Crónica

El Barça Regal engrandece la lista de los recuerdos coperos (108-111)

Un pedacito de historia, un recuerdo más a la lista. El Barça Regal selló su pase a semifinales (108-111) en un thriller antológico de dos prórrogas. Fue una locura colectiva de 50 minutos en la que la luz de Mickeal y Tomic llegó más lejos que la de Rodríguez y Llull

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Redacción, 7 Feb. 2013.- El Triple de Solozábal, el de Creus, la gloria de Magee, la Copa de Petrovic… y, quizás, por qué no, en un futuro también haya encontrado un lugar en el recuerdo colectivo este apoteósico Real Madrid-Barça Regal en el que los de Pascual consiguieron el pase a semifinales tras dos agónicas prórrogas.

El conjunto barcelonista, con Mickeal de estrella, llevó la iniciativa en el primer periodo (18-25) aunque en el segundo, un cuarto brillante, Sergio Rodríguez hizo entrar a su equipo en el partido (46-49). El propio Pete fue clave para un 0-10 para el Barça Regal (51-59, m.26) que el Real Madrid volvió a responder para ponerse incluso por delante en el cuarto acto (67-66, m.34), dando paso a un final pletórico donde el acierto de Tomic encontró siempre respuesta.


Llull tuvo en sus manos un triple ganador pero el balón no entró y se fue a una prórroga en la que el Real Madrid remontó un 79-85 adverso en minuto y medio, quedándose muy cerca del triunfo. Sin embargo, Barça Regal falló un tiro libre final, capturó el rebote y Lorbek forzó la segunda prórroga sobre la bocina.

En los últimos cinco minutos de un encuentro que duró cincuenta, con fuerte aroma a historia, Tomic y Mickeal se aliaron para conducir al Barça Regal a semifinales, vengando la derrota copera en Sant Jordi, a pesar de los esfuerzos de un Llull que solo pudo darle más épica al triunfo final barcelonista por 108-111. Todo un thriller.

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Un equipo coral contra Mirotic

Allá por 2007, cuando la palabra crisis se había cruzado en su camino, cuando las alarmas sonaban y el abismo asomaba, el Barça supo abstraerse de las críticas, cogió pico y pala y construyó su propio destino. Entró en la Copa por la puerta de atrás y salió de Málaga por la grande, con cava y título. ¿Y si repiten el guion?

Con la lección bien aprendida, sabiendo que la Copa es como un reset que perdona errores y concede segundas oportunidades, el Barça Regal salió a por todas desde el arranque liguero, con un 0-5 de inicio que solo pudo responder el Real Madrid gracias al talento de Mirotic. El de Podgorica, inmenso en confianza, parecía incontenible y pronto se alió con Begic para liderar al Real Madrid.

Nikola penetraba, palmeaba, anotaba y hasta se atrevía con el triple. Desatado, sumó 8 de los 11 primeros puntos de su equipo y con la intimidación en la otra parte de la cancha de Begic, el Real Madrid respondió con un 11-2 de parcial. En el cuadro blaugrana la referencia era Mickeal, con su ya habitual sexta marcha cuando juega contra el cuadro merengue. De racha en racha, los puntos de Pete endosaron un 0-7 a un Real Madrid que, con la marcha de Mirotic al banquillo, perdió su brújula (11-14, m.7).

El Barça Regal era todo lo contrario. Un líder claro, pero un equipo coral con alternativas firmes a la mera dependencia. Lorbek se mostraba, Jawai se colgaba del aro, Huertas anotaba tras reverso y solo 5 puntos seguidos de Llull mostraban oposición. Además, Oleson se reencontraba con el aro que mejor conoce y Navarro cerraba con una bomba un primer periodo redondo para los suyos: 18-25.

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Con Rodríguez, un nuevo escenario

Los de Pascual, liberados, estiraron la inspiración. Como si de un desfile se tratase, todo aquel que salía del banquillo le hincaba su diente al partido, depredando la moral de su rival. En el Real Madrid, los relevos eran insuficientes, como si por cada uno que se enchufara, el resto desconectara al instante. Sin Mirotic hubo Llull y sin Llull, Carroll, pero siempre solos, contrastando con un equipo en el que Lorbek inyectaba sangre fría al partido y Jawai seguía viviendo por encima del aro (23-32, m.12).

