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Memorias de África: Sitapha Savané

Allá donde el agua se viste de rosa y la teranga es religión nació un niño que daba mítines políticos antes de jugar al fútbol. Conciencia social e idealismo heredado de sus padres, emblemas en Senegal. Savané recuerda, Savané propone, Savané grita. Y África escucha

  

Un sonido sacude la calma de la noche en Dakar. La velada, interrumpida. La cena, atragantada. Golpes en la puerta. Insistentes, abruptos, violentos. Hacen temblar de miedo. Sitapha, con solo 15 años, clava sus ojos en los de Marie-Angélique, aterrada. Su tío y una amiga de sus padres se miran, sin saber bien cómo actuar. Llama la policía, esa que les genera más dudas que garantías. Viene a por Landing, el papá de Savané. No es la primera vez que ocurre. Sí sería la última.

Estadista de profesión y político convencido, la mayor virtud de Landing era su mayor condena. Creía de forma muy poco disimulada en la libertad, en los derechos humanos y en que era posible una Senegal un poquito mejor. Con un rol esencial desde el Mayo del 68 en la izquierda senegalesa y, en ese momento, líder del Partido Africano por la Democracia y el Socialismo, se antojaba un rival político demasiado incómodo para el gobierno de Abdou Diouf. Más aún tras la protestas de la oposición, denunciando fraude electoral, en las recientes elecciones del 93. “Mi padre había estado ya en varias ocasiones en la cárcel por motivos políticos. Esa vez me pilló ya más mayor y sabíamos que su detención era una posibilidad real. Tenía mucha conciencia sobre lo que estaba ocurriendo y le apoyaba al 100%”, recuerda Sitapha.

“Recoja sus cosas y acompáñenos”, le ordenaron a Landing. El adolescente apretó la mano de su madre, a la que quería proteger por encima de cualquier cosa, y juntos salieron a la calle, donde se volvieron a estremecer. “Vimos que la habían bloqueado por ambos lados. Nos chocaba mucho semejante dispositivo policial”. No se lo pensaron dos veces. Entraron en su coche cuando por fin despejaron la calle y comenzaron a perseguir al convoy. 48 horas más tarde descubrirían el paradero de Landing. Dos meses después, por fortuna, volverían a abrazarle, ya alejado de la desazón de las rejas.



“Lo más peligroso son los primeros días en los que no se sabe exactamente dónde custodian a los que detienen. Tuve miedo. A esa edad yo ya estaba metido en ‘la lucha’, aunque ahora miro atrás y tiemblo. Hay muchos políticos a los que hicieron desaparecer en diferentes países. Nunca volvieron”. Landing sí. Y con él, la infancia del pequeño gran Taph, forjada entre viajes, libros y la “teranga" de Dakar.

De Platini al Dream Team

“Aún me acuerdo de cómo observaba fijamente a tu padre en la reunión de estudiantes”, le cuenta su mamá con mirada enamorada. “Debajo de las piedras está el mar”, se gritaba como lema en ese Mayo Francés que se propuso transformar el mundo. “Y tras los adoquines, el amor”, podrían añadir Landing y Marie Angélique. Caprichos del destino, a pesar de que ambos nacieron en la misma región de Senegal, se acabarían conociendo en una París convulsa y sedienta de revolución y cambios. El clandestino político y la socióloga, feminista activa y alta funcionaria de la ONU posteriormente, se enamoraron en aquel 68, donde comenzaron a pintar juntos el cuadro más bonito de su vida.

Diez años más tarde, en 1978, nacería Sitapha. “El Elegido”, en mandigo. Corazón senegalés y ciudadano del mundo, tras vivir dos años en Ginebra. Antes, las calles de Dakar serían testigo de su crecimiento. “Tengo muy buenos recuerdos de mi infancia, lo pasaba fenomenal con mis compañeros. Era un chico más del barrio”, relata hoy con timidez. ¿Seguro, Taph? Con 8 añitos ya hacía campaña política por sus padres. “Intentaba educar a mis amigos. Les mostraba lo que estaba pasando en el país. Les hablaba sobre la actualidad durante unos minutos y luego ya jugábamos al fútbol”, confesaría un día en “The Morning Call” de Pennsylvania.



