Crónica

Jaric y Llull dinamitan los cuartos y lanzan un guiño a la Copa (90-82)

¡Vaya par de cracks! Sergio Llull (29 puntos y otros tantos de valoración) y Marko Jaric (26 y 34) dispararon al Real Madrid hacia la victoria por 90-82 ante el DKV Joventut. Los blancos jugarán en semifinales contra el Caja Laboral

Marko Jaric, mágico
© Marko Jaric, mágico
  



El Real Madrid pasó a semifinales con brillantez tras derrotar al DKV Joventut en un encuentro que supo domar desde su arranque. Los fuegos de artificio iniciales dejaron paso a una realidad llamada Jaric, que le dio el mando a su equipo después un brillante primer cuarto (23-20). El DKV Joventut igualó nada más empezar el siguiente periodo pero un 9-0 del cuadro madridista, con un Hasen muy cómodo en su papel de asesino silencioso, le dio una ventaja a los blancos que jamás perderían (51-39 al descanso).

Tras el intervalo, el DKV Joventut tiró de orgullo y, en sus mejores minutos de todo el choque, logró meter miedo en el cuerpo de su adversario con unos minutos de locura colectiva donde todos los puntos llovían de tres en tres. Con Tucker despierto al fin, la afición creyendo en la remontada y la diferencia, que llegó a ser de 17, reducida a sólo 7 (63-56, min.27), Jaric tuvo que volver a aparecer para romper la dinámica de un choque que se le escapaba de las manos a los de Messina.

El serbio (34 de valoración), muy acertado también en el último cuarto, estabilizaba las diferencias favorables a su equipo y Sergio Llull, en unos minutos finales en los que la palabra exhibición se queda corta, terminó de hacer saltar por los aires el encuentro con 16 puntos casi seguidos que certificaron la victoria del Real Madrid por 90-82.

Jaric enciende la mecha tras un inicio apagado

No vaciló Garbajosa un segundo a la hora de levantarse desde más allá de 6,25 en la primera posesión del partido. Su triple y la canasta posterior de Kaukenas le daban al Real Madrid un 5-0 que no hacía intuir lo que vendría en los minutos siguientes. Pere Tomás estrenaba el aro rival, Bogdanovic encadenaba cinco puntos seguidos y Valters se encargaba de empatar a 9 en el ecuador del primer cuarto. El órdago de inicio se quedaba en mero espejismo.

La emoción compensaba unos minutos algo fríos. Las gradas ardían, sí, mas en la cancha, las canastas se sucedían prácticamente sin que nadie se inmutara. Como el que bebe sin sed o besa sin desear. Intercambio al vacío. La fragilidad en las defensas propiciaba que el luminoso proyectase un encuentro con anotación elevada, aunque las sensaciones no acompañaban.

Lavrinovic trasladaba esa ausencia de tensión fallando debajo del aro y el DKV lo aprovechaba para ponerse por primera vez delante, tras un bello 2+1 de Valters: 13-14 (min.6). Entre tanto artificio, apareció Jaric. Todo el mundo buscando en la grada a Adriana Lima y lo verdaderamente bello de ver era la elegancia del todoterreno serbio. “Me das espacio y te anoto un triple. Me presionas de cerca y te fuerzo la falta. Te vuelves a descuidar y te anoto un canastón”. Siete puntos consecutivos de un perfecto Marko -14 de valoración en 8 minutos- le daban la iniciativa al Real Madrid al término del primer periodo (23-20, min.10) ante un DKV que había olvidado su acierto en la zona para ahogarse con su juego exterior, mucho más errático este viernes.

Hansen, más decisivo que Tucker
© Hansen, más decisivo que Tucker
La caricia de Hansen rompe el partido

El DKV amagó con haber aprendido de sus errores del inicio nada más arrancar el segundo acto. Norel, tocado, exprimió sus minutos con un par de acciones individuales en la pintura blanca, igualando el choque a 25. Sería la última constante vital de una ‘Penya’ que no podía imaginar la que se le venía encima.

No fue Jaric, sino un Hansen que demostró en sesenta segundos el porqué de la confianza infinita de Messina en su juego. El de Utah cerró con un triple la más elaborada circulación de balón del Real Madrid en lo que se llevaba del partido. A continuación, robó y corrió con furia al aro para colgarse sin piedad. Y, a la jugada siguiente, se lanzó a tumba abierta por un balón sin dueño. No hacía falta atraparlo, ni siquiera tocarlo. Una caricia, tras la que acabó en el suelo bruscamente bastó para darle a su equipo una posesión que acabó con un tiro abierto acertado por Garbajosa. Para más inri, cuando el DKV Joventut aún no se había recuperado de la “caricia” de Hansen, Jaric volvía aparecer para estirar la brecha madridista hasta el 9-0 y poner el marcador en 34-25 (min.14). Acababan de romper el partido.

