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La penúltima sinfonía de Larry Lewis

Música sesentera, las imágenes se suceden. El Larry desconocido, el estelar, el internacional, el tranquilo, el soñador, el humilde, el superviviente, el profesor... así hasta 41, tantos como años tiene. De Vietnam a Manresa, Larry viaja por su propia vida de la mano de Daniel Barranquero

Lewis, sonrisa perpetua (Foto J.Montraveta / enCancha)
© Lewis, sonrisa perpetua (Foto J.Montraveta / enCancha)
  
"Escucho bebés llorando, los veo crecer. Aprenderán mucho más de lo que yo nunca sabré..."


Jamás un grito había sonado tan alto ni tantas almas se habían dado la mano bajo el paraguas de un lema de cinco letras tan utópico como necesario: Peace!

Paz, tan sólo querían paz. La manifestación más multitudinaria de la historia de Estados Unidos, aquella del 69 en Washington que un tal Forrest Gump rememoraría unas cuantas décadas más tarde en la gran pantalla, reclamaba el fin de la guerra en Vietnam, el cese de esas estériles balas cargadas de odio y sangre.

Un día antes, un 14 de noviembre de 1969, nacía en en la otra punta del país el pequeño Lawrence, contagiado por ese clima pacífico que había impregnado Estados Unidos de este a oeste. 41 años después, a miles de kilómetros de Los Ángeles, con las bombas de mudanza a nuevos territorios y las grandes consignas sustituidas por la triste indiferencia, Lawrence derivó en Larry sin perder ni un ápice del espíritu de su nacimiento. Hippy con chaqué, vida tranquila, pacífica alma. Y la sonrisa más sincera de la liga.

Un “joven” sin nombre en España

Podía haber sido uno más de las decenas de norteamericanos que cruzan el charco cada verano para buscar el éxito en el viejo continente. Plenamente en forma, ágil, talentoso y rico en ilusión, Larry se dejaba seducir en el verano de 2001 por la propuesta del Tenerife.

“Estuve probando con los Hawks pero no pudo ser”. Uno más de esos jóvenes rebotados de la Universidad sin suerte en la NBA que llegan a Europa, tal vez. Su agente era el mismo que el de Bobby Martin y las puertas de España se le abrieron, previo paso por la LEB. Él se lo tomó muy en serio. Contrató a un técnico personal, Wayne Alpert, y trabajó al límite con él en Boston antes de la pretemporada para agradar en las islas.

“Mejoré mi cuerpo y mi flexibilidad… y se notó”. Tanto que se notó, sí. El desconocido Larry Lewis puso la liga a sus pies desde su estreno. Un día firmaba 27 puntos y 15 rebotes, al otro hacía un 28-11 y al tercero se cargaba a Manresa en el Playoff de ascenso con 31 de su cosecha. Formando pareja con Savané, se quedó a un paso de llegar a la ACB, aunque le quedó el consuelo de aumentar su caché con el galardón de MVP y de unos meses de impagable aprendizaje con Pedro Martínez. “Resultó un año muy productivo y una gratísima experiencia el jugar bajo las órdenes de Martínez”. No sería la última.


Larry, el deseado

Fue una conexión mutua. El técnico se quedó prendado por la profesionalidad de Larry y el jugador por los métodos de Pedro. Quizá por ello causó tan poca sorpresa que ambos renovaran su idilio, con el amarillo de testigo entonces, en el Auna Gran Canaria. Ya en ACB, Lewis se acercó a los prodigiosos números de la pasada campaña en una categoría inferior, causando un gran impacto en España, jugando el All-Star, conduciendo a su equipo hasta el Playoff y acabando como el cuarto jugador más valorado (20,07 de media) de toda la liga. “Otra vez con Pedro tuve un año fantástico, muy muy grande. Alcanzamos la fase final por el título, ganamos más partidos de los que la gente podía imaginar y fueron meses trabajando muy duro para poder jugar al nivel de la ACB”.

Su renovación parecía pactada entonces pero la llamada de la NBA despertó su curiosidad. “Por razones que no entendemos, él quiere jugar en la NBA y hasta que no se convenza de que no puede entrar, no volverá a Europa. Quizás ya sea demasiado tarde”, se decía en Gran Canaria.

Pasiones y celos, eterno binomio. Como aquella chica a la que mirabas de reojo en clase y un buen día te pide tu teléfono. Larry no pudo negarse y lo dio todo en verano por convencer a los Nets, por formalizar su noviazgo más deseado. Estuvo cerca de alcanzar su viejo sueño de la infancia pero una vez más, ese cruel anhelo de seductora figura, se le escapó de sus manos. Esta vez… para siempre.

