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Carl English: Una revancha a la vida II

En 2008, Carl nos relataba cómo el baloncesto le ayudó a superar las tragedias que le tocó vivir. Cuatro años después, la revancha de English continúa en el Asefa Estudiantes. El canadiense, en su momento más dulce, hace balance y sonríe, relatándole a Daniel Barranquero este segundo capítulo de su vida

Foto Clubestudiantes.com
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Carl English: Una revancha a la vida (30-10-08). Primera parte de su historia

Redacción,6 Dic. 2012.- No se lo esperaba. English levantaba los brazos. Exultante, inmenso. Se sentía monarca y lo era. Monarquía tirana la de aquel que aniquila con 39 puntos a un rival, pulverizando todos sus topes personales en Liga Endesa el pasado sábado frente al Blusens Monbus. En ese momento, por sorpresa, se vio empapado de agua. Bombero Kirksay al rescate.



"Estaba ahí aplaudiendo a la afición y aparece el loco de Tariq gritando '¡Carl, hay que enfriarte! ¡Estás ardiendo, estás ardiendo!' Y va el tío y me moja entero echándome agua", cuenta entre carcajadas. "Es un gran tipo, siempre está haciendo bromas y es el mejor para motivar a alguien. Soy fan suyo".

El canadiense sonríe. Por su partido, por su temporada, por su año, por su momento, por su vida. Lejos queda aquella entrevista, mitad esperanza, mitad melancolía, en la que relató los momentos más amargos vividos desde su niñez. "Una revancha a la vida", se tituló aquella pieza, publicada un 30 de octubre de 2008, cuando aún vestía de amarillo. La tragedia de sus padres, la de su tío, su lesión, la pesadilla del draft. Recuerdos en blanco y negro.

¿Qué ha cambiado, Carl? "Creo que ahora soy más experimentado, por el tiempo transcurrido y por la edad. Hay muchas similitudes con aquel Carl pero ahora mi mujer y yo tenemos dos hijos. Estoy más centrado. Tengo muchas más confianza que entonces". Sin salir de la ACB, English inició entonces el viaje más apasionante de todos los realizados. Destino: alegría. Tan sencillo y tan complicado.

¿Por qué ahora, maldita lesión?

Carl estaba en boca de todos en su segundo año en Gran Canaria. Su juego atrapaba y su historia personal cautivó a los medios, que empezaron a fijarse en él. No acusó la presión. Poco más de dos meses después de aquel artículo, English fue por primera vez Jugador de la Jornada, con 37 de valoración contra Murcia, en un partido en el que su Granca confirmó presencia copera. A continuación, MVP de enero (24,2 val), tras un mes de locura.

Nunca su conjunto había podido mirar tan fijamente a los ojos de los grandes. El CID era un fortín, el Kalise era temido. "Qué gran equipo teníamos y qué bien jugábamos en casa", afirma, aún sin quitarse la espina de lo que le pasó en Playoff, en el que los suyos rozaron la gloria tras jugarse en casa el pase a semifinales. "Me lesioné en el primer partido de cuartos contra Unicaja, que ganamos, y lo di todo por volver. Me preparé muchísimo, lo intentaba y lo intentaba, pero Cabezas nos marcó un canastón en el segundo partido y hubo desempate. Yo seguí luchando para estar en la siguiente ronda contra el Barça pero en Málaga no hubo partido y perdimos. Fue decepcionante".

Foto CBGrancanaria.com
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No obstante, el infortunio de su lesión y el despertar del sueño amarillo no le influyen a la hora de valorar su etapa en el cuadro insular: "Fue fantástica. Teníamos a Maldonado y a una afición tremenda detrás. Son diferentes épocas y es muy difícil decir si fue mi etapa profesional más feliz. En ese momento, lejos del basket, teníamos más libertad mi mujer y yo, pero no teníamos a los dos niños, así que nunca podré decir que fue mi momento más feliz. Pero estuve muy contento allí".