El líder de la Liga Endesa pronto entendió el mensaje. Para ganar un partido puede valerle con ramalazos de talento. Para ganar a la mejor versión barcelonista, equilibro y el colectivo son ley. Y apareció Slaughter, que lo mismo posteaba que lanzaba el contraataque. Y Carroll, siempre fiel al 6,75. Y, por encima de todos, un Sergio Rodríguez cuya sola propuesta ofensiva cambió el escenario del partido cuando más peligroso se le había puesto a su equipo. Correr, correr. Y después, correr. La chispa del base canario contagió a sus compañeros y en unos pocos flashes, el Real Madrid había vuelto. Mirotic confirmó la remontada con un 12-2 en tres minutos (35-34, m.15) y el choque, por fin, entró en un intercambio de golpes más que de parciales. Sin regalos. Sin descanso.

Si Mickeal, uno de los espíritus más ganadores que aterrizó jamás en esta competición, continuaba con su exhibición, Rodríguez replicaba con más velocidad. Si Rudy se colgaba en el aro tras alley-oop, Navarro le devolvía la moneda con un triple que le permitía a igualar a Herreros en el ranking histórico del torneo. Si Tomic machacaba la canasta de su ex, Mirotic penetraba cual base para volver loco al luminoso, que no hacía más que reflejar al descanso (46-49) puntos mediante, que el Partidazo hacía tiempo que perdió la letra minúscula.

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La brecha de Mickeal

Se notó el descanso. Algo debió perderse en aquel vestuario porque, a la vuelta, el intercambio de golpes constantes se esfumó. Otra vez vuelta a los parciales. Y pese a que el Real Madrid se creía beneficiado en primer momento, con un 5-0 que les daba por fin el mando del encuentro tras triple de Rudy (51-49, m.22), el FC Barcelona Regal supo esperar su momento para darle un zarpazo a su rival.

Se lo dio un Mickeal que rugía. Mirada desafiante a su viejo amigo Suárez. Mirada desafiante a Suárez, su viejo amigo. Posteo, tiro a aro pasado. Canasta. La mecha. El despegue. A continuación, el norteamericano ponía por delante a su equipo. Huertas encendía el piloto para asistir a Tomic y, más tarde, al propio Pete, que cerraba la brecha que él mismo había abierto. 0-10.

Con 51-59 en contra, pasado ya el ecuador del periodo, el Real Madrid se encomendó a Llull, que empezó a arañar punto a punto a base de penetraciones. El choque se oscureció por instantes. Más errores, más parones. Ni siquiera los tiros libres eran una garantía, lo que impedía a uno acercarse del todo y a otros ampliar el colchón. Navarro lo intentó pero Mirotic respondía con velocidad. 60-64. Impotente el tercero, el cuarto sería juez. O eso parecía entonces.

La revancha del mañana

Qué paradoja esto de las revanchas. Tenían tantas cosas por echarse en cara los enemigos eternos que los acicates se anulaban entre sí. La rabia madridista por la Liga perdida, la desazón blaugrana por las últimas dos finales a un partido, el recuerdo de la Jornada 15. Con tantos argumentos en el pasado, la clave era saber construir los del presente para reinar en el futuro.

Carroll supo entenderlo para convertirse, por fin sin disimulo, en la tercera punta del tridente blanco. Primero avisó con una bomba y luego, tras dos fallos previos de Mirotic y Fernández, le dio otra vez la vuelta al partido con un triple que entró con nieve vitoriana. 7-0. 67-66 (m.34) y Mirotic yéndose al tiempo muerto en pleno trance, jaleando a su afición con los brazos en alto. No esperaría Nikola tan pronta reacción del Barça Regal. Ni tocado ni hundido. Marcelinho volvía a recuperar la ventaja para su equipo y, a continuación, Wallace se disfrazaba de aquel verdugo liguero para convertir triple más adicional. Falló el tiro libre pero la iniciativa, hasta la última posesión del choque, sería ya siempre blaugrana.