Empero, no fue una cita vacía. En esa furtiva cita al otro lado del charco se cruzó con Scariolo, que le dio la mano entonces y no se la soltó hasta traerle a Málaga. Juntos aterrizaban en un proyecto que había naufragado en sólo un par de meses. El Unicaja coqueteaba con el descenso, Alexander no había funcionado y ambos eran la gran esperanza verde para recobrar la ilusión.



“Con Lewis habrá un antes y un después en Málaga, es más importante su llegada que la del propio Scariolo”, sostenía su ex entrenador Pedro Martínez , que no daba por muerto a un conjunto que luchaba en la UCI por recuperarse. En efecto, el equipo fue otro desde noviembre, hasta el punto de que remontó hasta llegar a posiciones de Playoff, donde se mediría al Pamesa Valencia en cuartos de final. Su serie fue discreta, aunque su quinto partido en La Fonteta justificó los cuatro choques anteriores… y todo su año incluso. Acabó como máximo artillero en una de las victorias más importantes de la historia del Unicaja, anotando 20 puntos, amén de capturar 7 rebotes, sumar 3 asistencias y 3 robos para un total de 26 de valoración. “Es el mejor profesional que he tenido en mi vida”, diría un exultante Scariolo en la rueda de prensa posterior al partido, aún en trance tras la hipnosis de Lewis.

“¡Vamos, vamos, vamos a ganar, a ganar, a ganar al Barçaaaa!”, gritaba a las cámaras de Canal Sur al término del encuentro el pacífico descontrolado, el calmado despeinado, el tranquilo sin mesura. No se repitió el milagro en semifinales pero en Málaga dejó muy buen sabor de boca y su recta final le valió una oportunidad en Alicante, en el romance más pasional de su trayectoria.

¿Sabías que…
  • Lewis, feliz en Málaga (Foto EFE)
    © Lewis, feliz en Málaga (Foto EFE)
    … se enganchó definitivamente al basket por los Lakers? “Me regalaron su filosofía, su forma espiritual de vivir, pacífica”

  • … su secreto para llegar a los 41 jugando es comer mucha fruta, verdura, entrenar y hacer la siesta?


  • … su padre, como ha confesado en el MARCA, hacía 10 kilómetros al día y le contagió su pasión por el ejercicio?


  • … es internacional con Estados Unidos? Ganó la plata en los Panamericanos del 95, en un combinado en el que jugaba Rico Hill, que cayó en la final curiosamente ante la Argentina de otro jugador incombustible, Espil.


  • … llegó a jugar en Euroliga? "Fue en el Unicaja, el equipo más fuerte en el que estuve. Me encantó ese año y aprendí muchísimo con Scariolo".


  • … precisamente Scariolo le citó, junto a Bennett y Djordjevic, como uno de los tres jugadores que más le habían marcado?


  • … fue el tercer jugador capaz de llegar a los 20 de valoración con más de 40 años en la historia de la ACB?


  • … no le importa estar lejos de su país? "No veo en muchos jugadores, especialmente americanos, el deseo de seguir jugando a partir de los 30, quizás sea duro estar lejos de su país. A mí me encanta el basket y por eso lo hago".


  • … controla con cronómetro y al milímetro cada uno de sus entrenamientos?


  • … le llaman “sargento” en Alicante?


  • … es el mejor ejemplo para los jóvenes del Assignia? “No es lo mismo que les aconseje yo a que lo haga un profesional de 40 años, confiesa el preparador físico del equipo.

Los besos de Alicante

Fueron tres campañas y hubo de todo, como en las relaciones más intensas. El placer en forma de un primer año mágico, donde el Etosa Alicante se atrevió a desafiar al mundo con algo tan sencillo y tan difícil como hacer un buen baloncesto, descarado y sin complejos, con Larry como líder en puntos, rebotes, recuperaciones y valoración. De Alicante al cielo y de ahí, a un 2-0 en cuartos de final contra el Unicaja, sellado en una jornada mágica en la que endosó 27 puntos, 8 rebotes, 6 robos y 36 de valoración a su ex equipo para ponerlo contra la espada y la pared.



Faltó un paso para semifinales y hubo remontada malagueña, pero ni la historia, maldita su olvidadiza memoria, podrá borrar lo que sintieron de la mano de Larry Lewis unos aficionados cuyo mayor pecado hubiese sido no soñar.

