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Marco Polo con pizarra (II)

Retomamos la historia del trotamundos Pep Clarós. Tras la primera entrega en la que supimos de su aventura americana, Mateovic nos relata ahora los siguientes destinos de este viajero entrenador. Su colaboración con una ONG, Orphanize Africa, le llevó hasta Ghana, donde intentó llevar diversión a los niños de los orfanatos. El CAB Madeira portugués será su próximo destino

La pobreza de la zona no fue impedimento para que el basket llegara hasta allí
© La pobreza de la zona no fue impedimento para que el basket llegara hasta allí
  

Su paso por África

Ghana, república de África occidental y antigua colonia británica conocida como Costa del Oro, fue la primera nación subsahariana en conseguir su independencia (1957). Su extensión total es de 238.500 km² más bien escasos de bienes de primera necesidad, véanse agua, luz o comida, como han podido comprobar de primera mano nuestro personaje y Leire, su mujer, que acaban de regresar de una estancia de un mes en la que han experimentado un mar de sensaciones: “Fuimos a través de una ONG, Orphanize Africa, para trabajar de voluntarios en dos orfanatos con niños que no tienen absolutamente nada. A los entrenadores nos gusta pedir y exigir, cuando esto se trata de todo lo contrario: dar, dar, dar. Viene bien para curar tu ego. Ha sido una experiencia increíble, aunque lo jodido de África es que ves lo que hay y piensas que podías hacer más o que tenías que haberlo hecho antes”.

Su labor consistía en motivarles, divertirles, jugar con ellos. Obviamente, ¿qué se imaginan que iba a hacer este ‘obruni’ (así se conoce, en dialecto tui, al hombre blanco) nada más llegar? “Compré unos balones en Accra, la capital, y también madera, cola y cemento para construir una canasta. Tardamos tres días: preparar la madera, encolarla, pintar, hacer el agujero en el suelo, echar el cemento… Y sí, nos quedó bastante bien”. Fotos en ristre, uno se puede extrañar de ver a algún chiquillo botando con unas chanclas de piscina medio rotas: “¡Anda! Eso el que las tiene. El último día les dejé todo lo que me llevé y había que verles cortando las toallas para repartírselas. Incluso un día estábamos haciendo un juego y de repente dejan el balón y se ponen a trepar por un árbol y zarandearlo. ¿Pero qué pasa? Nada. Que tirando a canasta habían visto un mango y se fueron todos a por él”.

A una media de entre 35 y 40 grados y a pleno sol (“además de volver negro, he perdido cinco kilos. Incluso un día me desmayé, pero afortunadamente la cosa no llegó a mayores”), ocupado en actividades lúdicas como excursiones (“un día nos llevamos a 25 niños a la playa. Y el alquiler de la furgoneta, la entrada a la playa, la comida, palomitas y helados para todos nos salió, en total, por ¡¡¡25 dólares!!!”), ha tenido tiempo para ver algún partidito de la primera división nacional: “No, aquí no hay nadie exportable. Esta gente no es baja, pero tampoco hay gigantes tipo Nigeria o Senegal”.

Rumbo a Portugal

Será la siguiente estación en esta ajetreada carrera. El CAB Madeira, de la máxima categoría, le ha propuesto un interesante proyecto de dos años que no ha dudado en aceptar. “Como siempre, intentaré hacer mi trabajo lo mejor posible. Yo sólo quiero ganar”.

Lo consiga o no, sabemos que su ánimo no se quebrará ahí. Y si esto sucede alguna vez, siempre podrá rememorar sus aventuras. Nos hemos dejado una de México, donde estuvo entrenando tres campañas (otros tantos subcampeonatos, con equipos distintos), para el final.

No, no es la del terremoto que sufrió en D. F. un día que su equipo se enfrentaba a los Aztecas. “Acabé debajo de una puerta del hotel, al lado de una anciana que me indicaba cómo resguardarme”.

No, tampoco es la del árbitro que tanto daño estaba haciendo a los suyos en un importante choque: “Como protestarle ya no servía de nada, decidí ponerle a uno de mis jugadores presionándole en todo el campo, como si fuera un atacante más del equipo contrario. Casi me expulsa”.

No, la que viene es aún mejor: último partido de las series finales, van perdiendo por 15 puntos en cancha rival y, a falta de minuto y medio para el bocinazo, el entrenador rival pide tiempo muerto para mofarse. “No pasa nada. Aguantamos. A mí esas cosas me dan igual y ya no me molestan”. Claro que si te lo vuelven a hacer dos veces más (los jugadores podían solicitarlos al modo NBA), si en la megafonía del pabellón ponen el himno español para aumentar el cachondeo y si la mascota del oponente se pone delante de ti haciendo pases de toreo con una capa, entre gritos de ‘olé’ y ‘olé’, a lo mejor terminas reaccionando como Pep: “En el último tiempo muerto, con pelota para nosotros y en campo de ataque, preparamos la siguiente jugada: recibe el base en la posición de ‘uno’ y pasa bien fuerte al alero, que se sitúa en la banda, entre su compañero y el entrenador rival. Entonces justo cuando le va llegar la bola, hace una puerta atrás y se va. ¡¡¡Le pegó en toda la cara!!! Nos salió perfecta, aunque nos tuvimos que ir corriendo al vestuario antes de acabar el partido debido a una invasión de pista que olía a batalla campal. Instantes después, Michael Saulsberry (sí, aquel que sustituyera a Audie Norris en el Barça en el curso 88-89), que jugaba en el equipo contrario, se acercó a mí y cuando creía que me iba a matar, me susurró al oído: ‘Good play, coach’. Le había gustado”.

¿Qué, es o no es de auténtico crack?