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Leyendas del Playground (y XXXVII)

La serie de artículos dedicados al Playground llega a su fin. Estos 37 capítulos, que semana a semana nos ha ido ofreciendo Gonzalo Vázquez, constituyen el trabajo más profundo y documentado sobre el Playground en habla castellana, y muy probablemente esté entre los mejores que se hayan publicado en el mundo sobre este tema. En esta última entrega, el autor nos ofrece a modo de epílogo un repaso al ambiente que rodeó las pistas de asfalto y una serie de declaraciones que resumen el espíritu que allí se vivió

La ruina de un esplendor perdido
© La ruina de un esplendor perdido
  

Sigilosamente llegamos al final de una serie que no ha pretendido más que una vaga aproximación a la realidad urbana del Baloncesto en su país natal. Pero qué lejos nos queda la diana. El historiador puede tratar de formar un fondo común de información sobre experiencias pero difícilmente sobre las experiencias mismas. Y el Baloncesto en la calle, lejos del que seduce al espectador en la pantalla, es la parte de este juego más férreamente atada a la vida. En esta última entrega vamos a ver cómo y por qué.

Pese a lo que pudiera parecer, apenas hemos logrado retratar el durísimo escenario vital donde discurre la serie. De Jackson a Daniels, de Hawkins a Marbury, pasando por el resto de mitos y sus miles de contemporáneos convecinos, buena parte de ellos fallecidos, en ese abanico histórico de unos cuarenta años y geografía solidaria con el tamaño de la urbe (New York, Los Angeles, Detroit, Chicago, Philadelphia), se comparten indistintamente unas condiciones de vida lamentables, de hacinamiento en suburbios miserables donde laten el crimen, la violencia y los procesos inflacionarios favorecidos por administraciones tan desastrosas como las de Nixon, Reagan o Bush (cap. XXIX) que excluyen a la creciente suburbia negra de la hegemónica sociedad blanca, la confinan en el círculo de la pobreza y la terminan criminalizando. En pleno ecuador de ese período “la violencia había ido en aumento. Ya no quedaba reducida a los ghettos negros metropolitanos como Watts (cap. VIII) y Harlem, sino que recorría el país con toda la furia de una guerra a gran escala y dejaba tras de sí una desolación a la altura de las imágenes procedentes de Vietnam”. El dirigente negro John Lewis declaró entonces: “El Gobierno cae en una contradicción cuando dice al oprimido pueblo negro que no actúe con violencia en las calles mientras lleva a cabo una terrible matanza en Vietnam y la financia con un dinero que debería gastar en arreglar las cosas en este país” (Mindfield, Gordon Thomas, Ed. B, ’01, p. 363). Incluso en el reciente 1991 la raza negra aún constituye “una generación encarcelada. 1 de cada 4 negros entre los 20 y 29 años está en la cárcel o en libertad provisional, por 1 de cada 35 blancos. En NY hay más varones negros procesados por el sistema de justicia criminal que matriculados en universidades. (...) Como víctimas, el homicidio es la causa más frecuente de muerte entre negros de 15 a 24 años. (...) Los negros también sufren de muerte prematura. (...) Los estereotipos de la sociedad blanca son un recuerdo amargo del irrealizable sueño de armonía racial” (Latidos de Fin de Siglo, L.R. Marcos, Espasa, ’96, pp. 156-157). El color de la piel divide a la sociedad en dos partes que viven ensimismadas, sólo que únicamente a una le cerrarán el paso.

Urge entender que éste y sólo éste ha sido siempre el caldo de cultivo para el genuino Streetball (utilizamos ya el término actual acuñado por una campaña de Adidas a mediados de los 90) como sucedáneo de la existencia en unas condiciones que no permitían ampliar el horizonte más allá de la diaria puesta de sol. No basta con decir que el Baloncesto llegó a ser para muchos un modo de vida. Hay que ir más lejos. El Baloncesto en la calle fue dotado de un sentido de trascendencia sólo atribuible al fenómeno religioso que anida en toda cultura. Cuando Telander titula su obra “Heaven is a Playground” acierta a sincerar la realidad. Desploma a ras de suelo el sueño americano para dar a los desdichados su propio cielo en forma de Playground porque así venía siendo en aquellos pedazos de jungla: “Basketball as Heaven”, el Baloncesto como Paraíso... ¡aquí y ahora!