Con un nombre ya en la competición, dio el salto en verano de 2009 a uno de los proyectos más ambiciosos de la liga, el del Caja Laboral. Resulta complicado resumir su temporada, porque tuvo numerosos matices. Tras un inicio titubeante, pilló la racha y atrevesó un momento muy dulce al final de la primera vuelta, aunque perdió protagonismo en la segunda y tuvo una presencia testimonial en el Playoff en el que, para más contrastes, acabó proclamándose campeón. Del infierno al cielo y viceversa. La historia de su vida.

Hoy da más información de lo que ocurrió: "Mucha gente no lo sabe pero antes del Playoff me fracturé dos costillas y seguí jugando, pero menos tiempo. Paré al final y me perdí la eliminatoria contra el Estudiantes, volviendo en la serie frente al Real Madrid. Tras estar unos días parado, jugaba limitado y además Ribas y Oleson lo estaban haciendo mejor, tenían derecho a jugar más que yo, por lo que debí resignarme al banquillo". El título liguero, y cómo se consiguió, con una sorpresa con tintes históricos por 3-0 frente al que parecía imbatible Barça Regal, lo compensó. "Fue frustrante el final porque en la primera parte de la temporada pude jugar bien y ayudar a ganar partidos, aunque, en global, fue una buena experiencia la baskonista".

ACB Photo
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"Ha sido una gran oportunidad para mí, pero no entro en los planes para el nuevo equipo", reconocía en una entrevista en el verano de 2010, antes de que su propio club confirmase su salida. Cuando esto se produjo, entre las propuestas recibidas, a English le hizo particular ilusión la del Joventut, con el que fue de menos a más para acabar cortándose su progresión, en pleno éxtasis de juego, en el momento menos idóneo. Su despedida de 2010 (21 puntos al Granca) fue brillante. Su entrada en 2011, aún mejor. 33 puntos al Unicaja, 30 al Fuenla, 18 al Caja Laboral y 25 al CAI Zaragoza. ¡22 triples con un 66 % de acierto en estos partidos! Y el DKV volando de su mano, billete copero incluido.

MVP de enero, su mes favorito, con 26,5 puntos y 27,2 de valoración media, maldita lesión -rotura de ligamento escafolunar de la muñeca derecha- que le arrebató a los aficionados de la Penya (4-13 sin él en la segunda vuelta) y del propio basket a un genio poseído aquellos días por la perfección. "Es probablemente el momento en el que he jugado mejor en toda mi carrera", reconoce. Y con doble mérito. "Durante esas fechas estaba jugando con la muñeca dolorida. Es raro, no sé, me entraba todo pero me seguía doliendo. El baloncesto tiene estas cosas, es como si alguien me ayudara desde algún lado". Su lesión definitiva, contra el CAI, fue uno de los golpes más duros de su trayectoria: "Fue desolador lesionarme justo ahí, en un momento tan dulce y sintiendo que jugando así podría conseguir lo que me propusiera".

Apuesta y transformación

Carl volvió a hacer las maletas, destino Canadá, con cara de pocos amigos. Como si el destino, aquel que le amargó la infancia, aquel que le volvió a desafiar en Gran Canaria y Vitoria, se burlase otra vez de él. Como si las sonrisas vividas en los tres años anteriores no sirvieran de nada. El canadiense regresaba a su país con billete de ida, sin querer saber nada del futuro, sin preguntarse a dónde iría más tarde. Era sentir el abismo. Una vez más. "Cuando me lesioné estábamos arriba, todos hablaban de nosotros. Me operé, fui a un partido y perdimos de 20 contra Cajasol. Vi en las gradas las caras de los aficionados... estaban tristes. Es duro estar lesionado y ver a tu equipo así. Pensaba que era mi culpa, que por estar lesionado no podía ayudar a mis compañeros. Y volví muy triste a casa".

Foto victorsalgado.com
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"Necesitaba limpiar mi mente", continúa. "Intenté dejar de culparme porque para recuperarse hay que creer que te vas a poner bien y ese fue el primer paso. Confiaba en mi doctor, con el que había trabajado en la selección canadiense, y tenía a mi familia allí. Trabajé tanto durante esos meses. Iba paso a paso. Siempre tuve confianza en mi tiro, pero tuve mucho miedo cuando me quitaron todos los vendajes y no podía ni mover la muñeca. Con el tiempo volví a coger movimiento y pude recuperarme".

