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Johan Kody, sueño manresano en el vivero africano

¿Cómo se ficha a un jugador? Aún más difícil, ¿cómo se ficha a una joven promesa? ¿Y en África, lejos de cualquier atisbo del baloncesto que conocemos? Junto a Pere Gallego (U1st) y Jordi Ardèvol (Ricoh Manresa), vivimos la experiencia de detectar y fichar a Johan Kody para la cantera del equipo manresano; en un ambiente tan lírico como lleno de inconvenientes, con medios precarios a pesar de ser la élite, los mejores jugadores jóvenes de Camerún tientan la suerte de cambiar para siempre su futuro. El más alegre, el más seguro, el más joven, es el elegido: sus 2,03m. y sólo 14 años lo convierten en un nuevo perfil para Ignasi Perramon, director téncico de la cantera manresana

Kody sólo lleva siete meses jugando a baloncesto... pero ya ha conseguido una beca para jugar en Manresa
© Kody sólo lleva siete meses jugando a baloncesto... pero ya ha conseguido una beca para jugar en Manresa
  

Johan Kody sonríe a un lado de la pista. Es, de largo, el más joven del grupo y quizás el tercero más alto de los veinte jugadores reunidos en la cancha. No parece nervioso ni preocupado aunque su futuro, y seguramente el de su familia, están en juego. Con paciencia y disciplina, esperan que un equipo de la ciudad llamado Friendship, acabe sus ejercicios de técnica individual y dé paso a la selección de los mejores jugadores jóvenes del país reunidos para la ocasión.

La pista es cualquier cosa menos profesional. Ubicada en el centro universitario Uno de Yaoundé, capital de Camerún, un camino de tierra nos lleva hasta la primera sorpresa: un rectángulo rodeado de las rancias pero vivísimas habitaciones de los estudiantes residentes (que siguen el juego desde los balcones); es una sensación impresionante. Impresionante por el olor (alguien está quemando matojos muy cerca de allí), por el ambiente (una densa niebla de ceniza con sabor a tierra lo impregna todo) y por los colores, alegres no sólo en la ropa de los jugadores sino también en la de los universitarios que circulan distraídamente alrededor.

Es lo que en España llamaríamos una pista de barrio, con canastas a la altura pero no más que correctas, sujetas a un tablero curtido a base de golpes y lluvias, pero que sigue respondiendo bien al balón. El cemento, roto por el tiempo y las plantas, establece las reglas del juego y marca los límites de un espacio sagrado, sólo invadido por quienes lo merecen: se masca el respeto en todo momento; ambiente de profundo respeto de los estudiantes hacia los jugadores, de los jugadores hacia los entrenadores y de todos ellos al balón, no del todo esférico y con cierta alopecia de cuero; aquí todo lucha contra el desgaste. Aunque sean la élite, es lo mejor que pueden tener.

Quizás engañado por el efecto de mi primer contacto con el baloncesto en África, no puedo evitar ver la lírica en cada metro cuadrado. Parece imposible que este teatro no haya sido diseñado para impresionarnos. En el edificio anexo, a apenas cinco metros de la línea de fondo, un grupo de estudiantes practica en su clase de bigutsi (típico baile camerunés): retumban tambores a ritmo de éxtasis, anticipando los poderosos mates y los azarosos botes que, muy pronto, veremos. Me muero de ganas de jugar.

Antes de arrancar empieza un ritual constante en cada acto en el que participamos, pero profundamente sincero. Se trata de un gesto de educación que no siempre se puede asociar al deporte en nuestro país: todos los jugadores y entrenadores sin excepción, se presentan uno a uno a los visitantes encajando la mano y dándonos la bienvenida en una retahíla de sonrisas y miradas de ilusión: la mayoría nos habla en francés, idioma oficial del país, otros se atreven a usar un pobre pero directo inglés y alguno incluso pone en liza las dos palabras que sabe en español. Quieren demostrar de qué son capaces, desde el primer momento. La mayoría sabe que ser profesional queda muy lejos, o ni siquiera se lo plantean; muchos quieren disfrutar del hecho de hacer bien las cosas y de la posibilidad de emular en la cancha lo que hacen sus ídolos en la televisión. No todos tienen en mente el baloncesto como una posible forma de vida.

Como no podía ser de otra manera, sólo Kody suelta una explosiva carcajada cuando se encuentra con Pere Gallego, agente de U1st que conoció en el campus que la empresa de representación y la Federación Camerunesa de Baloncesto (Fecabasket) organizaron en noviembre. Aunque no debería, es quien está más relajado. Después, parlamentos. Puede parecer farragoso, pero los jugadores escuchan atenta y educadamente las palabras de Anicet Lavodrama, responable de expansión de U1st en África y auténtico anfitrión del grupo durante el viaje y de Jordi Ardèvol, director deportivo de Ricoh Manresa, quien está aquí para ver a Kody. Le han dicho que puede ser una buena apuesta para el Albert Disseny CBiUM, la cantera del equipo manresano y quiere verlo en directo: un viaje de 8 horas en avión para ver un entreno. Y sin embargo, el jugador no parece sentir la presión en sus afilados y eléctricos brazos.

Lavodrama, ex jugador ACB y ex director de Relaciones Internacionales y Desarrollo de FIBA, les recalca algo que ya saben: deben esforzarse al máximo, no sólo ahora sino siempre, para ser mejores, más allá de tener o no un futuro como profesional. Kody, sin embargo, parece jugar sin esforzarse: muestra buenas condiciones físicas (2,03m. con 14 años...) y una sorprendente coordinación, aunque su manejo del balón y conocimientos tácticos aún dejan que desear. Sin embargo, está aquí para mostrar talento y potencial; es normal que no sea una realidad, es normal que haya dudas acerca de lo que puede llegar a ser. Se puede entrenar todo menos la altura y el talento natural, que es lo que buscamos aquí.

