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Leyendas del Playground (XXIX)

En esta segunda entrega dedicada a Lloyd Daniels, conoceremos sus peores años. Su adolescencia la vivió de noche, entrando de lleno en el mundo más oscuro y en un consumo masivo de crack que le llevó a protagonizar el episodio más negro de su vida: tras recibir tres disparos a bocajarro estuvo a punto de morir. Había tocado fondo, pero encontró a alguien que logró que su visión del mundo cambiara y diera un giro radical a su existencia

Fotomontaje con Daniels en portada de un polémico libro
© Fotomontaje con Daniels en portada de un polémico libro
  

La desintoxicación en la clínica resultó un rotundo fracaso. Quien acude a la cura debe hacerlo convencido de que limpiarse por completo exige un gran esfuerzo y voluntad. Y Lloyd no puso ni lo uno ni lo otro. Antes de tiempo regresó a lo profundo de su ciudad, deambulando entre las calles de Hollis y el este de Brooklyn, y ya nunca de día. Fueron meses donde el joven se dejó arrastrar a una absoluta y suicida 'gang&drug life', marcada por el consumo masivo de crack, un sucedáneo de la cocaína 600 veces más letal (de cada fallecido por sobredosis de coca en 1989, quince morían por crack) y, por supuesto, mucho más barato (ingentes cantidades de bicarbonato adulteran la pasta base). Dice la enseñanza popular que quien juega con fuego se termina quemando y LSD no sería una excepción. El episodio más negro de su vida estaba a punto de producirse.

La madrugada del miércoles 10 de mayo de 1989 Lloyd Daniels tomaba parte en una de tantas correrías nocturnas celebradas en un infame local de Brownsville. Rodeado de la peor calaña imaginable las horas pasaban aprisa y, entrada la noche, cuando el abuso del crack impide sonreír y el corazón late desbocado, se desató una fuerte discusión allí dentro. Uno de los camellos le reclamó en seco una deuda de diez dólares que Lloyd rechazó en el acto. Lejos de calmarse el asunto, los ánimos se calentaron hasta que, con las primeras luces del jueves y el ambiente en su punto más tenso, Daniels decidió largarse. Lo hizo solo, como siempre, y esta vez en dirección a la casa de su abuela Julia, en Hollis (Queens). Pero al llegar, lo estaban esperando (camello, secuaces y coche formaron siempre un erótico trío urbano). La discusión continuó allí mismo pero duró poco. Uno de los tipos sacó su pistola y disparó a bocajarro tres balazos sobre el pecho de Lloyd, que quedó tendido en el suelo agonizando. La escena debió ser similar a la de Álex en 'La naranja mecánica', cogido a traición por un miembro de su propia banda, sólo que en vez de botellazo a la cara, el cuerpo de Lloyd recibió una triple descarga mortal, pero como en la película, todos salieron de allí pitando mientras la víctima se retorcía sola frente a la puerta de una casa ajena.

En una breve monografía sobre Daniels publicada en la PLAY italiana el 22 de octubre de 2001, el periodista Giovanni Carnesi sugería el origen de aquella bronca: ''in linea con la condotta della sua vita, Lloyd continuò a dire all'interlocutore che i soldi erano giusti e che non mancava niente (la polizia sostenne che Daniels avrebbe dato due banconote da 1 dollaro ciascuno invece di due da 5 dollari e che il drug-dealer sarebbe tornato per vendicarsi)'. Parece ser que la última dosis de Daniels en el local fue pagada por éste con un fajillo apuñado de dos billetes que, de mano a mano, el camello se guardó despreocupado. Al rato el camello se echó la mano al bolsillo enojándose al comprobar que Daniels le había engañado con dos billetes de un dólar en lugar de los dos de cinco debidos. Ocho miserables dólares costaba, pues, la vida de Lloyd aquella fatídica noche. Un ajuste de poca monta.

