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Perfiles de Oro: James Feldeine, el hombre de Washington Heights

Abrimos la serie de reportajes sobre jugadores de Adecco Oro con posible futuro ACB con el dominicano James Feldeine. Escolta del CB Breogán, cumple su segundo año como profesional y su capacidad de anotación llama la atención de todos. Conócele

Foto El Progreso
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Redacción, 2011.- El baloncesto suele ser una opción. Acepta grados de voluntariedad, como casi todo en esta vida. Pero cuando va relacionado a la muerte, adquiere una connotación de obligatoriedad. Porque a veces se puede escapar de ella.

En ''La Ciudad del Crack'' nada era fácil. Ni tan siquiera respirar. Los sueños estaban encerrados en las pipas de vidrio de donde se fumaba la droga y se mataban las esperanzas. Hablamos de Washington Heights, un vecindario de Nueva York, colindante de Harlem, que en los años 80 y 90 recibió el nombre anteriormente mentado. Allí, el narcotraficante Santiago Luis Polanco Rodríguez, conocido como el inventor del crack, controlaba las calles y amedrentaba a la juventud. Con su narcotráfico envejecía cualquier ilusión, drogaba la inocencia atada.



En aquel contexto nació James Earl Feldeine Padilla. Su madre, de origen dominicano como el 74% de la población de la comunidad, tuvo que esforzarse para darle a su hijo un futuro. No mejor; simplemente uno.

Crecer en Washington Heights

James Feldeine vio por primera vez la luz el 26 de junio de 1988. El calor del sol ajusticiador, el único rival de la droga por la pasividad policial, le recibió con los brazos abiertos, preparado para quemarle. Cuando tenía dos años, su padre desapareció del mapa, y sólo quedaron Niurka Padilla, su referencia maternal, y David Trottman, su hermano mayor.

Todos los días caminaba cinco manzanas para llegar al colegio católico al que iba. Sólo él guarda lo que sus retinas grababan aquellas desoladoras mañanas: vagabundos, droga en el suelo cual envoltorio de caramelo, muerte. El sudor de las canchas y el extraño gesto de la gente que jugaba al baloncesto en las calles le atrajo: sonreían. "Empecé a jugar a los cinco años" recuerda, "aunque no me aceptaron en ningún equipo hasta que tenía nueve". Al principio, como todos, lo hacía por divertirse. Y eso era más que suficiente.

"Washington Heights me hizo el hombre que soy hoy" afirma sin mostrar ni un ápice de duda. "Fue muy duro crecer en una parte tan difícil de Nueva York... Mucha violencia entre bandas". Sobre todo por parte de "The Wild Cowboys", responsables de varias decenas de asesinatos y auténticos dueños de aquellas calles hasta mediados de los 90. "Aquello hizo que quisiera largarme de allí y hacer algo con mi vida". Se le apareció una opción que era obligación. "El baloncesto fue lo único que me permitió hacer aquello".

Sensación neoyorquina, humano en el mundo

Desde que empezó a jugar, soñó. Al fin y al cabo es algo inherente al ser humano. "Siempre ha sido mi sueño llegar a ser jugador profesional" suspira, con su hermano siempre en la mente: "Mi hermano mayor me inspira porque él nunca lo consiguió". David Trottman había sido una estrella de instituto, pero no acabó de llegar a la cima. Por eso sus increíbles promedios anotadores y los premios acumulados en high school no le hicieron despegar los pies del suelo.

Acabó yendo a parar a la modesta Universidad de Quinnipiac en Hamden, Connecticut, a unos noventa minutos al norte de Nueva York. ''Mi peor recuerdo es todo mi primer año'' comenta sin hesitar al ser preguntado. Aquella temporada de freshman, 2006/07, apenas jugó doce partidos, ninguno como titular y con un tope de 12 minutos. Había conseguido salir del infierno, pero el camino hasta el cielo no iba a ser nada fácil.

Foto CB Breogán
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Tras dudar sobre si llegar o no, decidió no tirar la toalla. En su segunda temporada promedió 27,3 minutos por noche, anotando 8,3 puntos y contribuyendo a la buena campaña de su equipo. Pero 2008 sería su año. A partir del verano de aquel año, explotaría: 17 puntos, 6,5 rebotes y 2,3 asistencias de media, entrando en la historia de la modesta universidad de Hamden.

En su cuarto y definitivo año, volvería a liderar a los suyos en casi todas las facetas del juego, y firmaría incluso un triple doble ante Monmouth con 19 puntos, 11 asistencias y 10 rebotes. Su repercusión fue tal, que gracias a él el pabellón de sus Quinnipiac Bobcats aparecería en la televisión nacional. "Ese es mi mejor recuerdo" asiente, "cuando jugamos en nuestra cancha con las cámaras de la ESPN". Terminaba la temporada, llegaba el verano de 2009 y tras cuatro largos años allá, estaba listo para marcharse y cumplir su sueño.

Brother David
David Trottman es su hermano mayor. Le ha acompañado durante toda su vida y ha sido uno de los dos pilares que ha mantenido a James en el buen camino. "Crecer con James fue una increíble aventura. Hacíamos casi todo juntos, él solía ir a mis partidos y yo iba a los suyos" rememora Trottman. "Solíamos jugar el uno contra el otro y siempre le ganaba, hasta que él llegó a instituto y desde entonces jamás he vuelto a ganar" ríe.

Rememora aquel duro año de freshman en Quinnipiac, cuando apenas jugó 12 partidos. "Fue muy difícil hacer la transición de instituto a universidad, pero una vez que tuvo una oportunidad, el resto es historia" admira orgulloso. "Creo que aprovechó perfectamente las oportunidades brindadas allá".

