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Paul Shirley: El mejor periodista del mundo (y II)

Una persona que consigue tener un agente baloncestístico, literario y televisivo, por fuerza tiene que ser un personaje particular. Paul Shirley, el nuevo fichaje del ViveMenorca se está labrando una carrera como escritor que incluso ha llegado a afectar en su peculiar trayectoria como jugador. En esta segunda entrega, el periodista Quique Peinado se adentra en el mundo literario de Shirley, una verdadera rara avis cargado de ironía y sarcasmo desde un punto de vista privilegiado

Paul Shirley escribió
© Paul Shirley escribió "¿Puedo quedarme mi camiseta?" durante el tiempo que estuvo sin equipo
  
  • Paul Shirley: El mejor periodista del mundo (I)


  • SU VIDA COMO ESCRITOR
    Lejos de favorecerle en su peculiar carrera como jugador, a Paul Shirley le ha perjudicado mucho su faceta de escritor. En uno de sus últimos textos, el jugador cuenta que el agente español Arturo Ortega le dijo que le llegaban pocas ofertas de Europa porque la gente aquí creía que no se tomaba demasiado en serio lo del baloncesto. En los Estados Unidos le ha pasado igual. Una de sus frases más memorables analiza esto: “Algunos general managers cuestionan mi dedicación al deporte. Piensan que las 21 horas del día en las que no trabajo debería dedicarlas a algún otro noble propósito que no fuera escribir. Quizá algo como tener hijos ilegítimos o disparar a mis pit bulls ilegalmente conseguidos”. Genial. Sin embargo, a Shirley le apasiona escribir. Él lo define gráficamente: “Me encanta escribir y leer e-mails de tíos que son como yo sería si no midiese 2.09”.

    Del siete de septiembre al 23 de marzo dejó de escribir en su blog de ESPN para dedicarse a su primer libro. Se titula “¿Puedo quedarme mi camiseta?” y en él habla de su vida como “duodécimo hombre”. A raíz de su aventura en el mundo editorial, su agente literario creyó que su historia daría para una serie de televisión. La historia cuajó y parte del pasado verano Shirley lo pasó escribiendo, en colaboración con un par de guionistas, el episodio piloto de “The 12th Man”, una serie basada en sus historias. En ese momento, su actividad polifacética se traducía en un curioso detalle: Shirley tenía agente baloncestístico, literario y televisivo. Aunque el jugador odia la tele, trabajó con ilusión en la posibilidad de que su existencia se convirtiera en una sitcom que se vería a través de la Fox. El episodio piloto se rodó, pero la cadena no compró la idea para una telecomedia. Sus textos dedicados a esos días de flirteo con la tele son también memorables. En uno de ellos también habla de su participación (un cameo) en la película “Glory Days”. Shirley es el número 50 de la Universidad de Iowa. Su alma mater real es Iowa State.

    LA HISTORIA DE UN TÍO ALTO
    Quizá sus textos más brillantes hablan de cómo se comporta la gente ante su altura. Seguro que muchas de las historias que él cuenta las firmarán el 90% de los pivots del mundo, pero nadie las narra con tanta gracia. “Ser alto ha destrozado mi fe en el nivel intelectual de la humanidad, porque no hay un alma viviente que haya sido capaz de hacer un comentario creativo sobre mi altura”, ha escrito. He aquí algunas de sus desternillantes reflexiones:

    “Obviamente, empezar una conversación conmigo diciéndome lo alto que soy no es muy allá. Es como si te acercas a una tía buena y le dices que tiene unas buenas tetas. Es A) asqueroso y B) obvio. Ya lo ha oído antes. No es una táctica nueva y no va a acabar bien. Pues conmigo es (más o menos) lo mismo. La única respuesta posible es: “Y tú eres muy inteligente”. Lo que convierte al que pregunta en un idiota y a mí en un bastardo”.

    “Muchas veces me dan ganas de responder: “¿En serio? ¡Soy alto! Ha debido de suceder mientras dormía. Gracias por advertírmelo”.

    “Un clásico de las conversaciones sobre mi estatura es la comparación que el que pregunta hace con alguien que él cree que es alto. “¿2.09, eh? ¡Mi primo mide 1.87 y yo pensaba que era alto!”. La conversación puede acabar ahí o me pueden decir lo grande que tiene los pies su primo y lo alto que los médicos le han dicho que va a ser porque, una vez más, parece que eso me interesa mucho”.

    “Habitualmente, cuando voy por la calle, oigo los susurros: “¡Wow, qué alto es!”. Es como si, por ser alto, no hubiera sido bendecido con una función auditiva perfecta”.

    REFLEXIONES DE ALTO NIVEL
    Shirley no es un activista político, pero sí que en muchas de sus reflexiones demuestra su alto nivel cultural y sus inquietudes. Aparte de ser un loco de la música no convencional (se ha declarado fan de Nine Inch Nails o Eels, además de otros grupos del underground americano completamente desconocidos aquí), habla de política si es necesario. Como la ocasión en la que criticó la Patriot Act del gobierno Bush (una ley que daba carta blanca a los servicios secretos norteamericanos para espiar las comunicaciones de sus ciudadanos, con el pretexto de luchas contra el terrorismo) porque dijo que recortaba sus derechos constitucionales y llevaba a los Estados Unidos “a un futuro orwelliano”.