“En mi familia, los estudios resultaban un elemento clave, todo dependía de esto. Si sacaba buenas notas, ya tenía tiempo para disfrutar con los amigos. Si no, pues no había manera. Acudía al colegio, volvía a casa, hacía los deberes y, cuando finalizaba, salía a la calle a jugar”. ¿Baloncesto? Ni hablar, lo detestaba por entonces. Tenis, voleibol, judo… y fútbol, mucho fútbol, emulando con el balón a su ídolo Platini. “Pasé por varios deportes pero yo era muy de fútbol. Me encantaba, como a todos por allí. Eso sí, mi hermano mayor y sus amigos eran unos flipados del baloncesto”. Y es que a Lamine se le daba muy bien este deporte, pero Taph no se fijó en lo que sería su devenir vital hasta que descubrió a la Selección de Estados Unidos de basket de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Los Magic Johnson, Larry Bird o Michael Jordan tuvieron más influencia que su propia sangre. El Dream Team le había conquistado. Y todo cambió para siempre.

Sol que cae a plomo, oceáno, paisajes únicos y gente hospitalaria. En Dakar había de todo… menos una gran variedad de canchas de baloncesto. Savané no lo tendría sencillo. “Había muy pocas. La más cercana, una que se encontraba a casi media hora caminando. Formaba parte de un campo militar. Me iba con mi hermano y sus amigos a jugar allí, a finales de la tarde, porque con las temperaturas que había no se podía antes. En comparación al resto, esa cancha estaba bien”. Pista de asfalto, aros doblados tras tanto mate y nadie para arreglarlas. ¿Y red? Esos lujos, por la tele.

Todo ocurrió demasiado rápido. Quizás el fútbol perdiese a una estrella en potencia, mas a Sitapha se le daba bien ese deporte que poco antes aborrecía. Su crecimiento resultó vertiginoso y solo un lustro después de aquellos Juegos de Barcelona, abandonaba su Dakar natal para cruzar el charco y emprender el rumbo hacia un sueño, con la pelota naranja como excusa. “Yo ya había viajado bastante con mi familia, sabía lo que podía esperarme. Era consciente de que echaría de menos mi tierra, pero estaba ilusionado por descubrir algo nuevo. Y más, a esa edad y en un país como Estados Unidos, con todo lo que conlleva en cuanto a sueños”.



El basket, por aquel entonces, parecía más un medio directo para una beca, en la que intercedió el mismísimo ex presidente Jimmy Carter –amigo de su madre-, que una verdadera forma de ganarse el pan en el futuro. Cuan equivocado estaba. Su explosión en Navy University, con aquella carta de felicitación de Bill Clinton que releyó una y mil veces tras protagonizar un artículo en el Sports Illustrated. Su aterrizaje en Menorca, donde sorprendió; su llegada a Tenerife, donde se hizo un nombre; su etapa en el Gran Canaria, donde aún roba corazones. El baloncesto tenía reservado para él un menú de sibarita. Soñar despierto y degustar. Viajar y aprender. Cobrar por disfrutar. ¿Cómo no le iba a acabar encantando?

El compromiso del emigrante

“Estás en Europa, vives una buena vida y encima juegas al deporte que ellos aman. Jugar en España te llena de orgullo, pero es una gran presión”. El jugador del CB Granada Mamadou Samb le confesaba a Jesús Morales en sus “Memorias de África” que, en ocasiones, no es sencillo cargar con tanta responsabilidad. Taph lo ve de otro modo: “Cada uno lo soporta de una forma diferente. Yo, más que como presión, lo llevo como un orgullo. La presión la tiene cada persona que ha inmigrado. Cuando llegas a casa te miran conscientes de que tú has podido irte fuera y ganarte la vida. Económicamente, a lo mejor acuden a ti para que les ayudes, pero me gustaría mirar el lado positivo, el de ser el referente para bastantes jóvenes y poder influir en ellos, económicamente o dándole consejos. Doy las gracias por estar en una situación en la que poder cambiar la vida de muchas personas”.

