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La maldición era Heurtel (74-87)

¡El FC Barcelona Lassa disputará la final de la Copa del Rey contra el Real Madrid! El conjunto azulgrana completó un partido muy sólido en ambos lados de la cancha y terminó derrotando al anfitrión Herbalife Gran Canaria por 13 (74-87). Heurtel, autor de un histórico doble-doble: 13 puntos y 14 asistencias

ACB Photo
© ACB Photo
  



Redacción, 17 Feb. 2018.- La maldición del anfitrión fue la maldición de Heurtel. ¿Por qué ser supersticioso? ¿De qué sirve recordar que solo dos equipos locales ganaron la Copa delante de los suyos tras la exhibición del francés? El base, destrozando el récord histórico barcelonista en una Copa de asistencias (¡14! ¡2ª marca global!), aderezados con 13 puntos, muchos en momentos cumbre, lideró al Barça Lassa hasta la final del torneo tras superar a un Herbalife Gran Canaria que se quedó sin fuerzas en el tercer periodo.

Los visitantes empezaron mejor (15-22) y, a pesar del escandaloso segundo cuarto de Eriksson (17 puntos y 5 triples para el 43-41 al descanso), recuperaron la brújula de la mano de Heurtel, bien secundado por Oriola (14), Ribas y Hanga (12). Juntos, bajo la batuta de un Pesic inconformista, vistieron al Barça Lassa de finalista. La Copa, a un Clásico de distancia.

La rabia de Tomic (ACB Photo)
© La rabia de Tomic (ACB Photo)


Un plan diferente

24 horas, tan solo 24 horas antes, el Barça Lassa saboreaba su dulce venganza contra el Baskonia, que le había aplastado en el Buesa Arena a diez días de la Copa. Con especial rabia, con especiales ganas, con especial deseo de repetir contra el Herbalife Gran Canaria, que se atrevió este curso a conquistar el Palau. El choque arrancó frenético, como uno de esos combates en el que llegas a pensar que el ganador acabará celebrándolo desde el hospital. El primer golpe de Tomic, el triple de Aguilar. Moerman y su acierto exterior. Sanders y su aro pasado. El alma de Rabaseda, la bomba de Brussino. 7-7 en tres minutos... y a volver empezar.

Este Barça Lassa de Pesic es otro. Mejor o peor, por ahora parece lo primero, lo dirá el tiempo, mas su diferente identidad en cuestión de días es algo innegable. Más maduro, más concentrado, el cuadro catalán dejó de intercambiar golpes de mero tanteo para pasar al ataque. Koponen al mando, Sanders muy vivo, 'Oriolismo' activado. 0-10 en un par de minutos (9-16, m.6) y la seguridad ya, tan pronto, de que el plan de cuartos no le iba a valer al Herbalife Gran Canaria para poder soñar con la segunda final de su historia.

De 107 puntos en 40 minutos a 15, y a duras penas, en los primeros 10 del encuentro, con Claver volviendo a escena y el rebote ofensivo, clave contra Baskonia, reclamando una vez más su factor diferencial en el partido. El partido pintaba a blaugrana. Al menos, para casi todos. La rebelión de Upsala se gestaba.

Navarro reconoce el esfuerzo a Oliver (ACB Photo)
© Navarro reconoce el esfuerzo a Oliver (ACB Photo)


La rebelión de Upsala

Aíto lo había anticipado. Una vez más, el legendario entrenador supo ver talento allá donde otros solo vieron potencial. Supo ver certeza allá donde otros solo veían riesgo. En la primera, última y única final copera del Herbalife Gran Canaria, Pasecniks salió como titular. Dos años después, convertido ya en una realidad, el pívot ejerció de referente para mantener con un hilo de vida al cuadro amarillo en su momento de partido. Sin él, simplemente, no hubiera existido la rebelión de Upsala.

Siempre debajo del aro, oliendo el metal, acariciando el tablero en cada salto, el letón fue sumando y sumando, para impotencia de un Barça Lassa que no sabía pararlo. Dos, cuatro, seis. Hasta ocho puntos consecutivos de Anzejs para hacer frente a un equipo que le añadía, a su prodigioso 11/15 en la pintura, las asistencias de Heurtel, los valiosísimos rebotes en ataque de Moerman y un par de triples de Ribas para abrir brecha (23-32, m.14). Hasta que llegó el sueco.

Su nombre, Marcus Eriksson. Su rival, su ex. Su virtud, el triple. De adolescente, en ropa de calle, un buen día marcó 78 triples de 81 intentos (52 de ellos consecutivos) en cinco minutos, grabando la gesta en un vídeo que se hizo viral. El niño de Upsala, la ciudad de Ingmar Bergman, la que renació de sus cenizas tras el gran incendio, la de la catedral gótica más grande el norte de Europa. La de uno de los tiradores más grandes han vestido la elástica amarilla.

