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Edu Torres: Un héroe en Hong Kong

Si su vida fuera una serie, el season finale fue de esos que se recuerdan, dejando un final abierto para nuevas tramas. Las historias del trotamundos, que con 412 partidos ACB a sus espaldas, hoy es ídolo en Hong Kong tras hacer historia por partida doble. Descubre su historia de la mano de Daniel Barranquero

(Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)
© (Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)
  



Redacción, 11 Sep. 2018.- Y tú... ¿qué hacías un 11 de septiembre de 2008? El mundo recordaba la 'zona cero', se hablaba del derrumbe de bancos inversores, crisis... Edu Torres, por su parte, estaba inmerso en plena pretemporada a unos días de debutar en la Liga Catalana, con los focos más apagados y las cámaras apuntando hacia otro lugar.

Atrás quedan los días de gloria en Andorra, historia pura entonces, de Primera B a Europa. La gesta con el Caprabo Lleida años más tarde, de LEB al Viejo Continente por el mismo camino. Del título de mejor entrenador, en 2002, al coqueteo con la élite de la mano del Akasvayu. Y la vuelta a casa a Lleida cuando el viento ya no soplaba a favor, dibujando en el anhelo un ascenso que se resistía. ¿Que a qué se dedicaba Edu Torres en 2008? Desde luego a todo menos a ponerse a pensar lo impensable:

"La vida da muchas vueltas. Me dices hace justo diez años que iba a estar una década después entrenando en Hong Kong y me río. Cualquier cosa puede pasar. O, más bien, cualquier cosa puede pasar mañana. Eso es algo que te enseña la vida".

(Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)
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El origen del trotamundos

Es el 19 de noviembre de 2016. Edu Torres está sentado en una rueda de prensa mientras es presentado, quizá preguntándose durante un momento del acto qué diablos hace allí y por qué, ironías de la vida, con lo que le costó aprender chino mandarín, se había ido a una tierra marcada por el cantonés. Y por el inglés, para su fortuna. "Menos mal que el 95% habla inglés y no hay problemas porque si no, vaya putada, eh. Aprender tras varios años mandarín y que aquí se hable cantonés debe ser como aprender castellano y que luego solo te hablaran en euskera. Esta vez ha sido mucho más difícil aprenderlo, es una barrera imposible".

En mitad de la rueda de prensa, Edu Torres hace un rápido balance, como si intentara explicarse a sí mismo la incógnita. Empero, no regresa a los días de ACB, con 412 partidos en su haber (16º histórico) y un buen puñado de momentos de los que presumir toda la vida. Hasta Murcia, su última etapa en 2010, queda ya demasiado lejos y él es poco de echar la vista tan atrás.

La sensación es de orgullo. Ese orgullo que tienes en la vida, más allá del deporte, cuando te atreves a hacer algo para lo que es necesario ser valiente. Y, sin esperar a ver el resultado, ese pellizco en el cuerpo ya se queda en ti. A la primera llamada, en tierras francesas, Torres negó con la cabeza. Tal vez le pareció demasiado cerca, a la vista de sus movimientos futuros. Del Huracán de Tampico al Hong Kong Easter Long Lions había unos cuantos pasos. Sin vértigo, de México a China, con billete de ida y vuelta a Venezuela. Y otra ración de recuerdos y momentos que le transformaron, definitivamente, en un técnico trotamundos.

"Solo puedo decir cosas positivas. En México la experiencia resultó buenísima. Una afición volcada, una ciudad con vida muy familiar. Surgió incluso allí la posibilidad de entrar en la Federación para entrenar en las categorías inferiores de la Selección Mexicana, si bien el salto económico me llevó a China. Allí la vida era más aburrida, pero de repente te podías encontrar como rival a todo un Whiteside y compensaba. Y qué chulo el año con Toros de Aragua en Venezuela. Cuánta pasión, vaya manera de vivir las cosas de su gente, a pesar de la situación del país. Vivía como en una burbuja, aunque no eres ajeno. Hubo buenos resultados y me trataron súper bien. Sentí lo vivido en los primeros años de ACB, con esa ilusión inicial, y eso es muy bonito". Otra llamada al móvil y de vuelta a China, paso previo a su fichaje por el Hong Kong Easter Long Lions, eterno nombre de guerra. "Volví a China para acabar la temporada y me llegó la oferta. Yo vivía a una hora del lugar, siempre que tenía día libre pasaba por allí y no dude en aceptar".

(Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)
© (Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)


Entraba en una urbe monstruosa, un pequeño país que es ciudad, o una gran ciudad país, qué más da, con algo que pesaba más que cualquier contraste, como afirmó en esa presentación. "El baloncesto es baloncesto en todas partes. Hay que quitarse prejuicios. Soy capaz de adaptarme a diferentes estilos por mi experiencia y estoy muy orgulloso de estar en este lugar". Valorado desde el inicio, su vida quedaba marcada por la esencia del lugar. "Hong Kong es una ciudad top en el mundo, en el que un occidental no puede extrañar nada porque hay de todo. De restaurantes gallegos a catalanes. Pese a tener un ritmo de vida complicado y estresante, sus atascos son eternos, la ciudad era una mezcla de culturas interesantes", asegura hoy el técnico, que vive en algo que llaman "apartamentos de servicio", una especie de habitación de hotel que encima le deja la playa a un paso de distancia.

