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Álex Abrines: La insólita historia de Kid-A

"Juega igual contra chavales en La Salle que en Liga Endesa". "Tiene una virtud natural, la de Navarro". "Queremos convertirle en el estandarte del club". ¿Cómo se pasa del colegio a deslumbrar con el Unicaja? Su círculo más cercano se lo cuenta a Daniel Barranquero. Bienvenido a la historia de Kid-A

  

Redacción, 15 Mar. 2012.- Escribía Oscar Wilde que el futuro no envía jamás heraldos, mas si aquel 1 de agosto de 1993 hubiera aparecido cualquiera de los que hoy rodean, aconsejan y ayudan al crecimiento de Álex Abrines, probablemente hubieran recomendado que nadie tocase un ápice del destino de aquel recién nacido que Gabi y Arantxa abrazaban con emoción.

Ese bebé desprendía aroma a baloncesto desde la mismísima cuna, mimetizado con los sueños de su progenitor, Gabi, que un buen día se propuso ser feliz desde una pista, regalando grandes momentos en Gijón -donde conoció a su mujer- Huesca, Mallorca y Cáceres -histórico ascenso a la ACB incluido- antes de su nacimiento.

Cuando Álex vio por primera vez el mundo en tierras baleares, el balón seguía muy vivo para su padre, un 3-4 tirador que vivió desde ese 1993 una nueva etapa en Gijón, para pasar por Gijón, Huesca, Gran Canaria y Fuenlabrada, antes de su retirada, lejos del foco mediático, en La Salle Palma, un equipo que acabaría por marcar el destino de su propio retoño. Siempre con Alejandro de la mano.

El niño no quería otra cosa que jugar al baloncesto. Ni cochecitos, ni juguetes, nada. Solo canastas. Le daban sus padres un cubo con instrucciones y él se las ingeniaba para construir una. Siempre con una mano en la pelota, imitando lo que veía en los entrenamientos de Gabi, con más apego al naranja que al chupete.

“Resultaba una monada de pequeño, a pesar de su carácter algo introvertido. Le costaba hacerse con la gente y por eso le metimos en el basket, para que hiciese deporte de equipo. A él le encantaba”, recuerda Arantxa Redondo, madre del jugador. “Desde que nací me aficioné. No tenía conciencia y ya tenía el balón en las manos. Mi primer equipo fue a los 4 años”, asiente su hijo.

Con una habitación llena de posters de basket, presidida por uno gigante de Jordan, con 6 o 7 años ya insistía a su padre para que grabase los partidos de madrugada en la NBA para verlos juntos al día siguiente. “Recuerdo una final NBA con Iverson frente a Lakers. Él alucinaba con él, era su momento cumbre y se fijaba siempre en eso. Le llegó y lo veía con pasión”.

Alejandro coqueteó con la natación, sin federarse y siempre sin soltar el balón, apuntado desde Preminibasket, llegando a tener a su progenitor como padre en la casa y entrenador en la cancha, una vez Gabi se retiró, se instaló en Mallorca y entró en el organigrama del último club de su carrera, La Salle. ¿Quién hubiera imaginado en ese momento que se estaba forjando una estrella?

Foto Rocío Quirante


Estirón, vídeo y nueva vida

Dicen que el destino es el puente que uno construye hacia lo que realmente quiere, si bien el de Álex, por más ilusión que pusiera, no se vislumbraba tan bello como el que ahora escribe en sus años de adolescencia. Empezó a jugar en su club como un niño normal, sin obsesión. Tenía cualidades y el talento se fijó en él, pero el físico se hacía de rogar. Y sin altura, hasta el propio combinado balear, al que había ido con frecuencia, pareció olvidar su nombre por su estatura.

“Parecía bajito para triunfar”, apuntaba su entrenador de entonces, Jaume Artigues, uno de los que vivieron más de cerca su impresionante cambio físico, cuando era cadete de segundo año. De verano al siguiente creció 20 centímetros, alcanzando el 1,92, lo que le permitía entrar en una nueva dimensión.

El palmesano, que ya tiraba como los ángeles, le cogió gusto a colgarse del aro, y defenderle resultaba cada vez un mayor reto. Su grandeza, ser capaz de trasladar su baloncesto del patio del colegio o las pachangas con sus amigos a los partidos más exigentes contra los mejores de su generación, que ni siquiera le conocían.

