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De Terrassa a Harlem: Jugando anytime, anyday

Rubén Alcaraz está de vuelta a Terrassa tras una experiencia intensísima en New York, la ciudad que lleva el baloncesto en las venas. En este último artículo nos cuenta su experiencia como jugador de playground

Equipo The Cultura al completo (Foto Rubén Alcaraz)
© Equipo The Cultura al completo (Foto Rubén Alcaraz)
  

I’m back! Ya situado de nuevo en Terrassa, os cuento mi experiencia más personal, explicándoos lo que he jugado y vivido en la mecca del streetball. Ahora que los camiones de helados refrescan a los neoyorquinos y animan a la ciudad con su inconfundible melodía, se puede pasear en manga corta, y en pocas semanas empiezan los mejores torneos de la ciudad, me vuelvo. Pero es que aquí también se juega duro, y soy de los que no les gusta viajar en verano, así que ¡Sweet Home Terrassa!

El mes de febrero fue un mes frío. Nieve, temperaturas por debajo de los cero grados regularmente, y el típico viento neoyorquino, que poco tiene que envidiar a la tramontana que ocasionalmente viví en Girona el año pasado, que te corta las ideas. Saliendo de casa con la pelota podía elegir entre caminar a la izquierda o a la derecha para encontrarme en ambas direcciones un par de canchas a 200 metros. Con frío es normal encontrarte las pistas vacías. Pero no pasan diez minutos desde que lanzas la bola al suelo, que aparece alguien preguntando si puede jugar, o tirar contigo. La espontaneidad de los habitantes de Harlem es muy elevada. Desde gente que desde la ventana de su habitación oye el sonido del balón y baja rápido a jugar hasta peatones que se paran a jugar un rato. Viví la misma experiencia una tarde que paseaba con dos amigos japoneses Ricky y Bang, con los que había quedado para hacer un poco de Freestyle. Vimos una cancha en Little Italy donde un grupo de boricuas jugaban y discutían entre ellos. Aunque estábamos a apenas 4º grados e íbamos en jeans nos pusimos a jugar. Vini vidi vinci. Y continuamos nuestro camino comentando alegremente las jugadas que habíamos realizado.



En la ciudad de New York hay una gran cantidad de playgrounds. Y dentro de estos parques, puedes encontrar columpios y toboganes para los más pequeños, y canchas de baloncesto y beisbol para los más mayores, pero lo más común es encontrarse canastas y pistas de basket. En tres meses puede que viera alrededor de 100 pistas y 300 canastas, y sólo recuerdo dos con el aro roto. Contrasta terriblemente con el panorama en Terrassa, donde apenas hay diez canastas en pie, los tableros sin aro pueden perdurar años y algunas de las canastas están construidas sobre tierra. Lamentable.

Pero no sólo jugué en la calle, sino que cuando no es verano la gente se reúne en gimnasios o escuelas para jugar. Una curiosidad es que la mayoría de las pistas no están al nivel de la calle, sino que están en alguna de las plantas del edificio. Llegué a jugar en canchas que se encuentran desde la planta -1 a la planta 5. Un lugar donde solía ir a jugar era el gimnasio 14Y, donde se respira un muy buen ambiente entre los jugadores y hay un nivel aceptable con jugadores tan conocidos como Bobbito García, Ramón Rodríguez, Jack Ryan, Román ‘Da Gift’ Pérez, Arnell ‘Megaman’ Milton, etc.

Gracias a mi ‘primo’, el periodista más reputado a nivel de streetball en España, Antonio Gil, me puse en contacto con Román Pérez, que me ayudó y me llevó a infinidad de sitios a entrenar y jugar con él. Desde entrenos maratonianos de más de cuatro horas (uff, eso no tiene que ser bueno jeje) en las instalaciones de New York Tech, donde él ha estudiado y jugado este año, a entrenar con los Gymrats, jugar un par de ligas y un torneo tres contra tres.




