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La transición era Creus

Se estrenó en el 75 y se retiró en el 99, con 778 partidos a su espalda. A los 30 años le preguntaban por su retirada y a los 41 besaba el trofeo liguero como MVP. Viaja por los últimos años de su carrera, cuando cada temporada parecía la última, hasta convertirse en leyenda para siempre en Manresa y en la ACB

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Redacción, 30 Enero 2019.- Podía haber sido su adiós. Unas semanas antes, Joan Creus entraba en la historia de la ACB al ser el primero en alcanzar los 12.000 minutos y las 750 recuperaciones, cifras que hacen de frontera entre lo meritorio y lo histórico.

Camino de los 37 años, tras una carrera brillante, nadie le hubiera reprochado nada. El chico de la cantera de Ripollet, donde jugó su padre, donde compartió momentos con su hermano. Aquellos nervios cada vez que venía, cada dos o tres años, un miembro de la Federación Catalana a exhibir en el cine del pueblo alguna filmación de los Boston Celtics o los Cincinnati Royals. Aquella final del campeonato juvenil contra el Barça. O esa vez que Juan Coma pudo convencerle para llevarle al CB Hospitalet de la Casera, con solo 18 años.

Su contrato de 17.000 pesetas al mes, el rato diario recorriendo toda Barcelona, desde la Meridiana hasta Hospitalet. Su debut un 22 de septiembre del 75, aún en los malditos tiempos de Franco, frente a un Vasconia con "v" y "c" que caía por 93-77, con 6 puntos con su firma. Sus primeras titularidades, su descaro con 1,76, sus penetraciones eléctricas, su traspaso por medio millón de pesetas al CB Areslux Granollers, donde pronto se erigió en líder junto a Herminio San Epifanio, hermano de Epi. Aquel triunfo frente al imbatible Madrid de la época y su posterior llegada, ya en el 80, al FC Barcelona de Ranko Zeravica.

La Liga, las dos Copas, el subcampeonato en la Recopa. Esa conversación en la que le explicó a Antoni Serra que prefería regresar a Granollers, donde estaría más cómodo, donde podría retirarse. Sus 28 internacionalidades, su plata en el Eurobasket de Nantes 83. La llegada de la ACB, que empezó a registrar sus marcas, ignorando que serían tan altas. Su consolidación absoluta entre los grandes bases del país, de la década, de las décadas.

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Aquella oferta del Pamesa Valencia en el 89 que le hizo dudar, rechazándola por su idea de terminar su carrera en casa. "Insconscientemente siempre pensé que un histórico del báquet no se acabaría nunca. Mi vida estaba planeada, quería terminar allí y mi gran ilusión era dedicarme al club, como entrenador o con los jóvenes, ya que tengo la carrera de educación física. Me equivoqué… porque no había futuro", diría años más tarde, una vez supo que el BFI Granollers vendía su plaza en la élite. Como si no importaran sus 14 temporadas allí, como si fuera papel mojado su excelso Playoff contra el Barça.

"Hemos perdido todos un poco la ilusión", aseguraba, aún sufriendo la resaca del boom del basket en España y sufriendo el vértigo de tantos cambios desde los días en blanco y negro del 75. No tenía nada más que demostrar -¡si hasta había jugado junto a su ídolo Jordan!- y, sin embargo, quiso hacerlo. Aunque fuera sabiendo que el precio a pagar era escuchar año tras año, entrevista tras entrevista, una manida pregunta:

¿Cuándo te vas a retirar?

Algo más que una anécdota

"Cuando pasas de los 30, piensas en la retirada inconscientemente. Y si no, te lo hace pensar la gente. Es una decisión que hay que tomar al momento y no a un año vista, porque si empiezas a pensar 'dentro de un año me retiro' la cabeza se acostumbra a pensar que esto ya se acaba", confesaba en El País, inmerso ya en su nueva aventura manresana.

El TDK Manresa le había contratado para sustituir a Ferran López. El mismo Manresa en el que jugó 9 años su hermano Jordi y que no podía visualizar la avalancha de alegrías que estaba por venir de la mano de Joan. "Granollers, sin que suene negativo, ya era una rutina, una etapa de piloto automático. Siempre jugué por ilusión y en Manresa sigo sintiendo ese gusanillo cada vez que salto a la pista. Y Pedro quiere que trasmita mi veteranía a los jóvenes del equipo".