Se empeñó y lo logró. En el verano de 2011, con el combinado nacional de su país, English volvió a sentirse jugador de baloncesto. Fue entonces cuando el Cajasol apostó por él. Sincero, sin rencor, Carl admite que le costó encontrar su rol en el equipo de Plaza. "Resultó una temporada difícil para mí. Tal vez, la más complicada de toda mi carrera como jugador de baloncesto". Al segundo partido ya hacía historia en la Liga Endesa, al entrar en el selecto club del que solo formaban parte Felipe Reyes, Michalis Kakiouzis y Harold Ellis, de jugadores capaces de llegar a los 25 puntos jugando menos de la mitad de un partido. Él hizo 26 en 19 minutos y 27 segundos, con 5 triples incluidos. No le sirvieron para arrancar.

"Éramos un equipo completo pero sentía que no podía jugar más para intentar ganar partidos. Luchaba por conseguir más minutos en pista y por encontrar mi rol pero resultaba algo frustrante. Un día anotaba 20 y al partido siguiente jugaba 5 minutos. Cada entrenador tiene sus roles y sus diferentes formas de usar a jugadores, claro, pero a mí me costó tener rol y tiempo limitado cuando me sentía fenomenal y me creía capaz de ayudar", concluye.

Foto EFE
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Con hambre y ganas de sacarse la espina clavada, la margarita tuvo muchos pétalos el pasado verano. Deshojarla con acierto, el reto. "Después de mi año en Sevilla no era fácil recuperarse, estar fresco y volverle a mostrar a la gente el Carl English que recordaban. Quería volver otra vez arriba. Después del año del Cajasol estaba complicado mi futuro. Tenía un mercado difícil, aparte de que cada año, por la economía global, es más complicado, y si no juegas bien cada temporada no sabes qué ocurrirá en la siguiente. Tuve ofertas de otros países pero pienso que la Liga Endesa es la mejor tras la NBA y quería quedarme". Himar Ojeda hizo el resto. "Le conocía tras mi paso por el Granca. Hablé con él y me dijo qué quería. También conocía a Txus y sabía qué podían esperar de mí".

Su razonamiento para firmar por el Asefa Estudiantes, lleno de lógica: "Llevar al Playoff a un equipo que venía de acabar en plaza de descenso sería muy grande, sería una transformación gigante. Y eso es lo que estoy intentando hacer. Si puedo seguir ayudándole a ganar partidos, eso también beneficiará a mi carrera. En verano estaba muy reciente lo de la temporada pasada y yo me arriesgué también. Para mí era una apuesta llevarles a donde pensé que debían estar. Es un club histórico. Y mira, al final estoy en un gran equipo y las cosas están saliendo muy bien".

Vestido de azul, su color favorito, al de San Juan de Terranova no le costó entrar en calor. Y eso que es friolero, juega con mallas y se siente a veces en plena Antártida cuando juega en el Palacio. "Cuando llegué por primera vez aquí sentí mucho frío y por eso siempre estoy con sudadera hasta que empiezo. Suelo estar helado, pero el partido arranca, escucho a la gente animarse y me calientan, me hacen sentir preparado. Después del partido, con la gente ya loca gritando mi nombre, estoy extremadamente caluroso. Es lo que siento cuando juego delante de esta afición. Ellos me dan calor. Ellos me dan energía".