Hernández-Sonseca se negaba a aceptar la desventaja y sumó cuatro puntos seguidos, aunque la enésima canasta imposible de Jaric (16 puntos con 5/5 en tiros de 2 y 20 de valoración en 12 minutos) estabilizaba la diferencia en los diez. Hansen, menos sutil que unos minutos antes, prolongaba la inspiración colectiva blanca con otro triple (42-29, min.17) y el DKV se iba quedando sin argumentos para frenar la tormenta repentina. Sólo Bogdanovic, el mejor en la primera parte, y Pere Tomás, muy voluntarioso, parecían tener las ideas claras. Tucker estaba perdido en combate. no anotó su primera canasta hasta el minuto 18. Tampoco sus compañeros estaban mucho más finos en el lanzamiento exterior (1/13 y 8% en estos minutos, lo que contrastaba con el 71% en tiros de 2), un virus del que no se contagió Sergio Llull.

El base balear reinventó antes del descanso el concepto de déjà-vu. Bote, bote, mirada al aro, paso atrás, de puntillas, como el que teme llamar la atención. Salto, fuego en los ojos, triple, gestos con los brazos. Un acierto que dolía y que volvía a repetir con idéntica jugada al minuto. ¡Idéntica! A pesar de la canasta postrera de Franch, los seis puntos de Llull disparaban al Real Madrid al descanso (51-39) después de haber completado un periodo excelso.

David Jelinek despertó al DKV
© David Jelinek despertó al DKV
De tres en tres se recobra el orgullo

Resultó un grave error que pudo pagar muy caro. El Real Madrid se creyó ganador antes de tiempo. De tanto repetirlo, ya suena a tópico, pero si ya de por sí en el basket no hay que dar nunca nada por seguro, en la Copa, la perogrullada se multiplica por infinito. Y menos si está delante todo un Joventut. Historia, tradición, unos seguidores únicos y una plantilla de talento que, si bien se mueve del cielo al infierno en una línea irregular a base de destellos, cuando está inspirado es capaz de todo.

Incluso de remontar un partido que parecía visto para la sentencia cuando Jaric se levantaba inclemente desde las afueras de Belgrado para volver a besar red con su tiro (60-43, min.23). Fue una torta con la palma de la mano abierta al orgullo verdinegro. Desde ese instante, el DKV despertó. Y de qué forma. De tres en tres, el camino siempre es más corto.

La avalancha badalonesa comenzó con una canasta más adicional de Koffi que, pese a la desventaja visitante, encendía la mecha del BEC, más volcado que nunca desde aquel momento a favor del DKV. El “sí se puede” de las gradas saltó a la cancha como el espontáneo que no avisa y el cuarto cambió de rumbo en un pestañeo. Jelinek, puro descaro, puro futuro, anotaba otro 2+1 para dejar su desventaja en diez (60-50, min.25) y la respuesta de Llull en forma de triple únicamente conseguía retrasar unos instantes el miedo blanco.

Jelinek, otra vez él, rompía la sequía exterior del DKV con un triple y Tucker, al minuto siguiente, convertía la máxima en religión. ¿Para qué sumar 2 si marcando 3 puntos en cada posesión el encuentro había resucitado? El 2+1 de Clay elevaba hasta el 3-13 el parcial verdinegro e impulsaba aún más a unos seguidores que en esos momentos creían, y con razón, que la utópica remontada era ya simplemente una cuestión de tiempo.

Sólo alguien capaz de vacilar al propio tiempo, la misma gravedad, podía acabar con esa dinámica. Marko Jaric era el hombre. El serbio, cuando el balón más ardía, se levantó a canasta en un instante que duró toda una vida. ¿Tiro? ¿Rompo el partido? ¿Sonrío a la cámara? Mejor, todo a la vez. Desafiante, probó el lanzamiento, una vez más con acierto, para salvar los muebles al término del tercer cuarto (67-58, min.30) y acabar con el ímpetu verdinegro, descafeinado en el periodo final.



Sergio Llull, imparable
© Sergio Llull, imparable
Llull remata y los blancos sueñan

Jaric, un pacto con el diablo el suyo en este choque, sumaba otros cinco puntos consecutivos al comienzo del cuarto para devolver la tranquilidad al Real Madrid (72-60) en el minuto 32, en el que ya había alcanzado los 36 de valoración. Mucho más terrenal, Clay Tucker seguía confiando en su tiro, lo que le valió mantener las constantes vitales badalonesas con un triple, algo que repitió Eyenga colgándose del aro tras alley-oop en el ecuador del último periodo: 75-65.

Ésta vez, el “sí se puede” duró menos. Los segundos que tardó Sergio Llull en imponer su ley con un lanzamiento de tres puntos. Mirada a la grada, buscando a la afición blanca desplazada a Bilbao. Un guiño, un golpe en el pecho, en el mismísimo escudo y un dedo señalándoles en señal de triunfo. ¿Algún ídolo más fácil de idolatrar?



Por si restaba alguna duda tras los puntos del renacido Tucker, el “23” madridista emergía nuevamente de la nada para convertir su quinto triple y hacer saltar por los aires lo poco que quedaba de encuentro. Los últimos minutos, fríos por el luminoso y no por la falta de tensión de la puesta en escena, sólo sirvieron para que el DKV Joventut se despidiese con la cabeza bien alta y para que Sergio Llull, impecable, estirase su inspiración hasta los 29 puntos (62 de valoración junto a Jaric) y para meter a los suyos en semifinales (90-82) con un sabor de boca tan agradable que les hará imposible no soñar en las próximas 48 horas con un título que no abrazan desde hace 17 años.