Pedro es Pedro Martínez, otro histórico, más joven que él, y rendido al jugador de inmediato. De su llegada, en la que sugirió bajarse el sueldo por si así el club podía cerrar el fichaje de un John Ebeling que acabó en Murcia, al primer entrenamiento, como recordó el propio técnico recientemente en ACB.COM: "La clave fue su fichaje. Cuando le fiché dudé por ser veterano. Nuestro base era Chema Alarcón, en una época en la que los titulares jugaban muchos más minutos. Pensé que Creus estaría algo acabado y recuerdo comentarle que saldría desde el banquillo y que se reservara. Él me miraba extrañado, diciéndome que no lo había hecho nunca y que se adaptaría pronto. Imagino que por dentro estaría riéndose de mí, y más cuando ganó Copa y Liga más tarde. Creus era un jugador impactante de entrenar por su seriedad y profesionalidad. Un jugador absolutamente inteligente en su ataque. Cambió la dinámica del club: de perdedor...a ganador".



Cada año con él tuvo la etiqueta de histórico. En la 93-94, el puesto más alto para el club: 7º lugar. Al siguiente, el listón se quedó pequeño: ¡4º! Había una doble lectura con Creus. Por un lado, cualquier comentario siempre empezaba por su edad. Se le preparaba una broma en televisión cuando cumplía 38 años -impagable su "voy a alegar, apelando podré jugar unos años más"-, se recordaba que había jugado con hijos de sus rivales o compañeros de antaño (Brabender, Luyk, Jofresa…) y que se había convertido en el nacional más veterano de la historia, superando a Juan Domingo de la Cruz.

Por otro lado, sus números iban más allá de la anécdota, de la curiosidad, del detalle de su edad. Su importancia iba a más, su juego crecía -"siempre se está a tiempo de aprender cosas nuevas"- y su equipo empezaba a ser muy peligroso para sus oponentes. De hito en hito, como dos décadas más tarde fueron Reyes o Navarro, y con mérito añadido. "Hay un vacío de ocho años que no cuentan en las estadísticas, pero no pienso en si bato récords o no", relataba, algo contrariado por no tener registro de sus números en Liga Nacional, justo en el momento en el que se convertía en histórico ACB en anotación, con 6.000 puntos. Ocurrió un par de días después de cumplir 38. "Sé que no es normal que un jugador siga a mi edad, pero simplemente me gusta el basket, veo que puedo seguir jugando y lo hago".

Este reportaje hubiera tenido sentido sin lo que estaba a punto de suceder. La longevidad no entiende solo de títulos, claro está, y su carrera era lo suficientemente redonda y sólida como para cantar con épica sus batallas. Mas aquel 25 de febrero de 1996 su historia, la de su club, y la del propio baloncesto nacional estaban a punto de cambiar.

El Triple de Creus siempre se escribirá en mayúsculas.

La Copa de un pueblo

"¡Hay que jugar valiente, hay que jugar valiente!", exclamaba Salva Maldonado en uno de los tiempos muertos más importantes de su vida. Habría prórroga entre el Barça y el TDK Manresa. Cinco minutos para la heroica, para el sueño. Cinco minutos para la historia. Y un momento para la leyenda. Cuando Esteller pasó el balón a Creus, Joan, por un instante, en la esquina por unas escasas décimas, pensó que iba a quedarle demasiado tiempo a su rival. Mas también pensó que lo iba a meter. Y ante eso, ¿por qué esperar más? ¿Por qué… si el tiempo se acababa de parar en sus manos?



Llevaba 22 puntos, con más de dos décadas de baloncesto de élite en sus piernas y con la gloria a punto de nacer en sus manos. Cuando el balón besó la red, su leyenda fue imparable. Ni Xavi Fernández ni Dan Godfread lo pudieron evitar y el bocinazo final señaló al gran héroe, al más buscado, al más veterano de todos. "¡Ni en un guion de Hollywood!", gritaba emocionado Trecet, narrador y testigo al mismo tiempo de aquel cuento de hadas de jugador y club.