Todo marcha. Su equipo es séptimo, con 6-4 de balance, un inicio prometedor, ilusiones renovadas y la afición disfrutando tras su año más complicado. Él es el líder del equipo. Y también de la propia competición en anotación, con 20,2 puntos por partido. Su explosivas actuaciones se reflejan en más estadísticas: 3º de la Liga Endesa en triples con 2,9 por partido (45,3 % de acierto), 2º en tiros libres con 3,7 (88,1 %), 11º en tiros de 2 (54,9 %), 6º en faltas recibidas (4,2) y 4º en valoración, con 17,4. El partido frente a Blusens Monbus, con 39 puntos, 43 de valoración y 8 triples, la guinda. Y las que quedan. "Tenía mucha confianza y los compañeros me encontraron. Cuando estás cómodo, si empiezas anotando ya no paras". El pique canadiense puso su granito de arena. "Sé que conoces a mi amigo Levon, leí tu artículo sobre él. Lo que no imaginas es la de trash talk que hicimos antes del partido, ¡cómo nos picamos! Esas cosas motivan muchos. Cada vez que él hacía uno yo intentaba hacer dos, ¿sabes?", exclama riendo, aquel que sueña con la Copa y reconoce estar en el mejor estado mental de su carrera. "Fue un gran día". Es un gran año.

ACB Photo / A. Martín
© ACB Photo / A. Martín


El reto de la felicidad

"¿Seguirás tu camino tal como te lo depara la suerte sin tratar siquiera de combatirla?" Es una cita de "El Conde de Montecristro", mítica novela que es, a la vez, la película favorita de English. Nadie le puede decir a Carl que no luchó por combatir el suyo. Si levantó cabeza tras la muerte temprana de sus progenitores. Después de ver cómo moría su tío, un segundo padre, mientras pescaban. Esfumado por sorpresa su anhelo NBA, masacrado por las lesiones en los momentos más inoportunos... ¿acaso estaría hoy triunfando si se hubiera dejado llevar o si no hubiera combatido, una vez más, con toda su alma?

Hoy disfruta su recompensa. En plena Casa de Campo, hacia donde escapa con los suyos en cada momento libre que tiene. No hay mayor paraíso. "Soy un tipo tranquilo, relajado y familiar. Cuando tengo día libre me puedes ver en la Casa de Campo jugando con mis hijos, o nadando por ahí". Casado con su novia de toda la vida, Mandy, aquella que estuvo con él ese infierno de draft en el que cada elección fue una puñalada a sus ilusiones, la pareja tiene hoy dos niños, Ryder y Kirsten, que parecen ya de la tierra. "Están muy felices aquí. En Estados Unidos no tienen colegio hasta los 5 años. Mi hijo tiene 4 y mi hija 3. Se les ve disfrutar mucho y tienen sus amiguitos. Y mi mujer, la pobre estará ya cansada de tantos cambios de ciudad en estos años pero también la veo muy contenta en Madrid".

Y es que su nueva ciudad le hace sentir pleno. "Madrid es una gran ciudad y tiene todo lo que necesita un canadiense", afirma emocionado. Dentro de dos semanas vienen por Navidades unos familiares y quiere impresionarles. Y si no, que vuelvan cuando el sol asome, que Jasen se encargará del resto. "Cuando haga un poco más de calor, mi buen amigo Pancho Jasen me llevará de pesca. A ver si podemos pescar algo antes de que acabe la temporada".

'Captain Canada' mira al futuro, pero solo de reojo. Cuatro años después, sigue diciendo lo mismo. El baloncesto será siempre su compañero. "¿Qué haré cuando me retire? Es una gran pregunta, la que se hacen todos los jugadores. Primero me relajaré y luego quiero trabajar con chicos jóvenes. Quizás más tarde sea entrenador, pero para mí el objetivo es entrenar a los más jóvenes". ¿Y respecto al pasado? De momento, por temporada, tiene 8 partidos con un sabor diferente. "Siempre es especial jugar contra mis anteriores equipos. Quizás el que más sea el Gran Canaria, porque empecé allí, por su afición, por los grandes momentos y porque mi hijo nació en esa tierra. No lo olvidaré jamás. También Vitoria, donde gané la Liga y, lo más importante, tuve a mi hija. O Badalona, donde recuerdo cosas especiales. Por mis ex me siento respetado, me aplauden y me quieren".

Foto Carlenglish-fans.com
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Y él, orgulloso, como con su club de fans, creado por una joven aficionada canaria (Laura González, con más de 200 miembros: "A veces hablo con ellos. Es maravilloso ver que tengo seguidores en España, es muy bonito que te sigan, te animen y estén a tu lado si no me salen las cosas. Es genial tenerles, muy grande, y les respeto muchísimo".