La competición le cautivó desde el inicio, tal vez acostumbrado a las reglas chinas y feliz por ver tantas diferencias. "Es una pena que la CBA tenga esas limitaciones extrañas, como que solo pueda haber un extranjero en pista, porque hay jugadores de mucho nivel con contratos bestiales. Hay equipos que tienen de extranjeros a un base y un pívot y juegan completamente diferente dependiendo de quién esté en pista. No, en Hong Kong no ocurre eso. Hasta ahora se podía jugar con dos extranjeros y otros dos que tuvieran pasaporte asiático, heritage los llaman. Ahora van a simplificarlo con la presencia de tres extranjeros, lo que nos perjudica".

Dos competiciones siempre en su cabeza: la local... y la ASEAN League, un torneo en el que participan equipos de otros 8 países: Tailandia, Filipinas, China, Taiwán, Indonesia, Singapur, Vietnam y Malasia. Fue llegar y tocar el cielo, en forma de trofeo, para convertirse en eterno en el club, después de besar el campeonato tras poner la sentencia (3-1) de la serie final en un partido con dos prórrogas. Así sabía mejor. La pareja Josh Boone-Marcus Elliot, el crecimiento de Tyler Namb. El abrazo con Lluis Pino. Y el adiós de su ayudante, que inauguraba, aún no lo sabía, un reto aún más apasionante que vivir en el segundo año junto al sustituto recién llegado.

(Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)
© (Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)


Del hallazgo a la gloria

"Ha sido un hallazgo, ha sido un hallazgo", repite Edu Torres a la hora de hablar de su ayudante, Fernando Gordo, al que los aficionados al básquet tenían situado en un plano muy diferente. De leerle durante años en Solobasket a saber que era el ayudante de Edu Torres en el otro extremo del mundo. Un regalo para ambos. "Es clave del crecimiento del grupo, va a ser un gran entrenador, más aún de lo que ya es. Es un tío genial y preparado y la experiencia nos unió hasta el punto de quererle como a un amigo, espero que él piense lo mismo. Y ojo que podía haber pasado lo contrario, si no nos hubiéramos entendido, hubiera sido nefasto. No tiene nada que ver estar solo en China con vivir esta etapa al lado de una persona que habla tu mismo idioma... y no solo de forma literal".

"Él y su mujer son más de investigar", reconoce. "Hay muchos templos, lugares bonitos de visitar, pero es que no hay tanto tiempo libre cuando toca viajar por Asia. Un viaje normal son cinco horas, que en Europa si lo haces te sales del mapa. Pero yo estoy igual de cómodo, más que en China, que tiene una mentalidad más cerrada", añade.

Hong Kong siempre sonó a rascacielos, a banca con grandes negocios, a vivienda por las nubes, al cruel contraste del rico con avaricia y el pobre con suerte esquiva. En cuanto a deporte, siempre tiró más el rugby 7, las carreras de caballo, las regatas de barcos o el mismo fútbol antes que el propio básquet. Las tradiciones no se construyen, se forjan. Y el baloncesto se hace hueco merced a una competición plagada de curiosidades. Tres pabellones para todos los equipos, de 12.000, 6.000 o 3.500 espectadores según la magnitud del partido. Los encuentros de dos en dos, por una decena de euros. Equipos con rotación de 6 o 7 jugadores exprimiéndose durante 48 minutos, entrenamientos por la tarde, cuando los jugadores, que suelen tener otro trabajo, han finalizado la jornada. En el equipo de Edu Torres, con más estabilidad económica gracias a un importante inversor, sí hay hueco para entrenar durante horas y horas por la mañana, sin repetir dos días seguidos en el mismo lugar. Billete de metro, un vistazo al GPS y otra instalación futurista y completísima por descubrir.

(Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)
© (Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)


Partidos televisados, emisiones en streaming con audiencia de seis cifras. Colas en las calles para las últimas entradas y una temporada que se hace larguísima en la que descansar parece que no esté bien visto. Normal que le tuvieran tantas ganas al trofeo. "El año pasado fue la repera con la ASEAN League, pero nos resultaba más sencillo porque no teníamos la limitación de extranjeros. Aquí, esa barrera parecía insuperable, ya que no tenemos a los mejores jugadores locales. Además, había dos equipos más fuertes, que se reparten siempre los títulos. Y era nuestro gran reto". Tras caer en semifinales de la ASEAN League con el ex Knicks y Nuggets Renaldo Balkman como verdugo, el equipo celebró efusivamente el solo hecho de colarse en la final de la competición doméstica, al mejor de cinco encuentros. La primera batalla con derrota. La segunda, también.