Para quien lea estas líneas y no sepa cómo juega Feldeine, su mejor amigo y rival le define de la siguiente manera: "Puede hacer de todo: anotar, rebotear, pasar, defender, driblar... Pero sobre todo, él es un líder dentro y fuera de la pista, y un gran compañero".

Sobre si llegará a ACB, él no lo duda. "Cuando llegue el momento, él tendrá el nivel para jugar ahí" defiende. "Durante toda su vida se ha sobrepuesto a miles de obstáculos y problemas, y con trabajo duro y dedicación puede hacer carrera en la ACB". Anota que "ojalá lo pueda hacer junto al Breogán".


El sueño, hecho realidad en Lugo

"El proceso para llegar allá fue muy duro, un camino muy largo..." mantiene Feldeine, ansiando aquel paraíso prometido que era el profesionalismo. Desde pequeño, cuando iba a ver a su hermano jugar, se había imaginado en grandes pabellones, jugando contra los mejores. Lugo y la Adecco Oro no era el tope europeo, pero era un muy buen comienzo para establecer las bases de algo más grande.

Foto El Progreso
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"Nadie me quería dar la oportunidad" recuerda algo dolorido, hasta que se alegra al recordar cuando recibió la buena noticia: "Un día mi agente me llamó y me dijo que el equipo de Lugo quería ficharme. Estaba muy emocionado por la oportunidad". Con pasaporte cotonou por su parte dominicana y sin mucha repercusión, el por entonces Leche Río Breogán se hizo con los servicios de un escolta de 1'93 que venía de una universidad desconocida. Con estas premisas, no fueron pocos los críticos que salieron de debajo de cualquier piedra. Pero había que esperar a verle en acción.

Su carta de presentación fue bastante positiva: 11 puntos, 4 rebotes y una asistencia ante el CB Murcia, con victoria por 87-84 incluida. Acabaría promediando más de 15 puntos por partido, demostrando su capacidad anotadora en un sinfín de ocasiones: 29 puntos ante Lleida (6/9 en triples), 26 ante Canarias (10/13 en tiros de campo), 30 puntos ante Ourense (10/17 en tiros de campo),... Una auténtica máquina de anotar, líder dentro y fuera de la cancha.

Aunque, claro está, para un chaval neoyorquino, España era otro mundo. "Me costó un tiempo adaptarme a la vida y al baloncesto de España" admite, a la par que añade que "el juego es muy diferente". Al respecto, no duda en señalar el aspecto ''físico'', que es donde más ha notado esa diferencia. "Los árbitros permiten a los jugadores jugar muy fuerte y no señalan muchas faltas".

De vivir en un minúsculo apartamento de dos habitaciones en Washington Heights a hacerlo por su cuenta en Lugo. "Fue difícil estar lejos de mi familia, era la primera vez que estaba realmente por mi cuenta" sostiene: "Tenía que hacerlo todo".

Sueño de una noche de verano
Caía la noche al sur de Bronx y el calor se acumulaba en el Gauchos Gym, que albergaba uno de los partidos de la 2011 Dyckman Summer League. Kemba Walker y Brandon Jennings estaban presentes, pero no fue ninguno de esos bases NBA los que hicieron soñar a los asistentes de aquel partido.

James ''Secret Weapon'' Feldeine lideró a su equipo, Dominican Power, anotando la friolera de 50 puntos, si bien los suyos cayeron finalmente en la prórroga por 109-104. Una auténtica exhibición ante dos de los mejores jugones del panorama del baloncesto callejero en Estados Unidos.

"Fue un partido muy emocionante" recuerda James, que recalca la oportunidad de ''jugar contra Brandon y Kemba". Sí, se trata de poco más que una pachanga veraniega, ¿pero se ve Feldeine capaz de jugar con los mejores en NBA? "Cualquier jugador te dirá que puede hacerlo bien en la NBA" admite sin pudor, "pero personalmente creo que se juega muy diferente allá y me costaría adaptarme a ese estilo".


ACB y Dominicana, en su horizonte

Esta campaña no pudo debutar de mejor manera: 32 puntos, 5 rebotes y 4 asistencias para dar la victoria a su equipo sobre el recién descendido Menorca. Primera noche, primer sueño colectivo de la temporada en el Pazo dos Deportes de Lugo. En ocho jornadas, promedia 18,8 puntos con 47,1% de acierto en tiros de dos y 50% en triples.

Es la segunda entrega de su episodio más allá de las fronteras americanas, y jugar en la Liga Endesa parece ser su próximo objetivo. "Sé todo lo que hay que saber de la ACB" señala. "Desde que llegué a España veo los partidos y me imagino jugando a ese nivel". Sin dar un sólo paso en falso, porque de donde es nunca se permitieron, afirma que "la Liga Endesa y la Adecco Oro se juegan a ritmos muy diferentes". "Sí, quiero jugar ahí" asiente ante la pregunta del millón. Y se aventurará a la aventura cuando le llamen, no dirá que no: "Quizás el próximo año tenga la oportunidad".

Pero la Liga Endesa no es su único objetivo. Le debe la vida a su madre y quiere que se sienta orgullosa de su hijo al verle defendiendo los colores de la República Dominicana. En el pasado se produjeron escarceos y polémicas, que zanja él mismo con un contundente ''por supuesto''. ''Algún día representaré a Dominicana".

Túnel de vestuarios de algún pabellón del mundo. James Earl Feldeine Padilla calla y escucha. Los hilos de los cascos de su reproductor de música recorren su torso. "Hip y hop y reggae dominicano" inundan su cabeza, espantan los fantasmas del pasado... y abrazan el éxito del futuro.