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Leyendas del Playground (XX)

Su prodigioso salto, sus increíbles vuelos y suspensiones en el aire y su capacidad como matador llevaron a Earl Manigualt a convertirse en la gran estrella de la Rucker. Su ´Double Dunk´ atraía a centenares de espectadores pero, una vez más, la cosa no terminó bien. Sus necesidades económicas le obligaron a entrar en un mundo de apuestas que convirtió su vida en una feria. Después, la droga y la cárcel

A la derecha, Manigault en la Rucker de 1969
© A la derecha, Manigault en la Rucker de 1969
  

Nada esclarece mejor el legado de Manigault que su constante voluntad y tremendo poder para despegarse del suelo como, tal vez, ningún otro jugador jamás. El natural uso de las piernas y una asombrosa ligereza actuaban de resortes vigorosos para dispararse hacia el cielo de un solo golpe, como una combustión espontánea. Era, como recogía el New Yorker en palabras de Bill Bradley, “the best description of a basketball played in NYC streets during the sixties and seventies”. Como si Manigault personalizara como nadie la era más relevante en el baloncesto neoyorquino al aire libre. Una ciudad y una era, de cronología muy precisa, que descubren el baloncesto de saltos como nunca antes. Hasta entonces el espacio entre el aro y el suelo era una simple proporción de estaturas: si uno era Russell o Chamberlain la lógica justificaba sus embates a capón. De ahí que ejemplos como Baylor y Cazzie Russell sorprendiesen tanto en la NBA cuando en la Rucker de entre 1965 y 1975 ya anidaban las primeras grandes aves: Jackie Jackson, Connie Hawkins, Earl Manigault, Herman Knowings, Julius Erving y anónimos como Ollie Taylor, Phil Sellers o Artie Green. De entre todos ellos despuntará Manigault como un rey.

El primero de sus grandes números, por el que más será conocido, era el Double Dunk, un gesto de sobradísima galería al tendido. Russ Bengtson lo resumía someramente en SLAM: “Many claim to have witnessed the 'double dunk', where Manigault dunked the ball, caught it in mid-air with the other hand, and dunked it again”. Lo más sorprendente es que era capaz de hacerlo en pleno juego. En 'The City Game' el cronista Pete Axthelm describía la hazaña en estos términos: “Occasionally he would drive past a few defenders, dunk the ball with one hand, catch it with the other and raise it and stuff it through the hoop a second time before returning to earth”. Se trata de una de las maravillas más colosales de la creación en el aire y que la película biográfica Rebound no acertaba a recoger en exactitud. El 'double dunk' no consistía en colgarse del aro un cuerpo muerto para prorrogar pesadamente la maniobra de llevar el balón a un segundo mate. Sino de un prodigioso doble gesto detonado en un mismo salto. Una suspensión suficiente para machacar el balón dos veces con distinta mano. Manigault solía realizarlo bien desde la frontal con una batida a dos piernas o de una segunda forma, mucho más dilatada, que descrita insinúa algo nunca repetido. Una escapada fugaz de la defensa desde el ala derecha del ataque le permitía tomar la suficiente velocidad para despegar desde las letras con su pie izquierdo (desde igual punto que Dr J en su aro pasado de 1980), dar la espalda al tablero, matar aprisa el balón con su mano izquierda, recogerlo con su derecha y levantarla para ejecutar un segundo mate dejando atrás el aro y cayendo en las letras opuestas. 'Two dunks in one'. Una obra de arte que sofisticó magistralmente a cada nuevo ensayo hasta realizarlo a la endiablada velocidad de un dibujo animado, como una recreación virtual de hoy en día. Durante el concurso de mates de 1984 Larry Nance elaboró con dos balones una réplica cercana a la fisonomía del 'double dunk'. Pero no más. Manigault lo hacía con un solo balón en una suspensión salvaje, de tal grado en ocasiones que más de una vez empleó como un acto reflejo su mano izquierda, la del primer mate, para evitar golpear el aro con la cabeza.

La dimensión de algo así para una estatura de 1.85 resulta de difícil comprensión. La sobrehumana condición de un prodigio semejante condujo a Barry Beckham a titular toda una biografía con un simbólico y elocuente 'Double Dunk'.