Conciencia social, apego a su tierra y las ideas muy claras, sin olvidar de donde viene. ¿Otro Manute Bol en cuanto a solidaridad? “Se gastó todo su dinero, su salud y su vida para ayudar, cuando muchos otros estamos sentados con los brazos cruzados. Me gustaría pensar que si Manute empezase de cero, preferiría montar una fundación y utilizar su fama para promover acciones a favor de su gente y de su país. Algunos como él tuvieron que hacer demasiado cuando lo que debería ocurrir es que muchas personas hicieran un poquito”.



Sitapha no solo intenta cambiar el mundo con palabras. Predica con el ejemplo. Regala entradas a ONGs, colabora con Cruz Roja y acaban de concederle los papeles para formalizar la Fundación Canaria Yakaar, que tiene el objetivo de desarrollar una cooperación que trabaje con aquellos inmigrantes que llegaron a la isla de una forma muy diferente a la suya, centrándose especialmente en la juventud y las mujeres. La idea es clara: que la ayuda pase por las manos de los propios africanos. Es la llave de su filosofía.

“Felices 50 años de dependencia”, que se decía con sarcasmo en Senegal durante la reciente celebración del medio siglo de estado independiente. “Está genial la cooperación y el recibir ayuda, y más falta aún que hace, pero siempre se debería con los propios implicados, los africanos. Es lo lógico, ¿no?” El de Dakar se pregunta y se responde a sí mismo. “Hemos visto a lo largo de los años que de nada han servido los planes impuestos por el Banco Mundial o el FMI, no se adaptaban a la realidad de los países. Es una mentalidad de colono en todos los ámbitos, del económico al de la cooperación. Me gustaría pensar que esto está cambiando y que, desde Europa, se están dando cuenta de que no se puede decidir nada sin contar con los propios protagonistas, los africanos”.

“Todo el mundo conoce a alguien que ha cogido una patera y no se sabe más de él”. Cruel el viejo dicho local. Más aún la realidad. “Es un fenómeno triste que, afortunadamente, ha bajado bastante en estos años. Lo que no me gustaría que que no se traten las causas de este fenómeno solo porque ha disminuido y que nos olvidemos del porqué”. Un 46,9% de analfabetismo en los hombres y un 67,7% en las mujeres. 55'4 años de esperanza de vida y una renta per cápita (1738 dólares) 17 veces menor que la española ponen sobre la mesa algunas de las causas de esos anhelos de cambio, incluso aceptando el riesgo de la furia del mar, la frontera más bella y despiadada.



Túnez, Egipto, las revueltas de Libia. Puñetazo al inmovilismo. ¿Nuevo rumbo para los estados árabes? “Son momentos históricos y es una gran esperanza para otros países. Líderes que llevaban decenas de años han caído en muy poco tiempo. Las cosas pueden acabar muy rápido y eso ayuda a la gente a no perder la esperanza de ver cambios durante su vida”. Defensor de los micro-créditos, Savané se auto-define como “socialista” y “de izquierdas”, si bien admite matices. “Hoy en día nadie es del todo de una cosa. En cuestiones como control del crimen puedo ser más conservador, en cuanto al endurecimiento de penas penitenciarias para crímenes muy graves. Aunque creo que los que más tienen es normal que paguen más impuestos y ayuden a los que tienen menos para cambiar su situación”. Y vuelve a acordarse de su Senegal…

El reto del baloncesto africano

Hace unas semanas, los árbitros decidían boicotear la liga de Senegal tras una agresión de un aficionado. Sin colegiados hasta el final de campaña. Cierto es que puede pasar en cualquier lugar, como también que la competición nacional tiene aún mucho recorrido por delante. Liga semi profesional, partidos que se disputan en canchas sin techo, clubes sin horarios para jugar y mucho menos aún para entrenar. Es una situación que se repite en otros países del continente, lo que hace aún más sorprendente la explosión africana de los últimos años.

Savané sí se lo explica: “El baloncesto tiene un gran futuro allí. El africano, de por sí, tiene grandes condiciones para el deporte. A España están llegando más tarde que a Estados Unidos o Francia. He hablado con jugadores como Biyombo y tienen hambre, ganas de aportar. Impulsarán nuevas generaciones que lograrán más éxitos que los anteriores”. No obstante, como en sus competiciones, aún queda mucho por andar. Y es que, en realidad, jugadores y ligas van de la mano. “No tenemos entrenamientos para trabajar técnica y ese tipo de cosas, por lo que el jugador que sale de África ya va con mucho retraso en comparación con el europeo, que lo ha tenido todo para mejorar desde que empezó. Lo primero que habrá que hacer es mejorar infraestructuras para que los jóvenes puedan pulir fundamentos individuales y no depender únicamente de un buen físico”.