Amante del cine, de la música -le gusta el country, el rap y el rock y presume del último concierto que vio, de Aerosmith- enganchado a la serie Homeland, al surf y a construir cosas, hobby que sigue practicando cada vez que tiene un hueco libre. ¿Lo tendrá complicado Papá Noël? "A ver si me trae un iPad mini o un iPhone 5, que yo soy un tío muy de electrónica, aunque para mí las Navidades son por mis hijos. Cuando veo sus caras en la mañana de Navidad, bajan las escaleras y encuentran sus regalos... es otro regalo para mí. ¡Es tan especial!"

El español, su asignatura pendiente. "Hablo un poquito", dice, en perfecto castellano. Ahí se para. "Si hablas lento te entiendo pero si lo haces rápido es muy difícil. Me gustaría aprender, a ver si este verano... No sé, nunca imaginé que estaría tantos años en España". Adaptado al país sí que está: "Hay diferencias con la canadienses pero me encanta la cultura española, la disfruto mucho. Me hace gracia lo de la siesta, nunca entendí lo de pararte en mitad del día y si fuera empresario lo mismo no me haría gracia porque querría ganar más dinero", bromea. "También me gusta el concepto de familia, como siempre tienen tiempo para estar con los suyos, como van los padres de los jugadores o entrenadores a un partido. Intento aplicarlo a los míos."

"Los seres queridos que perdemos no reposan bajo tierra, sino que los llevamos en el corazón", escribía Dumas. Carl también los lleva en el cuerpo. "Tengo dos tatuajes y ya no me haré más que me duelen mucho. Uno indica que el cielo es el límite, me lo hice de joven. El otro en la espalda, me lo hice en Gran Canaria. Son las fechas de las muertes de mis padres y de mi tío". El tiempo pasa, el recuerdo persiste. Ahora es un acicate más. "Intento vivir el presente pero nunca podré olvidarles. Cuando tengo buenos momentos en mi carrera espero que puedan verlos y cuando los tengo malos me refugio en ellos y trato que me perdonen. Aunque hayan pasado muchos años nunca se cierra ese hueco, nunca se pierde ese recuerdo. Ellos viven en mí. Mis padres y mis tíos vivirán en mí para siempre. Lucharé para que estén orgullosos de todo lo que hago".

ACB Photo / A. Martín
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Sincero, English reconoce sin tapujos que el sueño de su carrera, jugar en la NBA, no lo pudo cumplir -"Creo que ya soy muy viejo para eso"-, aunque, el de su vida empieza a vislumbrarlo a los 31: "Ese es aún más grande que el de la NBA. Quiero convertirme en un gran padre, alguien al que quieran parecerse mis hijos, del que los seguidores puedan estar orgullosos. Esos son mis objetivos".

Hace cuatro años, tras oír el emocionado relato de sus pasos, de sus tragedias, de sus sueños incompletos, una pregunta faltó en la entrevista, por más que el baloncesto le guiñase un ojo en aquel momento . La cuestión más complicada, la más valiente. Carl... ¿eres feliz? "Sí", responde hoy sin dudar. "Estoy feliz, estoy extremadamente feliz. Tengo una familia preciosa, con salud. Yo también me siento bien. Estoy en el Estu, con un gran grupo de jugadores, un gran técnico y en un año fantástico. Es el lugar idóneo. Estoy muy contento por ver dónde está mi vida ahora. No sé como será el futuro pero sé que ahora estoy feliz. Necesito trabajar duro para prolongar ese éxito, mejorar cada día y ganar, ganar, ganar...".

Decían, en El Conde de Montecristo, que quien ha experimentado el extremo infortunio es el único apto para sentir la felicidad extrema, ya que es preciso haber querido morir para saber cuán bueno es vivir. English, el Conde de la Demencia, sabe mejor definir qué es la felicidad y qué es una revancha. La suya, la más importante, en aquel pulso que le ganó la vida, ya se la ha tomado. El tercer capítulo lo escribe él.