Manigault combatía la pobreza a través de números circenses pagados en la calle a miseria. La necesidad de dinero motivaba que muchas de sus hazañas vinieran precedidas por mezquinas apuestas que debía ganar para poder alimentarse. Así funcionaba la feria y en eso se convirtió su vida. Y no eran muchos los que ofrecían recompensa ni la recompensa era tal. Una moneda de 25 centavos, un simple quarter, solía ser la limosna más habitual. Y es aquí donde la leyenda adquiere su carácter más profundo. Que los chiquillos, escalando por los soportes, dejaran la moneda sobre el canto del tablero. Que los vítores estimularan al protagonista. Y que acto seguido, atrapando el balón en su mano izquierda para dejar libre la otra, batiera aquellos imposibles cuatro pies y medio -en torno a los 132 de vertical- para alcanzar su presa antes de machacar el balón en caída libre.

El joven Manigault, que años atrás lo viera hacer a Jackie Jackson (cap. XVI), daba a la acción un volumen mucho mayor recreándose con ambas manos a modo de tomahawk en plena caída. Y el árbol de metal quedaba temblando. Como temblaría el hierro y casi el suelo la tarde de un partido en que fue capaz de saltar sobre dos jugadores de mayor estatura (Val Reed y Vaughn Harper) desde un palmo por delante del tiro libre para rematar el balón a dos manos. “And the crowd... went crazy”. Lo que años después se conocería como '360' era llamado entonces 'Around the World', principalmente, porque Manigault era capaz de añadir medio giro más al cuerpo culminando el mate de espaldas.

A causa de una pésima alimentación y un carácter apenas formado Manigault acabó siendo pronto presa fácil de los sucedáneos que proporcionaba la calle. Y por su precio, de los peores. “Cuando abandoné el colegio me incliné a la heroína con facilidad”. En 1969 fue encarcelado por posesión de heroína. Tuvo suerte y evitó cinco años de condena. Pero en Green Haven pasó los primeros 16 meses a la sombra. Su regreso a la Rucker, entonces en el cruce de la 129 con la Séptima, fue todo un acontecimiento que agrupará cada sagrada jornada a miles de seguidores procedentes de todos los rincones de la ciudad. Era la Edad de Oro en todo su esplendor donde alternativamente se entremezclan Alcindor, Hawkins, Monroe, Archibald, Erving y un etcétera irrepetible. Manigault formará equipo en el mítico Urban League y, ocasionalmente, el quinteto formado por The Goat, Joe Lewis, Joe Hammond, Pee Wee Kirkland y Herman Knowings, fue sin duda el más genuino y bizarro de cuantos haya dado la profunda historia de la suburbia norteamericana.

Junto a ellos Manigault sería protagonista de una de sus más memorables hazañas. Arrancando el partido, una voz proveniente del público le ofreció 60 dólares si conseguía 20 mates de espaldas en pleno juego. 60 dólares era mucho dinero. 'The Goat' aceptó la apuesta y logró repetir la acción hasta 36 veces, todas ellas de manera consecutiva.

Las crónicas insisten en su erotismo por el mate sobre jugadores mucho más altos que él, a quienes gustaba de pasar literalmente por encima. El milagro de Carter en Sydney era algo que Manigault frecuentaba con misteriosa facilidad. “Podía saltar por encima de jugadores ocho pulgadas más altos que él sin tener que driblarles”, escribía Axthelm mientras Gene Williams, co-fundador junto a Holcombe Rucker del torneo más célebre en asfalto, añadía que “la capacidad de salto para un hombre de su altura era algo asombroso, increíble”. En unas acciones de pura galería, mejor cuanto más suicida, Manigault era capaz de aprovechar su salto y encaramarse a lo alto del aro hasta cubrirlo con su pecho y aguantar allí detenido. “He used his 52-plus-inch vertical to do things on the playground that no one had seen before, anywhere”. El tiempo parecía detenerse cuando 'The Goat' conquistaba sus cimas, allá donde nadie había llegado.

Pero al mismo tiempo empezó a poner igual empeño en destrozar su vida.

(Continuará...)