"Fue a cara o cruz… y salió Creus" se escuchó en sala de prensa, mientras los aficionados del TDK desplazados a Murcia cantaban afónicos un pegadizo "Qui-nce a-ñooos tieeeene Chi-chiiii", al son del Dúo dinámico, reivindicando una calle en la ciudad para su ídolo. Aquella noche, Harper Williams, que se había quedado con el balón del partido, se lo entregó a Joan, explicándole que se lo merecía él. Y Creus, tras la fiesta en la cena, acabó durmiendo con la pelota y con el propio trofeo en su habitación.

Qué complicado fue para el Barça, su pasado y su futuro, ya en los despachos. Volver desde Alicante en el avión de los campeones, o ser recibidos por decenas y decenas de manresanos eufóricos en el aeropuerto. Y es que las crónicas hablan de la mayor explosión de júbilo en la historia de la localidad. Las bufandas, las bandeas, el sonido de cada claxon y de cada uno de los 94 petardos, uno por punto de la final.

Y la vieja pregunta otra vez en el aire, camino de sus 40 años. "Varias veces me han preguntado si me voy a retirar, pero siempre respondo lo mismo: cuando acabe la temporada lo decidiré. Haber ganado la Copa no va a cambiar nada". La página más bella aún estaba sin tinta. Las palabras las escribiría él.

Sin gripe pero con liga

Cuando Creus dijo "sí" en verano, el nombre de Brabender salió a la palestra. Chichi se acababa de convertir en el jugador más veterano de la historia ACB. Y todos, los suyos y los ajenos, incluso los que le cantaban el clásico "Vete al asilo" para desconcentrarle durante el partido, respetaban su figura, que iba mucho más allá de su fecha de nacimiento. Así lo comprobó durante el All Star de Cáceres, con más de cinco mil personas cantándole el cumpleaños feliz mientras él, tímido, quería ser tragado por la tierra.

"Es algo increíble el hecho de que no se le noten los años, pero viendo como entrena te parece normal", aseguraba Maldonado. "No hay palabras para definirle, hay que descubrirse", palabra de Luis Casimiro. "Por cada año que pasa al resto, a él le pasa medio", bromeaba Comas. "No ha perdido el espíritu ganador de cuando era niño", explicaba su hermano Jordi, mientras Peñarroya asentía: "Puede haber alguien con su capacidad física, pero dudo que lo haya con su misma ilusión".

Después de acabar dos veces en cuarta posición, costaba saber hasta qué punto se le podía exigir al TDK Manresa de Luis Casimiro en la 1997-98. Por un lado, había plantilla para soñar, algo que quedó demostrado con la obtención de la primera Lliga Catalana de la entidad justo antes de arrancar el curso. Por otro, el presupuesto era el segundo más bajo en la ACB y su estrella, Joan Creus, ya iba camino de los 42 años. Un día de marzo del 98, le preguntaban cuándo fue su última lesión. Él solo recordaba una, allá por 1984, tras un golpe fortuito de Mike Davis en un partido de pretemporada que le rompió el escafoides. A continuación, le dieron el dato:

- Joan, cumples 500 partidos consecutivos en la ACB. Llevas más de 13 temporadas sin perderte ni uno.

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"Es que el tío no coge ni la gripe", explicaba su compañero Jesús Lázaro, testigo de otro de sus días grandes en ACB. Aquel día, visitaba la cancha del líder TAU Cerámica, que no sabía lo que era una derrota en casa. ¿Su respuesta? 23 puntos (5/6 en triples), 5 rebotes, 4 recuperaciones, 3 asistencias y 32 de valoración. "Hoy me hubiera gustado estar en la grada y no en el banquillo para haber podido disfrutar de su juego", señalaba Sergio Scariolo, sin imaginar que tres meses más tarde volvería a cruzarse en su destino.

Fue un Playoff apasionante, por el camino más duro. El tercero, el segundo, el primero. La víctima inicial fue el Adecco Estudiantes (1-3). En semifinales, le endosó 4 triples al Real Madrid para pone el 0-1 en la serie, antes de mandar un mensaje a navegantes: "Ahora somos favoritos y debemos jugar como tal". Llegó el 0-2. Y, al cuarto, un 1-3 que selló el billete hasta la final, con la crónica de El Mundo Deportivo convertida en poesía:

"Y en esto llegó Creus. No había anotado ningún punto en todo el encuentro, pero este hombre es, mentalmente, un extraterrestre, un superdotado, un jugador fuera de lo común".


