De Los Guindos a Saitama, pasando por Lisboa. Júnior de oro, eterno capitán verde, Berni Rodríguez viaja por su carrera, sin cortarse un pelo, en un artículo que más bien podría ser un libro. Qué viaje, Benna...
  

Redacción, 11 Abr. 2019.- Huele a baloncesto donde una vez olió a plomo. Los Guindos, Málaga. Allá donde un día la fábrica de hierros de la compañía minero metalúrgica con ese nombre lo dominaba todo. En ese marco dibujado por Strachan, con una barriada de viviendas construidas para los trabajadores de la factoría, una chimenea de ladrillo infinita entonces y gigante ahora, desafía el paso del tiempo y recuerda que, donde en la actualidad se escuchan botes, antes solo reinaba el sonido incesante de las barras de plomo listas para exportar.

Hasta el 79 no dejaron de sonar, hasta el adiós de la compañía, ya en tiempos de verde democracia. Un año después nació en la barriada de La Luz un chico llamado a marcar la historia del baloncesto en Málaga, tan inconsciente en su mérito como aquel adolescente que, en el 93, se subió de noche a la chimenea con diez kilos de pintura para intentar que su novia le perdonara tras una riña de enamorados.

"Mónica, te quiero", era su frase pensada, mas se quedó en la primera palabra cuando se quedó sin pintura. A la mañana siguiente, recogió a su novia en moto y, al pie de la chimenea, le pidió mirar hacia arriba. "Mira lo que te he puesto ahí". La chica se hizo la dura pero, por la tarde, ya había presumido con todas sus amigas de la hazaña de su chico, comentada en toda la ciudad. Hoy ambos están felizmente casados y con hijos. Hoy en Málaga esa chimenea se conoce, y se conocerá por siempre, como la "Torre Mónica", por más que hace unos años lo borraran. Hoy el niño que nació tan cerca de ese mar que acaricia la chimenea también marcó con su nombre el barrio y su ciudad, sin necesidad ninguna de pintura.



El niño de Los Guindos

Berni Rodríguez a menudo ve su historia como un guion, como si alguien hubiera escrito un cuento de hadas repleto de momentos épicos, con toques cinematográficos. Su película empezaría en blanco y negro. Su padre Bernardo se obsesionó con la pelota naranja y, como buen alumno forjado en Martiricos, acabó jugando en el Málaga. En la sección de baloncesto del antiguo CD Málaga queremos decir. Pronto empezó a preparar el terreno a su hijo en aquello de cambiar el futuro del básquet de su querida tierra. De la mano de Queipo de Llano, Martín Urbano y Jesús Bonilla, condujo al Caja de Ronda de Tercera a Primera.

¿Cómo no iba su hijo a enamorarse del baloncesto si compartía su nombre? ¿Si hasta su madre, Isabel, también lo jugaba? De bote en bote, el paso de niño a mayor fue más sencilla. "Tuve una infancia muy feliz y tranquila. Con una hermana mayor, Laura, y otra pequeña, Marta, con las que tengo mucha relación. Mi padre era maestro y, cuando yo era pequeñito, todavía jugaba. Mi mamá también. Ella y su mejor amiga empezaron a salir con mi padre y su mejor amigo. Luego él se convirtió en entrenador". Profesor de vocación, aficionado a la escritura -colaboró en Diario 16- y adicto a Saramago, un buen día, su trabajo le llevó a Ríogordo. Y a toda su familia con él. "Viví allí de los 6 a los 9 años. Allí se gestó y vivió sus primeros años Marta".



"Es como si mi vida empezara en el 89", confiesa. "Cuando regresamos a Málaga, nos instalamos en Los Guindos, porque mi padre iba a entrenar allí. Yo había jugado al baloncesto antes, pero por primera vez, con 9 añitos, lo hacía de forma federada". Los padres apuntaron a sus hijos a la escuela del Caja de Ronda para compaginarlo con los estudios, como el que los inscribe en kárate o danza, sin más pretensiones. "Iba al colegio, hacía mis deberes y, rápidamente, acudía a entrenar". En los tres lugares se encontraba con él. "Mi papá era al mismo tiempo padre, profesor y entrenador de educación física en el colegio". ¡Cuántas veces protestó el pequeño por ver que a él le exigía más que a otros compañeros! "Él es muy honesto y nunca quiso dejar ninguna duda, por eso era más estricto para no beneficiarme. Y también era muy pasional, algo que me inculcó".