“Técnicamente ya era muy bueno pero con 15 o 16 años, comenzó a llamar la atención por la altura y en un intersector contra el Barça y el Joventut nos dimos cuenta de que no había diferencias respecto a sus rivales”, recuerda Arantxa.

Las emociones no entienden de raciocinio. El deseo, el miedo, una carcajada… son actos incontrolables. Ver algo y enamorarte perdidamente, huir con el corazón a mil pulsaciones… o no poder dejar de reír. Se tiene, o no se tiene, ocurre o no ocurre. Jamás hay término medio. Con el talento, tampoco.

Algo semejante le ocurrió a Álex Pérez Herrera, técnico del Opentach Basquet Pla de la EBA y, a la postre, el gran descubridor de su talento. Habituado a seguir las ligas regionales cadete y junior en Baleares, la primera vez que vio jugar a Abrines, tembló. ¿Era aquello posible? ¿Pero cómo nadie había captado antes semejante acumulación de clase?

Foto ACB Photo / Mariano Pozo


“Parecía algo espectacular, un competidor nato que podía jugar de 1, 2, o 3, aunque la verdadera clave de su juego era el tiro. Lo que más me llamaba la atención es que no se daba cuenta de lo que tenía. Jugaba porque se divertía pero no era consciente de lo que era. Recibía, lanzaba desde 8 metros y anotaba con una facilidad pasmosa. Y eso que en La Salle no jugaban para él. Podía haber crecido más si lo hubieran hecho, aunque también es fruto de ello la humildad que tiene ahora. Me enamoró”, recuerda Pérez Herrera, que pronto se puso manos a la obra. El mundo del basket debía conocer a ese superdotado.

Surgía una nueva duda. ¿Destacaba porque era un fuera de serie o por jugar contra rivales de menor categoría? Resolver la incógnita calibraría el potencial de Abrines. “En Baleares tenemos el problema de logística, por estar en una isla. A mí me había sorprendido su juego pero necesitaba referenciarlo con cotas de referencia más altas”. Y ahí entra Pepe Laso.


- ¿Hasta qué punto es bueno, Álex? ¿Lo ves con potencial ACB o Euroliga?

- Pepe, el niño es muy muy talentoso. Pepe… ¡que las mete desde 8 metros!

- Pues haz un vídeo y mándamelo.


Bendito vídeo aquel. De imagen deficiente, con una cámara muy doméstica y sello amateur, pero suficiente para que Pepe Laso se contagiase y creyese en su genialidad. A partir de ese verano de 2010, la locura.

De desconocido a deseado en un leve pestañeo. El propio Pérez Herrera intentó ficharlo para su equipo, si bien su futuro estaba pintado de verde. “Todos los veranos hago una o dos semanas de trabajo con el Unicaja”, comenta Pepe Laso. “Le pedí permiso a Aíto y al club para traerlo de invitado. No le conocía. Le llevo, hablo con él, se pone a jugar… y nos deja a todos sorprendidos”.

“Ricardo González, que venía con Laso, me decía que era un chico interesante. Jugué cinco años con él en Cantabria y creía en sus palabras, aunque no imaginaba que tanto. Fue verle en Los Guindos, con gente 2 o 3 años mayor que él, y convencerme de que ese niño tenía que quedarse en Málaga”, confiesa Paco Aurioles, segundo entrenador en el Unicaja, que compartió flechazo con el director deportivo del club Manolo Rubia: “Desde la ventana de mi despacho se veía la pista y me recuerdo exclamando… ‘¿pero quién es este pavo?’ Parecía balcánico, delgadito, con una calidad tirando fantástica, capaz de penetrar… no tenía ni idea de quién era y mi mayor pregunta entonces era cómo diablos no estaba en la selección. Hablamos con su agente Igor Crespo y le hicimos una oferta. Todo fue muy rápido”.

Foto Euroleague/Getty


Llegó un domingo por la noche y al día siguiente, contra rivales contrastados de la talla de Freire, jugaba sin ningún tipo de complejos, como si llevara toda la vida enfrentándose a ellos, en muchos casos mayores que él. El salto de categoría no le afectaba. Suponía sacarlo del colegio para meterle entre hombres… y él respondía por instinto natural, replicando en la cancha con su talento. “Tampoco realicé nada del otro mundo, solo lo que sabía hacer y ya está”, cuenta hoy el jugador. También Picasso pintaba fácil.