"Si hemos eliminado a dos grandes, puede caer el tercero. Ya le hemos ganado dos veces al TAU este año", fueron sus primeras declaraciones. Otras proféticas palabras sobre una final que le reservó dos momentos de gloria. Sus 17 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias para el 0-1 en tierras vitorianas y los dos tiros libres finales, con 75-74 en el luminoso y toda la presión del mundo a segundos del bocinazo definitivo, en el cuarto encuentro. Los metió, claro. Y su TDK Manresa tocó el cielo al grito de "MVP", con las cámaras buscándole, Caiga Quién Caiga poniéndole sus míticas gafas de sol y Loquillo felicitándole en el vestuario. Si la felicidad es efímera, lo suyo, lo de Manresa, debió ser algo aún mayor. Porque jamás se podrá borrar.



Un adiós, un relevo

Joan no durmió nada aquella noche. A las 9 de la mañana, curiosa forma de celebrar una Liga, se fue a Hacienda para entregar su declaración. Aquel día, otras dos preguntas constante. La primera por su herida en la nariz, provocada sin querer por Portela al entregarle el trofeo de MVP. La segunda, la que llevaba contestando cada semana en los últimos 12 años. "¿Retirada? Siempre respondo lo mismo, siempre decido en verano. De momento estoy disfrutando y me lo estoy pasando bien"

La llegada en coche descapotable, repartiendo camisetas como si fuera una cabalgata de verano. Su dedicatoria en el balcón a tres capitanes del TDK, su hermano Jordi, el añorado Josep Pujolrás y su compañero y amigo Joan Peñarroya. Los mil botes y cánticos, el himno de Josmar ("Es súper fort"), la locura de una celebración seguida por casi dos millones y medio de televidentes en TVE. Los homenajes, el premio del COI, los artículos de prensa cíclicos. Más recortes para su madre, que tan bien los guardaba.

Aún le quedó un último año, disputando la Euroliga con su TDK a sus 42. Aún le quedó otro 5 de abril para otro hito, ser histórico ACB en cinco categorías diferentes: asistencias, minutos, recuperaciones, triples y puntos. Tres semanas más tarde, tras quedar fuera de Playoff y con una oferta en firme de su equipo para renovar, convocó una rueda de prensa para anunciar su adiós.

A las 13:03 de aquel 27 de abril se confirmó la noticia. "Os he convocado para anunciaros que mi etapa como jugador de básquet profesional se ha acabado. Llegué con 37 y han sucedido cosas muy bonitas aquí, en la mejor etapa deportiva de mi vida. Me encuentro bien físicamente y podría seguir un año más. Todos los años se me planteaba la misma disyuntiva y esta vez la balanza de contras peso más que la de los pros".

"Nunca me ha gustado vivir de recuerdos, pero si hago un repaso a mi trayectoria es lógico pensar que jugar 24 temporadas en la élite no es algo común. Es lo más valioso de mi trayectoria, por encima de los títulos", añadió, antes de decir hasta luego.

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Tras su homenaje en el All Star de noviembre, con Carlos Checa sacando de la cancha al mito en moto, el adiós al parqué se produjo en diciembre, el día en que su "7" se colgó para siempre en el techo del Nou Congost. "Torna Chichi", pedía el público mientras él estaba en pista en un amistoso contra la Cataluña de Pau y Navarro, con 5 puntitos finales a sus 43 años, con Manel Comas sustituyéndole emocionado -"He hecho muchos cambios a lo largo de mi vida y este es el único que no quise hacer"- y el pabellón aplaudiendo durante varios minutos entre lágrimas.

Fueron 778 partidos, sumando los de Liga Nacional, una cifra que parecía imbatible hasta que otro mito, un Felipe Reyes que se estrenó la misma temporada en la que él se despedía, completando el relevo generacional, le igualó el pasado domingo. Y le superará el siguiente, como si la vida o el tiempo no entendieran de números o de récords.

Su tope se va, nuestro recuerdo no. Quizá, como confesó recientemente en La Vanguardia, el hecho de preguntarle tanto por la edad acabó coloreando con épica una carrera que él empezó a vivir en blanco y negro. La transición era Creus:

"Me empezaron a llamar viejo a partir de los 30 años. Gané mi segunda liga con 41".