Su historia no es la de aquel que soñó desde la cuna en noches de gloria y leyenda. Nada más lejos de la realidad. "Me hace gracia eso de 'yo siempre lo había soñado...' Qué va, mi objetivo no era ser profesional, tan solo pasarlo bien. Mis amigos, mis zapas. Todo ocurría de forma natural en Los Guindos. Mi evolución fue así, sin que mis padres se entrometieran, como ahora ocurre. Entro en minibasket y, el primer año en cantera, en pre infantil, me convocan a la selección española, a esas concentraciones que hacía el Siglo XXI tres veces al año". Desde preinfantil no volvió a faltar a ninguna de esas convocatorias. Lo ignoraba entonces... pero acababa de dar el primer paso para ser campeón del mundo.



El cielo de Lisboa

"Yo vivía a exactamente una calle de las pistas de Los Guindos. Cruzaba y a jugar. Sin embargo, lo más gracioso era que en la otra calle vivía un tal Germán. A los nueve años estábamos en el mismo equipo". En su primera concentración en Guadalajara, conoció a otro tal Juan Carlos y al tal Felipe. Y pocos años después se incorporaba al equipo otro tal Carlos, llegado con una beca desde Marbella. Juntos se atrevieron a desafiar la tiranía de ese Juanqui que parecía arrasarlo todo. "En el 93, en ese primer año de Cabezas acabamos subcampeones infantiles de España. En el Barça estaba Navarro, que nos metió la vida, casi 40 puntos. Hace poco les pasé a Movistar imágenes de aquella final de Andújar, que mi madre tenía guardadas como oro en paño. Recuerdo todo con mucho cariño".

En 1995, mientras toda Málaga soñaba con tocar el cielo con aquel triple de Ansley que no entró en el aro pero sí en la Historia, esa que siempre se escribirá con mayúscula, Berni Rodríguez sufría desde la distancia. "Me pilló en un campeonato intersector en Murcia previo al de España. Lo vivíamos como niños ilusionados, como unos aficionados más. Ellos eran nuestros ídolos y pusieron la primera piedra de lo que sería después Unicaja".



"Seguí creciendo, sin pensar en ningún momento que podía llegar. Era bueno, pero no destacaba tanto como otros compañeros. El mismo Germán destacó mucho más desde cadete, con sus bailes en la zona. También destacaban Cabezas o Perujo", añade. Ese Unicaja tenía algo. Campeones cadetes en ese 95, el equipo fue creciendo hasta coquistar, tres años más tarde, el Torneo L'Hospitalet, bajo la pizarra de Martín Urbano y con 26 puntos de Cabezas. La Penya de Raül López (25) vendió cara (73-71) su derrota. Era inevitable que tanto talento acabara uniéndose y las convocatorias nacionales lo pusieron muy fácil. "Ya en cadete me impactaba Navarro cada vez que le veía jugar. Era la hostia, cómo ser el mejor sin pretenderlo, con toda la naturalidad del mundo. Y Raül... ¡oh, Raül! Le veías entrenar y flipabas. Volvía a casa y le decía a mi padre que había allí un niño que no sé de dónde había salido que era una pasada, nos explicaba cómo entrenaba y nos parecía increíble. Era tímido, un freak del basket, de esos que tenían mil revistas y vídeos. Se llevaba muy bien conmigo y, especialmente, con Germán. Y luego apareció Pau".



