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Jordi Sampietro: Una experiencia profesional en Belgrado

La constancia y las ganas de mejorar como entrenador llevaron al barcelonés Jordi Sampietro hasta Belgrado, donde ha conseguido vivir el baloncesto serbio desde primera fila. Sampietro trabaja en el Lavovi 063, uno de los clubes de la ciudad, adquiriendo la experiencia de una de las ciudades con más tradición de Europa además de empaparse de las particularidades de una sociedad muy distinta a la nuestra. Es la historia de la culminación de un sueño: abrirse paso en la cuna de nuestro deporte

Jordi Sampietro empezó su experiencia en Belgrado en agosto de 2004
© Jordi Sampietro empezó su experiencia en Belgrado en agosto de 2004
  

Recordaré el 7 de agosto de 2004 toda mi vida. Fue una de esas ocasiones en las que sientes que estás iniciando algo realmente especial, que tu vida toma un nuevo e ilusionante rumbo. En el aeropuerto del Prat, acompañado de toda mi familia y mis amigos, subía al avión que había de llevarme destino a Belgrado, la que iba a ser mi nueva ciudad a partir de ese momento.

Aunque mi verdadero destino respondía al nombre de Lavovi 063, el equipo profesional de la Primera División serbia que me había ofrecido un puesto en su staff técnico. Una oportunidad que colmaba todas las expectativas que pudiera tener cuando, aproximadamente un año antes, tomé la determinación de irme al extranjero para aprender y mejorar como entrenador con el fin de tener mejores oportunidades en mi carrera profesional.

Explorando la senda del basket serbio

¿Cómo llegó a tomar forma un proyecto así? Sobretodo a base de voluntad, constancia y la ayuda de personas que siempre tienen la puerta abierta para alguien que da muestras de querer dedicar su vida a este deporte. El primero de ellos fue Ranko Zeravica, a quien visité en Zaragoza para exponerle mis intenciones. Zeravica, considerado uno de los grandes maestros del basket de su país, me dirigió a la Federación Serbia, lo que derivó, tras algunos contactos telefónicos, en un primer viaje a Belgrado en el mes de mayo.

El aquél primer viaje me reuní con el Secretario de dicha federación, con algunos entrenadores (entre los que destacaría a Riki Antic) y con el profesor de la Universidad de Belgrado, Milivoje Karalejic, que anteriormente había sido preparador físico con Svetislav Pesic.

A todos ellos les expliqué que podría aportarles los conocimientos adquiridos en un baloncesto diferente, capacidad de trabajo, nuevas tecnologías en el scouting y muchas ganas de integrarme en un equipo profesional.

A la vuelta de Belgrado le siguieron varios meses de contactos con clubes del área de Barcelona y, finalmente, en julio me llegó la esperada llamada del Lavovi 063. Me ofrecían la posibilidad de formar parte de su staff técnico desarrollando las tareas de scouting. Todos mis proyectos se convertían, de golpe, en una realidad.

Vivir en Belgrado

Así pues, aquel 7 de agosto aterricé en Belgrado, donde me recibió el Director de operaciones, Goran Sasic, para acompañarme a mi nueva casa. Mi nueva ciudad se divide en dos partes, la nueva y la vieja; yo estoy en la primera, que es menos céntrica, aunque las distancias no son grandes y estoy a tan sólo 15 minutos en autobús del centro. La ventaja es que se trata de una zona muy verde y llana, ideal para realizar deporte a diario si el tiempo lo permite.

El aspecto general de la ciudad es bastante descuidado debido al deterioro propio de la guerra y a la escasez actual de recursos, pero tiene un encanto especial y te permite llevar una vida muy sencilla. Dentro de sus limitaciones, el transporte público y los taxis son correctos, con precios muy bajos (con un 1 € viajas seis veces en autobús y con 3 € llego al centro en taxi). Estas tarifas son proporcionales al sueldo medio de la población, que está alrededor de 250 €. Y eso si tienes la fortuna de tener un puesto de trabajo, ya que el paro es el principal problema de esta sociedad.

La vida cotidiana es una experiencia agradable, ya que la gente de la calle es muy divertida y campechana. El mayor problema es el idioma, que no puede calificarse de sencillo, precisamente. Estoy estudiando serbio, pero se tarda mucho en mejorarlo, así que, de momento, mi lengua es el inglés (del que también tomo clases de perfeccionamiento).

Día a día descubro cosas nuevas y voy dejando atrás el caos que suponía cada paso que daba al principio. En dos meses ya me he familiarizado con las tiendas, los trayectos, la gente, etc. Sin embargo, sigue habiendo situaciones cotidianas que no dejan de sorprenderme.

Los serbios lo improvisan todo o casi todo. En el equipo muchas veces se saltan la previsión que habíamos hecho inicialmente (al menos la que yo había entendido). El cambio de planes (“nos vamos ya” o bien “no vamos, lo dejamos y cambiamos de asunto”) suele producirse de improviso y en su lengua, por lo que, no sólo no lo comprendo, sino que además me quedo fuera de juego, sin saber qué ocurre hasta que alguien me lo explica. Ellos son así. Quizás por este motivo tienen esa evidente capacidad de decisión dentro de la pista.

Fuera del baloncesto, destacaría un incidente que tuve con la línea telefónica. Desde mi llegada a Belgrado, había notado que muchas veces no tenía línea sin motivo aparente. Un día lo comenté en el club y descubrí que para ellos no tenía nada de extraño: resulta que hay líneas, como la mía, que están compartidas por dos números distintos. Es decir, que dos domicilios distintos la usan a la vez. Posteriormente descubrí que la mía la comparto con mi vecina (a quién le encanta hablar por teléfono, como a la mayoría de los serbios). Así que si quiero conectarme a Internet o hacer una llamada, a veces necesito ponerme de acuerdo con ella, de la misma forma que ella se presenta en casa a horas intempestivas para pedirme que deje libre la línea cuando llevo un rato navegando. Es muy chocante, pero hay que adaptarse.

Una forma muy intensa de vivir el baloncesto

Aún llevo poco tiempo para permitirme analizar en profundidad cuál es la situación del baloncesto en este país, pero lo que sí que puedo asegurar es que todo en la vida de los profesionales del baloncesto gira alrededor de la canasta. Son gente muy trabajadora y extremadamente profesional con sus métodos.

En nuestro club, por ejemplo, entrenamos todos los días de la semana menos el domingo en doble sesión de mañana y tarde (cuatro horas diarias en total). La única excepción son los días de partido, y no son pocos, en los que sólo entrenamos por la mañana. En el último mes hemos jugado hasta nueve partidos amistosos. Salta a la vista que tienen muy claro la importancia del volumen de trabajo. En lo que se refiere al método, se trabaja con especial dedicación el juego colectivo, tanto el 4x4 como el 5x5, así como el tiro con o sin oposición.

A pesar de la imagen que se suele tener de los entrenadores serbios (estrictos, inflexibles e incluso poco sociables), debo decir que nuestro primer entrenador, Jovica Arsic (quien fuera campeón del mundo como asistente de Pesic en Indianápolis), es la demostración de que los tópicos nunca son justos. Jovica es un gran trabajador, amante de la estrategia y, sí, estricto, pero con un buen humor permanente y siempre accesible y amable en el trato.

Desde mi vivencia recomiendaría a todo aquél que tenga ganas de conocer mundo que no se lo piense demasiado, porque sin lugar a dudas se trata de una gran experiencia. Un saludo y hasta la próxima.

Jordi Sampietro
Entrenador de baloncesto (Barcelona)