Del éxtasis a las dudas de la segunda temporada, mucho más terrenal, en el que Larry borró su sonrisa para fruncir el ceño y ejercer de líder en el vestuario, con mensajes directos a navegantes: “No jugamos para hacer números sino para ganar. El equipo necesita mejor química, es demasiado individualista, el que no esté al cien por cien que no se suba al bus”. Se enderezó la situación y se consiguió la permanencia, todo lo contrario que a la siguiente campaña, donde el Etosa, su Etosa, cayó al abismo de la LEB, un pellizco en su cuerpo que no se pudo quitar hasta que los alicantinos recuperaron su hueco en la élite.

“No es que sean los mejores de España los aficionados al Lucentum, es que son los mejores del mundo. Y he jugado en muchos sitios y visto grandes cosas”, diría, tres años antes de volver el pasado domingo como un héroe y llevarse el cariño del Centro de Tecnificación. Es recíproco, confiesa en Las Provincias: “Si pudiera darle un beso a cada aficionado, lo haría”.

“Fueron tres grandes temporadas allí, las dos primeras mejores que la última, sí, pero resultó una gran experiencia”, recuerda, sin dejar de sonreír.



Con disfraz de superviviente

Hasta en el partido en el que se certificó el descenso alicantino, Larry Lewis había dado la cara, con 25 puntos cargados de amor propio. Una filosofía y ese modo de sentir este deporte y de implicarse en cada proyecto casaban a la perfección con los valores de un club como el Estudiantes, que no dudó en apostar por él para su proyecto.

“Fue un año un poco complicado también”, rememora en la actualidad, con la nostalgia de haber dejado atrás los días de Playoff, coqueteos con el MVP y grandes titulares para centrarse en la invisible lucha del que todo lo entrega para un objetivo que parece ligero si se consigue y una losa infinita si se pierde. “Hubo muchos cambios pero lo conseguimos.. No puedo definir esa temporada como una mala experiencia. ¡Sobrevivimos!” Sus 12 puntos y 5 rebotes de media fueron más que un granito de arena para esa agónica supervivencia.

Próxima estación, Zaragoza. En tierras mañas, arrancó de forma excelsa, con un par de meses muy productivos en los que se mostraba fino en el tiro y se instaló en los dobles dígitos en anotación. Sin embargo, la difícil situación en la tabla del equipo y su bajón de juego propiciaron su marcha en marzo, antes de la finalización de temporada. Era la primera vez que le cortaban en España.



Sus números, 10,9 de valoración y 10,7 puntos por choque, aceptables. Su actitud, como siempre, encomiable. E incluso aún su equipo no estaba en descenso, si bien Lewis abandonó el CAI sin rencor: “Lo entendí. Por supuesto que no puedo estar de acuerdo con salir antes de tiempo de un club pero lo hablé con mi mujer y comprendí la situación. El equipo fue justo conmigo, no me engañaron, simplemente se aseguraron de firmar un contrato con ciertas cláusulas”. Parecía un adiós más que un hasta luego, con un sabor mucho más amargo en su despedida de la ACB de la que su baloncesto y su esfuerzo se habían ganado.

El abuelo siempre llama dos veces

Nadie se lo esperaba. Probablemente, ni él mismo. Pero si hubo una sorpresa mayor a la de su llegada, cuando aún era un desconocido en España, fue precisamente la de su regreso, en la campaña 2009-10, firmando un contrato temporal por ese Unicaja con el que vivió tan buenos momentos.

Su profesionalidad y oscuro trabajo le bastaron para volver a abrir del todo la puerta de la ACB, firmando hasta el final de campaña con el Manresa, con el que se convirtió en un pilar más allá de sus números, con poco más de 7 puntos por choque. Hombre de peso en el vestuario, modelo para los más jóvenes, valorado por los técnicos y respetado por su afición. Que no es poco.



Larry ha vivido esta temporada el peor estreno del Assignia Manresa en ACB, con un 0-6 de inicio que borró la sonrisa del Nou Congost… pero no la suya. Tras ganar este domingo en Alicante, todos vuelven a creer. Él ya lo hacía. “También era muy optimista con el 0-6, antes de ganar allí, de esa gran victoria. Siempre lo soy, siempre lo estoy. Tenemos que ser conscientes de que será difícil, quedan muchos partidos por delante y ahora, justo ahora, es cuando debemos trabajar más duro que nunca…”

Rozando la década en España, cumplió años precisamente en el paraíso alicantino, aquel donde abrazó la felicidad. ¿Cuántos fueron, Larry? Ya eres todo un veterano. ¿32 tal vez? ¿33? Nada más lejos de la realidad. 41 primaveras como 41 soles de grande que le hacen ser el abuelo de la liga. Y es que Lewis ya había vivido mucho antes de llegar a España, donde parece llevar toda una vida… ¡a los 32 años!