Si alguna vez el Baloncesto ha desvelado su más hondo Misterio al practicante no ha sido en la NBA ni en ninguna otra competición donde el artificio reglado, monetario y elitista termina por gravarlo de mil modos distintos. No. El Misterio del Baloncesto se ha revelado desnudo en el corazón de la calle porque sólo allí puede inflamarse el Baloncesto espontáneo como pulsión vital. Esos mitos de la serie más los incontables anónimos de toda época, al verse liberados de toda traba oficial y dedicar la mayor parte de sus horas de vida a ello, encendidos por el afán de trascender en la única escena donde podían hacerlo, obtuvieron la percepción del juego en función de su intensidad y profundidad de significado, de relaciones dentro de un sistema tribal, su única sociedad en vida. En unas condiciones tan crudamente particulares, el Baloncesto proporciona la dulce evasión en un perpetuo presente en continuo cambio donde agitar el torbellino de emociones y apetitos, remotamente satisfechos fuera de allí. “Todavía no se ha podido describir el cúmulo de sensaciones que te invaden dentro de esas cuatro líneas” (Isiah Thomas). Esta visión sacramental del juego convierte el Baloncesto en una experiencia visionaria de altísimo significado al arrancar de cuajo al protagonista de una realidad deficiente. El juego torna así en el único vehículo posible para alcanzar la gloria, el infinito valor y la plenitud de sentido de la existencia desnuda, del acontecimiento tal cual es, al margen de todo lo demás. Y si la razón de la experiencia importa menos que la experiencia misma, hablamos entonces del Baloncesto como trance porque nada de lo que encierra se acerca al trabajo o la monotonía. Allá adentro, el Juego se advierte a sí mismo no condicionado y del mismo natural que lo divino. Así no es de extrañar que en la calle no hubiera nunca discreta reserva sobre el uso de drogas, la mayoría de ellas vacíos estimulantes que hacían más feroz la experiencia y la demarcaban aún más de la realidad cotidiana. “And when it’s over, it’s over... -filosofaba con razón Phil Jackson- until tomorrow”, donde todo volvía a empezar.

Para entender mejor esto y el entero espíritu de la serie, escogemos como corolario una selección de declaraciones y recuerdos sin más hilo común que la experiencia íntima y personal en el más profundo Playground:

FRED WATSON (uno de tantos anónimos que en los primeros ochenta, siendo adolescente, acudía a pie hasta los aledaños del Madison para poder ver en persona a su ídolo, Bernard King, cuando entrar al templo era un sueño inalcanzable para aquellos chiquillos de Harlem)

“De niño me levantaba los domingos muy temprano y corría a los parques de la West 4th para ver jugar a los héroes locales. Más tarde, cuando llegó mi oportunidad, recuerdo haber sido incapaz de defender a Kenny Anderson en el Lost Batallion Hall de Queens. (...) A lo largo de los años he visto muchísimos cambios, desde las viejas Chuck Taylor y calzones cortos a los largos y los tatuajes. Pero algo ha permanecido intacto con el paso del tiempo: people’s love of the game”.

GREG MARIUS (fundador del Entertainer’s Basketball Classic)

“Cuando había Baloncesto, no había camellos ni drogas. El crimen desaparecía. Todos nos entregábamos entonces al rito sagrado”.

PETER VECSEY (nunca disimuló su añoranza por lo que él entiende como un esplendor perdido; caps. XII y XIII)

“Toda aquella danza en mitad de la escena era una aventura increíble. Aquella atmósfera era grandiosa. Sin duda alguna aquellos fueron los mejores días de mi vida. Ahora es diferente. Sí, también competitividad, pero veo que quien caza la bola hace su número de 20 segundos él solito. Y eso es todo. Pero en aquel entonces veías realmente mover el balón. Si un jugador quería hacer su número, lo hacía rápidamente. No era todo tanto dribbling. Pero ahora... todo es dribbling”. Algo que resume a la perfección la preciosa escena del veterano técnico Al Pacino en Any Given Sunday (1999) cuando advertía a sus pupilos: “...or we will die... as individuals”. La crítica de Vecsey parte de la pérdida de la raíz del juego como agente socializador, aquella que provocaba una cordial solidaridad grupal que, según él, ha terminado laminando la fuerte cultura individualista procedente de la NBA.

RAFER ALSTON (pese a su juventud, el principal culpable del fenómeno universal AND1 tampoco es ajeno a la nostalgia)

“Era mucho mejor cuando sólo había Baloncesto, cuando los muchachos jugaban sin camiseta, a pecho descubierto, cuando nadie conocía a nadie y cualquier tarde llegaba a Harlem una panda de Queens dispuesta a retarte... a muerte”.

PEE WEE KIRKLAND (cap. XVIII)

“Recuerdo un partido en Philadelphia que un jugador al que llamaban ‘The Rabbit’ me dijo sentirse muy sorprendido por la expresión de mi rostro al jugar. Me dijo: ‘Cuando vas hacia canasta parece que te vaya la vida en ello’. People wanted to see that... y no nos pagaba nadie”.

