Artículo

Memorias de África: Mamadou Samb

Los sonidos africanos resuenan cada vez más en el baloncesto español. El continente olvidado se abre sitio en la élite del mundo de la canasta a pasos agigantados y queremos conocer la historia de sus estrellas. Mamadou Samb abre la serie "Memorias de África"

  

Hoy, los niños corren. Algunos de ellos llevan mochilas a sus espaldas, en las que cargan los mismos sueños que carga cualquier chico en Estados Unidos o el mundo occidental. Aún les quedan unos años para convertirse en sus mayores, que no son más que adolescentes. Para convertirse en aquellos que esperan y miran al horizonte desde la costa, preguntándose por la vehemencia que les dedicará la mar; con suerte, rezan, será benevolencia. Pero no hace mucho, Thiaroye fue tierra de héroes olvidados, recordados vagamente por algunos valientes que, más de 60 años después, se atreven a la mitad de lo que aquellos hicieron.


El uno de diciembre de 1944, 35 ex combatientes de la II Guerra Mundial morían en aquel asentamiento a las afueras de Dakar. Tras luchar del lado francés en la guerra, 1280 tiradores fueron abandonados a las afueras de la capital de Senegal. Muchos de ellos habían salido con vida de diversos campos de concentración nazi; otros habían muerto por nacer. Tras el paso de los años, y viendo que el gobierno galo no cumplía con las promesas hechas -el cobro de un sueldo por sus servicios en el conflicto bélico, un hogar estable-, se amotinaron. Fue aquella noche de 1944 cuando varios fusileros africanos abrieron fuego ante los ex combatientes, haciendo caer a 35 e hiriendo a más de un centenar. 34 de ellos fueron llevados a la cárcel por ejercer de cabecillas del movimiento. Pero ya se había empezado a mover: aquel fue el punto de inflexión de la independencia de Senegal y de tantas otras colonias africanas.

Empezamos el recorrido por África a través de los jugadores de ACB por ahí, por Thiaroye. Allí nació un 31 de diciembre Mamadou Samb. Fue tan solo hace 21 años, pero la vida del joven Samb ha sido intensa, frenética y, hasta el momento, útil. El ala-pívot del CB Granada nos habla en clave africana.

''Es un juego de niñas''

“Thiaroye es una ciudad muy bonita, con muchas playas”. Con el paso del tiempo, esta ciudad situada a las afueras de Dakar, se ha convertido en uno de los referentes de la evolución y la prosperidad de Senegal, un país que vive en feliz república democrática desde la independencia de 1960, superando el clave año de 1963, cuando Mamadou Dia intentó dar un golpe de estado. A día de hoy, es el séptimo país africano con mayor producción interior bruto (PIB).

Allí empezó a “conocer el baloncesto” Mamadou Samb, aunque “siempre fui muy futbolero”. “El fútbol es mi deporte favorito, siempre jugaba con mis colegas cuando era pequeño en Senegal”. Por suerte para el baloncesto, su hermano mayor, Cheikh, sí disfrutaba tirando a una vieja canasta poco ortodoxa que había colgado en su casa. “Me reía de él” recuerda sonriente, “porque pensaba que era un deporte de chicas”. “Creía que el baloncesto era de niñas, así que nunca jugaba”. Un buen día, quién sabe por qué, aceptó. “Y me gustó”. “Empecé a tirar y me quedé tirando…” hasta hoy. “Gracias a él estoy en esto, aquí”. No hay duda por tanto de quién fue y es el referente en el mundo del baloncesto para Mamadou. Porque, además, su hermano Cheikh, nacido en el año 1984, tiene una buena carrera a sus espaldas: Pistons, Knicks o Real Madrid son algunos de los equipos en su currículum.

Y entonces llegó la oportunidad de viajar a las Islas Canarias. Aquellas que intentaban vislumbrar tantos jóvenes con la mano en la frente y el corazón en el otro puño desde las costas senegalesas. Mamadou Samb pudo viajar a Tenerife sin arriesgar la vida. “Fui a Tenerife para estudiar, para ver si era capaz de ser algo en la vida y ser alguien de provecho”. No podía ser un comienzo fácil en aquella coyuntura, aún presente, y en aquel escenario, idéntico en la actualidad. “Los primeros meses fueron muy difíciles, pero conocí a gente allí que hoy considero de la familia. Gente que me ofreció su casa y que me enseñó muchísimo”.


Gente que no había podido tomar la vía fácil; o no tanto eso, sino normal. Viviendo en Tenerife por casi cuatro años, Mamadou pudo ver el lado de la inmigración, tras tantos años conociendo la emigración. La parte oscura, donde los sueños y aspiraciones se convierten en ilusiones rotas y lágrimas contra el sino. “El tema de la inmigración es algo muy duro, que no tiene tanto que ver con la gente, sino con los gobiernos”. El senegalés afirma que “todos ven allá la vida que hay en Europa, y quieren tener una así”. Lo más desgraciado de todo, probablemente, es que no se trata de jóvenes sin posibilidades que van a la desesperada, sino “gente con estudios que, a pesar de tener diplomas y todo eso, no pueden trabajar porque no hay trabajo en el que hacerlo”. Para esos universitarios licenciados, cualquier trabajo manual se convierte en clave para “mantener a sus familias en Senegal”.