A Berni se le ilumina la cara recordando aquellos días. "Nos decían que el Barça había fichado a un chico que medía 2,10 y jugaba de alero. Me acuerdo cuando apareció en la concentración. Y yo, viéndole tan largo, preguntándole a Raül si ese era el de los triples. Me asentía. Estaba un poco verde, pero ya veías que a poco que jugara medio bien nos iba a pasar por encima a todos. Y con todos me refiero a todos, no solo a nosotros. La lista no dejaba de crecer: "Estaba Calde, con un año menos. López Valera, Julio González, Herraiz, Cabeza... éramos un grupo de 18 o 20 jugadores que íbamos subiendo juntos hasta llegar a donde llegamos. Piensa que nosotros competíamos dependiendo de lo que lo que había hecho el equipo con un año más que nosotros. El del 79 no quedó demasiado bien y nos tocó hacer dos clasificaciones. Esos torneos menores nos hicieron competir muy pronto y se formó un grupo humano muy chulo".



Llegaba Mannheim y ni la Estados Unidos de Boozer ni la Australia de Andersen -aún sueñan con la canasta final de Cabezas- podían con España. Llegaba el Europeo de Varna y ni la Rusia de Kirilenko, la Grecia de Diamantopolis o la Croacia de Kasun o Stojic eran capaces de cambiar lo ya escrito: ese equipo era de oro. Y ningún obstáculo importaba. Ni dormir en camas de 1,70, ni que a Drame le estafaran a la hora de cambiar dinero en Bulgaria, ni mucho menos la lluvia de objetos por parte de los aficionados griegos. Ni siquiera, y esto a veces influye más que un monedazo, la incipiente presión mediática. "La palabra era inconsciencia. Se juntó mucho talento con una inconciencia maravillosa jugando al básquet que nos hacía muy buenos. Nos daba igual disputar un partido de preparación que unas semifinales".



"Llegabas a Mannheim, que para nosotros era Estados Unidos pese a estar en Alemania, y nos lo pasábamos bien. Veías a Germán comiendo lo que no era normal... ¡y encima ganábamos! En el Europeo empezamos a sentir que la prensa estaba detrás, con aquel reportaje de buscadores de oro de Gigantes. Salían nuestras fotos, las marcas deportivas nos llamaban, era una locura. Perdemos el primer partido, nos reunimos en la habitación en la que quizá fue la primera reunión de equipo más allá del entrenador, y lo arreglábamos todo. Era el ejemplo perfecto de cómo había que hacerlo: tres minutos serios y luego todo bromas. Nos dijimos que eso no podía ser... y acabamos arrasando. Campeones de Europa", relata como quien te cuenta cómo ganó el campeonato del colegio a la clase de al lado.

En aquel reportaje de la mítica revista, firmado por Raúl Colorado y con inolvidables imágenes de Emilio Cobos, ya se destacaba el valor de Berni en un vestuario. "Conocerle es quererle", afirmaba el técnico, Charly Saiz de Aja. "Es el más gracioso de todos con diferencia", diría tiempo más tarde Herraiz sobre un jugador que estaba siempre pendiente de sus padres, y que añoraba su playa casi tanto como sus postres favoritos. Corría el verano del 99 y estaban a punto de cambiar para siempre el destino del baloncesto español. Qué bello marco Lisboa puestos a hacer historia. "Llegamos al Mundial y lo ganamos absolutamente todo. Para nosotros era la primera vez que sentíamos lo que era un pabellón lleno o una atención mediática absoluta. En semis vi a Navarro hacer lo que jamás vi. Doce argentinos pegándole para que no anotara y él riéndose, pidiendo que le dieran otra vez porque le daba igual, él metía a carcajadas. Ya en la final, veías a los americanos mucho más físicos, con sus cascos grandes y su flow y nosotros, que nos autodenominábamos los españolitos, tan delgados y finillos. Pero éramos más buenos. Germán haciendo de bailarina, Carlos anotando su famoso triple y nosotros ganando el puto campeonato del mundo, con nuestras familias allí y Pedro Barthe comentando. ¡La de veces que me vi esas cintas! Fue la hostia".