Sus progenitores, que tras su desarrollo físico ya pensaban en el cambio, necesitaban este calibraje. “Siendo sus padres no se le puede evaluar y no sabíamos cuántas cualidades tenía exactamente. Pensábamos que habría mejores jugadores que él fuera de Mallorca y queríamos que nos dijeran si valía o no, si tenía o no futuro”. Pronto lo supieron.

“Estuvo también entrenando tres días en Zaragoza, aunque al día siguiente de entrenar en Málaga me dijeron que le querían allí, con contrato. Willy Villar también me llamó y me confirmó que el CAI también le pretendía y que debía estar ya en la selección de su categoría. Nos parecía surrealista y hasta le decía a su agente, cuando me relataba las cosas buenas que contaban de Álex, que entendiera que no me creyese lo que estaba pasando, si 15 días antes estaba ahí en el colegio”, reconoce Gabi, aún sorprendido.

En ese momento, Pepe Laso se pone en contacto con Gabi y Arantxa, que hacían prevalecer la formación de su hijo, con el objetivo de que sus estudios no se viesen entorpecidos al firmar por un club. Finalmente, llegaron a un acuerdo con Laso para que hiciese un tutelaje deportivo y personal, de la mano de sus padres y del propio don del jugador. El detonante final, allá cuando aún se debatía en la familia Abrines Redondo sobre el futuro del adolescente, una llamada personal de Aíto García Reneses, clave según todos los actores implicados en su llegada a Málaga. En unas semanas, había pasado de un colegio a una de las canteras más prestigiosas del viejo continente.

Talento virgen

“También le pasó a Jiménez con el San Viator o a Miso con el Casvi. Si se trabaja bien en un club pequeño, no pasa nada por no ir a un grande. La clave es el talento. Aunque llegue tarde, te hará triunfar”, apunta su técnico en el combinado nacional junior Luis Guil, que comparte punto de vista con su madre: “Si tiene que salir, sale”. Y salió, vaya si salió.

En Málaga, las cosas fueron tan rápido como en su llegada. Tres días antes de irse a Asturias de vacaciones con su familia, el club le llama y le dicen que se va a China. Aurioles y su equipo piensan que la gira del Clínicas Rincón Axarquía es perfecta para integrar a un chico tan joven al ser en verano, ya que durante la temporada no podrá tener vivencias tan intensas por no poder faltar a clase. El grupo, lleno de jugadores jóvenes, ayudaba a su adaptación.

Foto Unicaja Baloncesto


Tras pasar por ojos de tantos sin que nadie se diese cuenta hasta aquel telefonazo de Alex Pérez Herrera a Pepe Laso, Álex Abrines se encontraba a miles de kilómetros de distancia de su Palma de Mallorca, disfrazado de actor famoso al que no dejaban de acosar. Porque si alguien llamó la atención en China, ese fue Abrines, presentado como una estrella de Hollywood y especialmente seguido por lo llamativo de su edad y aspecto aniñado.

“Tenía pinta del hermano pequeño de quien es ahora y pasó hace solo año y medio. Le llegamos a esconder en el vestuario porque todo el mundo le estaba esperando para pedirle autógrafos o fotos, nadie tenía ese seguimiento. Y él lo asumía con naturalidad, con la misma con la que pasó a un club ACB o a entrenar con todo un Garbajosa”, rememora Aurioles. “No sé qué les pasaba con nuestro equipo… sería nuestro atractivo físico”, bromea el cajista.

Había futuro, aunque el Unicaja adoptó dos premisas muy claras. La primera, no interferir en su crecimiento personal fuera de la cancha. Por más que estuviese inmerso desde la 2010-11 en el mundo profesional, jugando LEB Oro con el Clínicas, jamás debía perderse clases, acudía solo a los entrenamientos vespertinos y, si había partido entre semana, simplemente no acudía, para poder acudir al instituto.

La segunda, no limitad la libertad en su juego. Vino virgen y así tenía que seguir. Si ya tenía técnica depurada en su llegada, mejor trabajar en explotarla o mejorarla que en corregirla o cambiar su forma de concebir el basket. Nada de planes de alto rendimiento ni de sesiones maratonianas. La clave, desarrollar un talento sin modificarlo. “Vivió con gente de su colegio, con amigos… y no en un centro de alto rendimiento con 10 horas al día de trabajo. A lo mejor eso le ha hecho un tipo sencillo. Te hace plantearte a veces el modelo de formación”, se sincera Aurioles.