Como jugador se hizo un nombre en el Arona tinerfeño, deslumbrando a todo el país en diversas competiciones de categorías inferiores. Por los mentideros se comenzó a susurrar sobre él. Tanto, que el Regal FC Barcelona le ofreció jugar para ellos.

''El baloncesto es un sueño''

Se le pregunta por el Regal FC Barcelona, y le es inevitable no reír. Se le pregunta por el baloncesto profesional, y también tiene que esbozar una enorme sonrisa. ¿Acaso no se esperaba nada de esto? “No”, ríe. “Era como un sueño. Que el Regal FC Barcelona venga y me fiche… todo esto del mundo del baloncesto es como un sueño para mí”. Durante cuatro años perteneció al equipo blaugrana, aunque nunca pudo debutar en ACB con la camiseta azulgrana. Recorrió la geografía catalana para jugar en dos equipos: Porta BCN Esplugues de la Liga EBA, primero; y WTC Cornellà luego, durante tres años. Allí se consolidó como jugador, consiguiendo la nacionalidad y acudiendo con regularidad a las selecciones inferiores de España. En su último año en Adecco Oro consiguió 12,4 puntos, 6,1 rebotes y 1,2 por noche, siendo uno de los jugadores jóvenes más destacados de la competición.

El pasado verano llegó la oportunidad esperada: jugar en ACB. El CB Granada confió en él para reforzar su juego interior y le ofreció un contrato profesional. Hasta el momento, Mamadou promedia 4,8 puntos, 2,3 rebotes y 0,7 tapones en 12 minutos de juego. Contra el Cajasol, hace dos semanas, fue uno de los más destacados anotando 8 puntos y capturando 4 rechaces en sólo 14 minutos de juego, consiguiendo un total de 10 de valoración. Samb admite que “está siendo una etapa muy difícil”, pero a pesar de esta nueva “intensidad”, está ilusionado porque “cada día aprendo muchísimo y estoy jugando en la mejor liga de Europa”. Es consciente de que “no todos los jugadores tienen una oportunidad así, por lo que tengo que aprovecharla”. Sobre el equipo es escueto, y se limita a apuntar que “estamos mejorando, y debemos seguir en la misma línea”.

''Jugar supone una responsabilidad y una gran presión''

Senegal cuenta con 13.712.000 habitantes. La esperanza de vida es de 56 años, y el promedio de hijos por mujer es de 5,1, una de las más altas de todo el planeta. Es el país con más emigrantes hacia las costas españoles del África subsahariana, por delante de Gambia y Nigeria; por detrás, eso sí, de otros países africanos como Marruecos o Argelia. Este año, hay 61.383 inmigrantes senegaleses en España, casi sextuplicando la cifra de 2001, cuando sólo había 10.627. País cabecero del progreso africano, pero con problemas.

Mamadou Samb es uno de los cuatro jugadores senegaleses en la ACB. A él, se le debe sumar Boniface Ndong, Sitapha Savane y Pape Sow. Los números les convierten en excepciones. Y así lo siente Samb. “Jugar aquí supone una gran responsabilidad, pero también es una enorme presión”. “Cuando vuelvo a casa, todos los niños se fijan en mí y quieren ser como yo”. “Te llena de orgullo, pero es una gran presión”. Las miradas de asombro y fascinación vuelan todos los domingos en los pabellones de la liga. No siempre son niños las que las ofrecen; mayores con ganas de soñar también agradecen acciones espectaculares. Pero aquellas miradas son otra cosa. “Estás en Europa, vives una buena vida, y encima juegas el deporte que ellos aman…”. Cuando le rodean botando viejos balones desgastados que algún día dejarán de volver a sus manos, es cuando confirma que “somos nosotros, los que podemos, quienes debemos ayudar a esos niños, para que tengan un futuro”.



No cabe duda de que el baloncesto africano está en auge. Ya no extraña ver a un jugador de origen africano en la NBA, como en su momento impresionaron Hakeem Olajuwon o Manute Bol. Hoy por hoy, los Serge Ibaka, DJ Mbenga, Luc Mbah a Moute, o DeSagana Diop forman la más prolífica representación africana en la historia de la liga americana. El pasado verano, todos vimos cómo Angola y Costa de Marfil daban la cara por el continente negro en el Mundobasket de Turquía. “Hicieron un gran papel, y demostraron que en África hay jugadores con mucho nivel” dice el jugador del conjunto nazarí. “Tenemos muchísimo potencial, pero lo que falla en África son los materiales, las infraestructuras” sigue, recordando que “en Senegal casi todas las canchas están en la calle, y algunas son de tierra”. “Los equipos no tienen suficientes balones… Creo que por eso debemos ser nosotros, los que estamos en la élite, los que tenemos que ayudar a esos clubes y al baloncesto africano”.

Mamadou no quiere olvidar que para progresar, “debemos estar unidos”. “Se tienen que acabar las disputas por territorios, por campos… si estamos unidos, tenemos muchos recursos para mejorar en el futuro”. África quiere progresar y tener un buen futuro a pesar del mal pasado. La globalización del deporte puede ser una buena herramienta para lograrlo.