Y la losa de un 2-0 adverso que, como en Liga Endesa, jamás se había remontado en Hong Kong. Había que tirar de vídeo. Sí, de vídeo. "Al final ya no sabes cómo hacer y te agarras a lo que sea. El trabajo ya estaba hecho, habíamos trabajado como perros y, con jugadores tan jóvenes, buscamos el efecto emocional, a ver si encontrábamos la chispa". Fernando Gordo al rescate. Vídeos con mensajes de ánimo de familiares y amigos para el 2-1, con los castellers como símbolo, metáfora y ejemplo para el 2-2. Y hasta uno nuevo, con referencias a la película 300, antes del quinto. Los gladiadores hicieron lo impensable, lo nunca hecho, lo imposible días antes. El 2-3, la remontada. Sus jugadores acababan de hacer historia. El pasado 10 de agosto, él y los suyos se vestían con el traje de campeón, más de once meses después de arrancar el trabajo de pretemporada. La falta de vacaciones no importaba con su hija pequeña al lado.

No, ese día no hacía falta poner el Facetime o el Skype, como otras tantas veces para compensar la distancia. "Nos salvó la vida, no me imagino esta experiencia 20 años antes sin videollamadas. Durante el año igual estábamos cuatro horas, como si estuviera en el salón de casa: dejábamos la cam puesta y de repente hacía los deberes o se ponía una serie". Esa vez no, los abrazos eran de carne y hueso. Y tanta felicidad lo compensó todo. "Ella vive en Cataluña y vino a verme en sus vacaciones. El poder vivir la final, acabar de esa manera, remontando y ganando, es más chulo todavía. Todo esto es un sacrificio personal grande y que mi hija pudiera verme en directo con el título es un orgullo y un placer".

"Es un privilegio seguir trabajando en el baloncesto, estamos para vivir momento así de bonitos y tampoco vives tantos a lo largo de tu carrera, con muchas situaciones complicadas y años difíciles. Dar la campanada con un equipo joven e inexperto llena", confiesa el que es héroe a diez mil kilómetros de su casa. Respetado, querido, manteado. "Ningún entrenador piensa en ese tipo de reconocimientos, solo en trabajar duro para ganar partidos. La satisfacción no es lo que te digan, muchas veces te dirán que lo haces mal, sino en el propio camino. Seguir el tuyo propio sin esperar palmaditas, que de eso no se vive, y disfrutar del viaje, que la culminación dura poco y a veces la celebración dura menos de un día". Pero... ¿para qué correr si el recuerdo durará toda la vida?

(Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)
© (Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)


Un final abierto

"Me han hecho más entrevistas estas semanas que las que solían hacerme en los últimos años", relata aquel que nunca necesitó demasiada atención mediática para hacer bien su trabajo y que ahora, ya en su tierra, querría detener el tiempo para no tener que alejarse otra vez de los suyos. "Es una ciudad bonita en la que vivir, pero me volverá a costar bastante irme de aquí, especialmente por mis hijos".

Hace unos días, en una entrevista en Tirando a Fallar, Edu Torres respondió que probablemente había perdido el tren en Liga Endesa, sin que eso le quitara el sueño en demasía. "No soy de mirar atrás", repite constantemente un técnico que aún se sorprende cuando le recuerdan su debut precoz en ACB y que pide que le tuteen para no sentirse mayor a sus 54 años. "Cuando dijiste lo de mi estreno a los 27 me pregunté... ¿ese era yo? ¡Ostras! ¡Qué de cosas han pasado! Ya a veces hasta dudo si fui seleccionador de Andorra, pero me da que tengo alguna foto que me lleva a corroborarlo", exclama entre risas.

Mitad entrenador, mitad aventurero, el trotamundos Torres no duda al afirmar tajante que poco queda de aquel técnico joven que ascendió a la élite con el Andorra, sintiendo tanto orgullo de sus días como profeta en su tierra como con los de celebración en el exilio. Y es que, si en realidad todo esto era un viaje, parece que está mereciendo la pena, por unos motivos que van mucho más allá del baloncesto. "Se es más abierto conociendo diferentes países y culturas. Te pongo el ejemplo de mi hija. Con 7 años y las experiencias que ha vivido no te diré que sea más inteligente, más guapa o más simpática, pero sí es más experta. Siempre pensé que viajar es vivir, pero si tienes la oportunidad de vivir en otras culturas, tienes una visión más global y abierta. Ni mejor, ni peor. Simplemente, una perspectiva diferente".

(Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)
© (Foto: Hong Kong Eastern Long Lions)


Palabra de un héroe en Hong Kong, aquel que no imaginaba hace diez años la historia que estaba a punto de vivir y que hoy no duda en escribir él mismo el final de este artículo, a modo de capítulo.

"Desde luego puedes cerrar con un continuará. ¡Es un final abierto!"

Que empiece el segundo pues.