Para Pepe Laso, amigo y consejero de Abrines, se trataba de un proceso con similitudes al de Biyombo: “Hablando de baloncesto, entrenando y jugando con él, es más fácil crecer como jugador. Necesitan alguien que les marque un camino para que ellos y su entrenador sean más felices. Debe haber alguien que les diga que no solo sirven para entrenar y ‘pegarse’ con veteranos, o para ganar medallas de oro en selecciones inferiores. Hay otras cosas, y había que evitar el agotamiento psíquico de estar en dos equipos, difícil de soportar para gente joven”-

El cuadro malagueño ejerció de marco perfecto para su crecimiento. “No quiso forzarme, no me puso dobles sesiones ni nada del estilo. Mis padres insistieron en eso y ahora se lo agradezco por mis estudios”, afirma el jugador mientras su padre asiente: “Hay que agradecerle su labor al Unicaja. Es un club grande que siempre está abierto a dialogar y escucharnos”. Ahora recoge lo sembrado.

Foto Unicaja Baloncesto


Revolución Abrines

“El niño es realista; el muchacho, idealista; el hombre, escéptico… y el viejo, místico”, proclamaba Goethe. Abrines tenía un poco de todo. Niño por su aspecto, muchacho por su edad, hombre por su juego y viejo por su experiencia, menuda paradoja esta. Realista, idealista, escéptico y místico, tocando el cielo en la cancha. Su explosión era inminente.

Y la casualidad volvió a llamar a su puerta. “Un buen día me llama Martín Caño, presidente de la Federación Madrileña, para decirme que se la ha caído un equipo del torneo de Villaviciosa”, relata un visceral Manolo Rubia. “Me pregunta que si le podemos mandar a nuestro junior y el tío llega allí y se casca tres partidazos. Al día siguiente llamo a la Federación y le digo que tengan controlado a ese tío. Era la leche”.

Después de encandilar en ese torneo y llevarse el MVP, con 22 puntos de media, Abrines se gana un hueco, sin más discusión, en el Clínicas Rincón, donde no desentonaba. “Era un buen resumen de lo que era capaz. Machacaba en el torneo de China como ahora en ACB o antes de hacer los famosos 31 puntos, realizó algo similar contra Melilla, con 24 sin despeinarse”.

Su anotación, sus 5 triples y su desparpajo, con solo 16 años, no pasaron inadvertidos, aunque ganarse un hueco en la selección junior, tras tanto tiempo “escondido”, se presentaba como un reto complicado. El Vilagarcía Basket Cup, disputado en abril de 2011, en el que no desentonó jugando con España y en el que incluso se llevó el concurso de mates, le daba más lustre. Sus correctos números en LEB Oro (5,3 puntos, 1,8 rebotes) y su explosión en el Campeonato de España Junior, ración doble de catapultas. Allí, pese a la derrota de su Unicaja, él se llevó el MVP del torneo merced a sus 17,3 puntos y 6,4 rebotes por encuentro. En ese momento, en palabras de Rubia, el Unicaja fue consciente de que no tenía a un buen jugador, sino a una perla.

“Es una aportación magnífica para el baloncesto español, el jugador que podrá trasladar sus habilidades de manera más íntegra al siguiente nivel”, escribía el ojeador internacional Alejandro González, justo después del verdadero punto de inflexión en su carrera, el campeonato de Europa Sub18, culminado con oro para España y MVP para él, tras 13,1 puntos de media por partido y 16 puntos, 5 rebotes y 20 de valoración en la gran final.

“Aquel día lloré mucho”, confiesa Arantxa, sumergida en una vorágine de sonrisas y alegrías por su hijo que parece no tener fin. “Es que le pasa de todo y te dices… en algún momento parará, descansaremos un poco”. Pero nada. Y quedaba más, mucho más.

La invitación a un All Star Game, con los mejores jóvenes de la categoría en Europa, daba paso a una temporada en la que el Unicaja apostaba por él para el primer equipo. Después de varias participaciones esporádicas y testimoniales en la primera vuelta, el club mueve ficha. “Le hemos abierto camino dejando salir a un jugador como Saúl Blanco para darle espacio a él. El gesto ha sido hacia Álex”.

Foto FIBA Europa


El cuadro malagueño no funciona, y eso oscurece sus logros, aunque con perspectiva, la 2011-12 será recordada como la de la explosión –o al menos la primera de ellas- de Abrines en el terreno profesional. Récord tras récord, noticia tras noticia, portada tras portada. Y todo tras librarse del quirófano por una apendicitis que no fue tal, sino adenitis mesentérica.

