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Dejan Kamenjasevic: La voz de Pesic

Los recovecos del destino han unido la vida del laureado Svetislav Pesic y del joven Dejan Kamenjasevic, figura clave en la trayectoria del técnico serbio en España. Refugiado en Girona junto a su familia por la guerra de los Balcanes, Dejan conoció a Pesic, amigo de su padre, a su llegada a Barcelona y fue ganándose poco a poco su confianza, convirtiéndose en traductor, confesor y mano derecha inseparable del actual entrenador del Lottomatica Roma. Una relación de amistad, fraternal, que le ha permitido conocer el lado más humano y emotivo del exigente técnico, capaz de intentar cambiar el horario de la final para poder asistir a la boda de Dejan

Dejan Kamenjasevic ejercía de traductor pero también de amigo
© Dejan Kamenjasevic ejercía de traductor pero también de amigo
  

Qué nos aguarda el destino para cada nueva mañana es algo tan enigmático como sorprendente la mayoría de las veces. Dejan Kamenjasevic puede dar buena cuenta de ello pues sólo por los avatares y sus leyes puede contar cómo conoció a Svetislav Pesic y cómo, con el tiempo, puede hablar de él como su segundo padre, como un extraño conocido que irrumpió en su vida y que a pesar de las razones geográficas que rigen el deporte profesional no parece que nada ni nadie vaya a separarles.

Mirko Kamenjasevic fue un conocido polideportista en la antigua Yugoslavia que alternó con distinta fortuna el balonmano (campeón de la liga yugoslava), el atletismo (campeón de 100 metros de Bosnia) y el baloncesto, y que en los años 60 llegó a ser dos veces campeón de rallies de Yugoslavia. De todo ello, cuenta la tradición de la castigada región eslava que fue él quien introdujo el primer balón de baloncesto en Sarajevo, en 1947, y que con un circulo dibujado en una pared por Mirko se jugó el primer partido.

Ya retirado, pasó años ejerciendo como profesor de Educación Física en la universidad de Sarajevo, ocupación que compatibilizaba con la de periodista de TV y radio, en donde retransmitió la final de Bormio del 87 - el campeonato del mundo junior entre Yugoslavia, dirigida por Pesic, y los Estados Unidos, la final que coronó a Divac, Radja, Kukoc o Djordjevic ante Payton, Larry Johnson y compañía-, o la primera copa de Europa de clubes ganada por un equipo yugoslavo, en el 78, con el triunfo del KK Bosna, dirigido por Bogdan Tanjevic y con los Delibasic, Varajic, Radovanovic o Pesic en la cancha, contra la Phillips de Milán. Fue por aquel entonces que la amistad entre Mirko Kamenjasevic y Svetislav Pesic brotó hasta ser algo más que una estrecha relación periodosta-deportista: “Pesic llegó del Partizán y estuvo en Sarajevo 17 años con el Bosna, primero como jugador y luego como técnico. Siempre hubo respeto entre los dos y al final la suya fue una relación de verdadera amistad”.

De hecho en el 1981, cuando Tanjevic deja el banquillo del KK Bosna, son el mismo técnico y el propio Mirko los que introducen y aconsejan que sea Pesic el nuevo entrenador, un Pesic que como jugador no había pasado de ser el paradigmático base de equipo, director de juego y especialista defensivo. La decisión, a tenor de los resultados posteriores - campeón de liga y copa en Yugoslavia -, no pareció del todo errónea. Años más tarde, en 1987, la marcha de Pesic al basket alemán y el conflicto bélico en la región separó a los dos hombres, una partida que la situación de refugiados de los Kamenjasevic pareció adjetivar definitivamente pues del verano del 92 al verano del 93 la condición de apátridas de la familia de nuestro protagonista hace perder todo contacto con la familia Pesic.

Svetislav Pesic y Dejan Kamenjasevic durante un clinic
© Svetislav Pesic y Dejan Kamenjasevic durante un clinic
Empezar de cero

