En muchas ocasiones un solo punto, un segundo, un pequeño detalle, cambia el curso de la historia. Los ganadores pasan a ser derrotados y los perdedores a saborear la victoria. En el deporte actual el principal objetivo es ganar, atrás queda Pierre de Coubertain y su célebre lo importante es participar. En la sociedad norteamericana está muy inculcado el culto a la victoria. No existe nada más que la victoria. Los perdedores son repudiados y olvidados, mientras que los ganadores son objeto de devoción.
Recuerdo una encuesta realizada a los atletas de la delegación de Estados Unidos meses antes de Sydney 2000 que mostraba datos escalofriantes: el 75% aceptaría tomar una droga que les asegurara la medalla de oro aunque les pudiera causar la muerte cinco años después. El deporte pasa de luchar por la victoria sólo por el placer que produce luchar por ella, a no sufrir la decepción y el terrible trauma de la derrota. El último ejemplo es el velocista británico Dwayne Chambers que asegura en su autobiografía que para mantener su contrato con una conocida marca deportiva debía estar entre los tres mejores del mundo, por lo que utilizó todo tipo de drogas para ganar.
Sin embargo, en el deporte profesional hay algunos equipos que son muy rentables explotando su fama de perdedores. Desde los míticos Washington Generals, perdiendo y siendo ridiculizados por los Harlem Globetrotters una y otra vez, pasando por los clásicos Chicago Cubs de la Major League Baseball y los actuales Detroit Lions de la NFL. Pero el mejor ejemplo lo tenemos en Los Angeles Clippers, donde todas las decisiones de su propietario parece que están dirigidas a mantener al equipo en una línea perdedora que hace que sea un equipo simpático para los aficionados.
En el baloncesto universitario hay un equipo que se hizo famoso hace poco más de un mes, cuando consiguió romper su espectacular racha de 51 derrotas consecutivas. New Jersey Tech es el peor equipo de toda la Division I de la NCAA. Cada semana los aficionados miran la composición del Top25 que realizan entrenadores, prensa y la propia NCAA. En dos de los tres rankings Connecticut es la actual número 1. Pero nadie se entretiene en mirar los bajos fondos del ranking para ver quién es el peor de los 343 equipos que componen la primera división del baloncesto universitario. Los Highlanders de New Jersey Tech llevan esta temporada una marca de 1-28, que pase lo que pase en los dos partidos que les resta, será mejor que el humillante 0-29 de la temporada pasada. Es tan solo el tercer año en Division I para la pequeña universidad politécnica de Newark y sólo han ganado seis partidos en este periodo.
En mi opinión hay tres clases de jugadores de baloncesto: los perdedores, que son un pequeño porcentaje; los ganadores, que son la gran mayoría; y los campeones, que son unos pocos elegidos. He conocido a jugadores de los tres tipos pero voy a mojarme menos que un gremlin y no daré nombres.
El lunes 2 de marzo New Jersey Tech recibió a la Universidad de Texas-Pan, equipo que aunque cuenta con un balance de 9 victorias y 17 derrotas está rankeada en el puesto 331. En la reciente visita de los Highlanders a los American Broncs de Texas-Pan el partido fue igualado pero finalmente se impuso el equipo local por 60-53 tras remontar en la segunda parte siete puntos. Puede ser una buena oportunidad para ver un hecho histórico, una victoria de los Highlanders. Con la chaqueta y la mochila ya a cuestas decido comprobar una vez más el camino antes de partir. Gracias a Dios. Porque me encuentro una nota de prensa que anuncia que el partido se recoloca al día siguiente por los problemas que ha provocado estos días la espectacular nevada que ha azotado la costa este de Estados Unidos. Me he ahorrado hacer el primo por Newark toda la tarde.
Martes tarde me dirijo a Newark, ciudad conocida por albergar un grandioso aeropuerto que ayuda al tráfico aéreo que sufre la ciudad de New York. En apenas media hora y con una temperatura de -5 grados ya estoy paseando por la ciudad.
La universidad de New Jersey Tech (NJIT) está situada en el barrio de University Heights junto a otras universidades e institutos. Resulta curioso que una simple calle como la Martin Luther King Jr. Avenue separe a la NJIT y la Universidad de Rutgers. La nieve da un aspecto a la zona verdaderamente precioso, y aunque queda todavía una hora para el inicio del partido, entro en el Estelle and Zoom Fleisher Athletic Center. Cualquiera se queda fuera con el frío que hace, aunque viera algún colgado que pasaba de edificio en edificio en manga corta.
Al inicio del partido apenas hay 40 espectadores, pero durante los primeros compases del partido los aficionados van llegando hasta ser unos 300. Soy una persona muy calmada cuando estoy de espectador, y no se me ocurre nunca ponerme a animar. Pero quiero ver ganar a este equipo, por lo que aporto mi granito de arena animando a los esforzados jugadores de New Jersey Tech. En defensa se mueven correctamente, saltan a las ayudas, cogen los rebotes, y luchan. Pero en ataque es otra historia. Errores infantiles como botársela en el pie, pases perdidos al hueco por falta de entendimiento y un largo etcétera que desesperarían a cualquier aficionado. Sinceramente entran ganas de saltar a la cancha y poner un poco de orden en el poco fluido ataque de los Highlanders. Un equipo que da la sensación que a la que está cuatro puntos abajo se va a descolgar del partido. Antes de cada tiro libre los jugadores se reúnen formando una piña para hablar y animarse. Luchan, dan el máximo de sí. Pero decir que técnicamente son justitos es ser generoso. Se llega al descanso con un pírrico 23-24 a favor de los American Broncs.
En el descanso para variar me hago con un hot dog y un Mountain Dew. La segunda parte es otra historia, y la defensa de los tejanos presionando la salida del balón hace que en los primeros 13 minutos los locales anoten tan solo 10 puntos. La sensación es que la remontada es imposible. Les cuesta horrores anotar. Al final un poco de sombra aquí, sombra allá, y consiguen maquillar un poco el resultado que queda en un contundente 49-63.
El entrenador de los Highlanders, Jim Engles, transmite la sensación de positivismo en todo momento. Durante todo el partido no le he visto ninguna bronca a ninguno de sus jugadores, y apenas un par de protestas al trío arbitral. Pero se aprecia un poco de resignación ante los resultados negativos que se dan partido si y partido también.
Al día siguiente en el último partido de la temporada NJIT pierde en casa 70 a 77 contra los Lancers de Longwood. Acaba la temporada para ellos con un record de una victoria y 30 derrotas.
Uno de mis ídolos es Wile E. Coyote, conocido por perseguir sin éxito al correcaminos. Y al igual que el famoso dibujo animado siempre hay que luchar por tus objetivos, una y otra vez aunque fracases. El año que viene los Highlanders volverán, con la ilusión de sumar alguna que otra victoria, y que no se les reconozca como lo que han sido los dos últimos años, el peor equipo del país.