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El emprendedor de Sevilla (I)

Un tío que es capaz de irse a un país cuya lengua no conoce para trabajar de camarero... Un tío que es capaz de mudarse a un lugar donde llega a hacer 34 grados bajo cero… Un tío que es capaz de gastar/invertir sus vacaciones, año tras año, en acudir a diferentes torneos… Pues eso, alguien que hace todo eso por el baloncesto se merece, cuanto menos, que contemos su historia. Cuanto menos. Mateovic nos presenta la primera entrega de la carrera de este fenómeno: el emprendedor Julián Martínez

La carrera de Julián en Gran Bretaña le llevó a ser el asistente del London Towers (Foto EFE)
© La carrera de Julián en Gran Bretaña le llevó a ser el asistente del London Towers (Foto EFE)
  

Todo comenzó hace ahora dos décadas, en Chipiona. Allí veraneaba la familia de Julián Martínez, un chaval de 14 años que se pasaba las tardes en el polideportivo de esta localidad gaditana, donde ya se empezaban a notar los efectos de la fiebre de Los Angeles’84, pues apenas se jugaba a otra cosa que no fuese baloncesto. Así, cuando regresó a su Sevilla natal, decidió continuar con ese deporte ("me había gustado y...") en el que acababa de iniciarse durante el período estival. El lugar elegido para ello, el Círculo de Labradores, un modesto club hispalense en el que el entrenador del conjunto sénior respondía a las iniciales de J. L. S. R. José Luis Sáez Regalado. ¿Les suena? Con él coincidiría en algunos entrenamientos, cuando le subieron al primer equipo en su etapa juvenil. "José Luis era brillante en los partidos. Muy listo, mejor que yo como jugador, que no pasaba de currante y normalito, como todos los que empezamos a entrenar pronto (en junior de primer año, concretamente)". Por mucho que lo intentaba (le copió hasta en el número, el 5), poco se parecía al que era su modelo, el base del Naútico de Sevilla Jesús Gallardo.

Quizá se asemeje algo más a su referencia en los banquillos: "Aíto García Reneses. Por su forma de no crear jerarquías, de poner al equipo por encima de todo… Su baloncesto me parece íntegro y honesto. Ya me gustaba desde los tiempos del Ron Negrita Joventut. Yo también considero fundamental la organización en defensa y que tus jugadores se muevan con inteligencia".

Todo eso lo pudo aplicar a lo largo y ancho de su extensa etapa (1986-2000) en el CL, donde se formaría extensamente como técnico, consiguiendo algunos éxitos individuales (Mejor Entrenador de Sevilla en 1997) y colectivos (siendo el suyo el único equipo de su grupo de Liga EBA sin extranjero, logró mantener la categoría cómodamente, terminando en mitad de tabla) que le incitaron a tomar la decisión de emigrar para poder llegar algún día a cumplir sueños como el de "entrenar al primer equipo de mi ciudad. De momento, ya lo sé, son sólo sueños".


Primer objetivo: aprender inglés

Después de regresar de Estados Unidos, donde estuvo visitando a varios entrenadores conocidos, como el mismísimo Stu Vetter (entrenador de Antxon Iturbe, Jason Capel, Serge Zwikker o Dennis Scout en el St. John's Prospect Hall High School de Maryland, galardonado en dos ocasiones como Mejor Entrenador Escolar del país por USA Today), preparó de nuevo las maletas para marcharse a Londres a aprender inglés.

"Llegué con 470 libras (711 euros) y empecé a buscar trabajo". Lo encontró en una modesta cafetería, en cuya asfixiante cocina trabajó los dos primeros meses. Luego, cuando se soltó un poco con el idioma, pasaría a la barra. Entre tanto, cierto día se encontraba por la calle con Amelie, "una amiga francesa que residió en Sevilla durante un año y que, casualmente, jugaba en un equipo de baloncesto femenino de la máxima categoría. Le pedí que me llevara con ella a un entrenamiento y me presentó a su técnico, Branislav Bazani, que también era el seleccionador de Gran Bretaña".

Total, que después de pasarse un mes echándole una mano, nuestro personaje le dice que quiere entrenar en masculino y el checo se encarga de recomendarle para entrar en el East London Royals, club de excelente tradición en categorías inferiores que dirige el prestigioso Hunt Long, un septuagenario tremendamente peculiar que lleva toda su vida pasándose de 16 a 22 horas, siete días a la semana, en dicho centro.

De esta forma, durante esa temporada realiza labores de segundo entrenador tanto en el sub-18 (campeones de Inglaterra) como en el sub-16 (subcampeones y campeones de Copa). "Por cierto, que durante esa temporada vi jugar a Rony Seikaly su último partido con el Barcelona, en Londres. Le fue a ver toda su familia y allí que se quedó el tío. No sé quién tendría razón en su enfrentamiento con Aíto, pero aquel día hizo un partido más que mediocre". Al finalizar el curso, nueva charla con el jefe: "Me gustaría entrenar a gente más mayor". Respuesta-pregunta del anciano: "¿Qué te parece el London Towers?".

Allí le recibió el peculiar Rick Taylor, el gerente al que apodan ‘Mister Chicken’ por su afán de gastar siempre el menor dinero posible, lo que implica comer y cenar pollo en numerosos viajes. "Me pusieron a prueba durante un mes como asistente del entrenador del primer equipo, Lino Frattin (ocho temporadas de asistente en el Kinder y dos más en el Benetton, actualmente trabaja como ojeador en Europa de los Charlotte Bobcats), pero a los diez días ya me había dicho que quería que siguiese toda la temporada", cuenta este fan de los Celtics, que pudo acumular durante dicha campaña un sinfín de anécdotas: "Cuando jugábamos en casa los domingos por la tarde, había dos jugadores (los pivots Stuart Robin y Phill Hicky) que no daban pie con bola, así que les preguntamos qué es lo que sucedía, contestándonos ellos que estaban así de mal porque venían «de la iglesia». Después de algunas investigaciones, terminamos enterándonos de que ‘The Church’ era un pub que había cerca de Nothing Hill y que estaba especialmente animado los domingos. ¡Vaya dos! Otro día, en un desplazamiento a Manchester, fueron a comer a un bufé libre, lo que allí se llama ‘Coma cuanto quiera por…’, y a la vez siguiente que volvimos por allí nos quisieron llevar a todo el equipo, pero el dueño no les dejó entrar. Se negó en redondo. Decía que no le compensaba".

(continua en el siguiente capítulo)

El emprendedor de Sevilla (II)