Así la vida, el 17 de agosto de 1993 llega a Girona la familia Kamenjasevic después de un año oyendo bombas en Sarajevo y refugiándose de su ruido y destrucción en Split, Ljubljana y, gracias a Fotògrafs de Girona, en la capital gerundense que finalmente los acoge. Dejan recuerda esa llegada como algo “especial y muy extraño, pues había muchos periodistas esperando a que bajáramos del avión. No entendíamos nada hasta que supimos que éramos la primera familia que llegaba de los Balcanes como refugiados”. Llegó él con 17 años, su padre con 72, su madre Mahira con 50 y su hermana Masa de once. Y lo hicieron para empezar a escribir un renacimiento lejos de casa, agotador y sufrido, en nada distinto al de miles de familias que han de vivir el sin sentido de las marchas forzadas a seguir el camino opuesto de las balas. “En Sarajevo éramos una familia rica y socialmente muy bien colocada. Antes de estallar la guerra yo estaba haciendo los preparativos para irme a los EUA a una High School y sin comprender nada de lo que pasaba estaba cogiendo las mismas maletas para irme a Split. Cuando llegamos a Girona no teníamos nada, ni la maleta con la que salimos de Sarajevo, y mi madre pasó de productora de programas de radio a limpiar escaleras”.

Inicios indeseables en tierra ajena y que para los Kamenjasevic hoy son algo en el desván de los recuerdos, memoria que también cobija su juventud en Sarajevo como no, entre canchas de juego. “En Bosnia jugué desde pequeño, y los últimos 6 años compartía equipo con Vukcevic, Brkic, Ovcina, Mujezinovic o Marko Pesic en el KK Bosna. No tenía su nivel, pero tenía mi espacio en el grupo”. Dejan trabajó, estudió y mantuvo su apego al basket en Girona como jugador en La Salle, el CB Sant Narcís y el CE Onyar y más tarde, obligado a dejarlo por una grave lesión de rodilla, como entrenador, faceta que le permitió “seguir ligado al basket. No podía vivir sin mi deporte y necesitaba continuar unido a él. Estuve pensando en el arbitraje por el dinero que podía llevar a casa, pero pronto escogí la dirección”.

Pesic llega a Barcelona

Corría el verano del 2002 cuando Vladimir Stankovic (Euroliga), amigo común de Mirko Kamenjasevic y Svetislav Pesic, llama al padre de Dejan para confirmarle que Pesic, por aquel entonces en Indianápolis llevando a la selección de Serbia al campeonato del mundo, sería el próximo entrenador del FC Barcelona. Y es el mismo Stankovic quien facilita el reencuentro de los dos amigos por medio de Dejan. “Él nos dio el teléfono y yo llamé a Pesic. Le hablé de mi padre que por aquel entonces ya estaba enfermo y muy debilitado físicamente. Aproveché para pedirle si podía ir a ver sus entrenamientos. Primero fue poco receptivo pues en Alemania había tenido casos de refugiados que establecían contacto con él sólo para pedirle dinero. Yo quería mejorar y aprender como entrenador y sabía que allí tenía una oportunidad única”.

Así, Dejan empieza a aparecer por el Palau Blaugrana sabiéndose un privilegiado y como conocido de Pesic, un técnico que al ver que su huésped no iba para pedir autógrafos a los jugadores ni camisetas a Bodiroga “cambia su actitud respecto a mí. Se abre más, y antes o después de los entrenamientos se interesa por lo que entiendo o no, por cómo veo las cosas”. Con todo, la primera piedra de la amistad actual que les une se produce en marzo del 2003, cuando el Barça visita al Casademont en Girona.

El sábado por la noche, Pesic abandona a su equipo para ir a cenar a casa de los Kamenjasevic, y para reencontrarse con su amigo Mirko quince años y una guerra más tarde. “Desde esa cena todo cambia. Cuando tiene problemas con algo, cuando quiere saber qué dicen los periódicos o simplemente si quiere hablar de cualquier cosa no sólo llama a Stankovic, también me llama a mí”. Reciprocidad que lleva a Dejan a convertirse en su traductor en todo y, más adelante y de manera regular, también de todos los clínics y conferencias que el técnico de Novi Sad empieza a dar una vez tiranizadas ACB, Copa y Euroliga con los azulgrana.

En cualquier caso, Dejan no deja de ver ahí una relación circunstancial y afortunada que le permite ampliar sus conocimientos, seguir el día a día baloncestístico de Pesic y aprender tanto de su filosofía como de sus entrenamientos. Algo que, en el verano del 2003, cambió por completo.

Blanco y negro en la misma mano

“Junio, julio y agosto de 2003. En esos tres meses sentí lo mejor y lo peor como persona, siempre con el basket de por medio”. Efectivamente, nuestro protagonista vivió mucho y deprisa aquellos días. El 24 de junio había fijado su boda junto a su prometida Rosa, y a los inexcusables compromisos y preparativos nupciales se unió el primer clínic junto a Pesic, en Badalona y organizado por la Asociación Española de Entrenadores. “Ahí empecé a descubrirlo en toda su extensión. Para preparar la ponencia de Badalona hizo que fuera los siete días previos a la misma cada día a su casa en Barcelona. No quería que nada quedara a medio hacer, y yo tenía que saber hasta el último detalle de su discurso. Fue agotador”.