El Real Madrid supo responder cada golpe de su rival. Entre Llull, con triple, Reyes , con el rebote ofensivo más imposible convertido en canasta y Mirotic, con un mate, respondían los 6 puntos consecutivos de Tomic, la gran baza blaugrana en la recta final (77-77, m.39). Irónicamente, el fallo final del salvador croata le dio al Real Madrid la llave de semifinales. Llull se la jugó con un triple que nunca encontró destino y el intento a la desesperada de Sada solo sirvió para tumbar la luz del reloj de posesión y para confirmar la prórroga: 77-77. Cinco minutos para crear la revancha del mañana. ¿O quizás más?

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La locura

El minuto sin anotar fue un espejismo. Como el tercer periodo. Como cualquier instante gris, si es que lo hubo. La realidad era otra. La realidad era esa prórroga, ese mano a mano, esa tensión que dolía, que enamoraba. Ese pulso entre los dos finalistas de los últimos cuatro títulos ACB carente de tregua.

Carroll dio primero pero Tomic empató. A continuación, Huertas, mirando a Sao Paolo, inventó la canasta de Mickeal, cuyo segundo enceste consecutivo, parecía la estocada final al choque. 79-85. Más bien, fue la mejor prueba para el Real Madrid, que mostró su grandeza, remontando en minuto y medio de una prórroga para salir del infierno y coquetear con el cielo merced a la magia de la pareja Rodríguez-Fernández (86-85, m.44). Más tarde, el enésimo grito de Llull parecía anunciar la tormenta blanca final. Su triple había incendiado el partido a falta de medio minuto (89-87) y, para colmo, hasta el inspirado Mickeal se dejaba a continuación dos de sus tres tiros libres en el camino.

El Barça Regal tenía que llevar a la línea de personal a su rival pero ni Rodríguez ni Carroll fallaron. En cambio, el propio tiro libre les enseñó el camino de la prórroga. Lorbek metió el primero, falló el segundo y Tomic, colosal se llevó el rechace. El balón volvió a las manos de Erazem, sin margen ya para la duda. Canasta vital. 93-93 a falta de ocho décimas y la segunda prórroga esperando. La locura.

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El Barça Regal sentencia una oda al basket

Por un momento, el ruido en el Buesa Arena era menor. Era como si, de la propia emoción, el público se hubiera olvidado de gritar. Conscientes todos de lo trascendente del partido, de lo salvaje de su desenlace, de vivir uno de esos momentos en los que la palabra historia no sobra sino que hace falta.

Lo que pasó hasta el bocinazo final, el sexto de la tarde, es para prometerle amor eterno al baloncesto o enamorarse de él si se es primerizo. El éxtasis, la catarsis. Y, en mitad de esa bella locura, el Barça Regal volvió a agarrar el timón del choque para no soltarlo ya jamás. Con Mickeal como ideólogo (31 val), Lorbek como cómplice (17 pt) y Tomic de ejecutor (33 val), los de Pascual abrieron un pequeño hueco (98-102, m.47) que Llull dinamitó con un triple.

Con cuatro exteriores en cada equipo, cada enceste encontraba réplica hasta que el propio Llull se quedó sin contestar, con un triple errado, el canastón decisivo de Oleson. El Barça Regal volvía a los cuatro de renta, contra los cuales el Real Madrid luchaba con su propia vida. Navarro, cual Cid campeador, olvidaba por fin su lesión para darle otro puñetazo al encuentro (105-109, m.44), aunque el triple del incansable Sergio Llull a falta de tres segundos fue la última señal de vida blanca en el choque.

Huertas volvió a acertar desde el tiro libre y Llull se convirtió en humano con un lanzamiento desde su propia cancha que no hizo peligrar ya la victoria blaugrana, segundo golpe del año, por un 108-111 con aroma a historia. Lo han vuelto a hacer.