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El baloncesto tiene su Almagro (I)

A Diego de Almagro, descubridor oficial de las tierras que hoy se hacen llamar Chile, le hubiera gustado conocer la historia de Carlos Vives, un singular barcelonés que emigró a la ciudad de Ancud hace diez años y que actualmente está considerado como uno de los dirigentes más reputados del baloncesto que se extiende entre el Pacífico y los Andes. Abran paso al conquistador. Mateovic relata en esta primera entrega la llegada de Vives a su nuevo hogar y sus primeras relaciones con el baloncesto

Carlos Vives llegó a Chile de la mano del fútbol, pero se quedó por el baloncesto
© Carlos Vives llegó a Chile de la mano del fútbol, pero se quedó por el baloncesto
  

Ancud es una ciudad de 15.000 habitantes situada en el extremo noroeste de la Isla Grande de Chiloé, a 1.109 kilómetros de Santiago de Chile, la capital de país. Fundada en 1768 por el gobernador español don Carlos de Beranguer, debe estar bastante bien, a tenor de lo que apuntan las guías de viajes. Un ejemplo: “Con día de bonanza y de sol, la entrada a Ancud desde el Pacífico forma el conjunto más hermoso y encantador que pueda imaginarse, un panorama tan bello y risueño que jamás se olvida y que recuerda la costa de Italia y de Escocia, pero todo más fresco y primitivo, como recién lanzado del fondo del mar”.

Allí llegó, en 1995, un tal Carlos Vives para desarrollar una fábrica de Conservas Dani, empresa familiar catalana -de treinta años de vida- dedicada a las conservas de pescado y marisco que exporta a Rusia, Bulgaria, Malta, Estados Unidos, Puerto Rico, México… y factura 53,89 millones de euros al año. Los futboleros habrán oído hablar de su dueño, Daniel Sánchez Llibre, que también ostenta el cargo de presidente del RCD Espanyol. “Es mejor tener amigos que dinero. Llevo con él trece años y estoy a muerte porque es un tío excelente a nivel personal”, afirma sobre su jefe este barcelonés de 34 años.

Pero no estamos aquí para hablar de fútbol. Podríamos, porque nuestro personaje ha hecho desde allá alguna cosita: “Bueno, Dani me dijo una vez que le mirara algún jugador y sin darme cuenta me empezaron a llamar representantes de toda Sudamérica, además de multitud de dirigentes. Trabé cierta amistad con un ex jugador y ex técnico del Universidad de Chile, Víctor Hugo Castañeda, y pude haber fichado, cuando no los conocía nadie y estaban cobrando doscientas mil pesetas, a jugadores como Rodrigo Tello (ahora en el Sporting Lisboa), Mauricio Pinilla (ex del Celta) o David Pizarro (actualmente en el Udinese), pero no pudo ser, bien por la inestabilidad del club o por la oposición de diferentes entrenadores. El basket me gusta más, es como más familiar; en el fútbol hay mucha mafia”.

Claro que no sería por tradición o devoción: “No, yo del baloncesto sólo tenía ciertos conocimientos teóricos y una antigua afición por el Barça de Epi y Solozábal. Igualmente, recuerdo las madrugadas de Los Angeles, con apenas 14 años. También me gustaban el Estudiantes y el Joventut por su trabajo en categorías inferiores. Pero nada serio”.

Sin embargo, todo cambió en 2002, “cuando me contaron el fervor que por basket se sentía aquí hacía quince años. El Club Deportes Ancud se creó en 1987 y salió campeón en dos temporadas (87 y 89), con el gimnasio lleno y tal. Luego en 1992 estuvo a punto de desaparecer a causa de problemas económicos y en 2001, debido a este ahogo, se crea un club nuevo, el Club Comunal Ancud y el alcalde de la ciudad (Kurt Haarman, ya fallecido) me pide que colabore económicamente en el proyecto. ‘Estaré sólo si sé claramente adónde van esos fondos’, le respondí. Sin embargo, como veía una estructura poco clara y nula organizativamente hablando, todas los cantidades que entregamos –y controlamos- fueron destinadas a la base (cadetes, infantiles y minibasket)”.

El primer equipo, fundamental

En Chile existen dos grandes campeonatos nacionales de baloncesto: el conocido como Dimayor (Campeonato de División Mayor), que arrastra 26 años de historia, tiene su sede en Talca, va de agosto a diciembre, es la máxima categoría y para poder participar en él se hace necesario pagar un canon; y la Libsur (Liga de Baloncesto del Sur), siguiente escalafón, que se extiende de marzo a agosto y agrupa a equipos desde Temuco hasta Chiloé, entre los que se encontraba el CC Ancud. “Durante 2001 estuve observando y me di cuenta de que el equipo adulto es el que generaba el dinero y las ilusiones, que había que hacer muchos cambios para que nuestra inversión tuviera algún fruto”.

No obstante, sólo unos meses después ya estaba organizándolo todo, desde la estructura hasta la nueva mentalidad del club, donde empezaron a llegar jugadores del nivel elevado. “Sólo había que gestionar bien el dinero. Conseguimos volver a llenar el gimnasio y terminamos segundos la fase regular, clasificándonos para la final a cuatro, que solicitamos organizar”.

Por supuesto, lo consiguieron. Y también la habrían ganado (vencían por dos en la finalísima a falta de 0.4 segundos) si no llega a ser por aquel inverosímil triple de Jorge Soto –para más inri, amigo de nuestro entrevistado- al más puro estilo Derek Fisher. “Aquello fue un funeral. Vi a mucha gente llorando. Pero a la vez me quedé picado y con el sentimiento de que el basket valía la pena y que había que volver a intentarlo”, cuenta quien ya dedicaba todos sus fines de semana y una buena cantidad de tiempo a diario, siempre a partir de las ocho de la tarde, hora de salida de su exigente trabajo en Conservas Dani. “Tengo poco tiempo, pero esto es como todo: si te rodeas bien y la familia te anima, todo resulta más sencillo”. Lo de leer a John Grisham, navegar por Internet o jugar al fútbol-sala o al baloncesto, por citar algunos de sus pasatiempos predilectos, quedan pospuestos, provisionalmente, para mejor ocasión.

No se nos olvide contar que la ciudad tenía nuevo alcalde: Pablo Ossio. “Es más loco, atrevido, con un marcado compromiso político, pero también de mucha implicación: ahora íbamos a salir en Dimayor y el objetivo era ser competitivos allí y, posteriormente, ganar la Libsur de una vez por todas”. Lo primero se consiguió, pues se clasificaron para el Playoff, donde cayeron en primera ronda ante el futuro campeón, Provincial Llanquihue, después de un final de eliminatoria de chiste: perdían por un tanto y uno de sus jugadores disponía de un tiro libre a falta de escasos segundos. Pues bien, en vez de tratar de empatar, el chico lanzó la pelota contra el tablero, la cogió y la metió, creyendo que habían vencido, ignorante el pobre de la regla que señala que el balón ha de tocar el aro para que se permita posteriormente el rebote. Obviamente, perdieron.

(continuará en El baloncesto tiene su Almagro (II))