MARK JACKSON (base nativo de Brooklyn)

“These guys are living their dreams on the playgrounds. That’s what B-Ball is all about. It’s poetry”.

SHAWN PARKER (realizador del documental ‘On Hallowed Grounds: Streetball Champions of Rucker Park’)

“On the streets respect and pride can be earned on the Basketball court. For many, it is a way to stand above the crowd and make a name for themselves. Basketball legends are treated like Gods. A patch of asphalt called Rucker Park is the place to make it happen”.

“...the purity of streetball with all of its dancing, showboating, shucking and jiving, is a swish”.

ANDRE BRAUGHTER (narrador del documental de Parker)

“A streetball legend is like a ‘Wild West gunslinger’. Every time he steps on the court someone is looking to take him down”.

SHANE ‘NAPPY’ DRISDOM (pívot neoyorquino presente en los primeros años de la EBC)

“As far as basketball, in terms of the Ruckers, the NBA ain’t got nothing on us accept money and that comes and goes. But the glory of the Ruckers last forever”.

FLY WILLIAMS (grupo musical americano de nombre homenaje a la leyenda neoyorquina que vimos en los caps. XII-XV y cuyo motivo explican en su web)

“There’s a well documented love-triangle between Funk, Jazz and Basketball: each characterized by unpredictability, freedom expression and a dose of rebellion”.

SKEE-LO (autor de una de las mejores piezas de rap melódico de la pasada década -‘I wanna baller’ (1996) y finalmente ‘I wish’-, su letra venía a desnudar las pasiones comunes a todo joven a quien el destino privó de las virtudes del héroe urbano)

“I wish I was little bit taller,
I wish I was a baller.

(…)

I wish I was like six-foot-nine

(…)

Her boyfriend's tall and he plays ball
So how am I gonna compete with that
'Cause when it comes to playing basketball
I'm always last to be picked
And in some cases never picked at all

(…)

I wish I was a little bit taller...
I wish I was a baller...
I wish I was a little bit taller y'all
I wish I was a baller

Hey, I wish I had my way
'Cause everyday would be a Friday
You could even speed on the highway
I would play ghetto games
Name my kids ghetto names

(…)

I wish, I wish, I wish...”.


Mientras el Baloncesto y la Urbe continúen poblando este mundo, nuevos nombres seguirán aportando luz a la oscura historiografía de la calle. Pero en todo caso hablaremos ya de situaciones distintas y muy lejanas a las cavernas de las que hemos extraído la serie. De hecho, la terminología oficial divide ya a esta nueva hornada de talentos y les da el sencillo título de NEW SCHOOL, algunos de cuyos nombres ofrecemos al lector que haya conseguido llegar hasta aquí:

Rafer ‘Skip to my Lou’ Alston - NYC
Stephon ‘The Handler’ Marbury - NYC
Junie ‘GE’ Sanders - NYC
Anthony ‘Half Man Half Amazing’ Heyward - NYC
Ed ‘Booger’ Smith - NYC
Shane ‘The Dribbling Machine’ Woney - NYC
Tim ‘Headache’ Gittens - NYC
Tyron ‘Alimoe&The Black Widow’ Evans - NYC
Adrian ‘Whole Lotta Game’ Walton - NYC
Malloy ‘Future’ Nesmith - NYC
John ‘High Octane’ Harvey - NYC
Mike ‘Smooth’ Campbell - NYC
Rashawn McCormack - NYC
Sebastian Telfair - NYC
Lonnie ‘Prime Objetive’ Harrell - NYC/Wash. D.C.
Nakeia Miller - NYC/Connecticut
Larry ‘Bone Collector’ Williams - NYC/Tyler (Texas)/Pasadena (Calif.)
Curt ‘Trouble’ Smith - Wash. D.C.
Jerome ‘Pooh’ Allen - Phila
Aaron ‘AO’ Owens - Phila
Waliyy ‘Main Event’ Dixon - New Jersey
Antoine ‘Flash’ Howard - Chicago
Phillip ‘Hot Sauce’ Champion - Atlanta
Robert ‘50’ Martin - Atlanta
Robin ‘Syk wit it’ Kennedy - Southern Calif.
Zack ‘Chesnuts’ Fray - Southern Calif.
Erron ‘E Money’ Maxey - Southern Calif.
Jimmie ‘Snap’ Hunter - Memphis

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Pero una cosa habrá en común a todos ellos. En todo lugar y toda época, una ley no escrita regirá siempre los destinos del Baloncesto urbano de más alto nivel:


“IF YOU CAN PLAY HERE... YOU CAN PLAY ANYWHERE”

Las 'Leyendas del Playground' de G Vázquez, al completo