El trotamundos, el exótico

Bendita canasta de baloncesto que tenía la familia Lewis en su casa californiana. “Me pasaba el día entero jugando allí, desde los 5 o 6 años comencé a tirar… y hasta hoy”. Enamorado del showtime de los Lakers, Lawrence fue a estudiar a la Morehouse University, donde ni siquiera tocó un balón en sus dos primeros años, para convertirse a partir del tercero en Larry, la estrella de basket. “Jugué tres años en la universidad. Aprendí muchísimo y fue una época fantástica, ya que sólo lo hacía para divertirme, sin presiones”.

Tanto progresó que se ganó un hueco en los rosters veraniegos de Minnesota y Chicago, aunque la NBA se le resistió y acabó aceptando una exótica propuesta para jugar en República Dominicana. Ni la sabelotodo Wikipedia ha adivinado aún qué equipo le contrató, aunque para él es un orgullo desvelar la pregunta del millón: “Fue el San Carlos. Mereció mucho la pena, estuve en Santo Domingo y es un lugar mágico, fantástico para vivir”.

Aparcó el balón para acabar sus estudios de marketing, jugó una liga de verano en Los Ángeles y acabó cruzando el charco para acabar en Europa en un destino no menos exótico que el anterior… ¡Chipre! “Oye, que en Nicosia no se está tan mal. Me gustó bastante la experiencia”.


De ahí a la CBA y a la USBL, siglas y más siglas defendiendo la elástica de los Harrisburg Hammeheds o los Rapid City Thrillers, kilométricos nombres que presagiaban otro destino poco común. Japón le esperaba con los brazos abiertos y los Mitsubishi Dolphins le disfrutaron durante un lustro, que le sirvió para derribar muchos tópicos y enriquecerse como persona: “Era una liga muy profesional. Aprendí a ser puntual y disciplinado, me hice mayor y cumplí la treintena allí. Estaba soltero y aprendí mucho en un mundo demasiado diferente a Estados Unidos y a España”.

“No se parece en nada a Los Ángeles, pero tampoco voy buscando que las ciudades donde juegue se parezcan. Yo juego al baloncesto y allí me ofrecían jugar al baloncesto. No soy una persona a la que le de miedo desplazarse lejos”, dijo al aterrizar en Tenerife, allá por el verano de 2001, tras promediar 18 puntos y 9 rebotes en aquel lugar con encanto en el que los jugadores se cambiaban en la propia cancha, sin esperar a llegar a vestuario. “¡Les daba igual que hubiera niños o mujeres delante!” Sus anécdotas dan para un libro.

Larry se moja
Lewis, tras los pasos de Middleton (Foto unicajab.fotopress)
© Lewis, tras los pasos de Middleton (Foto unicajab.fotopress)
  • Un entrenador. “Pedro Martínez. Mi mejor experiencia fue con él, aunque Scariolo es un técnico excelente”.

  • Un compañero. “Te digo dos, tengo que mencionar a Darren Phillip y Louis Bullock”.


  • Un rival. “Roe, Fizer, Scola… por supuesto Garbajosa. Eso en cuanto a 4. Pero… ¿sabes quién es el que más me gusta ver en una pista de basket? Navarro. Y entre los americanos, Bullock”.


  • Una ciudad. “Málaga. ¡Y tengo un hijo malagueño!”


  • Un equipo. “Mmm… Alicante. Sí, allí es donde mejor lo pasé, fueron tres años muy especiales”.


  • Tu mejor momento. “Cuando ganamos el quinto partido en Valencia para llegar a las semifinales. Fue increíble”.


  • Tu peor momento. “Jugando con el Granca frente al Estudiantes. Era un encuentro antes de un parón y no sé en qué estaríamos pensando pero jugamos terrible, muy mal. Cuando acabó el choque, me fijé en la cara de Pedro Martínez… era de tantísima decepción, tan triste, que me dolió mucho verle. Me sentí muy mal y no olvidé ese instante”.


  • Un récord. Paradojas de la vida, Larry se desquitó en la vuelta frente al Estudiantes en esa campaña 2002-03, consiguiendo en un mismo partido sus topes de puntos (35) y valoración (36) en ACB


  • Una canasta. Confesamos que esta pregunta no se lo hicimos. Viendo el triple… ¿hacía falta hacerlo?