Aun así, Dejan tuvo tiempo para casarse (“Intentó cambiar el horario del tercer partido de la final contra el Pamesa para asistir a mi boda, detalle que me emocionó”) y para pasar la luna de miel en Málaga, dónde su mujer podía estar cerca de su familia y él en el curso práctico para sacarse el título superior. Del calor de Málaga quedó el certificado del título, la amistad con Alberto Angulo, Pablo Laso o el ayudante del Plus Pujol Borja Comange, y el recuerdo del día del último examen en que Kamenjasevic recibe la noticia del ingreso de su padre Mirko, en estado muy grave, en la clínica. “Murió el 17 de agosto de 2003, exactamente 10 años después de llegar a Girona. El Barça estaba haciendo el stage en Andorra y Pesic no podía asistir, como era su deseo, al funeral en Sarajevo. Y tuvimos la primera discusión: él quería costear todos los gastos del funeral, el traslado del cuerpo y de toda mi familia, y yo le dije que ni hablar. Aquello cambió por completo nuestra relación y desde entonces pasé a ser otro hijo suyo”.

Relación fraternal que dio para mucho. Para hacer de intérprete en todos y cada uno de los clínics que dio Pesic hasta este pasado diciembre; para establecer amigos en común como Ricard Casas o Joan Roca (ACB), amistades de Dejan que en la actualidad lo son también de Pesic; o para, en verano del 2004, ser el traductor, confesor y mano derecha inseparable del actual técnico de la Lottomatica de Roma, al punto que Dejan asistía a las reuniones del cuerpo técnico blaugrana. Y, así mismo, para estar al lado de Pesic las 24 horas de cada uno de los cinco días más convulsos de la sección de baloncesto del FC Barcelona, y vivir en primera persona la marcha del balcánico.

Tiempo para conocer a un personaje “exigente hasta la extenuación. Una exigencia que en cualquier caso él es, por su ética personal, el primero en padecer. Se trata de un entrenador duro y muy directo con los jugadores, pero no mucho más que la mayoría de balcánicos. Un hombre íntegro, siempre dispuesto a ayudar y a confiar en sus amigos y que ni sabe ni quiere vivir sin basket”. Término que para Pesic no entiende de clases sociales ni distinciones particulares, al punto de tomarse con el mismo empeño y la misma responsabilidad el entrenamiento de un equipo de primera catalana (“vino en setiembre a dirigir el entrenamiento de mi equipo, el Santa Eugènia, un senior que está cinco categorías por debajo de la ACB. Acabó al cabo de tres horas, sudando como el que más”), o la preparación de una conferencia: “Este 27 de diciembre cogíamos un vuelo en el Prat para ir a Madrid. Habíamos quedado para una comida con los responsables, para hablar del clínic y cambiar impresiones. Al ir a embarcar descubrimos que su coche, un Mercedes de los que hacen saltar los ojos, no podía cerrarse. Teníamos tiempo para llamar a la asistencia, cambiar de vuelo o anular la comida. No hubiera pasado nada, pero fue imposible. Para él teníamos que llegar a la hora fijada con la organización y no se le ocurrió nada mejor que dejar el coche en el párquing del Prat tres días, abierto y a disposición de quien quisiera usarlo”.

Lance que nos matiza al experimentado y reconocido técnico, personaje que fuera del basket no deja de ser un ciudadano de a pie como cualquier otro, jocoso y alegre con los que le rodean y que Dejan ilustra con la última anécdota que vivió junto a Pesic, antes de su repentina marcha a Roma. “Ya en el vuelo que antes refería, Pesic no pudo cumplir con su práctica habitual de dormir durante el trayecto porque dos azafatas, fuera de servicio, estaban en los asientos posteriores a los nuestros hablando sin parar, como cotorras. No durmió, y tampoco dijo nada hasta llegar a Barajas, con el avión parando motores. Hola, buenos días, se giró Pesic. Felitzidades, felitzidades. Una hora hablando sin pausa. Felitzidades, mi doler la cabeza. A esto que una de las azafatas responde: Vaya gilipollas, mientras que la otra lo mira y tranquiliza a su compañera: Déjale, seguro que el tío se nos quiere ligar. Sin poder dejar de reír respondí: Señoritas, no es ni una cosa ni la otra. Y pensaba; se trata de Pesic, nada más”.