9 puntos en Euroliga contra Gescrap Bizkaia, 27 minutos en la cancha del CAI, demostración de carácter contra el Lagun Aro, exhibición infinita frente al Asefa Estudiantes. De 1 punto a 8, de 8 a 15 y de ahí a 31, en una progresión geométrica abismal que dinamita precedentes y récords de precocidad, superando en tiempo de juego y puntos a estrellas del nivel de Juan Carlos Navarro, Ricky Rubio o Rudy Fernández, marcando la mejor marca en el club en más de dos años y estableciendo un nuevo récord nacional en la temporada.

Gabi Abrines lo revive: “Seguimos el partido por la Jornada Virtual y nos asombramos con cada canasta. Pensamos que en la segunda mitad no podría repetir lo de la primera pero fue una cosa exagerada, de emociones encontradas, con Álex haciendo el partido de su vida y nosotros prefiriendo la victoria del Unicaja”. “No estaba contento con sus 31 puntos, decía que no habían servido de nada”, apunta su mujer.

Nadie esperaba algo similar. Ni siquiera el técnico Luis Guil, que no contaba con tantos minutos para su pupilo en el combinado nacional. El crecimiento, no obstante, debe ser progresivo. “Nosotros estamos en un mal momento y tampoco es positivo que el chico que eche el equipo a la espalda, pese a que diga mucho de su cabeza tan bien amueblada”, sostiene Rubia, consciente de que la revolución Abrines ya es imparable.

¿Qué es? ¿Qué le falta?

Es el hombre de moda, el nuevo niño de oro del baloncesto nacional y hasta la esperanza del Unicaja. Pero… ¿qué tiene Álex Abrines para ser tan especial? Su círculo más cercano habla.

"Álex es tiro. Y deberías ponerlo en mayúsculas. Puede jugar de lo que le piden, va al rebote y defiende. No hay diferencia entre el Abrines de La Salle y el de los 31 puntos. Juega igual contra chavales que en la Liga Endesa, con idéntico desparpajo. Solo que el de ahora se está dando cuenta de lo que es, es una cuestión de confianza”, sostiene su descubridor Álex Pérez Herrera.

Foto Rocío Quirante


Su tutor, Pepe Laso, coincide en su principal característica: “Es un alero que tiene facilidad para tirar, qué fácil lo hace. Puede hacerlo 20 veces si quiere, es una virtud natural, la de Navarro. Tiene mucha puntería. También es un imán y rebotea con facilidad, como Beirán. Gasta poco el balón y debe tenerlo más veces ya que comete pocos errores. Puede defender a escoltas y aleros, aunque su salto cualitativo, lo que le puede convertir en una auténtica estrella, es pasar a jugar de 2”.

Igualmente, Luis Guil se muestra generoso en palabras para definir a la nueva estrella del Unicaja: “Hace muchas cosas bien, no solo una, y es muy completo. Destaca en el ataque sin balón, por encima del aro, con alley-oops, puede driblar en el 1x1, jugar pick&roll y defensivamente ayuda en muchas facetas. Es capaz de rebotear y de defender a rivales dándoles cierta distancia para que no le hagan tiros, como en el Europeo Sub18 con una de las estrellas de Serbia, Miljenovic, al que puso cuatro tapones y sacó del partido. Lo veo al máximo nivel europeo porque es talentoso, es competitivo y tiene una cabeza muy buena. Responde en los momentos calientes”.

El aspecto mental del jugador también lo trata el técnico que más le conoce en el staff del Unicaja, un Paco Aurioles que considera que su cabeza le hará grande. “En el baloncesto hay muchos jugadores buenísimos que entrenan fenomenal y luego no son capaces de responder en la cancha. Con él pasa lo contrario. Destaca entrenando pero nada como en la competición. El otro día nos asustó a todos con su desparpajo en un partido en el que su equipo se jugaba el porvenir. En los partidos se crece cuando los demás no salen”. Además, el ayudante de Chus Mateo también tiene elogios para su trabajo en el aspecto físico, donde ha crecido de manera exponencial en los últimos meses: “Ha ganado 10 kilos de peso y 5 de ellos son de masa muscular, mejorando incluso su porcentaje de grasa. Los datos científicos son espléndidos”.