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  • Un momento divertido. Larry se piensa esta respuesta más que ninguna, quizá porque haya vivido tantos momentos felices que sea muy difícil escoger. Pide paciencia, le pregunta a su mujer incluso y se pone a reírse solo, para contarlo entre carcajadas, lleno de felicidad. “Una vez, en Las Palmas, todo el equipo salió por la noche. Acababa de termina la temporada, habíamos llegado al Playoff, todos estábamos contentos y salimos todos juntos, con mujeres, novias… Cogimos una guagua, saltamos más que nunca en ese autobús y comenzamos a cantar como locos, con David Brabender y Gonzalo Martínez. Jamás se me olvidará lo que pasó en ese autobús”, confiesa entre carcajadas, para rememorar, cantando a plena voz, el cántico estrella de aquella inolvidable noche: “¡GON-ZAAAA-LOOOO MARRRR-TIIII-NEEEEEZ!”
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La penúltima sinfonía

Aún retumban las gradas alicantinas de la ovación que Larry Lewis se llevó. ¿Cómo sonarán pues los aplausos en su adiós? Aún parecen lejanos. “Agradezco en el alma el apoyo que me dieron en Alicante, aunque sigo sin pensar en la retirada”. ¿Alguna entrevista en la que no te pregunten tu edad? Su risa serviría como respuesta. “Creo que en los últimos años ninguna, siempre me preguntan por ella. ¿Sabes? Yo lucho mucho y trabajo muy duro para seguir jugando al baloncesto. Cuando me esfuerzo por algo no puedo mirar cuántos años tengo”.

Cambios, cambios y más cambios. Coetáneo de jugadores que hoy lucen barriga cervecera en las pachangas de veterano y testigo de más de dos décadas en las que el baloncesto evoluciona sin perder su esencia. “El basket cambia, hay diferentes arbitrajes, tíos cada vez más grandes y el juego es un poco más rápido”, resume con facilidad, como el que es capaz de meter 21 años de recuerdos en un minúsculo bolsillo.

Bondad sin disimulo del que todo lo conoce porque todo lo ha vivido, del que sabe disfrutar en la cancha… y aún más fuera de ella. “Me gusta jugar al golf, aprender a tocar el piano, hacer música, la arquitectura, leer… y pasar el tiempo con mi familia”, afirma, soltándose del todo a la hora de confesarnos una de esas cosas sencillas por las que vivir merece la pena: “Lo que más me gusta es darle masajes a mi mujer. Además, yo se los doy por todo el cuerpo a cambio sólo de que ella masajee mis pies”, exclama entre carcajadas. “Me gusta disfrutar la vida”.


No podía ser otra. “What a wonderful world” de Louis Armstrong, su canción favorita, espejo de su propia vida, retumba en cada una de sus canastas, de sus gestos, de sus guiños y de sus esfuerzos. Nacido en una atmósfera que pedía paz en Vietnam, cuando algunos de sus nuevos rivales ni siquiera habían nacido en la Guerra del Golfo, Larry supo cambiar la mentalidad y apreciar su rol de profesor tanto como aquel que tuvo de estrella. “No veo como algo especial mi situación, simplemente es algo que puedo compartir y de lo que pueden aprender. Por eso sigo jugando, no por tener más experiencia sino por tener más cosas que enseñar. No está Larry Lewis en un nivel y el resto de compañeros en otro. Aquí todos estamos en el mismo, luchamos por lo mismo, jugamos juntos y todos podemos aprender los unos de los otros”.

"Veo amigos chocando sus manos diciendo ‘cómo te va’... realmente están diciendo 'te quiero'. Escucho bebés llorar, los veo crecer, ellos aprenderán mucho más de lo que yo jamás sabré”. Emocionante, la canción se apaga pero Larry no. Él seguirá viendo a nuevas generaciones que llegan, envejecen y se van sin que para él parezca pasar el tiempo. Pacto con el diablo de aquel que se quedó sin un amor platónico, el de la NBA, para enamorarse de otro más terrenal y sincero, el de la liga española.

Y ya son cuarenta y uno. 41… una cifra que permanecerá unida por los siglos a la última sinfonía que compuso Mozart, elevado listón que Larry quiere superar. Un futuro en España –“Nos encanta, si mi mujer quiere, nos quedaremos a vivir aquí”- aún lejano para el mago que comprime el pasado para encandilar en el presente. La permanencia del Assignia puede ser su penúltima sinfonía. La última, lo que todos, amantes del basket, amigos y compañeros de viaje, habremos aprendido de él. Good morning Vietnam! Good morning, Manresa!