La situación de Serge Ibaka, cuya nacionalización española está a un paso, plantea otro debate, si es que casos como el del combinado francés no lo habían hecho ya. ¿Talento africano al servicio de otros países? Todo es relativo. “Quizás el de Ibaka no sea el mejor ejemplo, ya que él, por la situación de su país, no dispone de oportunidades de tener una carrera como internacional. Más allá de su caso, obviamente es decisión de cada jugador y hay que respetarlo, aunque es una pena para el futuro del continente. Y no me refiero solo a deportistas, sino a la propia fuga de cerebros. Si todo lo mejor lo cogen y se lo llevan, ¿cómo vamos a mejorar?”

Sin embargo, Savané va mucho más allá del lamento. Él siempre se moja, ofreciendo argumentos que expliquen esta tendencia e incluso planteando soluciones. “Es un fallo de los gobiernos y de las federaciones”. Sabe de lo que habla. “Yo he tenido mis más y mis menos con la Federación de Senegal por la falta de planificación y organización. Nadie quiere ver a su selección hacer el ridículo y en los últimos años, el resultado ha sido el único que podía darse con esa planificación. Y eso que somos uno de los países que más jugadores sacamos de África. Si no se hace un esfuerzo en la federación, no acudirán jugadores al combinado nacional porque no puedes hacerles elegir entre el bien de su carrera y el de su selección”.

El pívot del Gran Canaria 2014 reconoce que tiene las puertas abiertas para jugar con Senegal, aunque lo que ha vivido y, especialmente, lo que ha visto, le hace mantener una postura bastante crítica, extendiendo su opinión a algunos otros organismos del continente. “Nada más concluir el torneo, al segundo, créeme, dejan de mirar por ti. A veces un jugador debe elegir entre un campus internacional que sirva como escaparate y un fracaso de torneo internacional con el que llegará, al conjunto que le paga, física y mentalmente cansado. Y si tiene mala temporada, ¿quién le ayudará a encontrar equipo al año siguiente? Desde luego, la federación no. Un jugador no puede aceptar todo solo porque sea su país”. Ni siquiera uno tan comprometido.



Dakar, teranga para el mundo

"Dakar está en la encrucijada del sol, del desierto y del mar.
El sol nos tapa el firmamento, el arenal acecha en los caminos,
el mar es un encono.
He visto un jefe en cuya manta era más ardiente lo azul que en
el cielo incendiado.
La mezquita cerca del biógrafo luce una claridad de plegaria.
La resolana aleja las chozas, el sol como un ladrón escala los
muros.
Africa tiene en la eternidad su destino, donde hay hazañas, ídolos,
reinos, arduos bosques y espadas.
Yo he logrado un atardecer y una aldea”


Jorge Luis Borges


Al oeste, allá donde África se acaba, donde el sol no se cansa de jugar un 1 contra 1 infinito con la tierra a la que da calor, donde el Atlántico parece eterno y hasta el lago se viste de rosa, aunque ya no llegue el mítico rally (Y lo que le indigna). Allá donde la teranga crece aunque muera la esperanza, Sitapha tiene su raíces, Sitapha tiene su casa. Se fue sin cerrar el pestillo. “No es que lo crea, es que tengo clarísimo que volveré a mi tierra”

“Es tierra de contrastes”, sostiene Savané, enamorado del cambio y de lo añejo. “Hay partes del país que parecen estar 50 años atrás en el tiempo, donde la gente tiene vida básica y simple. Y Dakar es una gran ciudad, muy cosmopolita, donde encontrarías restaurantes y un ocio que te sorprendería. Se ha desarrollado mucho en los últimos años”, sostiene orgulloso.



