con una media por equipo de 58'1 puntos), con Alfonso Martínez también como máximo anotador en un encuentro gracias a los 31 tantos que sumó en la penúltima jornada ante el Juventud, aunque hay que destacar la doble presencia del colegial Leopoldo Codina entre los cinco primeros registros. Marcas todas ellas mucho más que destacables en unos tiempos en los que rara vez se superaban los 70 puntos en un partido. Por cierto, el máximo anotador de la primera jornada fue José María Abreu (Estudiantes), con 22 puntos.

    Anotaciones en un partido
    Equipo Puntos Partidos
    1 Alfonso Martínez Real Madrid 31
    2 Leopoldo Codina Estudiantes 30
    3 Joaquim Enseñat Juventud 29
    4 José María Soro Orillo Verde 28
    5 Leopoldo Codina Estudiantes 27


    58 jugadores jugaron algún minuto en aquellos 30 encuentros, siendo el CF Barcelona y el Estudiantes los equipos más profundos, con 11 jugadores distintos. En cambio, Aismalíbar y Orillo Verde jugaron toda la campaña con ocho.

    El jugador más alto de la competición fue el blaugrana Duane Bellmore, con 1.95, seguido por los 192 centímetros de Alfonso Martínez. Hoy día, ambos no pasarían más que por bases-escoltas. Por el extremo contrario, el verdinegro Joaquim Enseñat (1.71) y el blaugrana Jaume Mateu, el colegial Mariano Gallego y el madridista José Luis Alcántara (1.74) fueron los más bajitos.

    En cuanto a edad, apenas dos jugadores disputaron algún minuto estando ya en la treintena: el sabadellense Emili Galve (33) y Kucharski (31). Aparte, en la plantilla del CB Aismalíbar figuraba José Gorina, que contaba con 30 años al iniciarse la competición.

    Por otro lado, hay que recordar que por aquel entonces era poco frecuente contar con foráneos en las plantillas, por la alta restricción que existía en la normativa. Resulta curioso que por entonces no hubiera un solo europeo, sino que todos los foráneos fueran americanos. En aquella primera Liga Nacional hubo tres portorriqueños: Jorge Cuello (Aismalíbar) y los madridistas William Brindle e Ibrahim Murati (que no jugó). También se contó con dos argentinos: Héctor Folgosa (Aismalíbar) y Esteban Lovrics (CF Barcelona, sin jugar); y con dos estadounidenses: Duane Bellmore (CF Barcelona) y William Preston, el primer foráneo en la historia del Estudiantes.

    La idiosincrasia del baloncesto de aquella época también contaba con algunas características que ahora nos parecen marcianas, como la habitual figura del jugador-entrenador. En esa doble vertiente se movió con naturalidad un monstruo de nuestro deporte: Eduardo Kucharski. Su experiencia y conocimiento le llevó a liderar al Aismalíbar durante muchos años tanto en la pista como en los banquillos, donde demostraba tanta inteligencia como un espíritu innovador. Años después, se convertiría en el primer entrenador en dirigir un equipo fuera de nuestras fronteras, concretamente en el prestigioso Virtus de Bolonia.

    Más peculiar era la situación en el Estudiantes. Vicente Díaz Argilés comenzó la campaña en el banquillo colegial, pero luego dio paso a su jugador Rafael Laborde, cuya situación profesional no le permitía asistir a los entrenamientos, por lo que delegó esa función en su compañero José Garrido, con quien se coordinaba por carta. De cara a obtener el plácet de la Federación, el club estudiantil pensó en Roberto Bermúdez, que era el único de la terna que disponía de carnet de entrenador. Una solución a tres bandas que nació después de que la propia Federación denegara la idea inicial: Garrido y Díaz-Miguel como jugadores-entrenadores.

    Los árbitros

    Para minimizar suspicacias por las rivalidades regionales, los partidos entre castellanos y catalanes contaron con un colegiado de cada Federación. De los 20 árbitros que intervinieron en la primera Liga Nacional, los catalanes José Vallejo y Eduardo Aznar fueron los que más encuentros pitaron con 7 de los 30.

    Árbitros
    Colegio Partidos
    1 José Vallejo Catalán 7
    + Eduardo Aznar Catalán 7
    3 Antonio Verdú Castellano 6
    + Lucio Navarro Catalán 6
    5 Eusebio Garcés Castellano 5
    6 Daniel Valbuena Castellano 4
    + José Aguilar Catalán 4
    8 Vicente Ferrando Catalán 3
    + Jaime Bouch Catalán 3
    10 Jesús Aznar Catalán 2
    + Eduardo Villaamil Castellano 2
    + Francisco Oliva Catalán 2
    + José Luis Usúa Castellano 2
    + Guillermo Gallardo Catalán 2
    + Diego Fernández Catalán 2
    18 Manuel Esteban Castellano 1
    + Ramón Gracia Catalán 1
    + Agustín Catalá Catalán 1