Crónica

La hora Rudy, la era Laso (85-96)

¡El Real Madrid, campeón! 34º título para los madridistas, 12 en era ACB, 4 en 6 años. La era Laso crece tras la 3ª victoria seguida de los suyos contra el KIROLBET Baskonia (85-96), con Rudy Fernández vestido de MVP Movistar (27 puntos, 6 triples y 33 de valoración) en otra página para la leyenda blanca

ACB Photo / Arrizabalaga
© ACB Photo / Arrizabalaga
  



Redacción, 19 Jun. 2018.- El Real Madrid, campeón liguero. Podríamos ponerlo 33 veces más, que cada una de ellas tendría sentido. Cada una con sus historias detrás del título, sus anécdotas, sus héroes y sus caídos. La número 34 se recordará como una de las finales más vibrantes y apasionantes de la década. La 34 sabrá a doblete, a temporada de orgullo y épica, a lesiones en blanco y negro, a guinda de Doncic y a Rudy en lo más alto.

"En blanco te dejaré, como dejo este verso", cantaba Love of Lesbian en una canción profética gritada a viva voz en el vestuario madridista tras otra batalla apasionante de una final para el recuerdo. De los triples de Janning (21-14, m.7) al trance de Rudy, autor de 17 puntos en el segundo cuarto para dibujar un encuentro diferente tras el descanso (38-42).

Beaubois lo intentaba todo, con Campazzo y Ayón replicando a la perfección (57-67, m.31), antes de un 12-4 local que le dio emoción al título blanco, al que le faltaba un capítulo más de un Doncic, cuyo triple de dibujos animados fue sentencia para hacer más grande el día del MVP Movistar Rudy (27 pt, 33 val), para hacer más grande la era Laso (15 títulos), para hacer más grande la leyenda blanca.

ACB Photo / Arrizabalaga
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El tren de Watertown

Del violín al saxofón. Los acordes de Florencio Cruz ponían al rojo vivo al Buesa Arena justo antes de la cuarta batalla, como si le hiciera falta algo más de calor al coso baskonista. El arranque, no obstante, no alcanzó las cotas de acierto del inicio de los tres partidos previos. Quitando los aciertos de Poirier, Carroll y Taylor, 10 de los primeros 13 intentos se quedaron en el limbo.

Como si unos necesitaran héroe y otros antagonista, la irrupción de Shengelia cambió la cara al choque. Campazzo sacó la varita, Carroll la muñeca y Timma tiró de centímetros para cortar la zona (13-12, m.6), justo cuando se empezaban a oír desde lejos las bocinas del tren Janning.

Watertown, un pueblo en mitad de la nada, bajo el frío de Minnesota, una vez se sintió grande. Corría el final del siglo XIX cuando el pequeño pueblo era la envidia de la comarca por su industria de fundición y por su pescado. Tres hoteles, tres tiendas, una droguería, siete salones, cuatro iglesias y hasta molinos anunciaban un futuro de esplendor. Sin embargo, alguien cambió la ruta que se había pensado a la hora de construir las vías del tren y el pueblo quedó de lado, olvidado. Aún cuentan con emoción los tataranietos como el pueblo volvió a la vida cuando el tren llegó al lugar.

 (ACB Photo/A.Arrizabalaga)
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No hay mejor metáfora para uno de sus ciudadanos más ilustres, dispuesto a aparecer siempre que los suyos se quedan sin luz. Matt la pidió para el primero, Matt la pidió para el segundo. Dos triples en dos pestañeos y la máxima para un KIROLBET (21-14, m.7) que se sentía capaz de romper, sin imaginar lo que se le avecinaba. Tras el tren Watertown llegaba el expreso de Palma.

Rudy, Rudy, Rudy

Las sensaciones pertenecían al local. El rebote, al visitante. Y cuando el rebote es tuyo, el mundo es tuyo. Las segundas oportunidades, amén de la mejora defensiva dibujaron un escenario nuevo, en el que Thompkins, como siempre que hay cena de gala, tiene mucho que decir. Una canasta de Trey y un coast-to-coast de Doncic cortaron la hemorragia al final del primer cuarto (21-18), que no supuso el fin de la racha blanca.

A falta de Llulls, buenos son Rudys. El tiempo valorará en su justa medida, en un momento menos hipnótico, si lo de estas últimas semanas es la versión más completa jamás vista de Fernández, más allá de sus días de estrella en Badalona o sus días de referente en Madrid. Menos debate genera otra sentencia: Rudy estaba a punto de regalar uno de los partidos de su vida. Si el primer triple fue solo saludo, el segundo fue golpe. 8 puntos seguidos para estirar la brecha al 2-15, con los de casa perdidos (23-29, m.13).

 (ACB Photo /Arrizabalaga)
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Su acierto asustaba menos que sus gestos. Ojos inyectados en sangre, vuelta atrás para defender enseñando colmillos. Rabia y deseo. Inspiración desatada de un jugador que juega mejor cuando la sentencia acecha. Letal en el 2º contra Iberostar Tenerife (19) y en semifinales frente al Herbalife Gran Canaria (21), hoy tocaba otra vez sacar el traje de verdugo. Una defensa salvaje, agónica en el esfuerzo, siempre cortando la línea de pase, siempre haciendo peor al defendido. Y un ataque esta noche de los que ganan finales, de los que atraen trofeos.