Su presente es inmenso pero su futuro puede ser infinito. Y eso está en sus manos, en la de su evolución como jugador. Con solo 18 años, crecer y progresar deben ser los únicos verbos que conjugue, olvidando la euforia del momento y centrándose en pulir defectos o abrir otros campos para ampliar su baloncesto.

Pepe Laso es el más tajante. A juicio del técnico, Abrines debe mejorar su 2x2 y su bote del balón. “Si lo hace, es casi un titular en la Selección Española”. Además, incidir en una eterna compañera de viaje, la defensa, donde nunca se termina de aprender cosas. “Tiene las mismas carencias defensivas que Rudy, las del volumen físico. No tiene problemas para la defensa exterior pero sí a jugadores con músculo. Él nunca será un mazas”.

Por su parte, Aurioles recuerda que la lista de jugadores que apuntaron mucho desde jóvenes y que al final no llegaron es larga y considera que acceder al siguiente nivel pasa por trabajar más su bote y su juego al pick&roll, una visión que comparte Luis Guil, que apuesta por evolucionar en el dribbling en su transición natural al puesto de escolta. “En defensa es más bien una cuestión física, ya que tácticamente es bueno y tiene capacidad e intuición”.

Foto Mariano Pozo


En el caso de su descubridor, además de la defensa y el uno contra uno, el progreso de Abrines irá de la mano de aspectos no puramente baloncestísticos. “Se tiene que dar cuenta de que el balón tiene un valor, a veces está muy seguro de meterla. Hay que amarrarle para que no se escape en el aspecto mental, aunque él tiene la suerte de tener a Pepe Laso de tutor, que le dará ‘palos’ si hace falta por su bien. Los jugadores tan buenos no tienen que ponerse techo”. No lo hará.

El "nuevo Rudy" que quiere ser Navarro

“El nuevo Rudy”, repite una y otra vez la prensa de medio mundo, un punto de vista que apoyan los propios protagonistas.

- “Cuando hablan de Rudy Fernández no me extraña, ya que creo que está muy cercano a su forma de jugar”. (Luis Guil)

- “Puede machacar, tirar… impresionante. Es como Rudy Fernández”. (Álex Suárez).

- “Es espectacular y grande, me recuerda mucho a Rudy”. (Jaime Fernández).

- “Me gusta mucho de 2 y tiene el mismo desparpajo de Rudy Fernández”. (Álex Pérez).

Sin embargo, Pepe Laso aporta una nueva visión respecto al futuro, que por opuesta genera debate. De esos que gustan. “Ahora es un Rudy en la forma de jugar, un vivo retrato, sí, pero Abrines debe aprovechar su tiempo para acercarse más a la posición de 2. Si quiere aspirar a algo mucho mayor debe jugar 2x2 y pasar el balón, intentar imitar a Navarro desde sus casi 2 metros. Que Abrines haga más de Juan Carlos que de Rudy”.

El jugador escucha sus palabras, sonríe y asiente, sin ningún miedo por el ejemplo a seguir que le da su tutor, el mejor exterior en la historia del baloncesto nacional. “Yo también pienso como él y quiero ser como Navarro. He jugado toda mi vida de alero y hasta de 4 en ocasiones por ser de los altos del equipo. Ahora me es más complicado ser escolta por el manejo de balón, pero me he propuesto mejorar el bote y el pick & roll. Antes solo recibía para tirar o penetrar. Eso va a cambiar”. Y todos expectantes, con la esperanza de que comparaciones tan elevadas no perjudiquen la búsqueda de su propia identidad.

Foto Rocío Quirante


La madurez de Kid-A

Su padre es informático. Su madre, secretaria del club de basket en el antiguo colegio de Álex. Ambos, como su novia y su hermano Marcos, viven en Mallorca, aunque visitan en cuanto tienen ocasión a su hijo, que vive con un par de compañeros del Clínicas Rincón (Irid y Kuzmic), lo que favorece a su inglés. El pasado baloncestístico de Gabi – los baleares Llull, Sastre, Servera y Sastre tuvieron esa suerte, algo tendrá esa tierra- apoyó el crecimiento del jugador, sin interferencias externas. “Su padre no es un plasta, no es el típico papá tradicional del basket, él sí sabe mantener la distancia. Forman una familia consolidada”, manifiesta Laso. Manolo Rubia le da la razón: “Son encantadores y saben qué clase de chico tienen en la mano, siempre sin dorarle la píldora ni decirle lo bueno que es”.