Hay que partir de la base que en New York, si quieres, puedes jugar ligas todos los días, e incluso el fin de semana jugar dos o tres partidos por día. Cada torneo tiene una liga por estación primaveral, y viví de pleno las spring leagues. Jugué Rodney Park Spring League que se disputa en Crown Heights en Brooklyn, y la Jumpball College League que también se disputa en Brooklyn.

Había jugado ligas municipales, o las llamadas ‘ligas de veteranos’ en Terrassa y Girona, pero esto es totalmente distinto. El nivel, la intensidad y la infraestructura de las ligas son muy diferentes. En todas las ligas que jugué y vi había un mínimo de dos árbitros. En algunas ligas como la Pro Rucker son tres los ‘refs’ encargados de arbitrar los partidos. Para jugar estas ligas se paga una cuota, como se hace aquí en España, y aparte va el tema de los árbitros, que se les paga después de cada partido. El juego físico está claramente permitido, incluso los célebres ‘pinonazos’ pocas veces son señalados como falta personal. En general no vi ningún problema con los arbitrajes comparado a lo que he visto aquí en nuestro país. Mis comentarios hacia los árbitros se limitaban a: \"Good call!\" y \"C’mon ref!\" para protestar. Otra cosa sorprendente es que al acabar el partido te comente un compañero: “Has atrapado 3 rebotes y repartido 4 asistencias, good game”. La mesa no solo cuenta los puntos de cada jugador y las faltas, sino que también los rebotes y las asistencias. Los datos estadísticos y Estados Unidos van de la mano como ya sabíamos.

Participé además en el BK Ball Battle, un torneo tres contra tres para jugadores no profesionales. También muchas diferencias con los torneos que se disputan aquí. Se jugó en el mítico Gauchos Gym en el Bronx, quizás la cancha indoor más famosa de New York, Madison Square Garden aparte. Inscripción gratuita, camiseta, mochila y toalla de mano de regalo. Eso sí, nada de un mínimo de tres partidos garantizados como en España. Si pierdes, go home! Sorprende que se haga una reunión informativa antes del inicio del torneo explicando las reglas, el sistema de competición, etc. Al igual que dispongas de bebida energética, fruta y snacks totalmente gratis, y sin límite. Otro mundo.

Uno se puede preguntar si estos equipos que juegan varias ligas durante la semana, y sobre todo en la época fuerte que es el verano disputan gran cantidad de partidos, entrenan o hacen algo. Tuve la suerte de entrenar repetidamente con los Gymrats de mi amigo Román, un equipo sin entrenador, y la mentalidad y competitividad que demuestran en cada entrenamiento hace que te des cuenta del amor por el baloncesto que existe en esta ciudad.



Aprovechando el buen tiempo de final de abril, Bobbito García, editor en jefe de la revista Bounce y gurú del streetball en la ciudad de New York, volvió a hacer sus clásicos entrenamientos ‘Anytime, anyday’ donde trabaja junto a todo aquel que quiera entrenar duro, los fundamentos y la técnica. Después del entreno matutino de más de dos horas, disputamos un par de partidos cinco contra cinco. Lo chocante es que muchos de los que estuvieron esa mañana entrenando disputaban por la tarde dos partidos de liga. For the love of the game.

Son muchos los que viven en New York y sienten y respiran el baloncesto 25 horas al día. Es algo que encontraré a faltar después de haber estado tres meses viviendo de ese modo. Tras haber visto aproximadamente un centenar de partidos, y solo tres de la llamada mejor liga del mundo, sé que la mayor diferencia que existe entre el baloncesto de allí y aquí es a nivel urbano, donde el nivel medio es muy elevado. Apenas un par de veces vi titulares en los diarios con noticias NBA, en cambio era habitual ver titulares con baloncesto universitario y en alguna ocasión escolar y pre escolar.

Tengo que agradecer mucho a Román, Bob, Bang, Yuta, Sean, Eric, Ramón, James, Germy, Luke, Rocco, Tai, y todos los que me dejo, que harían de esta lista algo interminable. Al igual que a todos los que habéis seguido mis ‘aventuras’ a través de ACB.COM. Thanks!