Pere y Jordi se pasan la mañana y la tarde evaluando a los jugadores en los ejercicios simples que los entrenadores de la Federación han diseñado. Es muy difícil saber si un jugador tiene proyección ACB viéndole pasar el balón o lanzar solo a canasta. Pero los expertos se fijan en cómo resuelve situaciones complicadas, en su actitud, en su cara, en cómo mira, en cómo lidera el grupo, en cómo empatiza con el resto... todo importa. Y Johan se luce, es el mejor en cada apartado. Nos enteramos de que sólo lleva siete meses jugando a baloncesto: nadie lo diría, pero es que está claro que lo lleva en la sangre. Empezó jugando a fútbol con el objetivo de emular a Eto'o, su ídolo, pero la realidad cae por su propio peso: lo suyo, como bien sabía su padre, es el baloncesto.

"¿Hacemos otro entrenamiento mañana?", pregunta Lavodrama a Ardèvol. "No, no hace falta", responde convencido el directivo. La decisión está tomada y el futuro del jugador, marcado para siempre, decida lo que decida. Nadie puede asegurar que vaya a ser profesional, ni siquiera que pueda aportar en una categoría senior inferior. Puede que su carrera quede en nada... o puede que no. Sin embargo, la beca de estudios y formación que le ofrecerá Ricoh Manresa tiene valor en sí misma, no es una aventura loca. El riesgo para todas las partes es bajo.

Además, Gallego se fija en otro jugador, un cuatro fuerte que, a pesar de ser mayor (16 años), puede tener un futuro en ACB: "Intentamos detectar talentos y ofrecerlos a los equipos ACB que pueden garantizarles una educación, atención y formación adecuadas. Aunque buscamos, obviamente, un beneficio económico a largo plazo representando al jugador, también tenemos que tener en cuenta que son personas y que una mala decisión puede amargarles la vida y arruinarles una posible carrera profesional". Un par de equipos de primer nivel español recibirán en breve una llamada con los datos de este joven prometedor. El futuro del chaval está en sus manos: en cuestión de meses puede jugar por primera vez en un pabellón con aros abatibles. Y quizás llegar a ser profesional.

Johan Kody debe pelear en cada entreno con jugadores más corpulentos que él
© Johan Kody debe pelear en cada entreno con jugadores más corpulentos que él
Materializando un sueño

Por la noche nos reunimos en el hotel con el padre de Kody y los entrenadores de la Federación. Ellos han ejercido de enlace y lo han facilitado todo (nos consiguen chófer, organizan los entrenos, nos invitan a comer a su casa... y sirven de garantía para los cameruneses); ellos han hablado con el padre previamente y le han explicado qué significaría fichar por el Ricoh Manresa. Todo se basa en la confianza, y entre los personajes de esta historia hay mucha.

Lavodrama hace una pequeña introducción de lo que es U1st y de lo que pretende con su campaña en África. El concepto de devolver algo, no dinero, al país de orígen se repite sin cesar. Hay que recalcarlo siempre, porque la voluntad y la convicción es fuerte. Luego toma la palabra Jordi Ardèvol, quien expone los detalles: cómo es Manresa, cómo es el club, qué virtudes han visto en su hijo, qué le ofrecerá el club al jugador. Es un momento delicado: no estamos hablando de cambiar de club o de fijar una clásula de rescisión, estamos hablando de dar un giro de 180º a la vida de un chico de 14 años. El padre escucha atentamente y no dice nada hasta el final; lo hace en un perfecto inglés (Camerún tiene una parte francófona y otra anglófona) y da una clara muestra de responsabilidad y sentido común.

Los agentes y el directivo no han dado en ningún momento detalles del dinero de la operación ni de la duración de la beca deportiva y de estudios. Él tampoco pregunta, se limita a decir que "todo lo que quiero es que os asegureis de darle una educación correcta, cuidar de él y formarlo como jugador". El fichaje está hecho, aunque no haya nada firmado. Aquí las ocasiones pasan muy de vez en cuando y no hay espacio para las suspicacias: los estafadores piden dinero por una supuesta formación. Si alguien viene ofreciéndote formación para tu hijo sin pedir nada a cambio, puedes fiarte de él.

Ardèvol y Gallego, sin embargo, quieren dejarlo todo claro. Le cuentan que vivirá con una familia, que tendrá buenos entrenadores, que irá a un colegio de prestigio... y que aquí, en Manresa, aprenderá también catalán. Lo desconocía, pero le parece excelente: él mismo es multilingüe y lo considera, sin duda, una ventaja. Sin embargo, nuestro punto de vista nos exige dar más explicaciones, demostrar aún más nuestra buena voluntad. Ardèvol le ofrece su tarjeta "para cualquier duda a cualquier hora".

El padre, con la misma sonrisa y seguridad que el hijo había mostrado en los entrenos de mañana y tarde, vuelve a demostrar que confía en la palabra de los visitantes españoles: "Sé que habrá dudas y miedos, pero también sé que tenemos que superarlos, que eso forma parte del proceso". Si el hijo tiene la cabeza tan bien amueblada como el padre, seguro que sabrá moldear su potencial hasta convertirse en un jugador extraordinario. Medios no le faltarán.