    En una ocasión alabó la libertad de expresión que percibía en Europa (hablaba de que España, tras liberarse de 30 años de franquismo, amaba tanto la libertad que la ejercía con pasión) y de la escasez de la misma en Norteamérica: “Los americanos nos pasamos la vida hablando de la idea de la “libertad”. En esta sociedad tan supuestamente patriótica en la que vivimos, esta definición ha sido bastarizada. La libertad, para mí, es poder. Cuando uno es libre tiene el poder de no hacer nada que no quiera hacer. Y más importante, es libre para decir lo que quiera. Ahí es donde los europeos nos han superado”, dijo.

    Lo mismo habla del papel de los medios, que de la censura (pone como ejemplo a Rusia, donde él percibió movimientos para censurarlo todo y que Vladimir Putin estableciera una dictadura) o de literatura. Y no se corta: “Creo que (Ernest) Hemingway apesta. Nunca he leído nada más soporífero que “Por quién doblan las campanas”. Pero los americanos hemos sido educados para pensar que Hemingway es un gran escritor. Creo que lo ponía en mis libros del colegio al lado de la frase “Odiarás a la Unión Soviética””.

    Tampoco ha dejado de hacer espinosas reflexiones sociales aplicadas al baloncesto. Por ejemplo, el casi tedioso tema de las razas en la NBA. “En mi opinión, el asunto de la raza en el deporte es un tabú porque la gente tiene miedo de hablar de ello. Pero eso, en vez de apagar el problema, lo exacerba. Cuando alguien hace un comentario sobre la habilidad atlética de una determinada raza se le vilipendia por ello. ¿Y qué coño, está insultando a alguien?”. Otros comentarios sobre las razas son más sarcásticos. Cuando jugaba en la CBA, estuvo es un casino indio (los nativos americanos son propietarios de muchos casinos en los Estados Unidos) decorado con motivos navideños. Pensar en los indios celebrando el cristianismo con la historia de abusos de los colonizadores católicos en América le llevó a la siguiente reflexión: “Es como si una manada de búfalos celebrase la invención del rifle”.

    Quizá por ese alto nivel intelectual, al menos muy por encima del resto de los de su gremio, Paul Shirley se permitía esta “sobrada” cuando le llegó la oferta del Palma Aqua Mágica: “Miré la plantilla y vi que la mayoría de los jugadores eran americanos, lo que no me gustó. Suelo llevarme mejor con los jugadores extranjeros. Suelen ser más receptivos a una conversación inteligente”.

    LAS MUJERES
    Soltero empedernido (aunque con ganas de dejar de serlo; considera que su vida nómada le impide tener relaciones serias), las mujeres son inspiración para sus textos. Desde los comentarios más triviales hasta los más profundos, todos están cargados de gracia, sensatez e inteligencia. He aquí algunos:

    “Es extraño, pero las mujeres que son lo suficientemente inteligentes como para dar una buena conversación y algún comentario agudo no son las que se impresionan cuando les digo que soy jugador profesional de baloncesto. De hecho, suelen darse media vuelta e irse. No les culpo. Los deportistas, como gremio, no somos un subconjunto digno de la confianza de la humanidad”.

    “En las playas de Barcelona el topless campaba a sus anchas. Llegué a perder la sensibilidad por el cuerpo femenino. Hoy he ido a la playa en Miami y los que iban conmigo han alucinado al ver a dos chicas en topless. A mí lo que me chocaba era ver a chicas con el bikini completo”.

    “Digamos que acepto un trabajo de 10 meses en Turquía y salgo con alguna chica antes de volverme. ¿Le digo que se venga conmigo? ¿Le digo que me espere? Ninguno de los dos es un buen plan”.

    “Si me ciño al público del pabellón, el uso de silicona por habitante en Miami debe ser el más alto de los Estados Unidos. Ha sido un buen test para medir mi capacidad de concentración cuando hay tantas distracciones”.

    EL FUTURO
    Paul Shirley cumplirá 30 años en diciembre. Si ya no ha dejado de jugar es porque le encanta este trabajo, pero sabe que pronto llegará el momento de retirarse. Unos problemas renales le hicieron ver que esto se puede acabar en cualquier momento. Un día “de bajón” escribió: “La gente me pregunta cuánto tiempo seguiré jugando (la gente que me rodea es muy curiosa, sí) y nunca sé qué contestar, porque hay muchas variables. Que me rompa una rodilla, que me enamore de una chica que se niegue a abandonar su Sudáfrica natal o que pierda interés. Realmente creo que lo dejaré cuando tenga demasiados días como hoy, que me siento como un beduino sin rumbo. Ese momento no ha llegado –no cambiaría mi vida por nada– ni llegará en un par de años, pero algún día llegará”. Quizá por eso, hace una perfecta definición de los jugadores profesionales: “Somos como las strippers: nos decimos a nosotros mismos que nos dedicaremos a esto hasta que tengamos dinero de sobra para afrontar el futuro, pero, antes de que nos demos cuenta, somos adictos a los aplausos y a este tipo de vida”.

    Hay un genio en Menorca. Aprécienlo y admírenlo.