Estambul, 12 Sep. 2010.- Anfitrión contra favorito, todopoderosa cenicienta versus potencia Mundial. Muchos apostantes este sábado durmieron felices al hacerse realidad una de las apuestas más seguras del campeonato. Todo el poder de Estados Unidos será puesto a prueba por la orgullosa Turquía.
Dicen que el equipo americano es el de menos talento y más músculo que se recuerda en mucho tiempo. Quizá no les falte razón, pero este domingo competirá por ver qué músculo es más fuerte: el de los brazos y piernas de sus doce jugadores o el corazón que bate en el interior de la selección turca. Y es que en esta desigual batalla Turquía quiere retar a Estados Unidos con el latido no de 12 corazones sino el de más de 70 millones de turcos que vivirán un día histórico.
Por la mañana un referéndum decidirá si el Estado recorta importancia al poder militar y por la noche el baloncesto puede recortar poderes al fútbol como deporte hegemónico en el país. Para ello cuenta con Hedo Turkoglu como principal valuarte. Todos saben que el alero puede ser fundamental en lo negativo (excesiva dependencia del balón, malas elecciones ofensivas) como en los positivo (triples imposibles y sangre fría en finales ajustados) y que han sido pocas las veces en las que ha estado a la altura de lo que de él se espera. Sin embargo, su figura tiene una dimensión en el país sólo comparable a la de Ataturk, padre de la nación moderna.
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Aunque en la épica victoria del sábado no fue Turkoglu sino Kerem Tunceri quien acaparó todo el protagonismo. El ex base del Real Madrid asumió el peso del equipo durante gran parte del encuentro y fue el autor de la última canasta a falta de medio segundo para el final. Tunceri recuerda que en aquella jugada tuve la posibilidad de la bandeja y la convertí. En los últimos cuatro segundos no ves nada, no se oye nada, dice. Quizá el pensamiento lógico y la reflexión táctica invitaban a mejores opciones que una penetración del base ante las torres serbias pero Turquía se mueve por los impulsos que se transmiten desde la grada y Bogdan Tanjevic, entrenador otomano, afirma que en los últimos cuatro segundos no hay táctica, nada más que suerte. Nuestros pensamientos eran simplemente conseguir la canasta, reconoce. Un equipo pasional como el turco es capaz de reconocer que sólo la suerte les permitió ganar por los serbios: jugaron mejor esta noche. Fue un milagro, añade Tanjevic. Fue increíble, no hay palabras para explicar lo sucedido en los últimos minutos. Lo dimos todo en defensa y la suerte nos sonrió, recalca Cenk Akyol.
Como en todo deporte, la suerte siempre es un factor que se alía con los campeones y que no puede separarse de las grandes victorias. Y son quizá estos factores intangibles los que definen mejor que ningún otro el éxito de una selección que ha hecho absolutamente historia en el deporte turco. Es una locura. Ya en el 2001 jugamos en casa el Eurobasket y alcanzamos la final contra Serbia aunque perdimos, declara Cenk Akyol. Él mejor que nadie sabe que la razón no siempre se impone en el deporte. Tras despuntar como gran promesa del baloncesto turco, las últimas temporadas ha ido buscando acomodo en Europa y ahora vuelve a sonreír formando parte de un equipo que considera extraordinario.
Todos en Turquía saben que este es su momento, anoche las calles se llenaban de ruido pasadas las dos de la madrugada y lucían con orgullo el color rojo de su bandera. Es la conjunción de afición y equipo la que elevaban la química de la selección y hacen que esta rinda al máximo de sus posibilidades. Es grande jugar con todo tu público apoyándote. Es una sensación increíble y ahora vamos a hacer un último esfuerzo para tener la oportunidad de darle una alegría a toda la afición, afirma Akyol.
No obstante, el esfuerzo que queda por delante es de magnas dimensiones. Hasta ahora Estados Unidos se ha encontrado con una alfombra roja hasta alcanzar la final del Mundial. Mientras en una parte del cuadro final las potencias europeas luchaban hasta la extenuación para avanzar (basta recordar las victorias finales de Serbia contra Croacia y España o la propia de Turquía en semifinales), el conjunto americano ha solventado sus partidos por diferencias no menores a los 15 puntos y con una estrella brillando por encima del resto.

Con una defensa que exprime la velocidad de piernas y manos de sus jugadores en cada acción y un ataque fulgurante, Estados Unidos es el claro favorito para ganar la final. Sólo Brasil, otro equipo físico, les llevó al límite pero este domingo no será el físico lo que pueda hacer que Turquía cuestione a Estados Unidos. El corazón y la defensa son las claves para vencer a Estados Unidos, comenta Akyol.
Turquía sabe que sólo la mayor altura de sus pívots (Omer Asik, Semih Erden y Ersan Ilyasova) puede intimidar a su rival de la final, por eso, una vez más se encomendará al orgullo y la pasión del pueblo otomano para conquistar el último triunfo que necesitan para entrar en el olimpo nacional.
Turquía es un pueblo que recuerda con orgullo su pasado. Han estado luchando contra quienes no les veían como nación durante siglos y siempre han sobrevivido. Ahora, como país moderno y que avanza a pasos agigantados, quiere que el deporte sea su vehículo de entrada en Europa y el Mundo. Sólo por ello merece la pena el hermoso reto de este domingo. Un desafío a la razón y a lo imposible. No hay nada imposible en el deporte. Nadie esperaba que llegáramos a la final y lo hemos conseguido así que ¿por qué no vamos a poder ganarles?, dice Akyol. Son las palabras de Akyol las que lanzan el mensaje, pero es el corazón del país quien lo promueve.