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Un triple, dos. El tercero, desde la esquina (35-37, m.17), para volver a creer. El cuarto desde más de siete metros, después de tres recuperaciones seguidas de sus compañeros. El quinto (¡de 5 intentos!) para la rebelión, para el cambio de escenario (39-37, tras el 13-1 de parcial), para la leyenda de la Copa, con 17 puntos en este cuarto, una de las mayores catarsis individuales que este torneo jamás vio. La rebelión de Upsala había triunfado, con el Herbalife Gran Canaria yéndose al descanso por delante (43-41) y el Gran Canaria Arena en éxtasis. Empero, hay rebeliones que cambian guerras y rebeliones que las ganan. La de Upsala, tan bella como poética, solo cambió su guion.

La profecía de Béziers

Por momentos, el Barça Lassa viajó en el tiempo hasta la anterior década. El calor del CID, el lustro perdiendo allí sin solución, año tras año. Savané luciéndose, la fantasía de Hunter, los triples de English, el músculo de Augustine, la irrupción de Carroll. De los partidos de 60 puntos a la avalancha de Marcus. De la rebelión de Upsala a la profecía de Béziers.

Cuenta la leyenda que, en la ciudad francesa donde nació Thomas, durante el asedio de 1209, Arnaud Amaury mandó aniquilar a todos los cátaros. Cuando sus oficiales le preguntaron cómo diferenciar a los católicos de los herejes cátaros, el legado papal lo tuvo claro: "Matadlos a todos... Dios reconocerá a los suyos". Creyentes o agnósticos, escépticos o politeístas, si hay que elegir alguna deidad barcelonista en esta Copa, esa lleva el 13. Y se apellida Heurtel. "Me siento muy cómodo con el sistema de Pesic, me da mucha libertad en ataque", afirmaba un día antes, tras sumar 20 puntos y 9 asistencias contra el Baskonia. Lo de estas semifinales fue más allá.

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Aburrido de dar asistencias, su primera canasta llegó justo antes del descanso. La siguiente, justo después del triple de Oriola, le terminó de encender. Mirada al banquillo en plena carrera hacia atrás. De nada sirvió el mate de Balvin para adelantar por última vez a los locales (49-48, m.25). Entre Sanders y Heurtel, en pleno trance, los de Pesic se escaparon por pura inercia. Un aro pasado del francés y dos pases de puro genio que Tomic no desaprovechó, el siguiente impulso. 0-9 de parcial, golpe en la mesa. Más tarde, tras el pique triplista de Oliver y Ribas, dos bombas lejanas de Navarro y Claver establecieron la máxima (56-68) justo antes del acto definitivo. ¿El último pase? En Béziers ya sabían la respuesta.

Un sistema para cambiarlo todo

"Si hablamos de ataque, hay una filosofía que dice que la primera decisión es la buena", afirmaba Pesic tras los cuartos, intentando explicar su hoja de ruta con el equipo barcelonista desde su llegada, siempre bajo un mandamiento: los sistemas son sagrados. Los sistemas se repiten, los sistemas mejoran, los sistemas hacen creer. Sus jugadores, obedientes con la pizarra del balcánica, se creyeron ya en la final cuando Oriola les puso 14 arriba nada más comenzar el periodo.

El equipo de casa, apoyado en su hinchada, lo intentó un par de veces más. Dos lanzamientos lejanos de Brussino y Eriksson (65-72) abrían una vía para su esperanza a falta de seis minutos. El de Aguilar, un poco más tarde, solo sirvió para claudicar con honor. Hacía mucho tiempo que el partido estaba en las manos de Heurtel.

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El base galo, que acabó con 13 puntos y 14 asistencias, mejor marca histórica de su equipo en la Copa del Rey, hacía lo que quería en cada posesión, con la sensación de que a veces parecía elegir a qué compañero regalarle una pequeña alegría. Se la dio a Oriola, adicto al mate en esta isla. Otras veces a Ribas, puntería afinada la suya. Y le quedó algo para Hanga, que cerró el partido con un mate para el 74-87 final.

Los barcelonistas están en la final. El noqueado, la víctima, el lobo con piel de cordero que aún tiene garras y muerde, que aún tiene alma... y a Pesic, 15 años después en otra final. Valencia 2003, el origen de la Triple Corona. Gran Canaria 2018, el origen de otro Barça. El campeón de las últimas cuatro Copas espera desafiante. El Real Madrid de Doncic. Un trono, una corona. Un anhelo a cuarenta minutos de distancia. Un sistema para cambiarlo todo. ¿La maldición del anfitrión? La maldición era Heurtel.