Fue su abuela quien dio el aviso a la ambulancia, que voló hacia el hospital. Al llegar, los médicos le daban ya por muerto (¿The doctors had a grim outlook, saying death was the next logical step because of the severity of the wounds'). Pero milagrosamente Daniels consiguió aferrarse a la vida. A riesgo de perderla, una de las balas quedaría en adelante alojada en su hombro 'la intervención era de un riesgo inasumible. Lloyd logró sobrevivir a una muerte segura pero lamentablemente fue otra vez noticia nacional y en diciembre de 1990 encabezó título y portada de un polémico libro (Swee' Pea and Other Playground Legends: Tales of Drugs, Violence and Basketball) a cargo de John Valenti (New York Newsday) y Ron Naclerio (HS coach). Lo ocurrido con Daniels y la obra como relato social desataron una fuerte controversia en importantes sectores de la sociedad. Una durísima editorial del Library Journal arremetía entonces contra el deporte universitario y el sistema educativo americano, a los que consideraba gravemente enfermos: 'It's not just a sports tale, but an indictment of our public education system, the big money game of major college basketball, and society itself. How is it possible that Daniels, a dyslexic young man who reads on a third grade level, could graduate from a public high school and then be admitted to a four-year state university?' (William O. Scheeren, Hempfield Area Sr. HS, 1990). A juicio de muchos, Lloyd no era más que otro guiñapo de un drama mucho mayor, un drama silencioso, un drama gigantesco.

Conviene atender un instante a la difícil situación que atravesaba entonces un importante sector de la sociedad americana, el de las clases más desfavorecidas. Droga, violencia y crimen van inexorablemente unidos a alguna carencia elemental y los días del Lloyd adolescente eran mucho peores que sus . El profesor Escohotado lo explica: 'El endurecimiento de las penas no sólo produjo un descenso brusco en la edad de los usuarios, con altos índices de adictos juveniles, sino un vertiginoso incremento en el número de traficantes infantiles; en Washington, Detroit, Nueva York, Los Ángeles y otras grandes ciudades norteamericanas, las medidas penales que Reagan y Bush proponen van a multiplicar por cuatro y hasta por ocho el número de camellos con menos de 16 años'. Las declaraciones oficiales omiten que muchos adolescentes lo hacían 'para ayudar a familias castigadas por la pobreza', así como tampoco mencionan que 'el nivel de desempleo para muchachos negros y chicanos se elevó con Reagan y Bush hasta casi el 50%; que el salario mínimo, ajustado al nivel de inflación, alcanzó el nivel más bajo desde 1955; que el número de jornaleros misérrimos pasó de 3 a 17 millones entre 1979 y 1989; que las becas y ayudas escolares se redujeron en un 20%, mientras el precio de la educación se doblaba; y que, en general, el presupuesto para programas de formación y empleo 'básico para jóvenes desfavorecidos- fue congelado o suprimido' (Hª Elemental de las Drogas, Anag., 2003). Un desolador panorama que multiplicó hasta el infinito los posibles daños sobre alguien que ya nació pobre y quedó huérfano siendo un bebé.

Cuando mucho tiempo después Lloyd salió del hospital su vida estaba a cero. Había tocado fondo y todo brillo anterior había oscurecido. Tuvo suerte de existir un hombre llamado John Lucas, una figura comprometida con los marginados y caídos del mundo de los aros (él había sido el mejor ejemplo). Lucas entrenaba los veranos a los Miami Tropics de la USBL, una familia de toxicómanos animados a la rehabilitación con el Baloncesto como mejor excusa. Aquel grupo de personas, entre ellas Ken Bannister, Roy Tarpley, Richard Dumas, Sheldon Owens o Dwayne Washington, recibió al joven con los brazos abiertos. El técnico lo estaba bordando: sendos títulos de liga en 1992 y 1993 (36-9 en total) facilitaba las cosas a todos.

Tras haber visto la muerte de cara, Lloyd cambió por completo su visión de la vida y gracias a la tutela de Lucas se alejó en lo posible de su vida anterior. Su primer año (92) fue incluido en el segundo cinco ideal de la liga jugando en Long Island Surf. El verano siguiente lo haría con los Tropics para estar más cerca de su padre espiritual. A tal punto concentró sus esfuerzos otra vez en el juego que varios informes de la USBL (a cargo del propio Lucas) y la Global Basketball Association confirmaron que estaba limpio del todo y sugirieron su posible acceso a algún training camp profesional.

Y entonces sobrevino el milagro, que relatamos en la próxima y última entrega sobre Lloyd Daniels.

Gonzalo Vázquez
ACB.COM

Las 'Leyendas del Playground' de G Vázquez, al completo