Los de Pedro Martínez se desquiciaban. De nada valía el momento Beaubois si Fernández respondía con su tercer triple. Poco podían cambiar las cosas Janning si Rudy le imitaba desde el 6,75 con el cuarto (32-37, m.17). Solo la irrupción final de Granger evitó que el encuentro saltara por los aires, con el expreso de Palma cerrando su catarsis con otro par de tiros libres para el 38-42 al descanso. 17 puntos para cambiarlo todo en un cuarto para la historia.

La ley del tercero, la ley de Ayón

"Es el cuarto partido... pero es como el quinto. Si ganamos, cambia todo", repetía Shengelia antes del encuentro, conscientes que sin presión, en un quinto, el Herrerazo podría cambiar de color. Extramotivado, su triple inicial no asustó a un Real Madrid que supó desquiciar al georgiano, en una fase llena de tensión y tanganas. Doncic con Vildoza, Shengelia con Reyes o Tavares.

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En la tormenta de golpes, el más bajito se libró. Se llama Campazzo y hace mucho que dejó de ser complemento en el Real Madrid. Sus puntos eran la respuesta perfecta a un Beaubois que empezaba a preguntarse qué tendría que pasar para que sus aciertos le dieran la vuelta al partido al fin (43-49, m.26). No con Ayón en pista, el siguiente en apuntarse al show de un Real Madrid consciente de que, en los 5 anteriores duelos con los baskonistas, el que se llevó el tercer cuarto se llevó el partido. Tan científico como el amarillo en Alpe d'Huez, tan certero como que ya van 6.

El mexicano purgó pecados de un irregular Playoff con una puesta en escena llena de sobriedad e impacto. Los rebotes tenían dueño, entre ganchos o mates. Otro enceste con su firma abría la primera diferencia seria para los visitantes (54-61, m.27) y, en mitad de la orgía de Rudy en ambas partes de la pista, el propio Ayón rubricó su explosión con un par de acciones decisivas. Un robo y canasta para cerrar el tercero y otro baile en la zona para alejar más que nunca a su equipo (57-67, m.31) a falta de nueve minutos para la gloria. La 34 asomaba.

Dos triples icónicos

"Somos el Real Madrid y siempre jugamos para ganar", sentenció de forma lapidaria Sergio Llull en la última atención a medios antes del partido. Como si se hubiera repetido esa frase con él de protagonista en cada día de su larga lesión, en cada noche de inquietud y nervios, de dudas por el mañana. No, esta vez no fue el héroe, si bien con sus 5 puntos seguidos Llull dejaba en papel mojado cualquier intentona de Janning.

 (ACB Photo/A.Arrizabalaga)
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Faltaba un último guiño. Una sonrisa final. Otra imagen icónica para la galoría de su carrera, para la galería de su club. En 2013 era noticia por fallar 20 triples seguidos en Playoff. Un lustro más tarde, con 33 primaveras a sus espaldas y su renovación en el aire, la noticia hubiera sido un fallo suyo. A Rudy Fernández se le ponía cara de MVP Movistar con su quinto triple para elevar la máxima a 11 (64-75) con seis minutos por disputar.

Hubo reacción baskonista. ¿Cómo no iba a haberla tras un Playoff tan valiente, tan digno, tan excelso? Cada aficionado del Buesa Arena sintió que si alguien podía remontar lo irremontable era su equipo. Cada aficionado de Buesa Arena creyó de la mano de Beaubois (19) cuando lideró, en menos de un minuto, un parcial de 7-0 que creció hasta el 12-4 siempre bajo el influjo del francés (78-81, m.37).

Si la vida de Doncic la dirige un guionista, el final estaba escrito. Si la carrera de Doncic sigue un guion, ese era el momento. Con la caldera vitoriana hirviendo más que nunca, Luka escogió ese instante para regalar la última gota de magia como blanco, en otro instante de videoteca, de esas que estarán en el vídeo homenaje de su retirada, cuando 2018 quede tan lejano. ¿Pero cómo diablos marcó ese triple? ¿Acaso mejor metáfora que su lanzamiento inverosímil, a una pierna y sobre la bocina para definir su etapa? Lo soñó y lo logró. Los títulos, los galardones, el triple, la final. La Liga Endesa.

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Solo había 6 de diferencia (78-84) a dos minutos del final, mas el encuentro acababa de morir en sus manos, con el KIROLBET sacando la bandera blanca en forma de fallos finales antes de la puntilla de Campazzo (17). Cada triple fue un golpe de martillo, se había terminado la sesión (85-96). El Real Madrid volvía a tocar el cielo en Vitoria.

Llegaron los abrazos y las lágrimas del rey de Europa que necesitaba una segunda corona. Doncic se quedaba el balón, puro simbolismo, y Rudy el título de MVP Movistar tras una de esas actuaciones que definen carreras. Y tras el confeti blanco y morado, mientras las luces se apagaban, aún con el murmullo de una afición orgullosa del que merecía orgullo, el 'Fantástico, fantástico' de Love of Lesbian retumbaba en el vestuario blanco, mientras Laso empezaba a ser consciente de su era. Son quince títulos. Son cuatro Ligas Endesa. Son y serán época.