Arantxa y Gabi siempre han vivido con tranquilidad y desde lejos los pasos de su hijo. Cautelosos, sin prisas, sin sacarlo de su entorno a tierna edad, alejados del forofismo y deseando que Álex se formase más como persona que como jugador. Sus palabras ayudan a entender el carácter del jugador. “Me preguntaban mis amigos si estaba angustiada como madre cuando se fue a Málaga y no. Se ha adaptado muy bien a la ciudad, al club y a sus compañeros”, apunta la que más le conoce.

Responsable, con inquietudes y centrado, Abrines compatibiliza a sus 18 años su carrera profesional con sus estudios a distancia en Administración y Dirección de Empresas. “En el instituto destacaba, aunque siempre decían que podía hacer mucho más, que acaba un 7 y podía obtener un 9. Solo suspendió una vez y me dijo que dejara que lo solucionara él mismo, sin mi ayuda. Es el hijo perfecto”, apunta Arantxa con orgullo.

Querido por sus compañeros, gran amigo de Pozas y Conde, y con una fantástica relación con Berni Rodríguez, que le trató como un hermano pequeño. Calmado, disciplinado, sonriente, el jugador perfecto al que tutelar, pensará un Laso que le define como “un tipo de mirada limpia que escucha. No es muy extrovertido pero tiene las orejas abiertas para entender. Cuando le criticas algo, dice poco y actúa”.

Cuando Luis Guil puso, antes de la final del Europeo Junior, un vídeo de motivación, montó imágenes de cada uno de sus jugadores acompañadas de una palabra. Cuando llegó su turno, “Humildad” presidía sus canastas. “Es líder desde su trabajo y carácter. Es líder porque sus compañeros le hacen líder”. Aurioles apunta a sus padres como causantes de ser un “chico normal que lo ha asumido todo con normalidad”, mientras que Rubia reafirma la idea de madurez y de tranquilidad en cada conversación con el balear.

Con la agenda cargada, Abrines apura los pocos ratos libres que le dejan sus estudios y su profesión –vive a un paso del Martín Carpena y va andando cada día- para salir con amigos a cenar, ver fútbol o jugar a la Playstation. Estas últimas semanas, ni eso. Avalancha de preguntas, con el mundillo del baloncesto intentando saber más de aquel que, sin preguntar, se convirtió en ídolo. Su club, saturado por las peticiones de entrevistas, intenta protegerle, consciente de que si se convierte en estrella deberá habituarse a lo vivido estos días, pero sin olvidar que aún tiene 18 años.

Foto Rocío Quirante


El boom Abrines es tal que hasta en su antiguo colegio, La Salle, organizan reuniones en la sala de audiovisuales, para disfrutar todo el colegio de su show anotador del pasado domingo. La locura. Empero, él asimila lo que le está pasando con filosofía, apoyándose en los consejos que le dan su representante Igor Crespo, además de Ricardo González, que trabaja con él temas más deportivos, y el propio Pepe Laso, que le tutoriza: “La semana de las entrevistas me la tomo con paciencia, sin darle trascendencia a los elogios para no comerme la cabeza y venirme abajo. Lo de los 31 puntos es algo que ocurrió así, estoy orgulloso y sigo trabajando”.

Con esa fórmula bien aprendida, el “niño”, como cuenta Aurioles que es denominado en el vestuario del Unicaja, se abstrae y se centra en cumplir plazos, con la misma calma con la que tardó en salir del colegio. Corazón balear, cabeza en Málaga, que también supo seducir a aquel heraldo que, contradiciendo a Wilde, llegó del futuro para regalar presente e ilusionar a una afición cabizbaja que se atreve a creer en él sin temor a equivocarse.

"Standing in the shadows at the end of my bed" (“Permaneciendo en las sombras del final de mi cama”), canta Radiohead, como si reflejase en solo una línea todo un talento que ya no es clandestino. Kid-A, la canción y el disco. Un guiño al chico que roza la excelencia. “Queremos que sea nuestro futuro y el estandarte del Unicaja para los próximos años”, afirma sin dudarlo Manolo Rubia. “Ojalá. Eso significa que confían en mí y que podré progresar”, responde sin ponerse colorado el ilusionante Kid-A, un Álex Abrines, consciente de que el futuro es suyo y que nada, ni siquiera el más bello de los elogios, ha de detener su paciente rumbo.