¿Qué es ”teranga”? Concepto wolof, teranga es hacer que el que te visita sonría aunque tú tengas ganas de llorar, dar sin pedir nada a cambio. Teranga es resumir en siete letras aquel célebre “una canasta hace feliz a uno y una asistencia hace felices a 2” de Kukoc. Es entrega y generosidad con el foráneo. Es hospitalidad y calidez. Teranga es Senegal. Teranga es Dakar. Teranga es Savané. “Destacaría por encima de todo el calor de su gente y esa capacidad de tomarse un tiempo de sus cosas para atender al extranjero”.

“Nueva York es Senegal con máquinas”, gritaba el poeta Lorca. Taph tiene su propia versión para el siglo XXI. “Si vas a una aldea en lo más profundo de Senegal, puedes encontrarte a personas más felices de lo que yo pueda ver en cualquier calle neoyorquina. Con 100.000 dólares al año y amargado, triste, con psicólogo o sin amigos más allá del Facebook. Eso no compensa”.

Y es que África necesita urgentemente un buen director de marketing, que cambie estereotipos por atractivos para visitarla. Los hay. Y tanto que los hay. Él, fuera de la cancha, a solo 197 kilómetros de distancia del continente que le vio nacer, ejerce como tal. “Lo he visto dando charlas en la Universidad y durante mis casi 11 años en España. Aquí se conoce muy muy poco de África. También pasa en Estados Unidos. Es un continente con tanto que ofrecer que me da pena que la gente no lo pueda ver, por lo que yo intento cambiar las opiniones de la gente”.



”Si estás nervioso y agobiado, regresa a Senegal”, rezan aquellas arrugadas camisetas que se venden en el agitado Mercado Kermel. Por suerte para él, sus centímetros, su talento y su trabajo le permiten hoy la libertad más pura que existe: la opción de elegir. Él marca sus pasos, él escoge su destino. Mujer y nacionalidad española, casa en Atlanta, brazos abiertos para recibirle en Dakar. “Ahora considero que, gracias a Dios, tengo varias tierras, y no me encierro en solo una. Nací en Dakar, pasé mi vida entre Estados Unidos y España y me siento muy conectado a estos sitios. Sé que después del baloncesto, mi vida estará principalmente entre Senegal y Canarias”.

Animal político, moldeado por la clandestinidad de los discursos de su padre Landing para alentar el movimiento Reenu-Rew y por los esfuerzos de su madre Marie-Angélique por ver un continente más justo y mejor, el niño que daba mítines antes de jugar al fútbol tiene claro qué le gustaría hacer cuando deje de pisar el parqué. “Más que político, me gustaría trabajar de cara al público, en una actividad que no sea estrictamente del sector privado, no hacerlo solo para mí. Deseo que sea de una manera en la que poder ayudar a más personas de mí país”.

Sitapha Savané se pone los cascos y cierra los ojos. Suena “Boul Bayékou” de Yossou Ndour, la canción favorita de su cantante preferido. Él la siente suya. “No dejes que decaigan tus ánimos, no te dejes ir. Por muchos palos que te de la vida sigue luchando, sigue adelante, no bajes los brazos”. No lo hizo ni aquella noche en la que la policía parecía llevarse para siempre a su padre, años más tarde ministro y ahora candidato a presidente del país... ¿por qué lo debería de hacer ahora? Ni una maldita lesión acaba con su fe. Con "El Elegido" no.



Senegal, Dakar. Donde los niños juegan a crecer antes de tiempo. Cuna de mil sueños, hogar del sol y de la arena. Atardecer de Borges. Macedonia de etnias, tierra de griots. Clichés que vuelan, sonrisas que llegan. Una pelota naranja que se cuela en la dictadura del cuero balompédico. La cancha mira, hipnotizada por el ruido de su bote. Aros sin red y doblados y un chico subido en lo alto, en el mismo soporte del tablero. Quizás mañana sus saltos generen contratos, oportunidades y otro impulso al hambriento baloncesto de su tierra. Quizás comparta el anhelo de Savané de contagiar con teranga al mundo entero. Quizás algún día, nos relate orgulloso y con voz quebrada, a camino entre la melancolía y la esperanza, sus propias memorias de África.

*Fotos Flickr (oburoni, mimirla, antony@sg, dorothy.voorhees) y cbgrancanaria.net