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Casi tanto como la siguiente concentración, mucho menos mediática, en tierras coruñesas. Tan solo una semana después de tocar el cielo lisboeta, tocaba reunirse para un clasificatorio para el Europeo contra selecciones menores. Alguien propuso un tatuaje para conmemorar el éxito y la idea no caló. Otro osado sugirió que todos se tiñeran el pelo de rubio y nadie dijo que no. Empero, eran otros tiempos. "Vale pero no me engañes. Ni teníamos móvil ni internet como para mandarnos fotos. Tenías que fiarte del resto. Germán, Carlos y yo nos teñimos el pelo los tres juntos, aunque sin saber si los otros lo harían". Qué alivio comprobar que sí. Un equipo es un equipo. "A Raül se le quedó casi blanco, el contraste de Drame era brutal y la pinta de Juan Carlos era tremenda. De toda esa semana creo que no se puede contar un día. Teníamos 19 años, teníamos ganas de fiesta y encima jugábamos cada noche a las 9 antes de la tourné. Charly a veces se ponía delante un periódico y prefería no mirar". Mas los chavales respondían. Triunfos por 51 (Filandia), 28 (Portugal), 44 (Alemania), 6 (¡cuánto costó siempre Israel!) y 42 (Luxemburgo) para completar el expediente. "Y es que en los partidos... nos poníamos serios". El bronce en el Europeo Júnior de Ohrid al verano siguiente, enésimo ejemplo de aquel periplo.

La suerte de la vieja escuela

"Algún jugador había debutado ya en la ACB pero para casi todos ese oro mundial fue como gritar un 'hola, aquí estamos, ¿nos ponéis o qué?' bien alto", asegura un Berni que repite una y otra vez que estuvo en el lugar adecuado en el momento adecuado. Él puso de su parte, claro. "Tuve suerte: el Unicaja quiso dar un vuelco, haciendo una apuesta económica, profesionalizando el club con Maljkovic y empujando a gente de la casa. Pasamos de ser un equipo de los 90 a uno del nuevo siglo". Y con nuevo pabellón. Incluso así, no fue un camino de rosas. "Nada más conocernos Boza a los tres nos dijo que no le gustaba nuestro pelo, que qué nos creíamos. Fue el primer golpe de realidad. Nos rapamos aunque tardó en irse el rubio".

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En septiembre se inauguró el Carpena, con Berni jugando de base y llevando el 12 contra su ídolo Nacho Rodríguez. Siete minutos, cinco faltas. "Maljkovic me decía que solo me haría jugar de base y así estuve los primeros meses. Y luego cambiamos a Ciudad Jardín por las goteras, otra suerte poder conocerlo, al igual que tener ese entrenador". Y eso que, al principio, le costó entenderle. "'¿Júnior de oro? No... ¡Júnior de mierda!', me repetía. Si me daba un golpe empezaba a decir que llamara a mi mamá porque me dolía el tobillo. Y yo con las lágrimas saltadas. No te puedes imaginar, me metía una caña tremenda, hasta me daba miedo hacer algo bien porque, al día siguiente, me machacaba para que no se me subiera la cabeza. Era de la vieja escuela y pasé dos primeros años criminales. Él luego me contó que intentó hacer una especie de selección natural para ver quién aguantaba".

"Durante mi carrera, cada día que me cansaba, me consolaba pensando que si superé aquello, podía con todo. Los más veteranos como Xavi u Orenga sufrían bastante. Cuando alguien se daba un golpe en sus partes nobles, él le tumbaba, le estiraba las piernas y empezaba a darle patadas para que se le quitara el dolor, porque se lo había contado un médico yugoslavo. El día que lo hizo en mitad de un partido con Sonko me impactó, no pensé que se atrevería". Genio y figura, el malacitano se lo metió en el bolsillo. Especialmente tras jugar un partido de Korac con un esguince de grado 2. Como si hubiera salido de la mismísima Jugoplastika. "Me alegra mucho haber coincidido con él. Me enseñó a ser un buen profesional, a no quejarme. Y te digo una cosa, a partir del segundo año me dio total confianza y libertad, poniéndome de inicio. Ahora con perspectiva miro hacia atrás y pienso que lo hizo genial. Vio en mí la posibilidad de estar muchos años en Málaga, de ser capitán. Fueron cuatro grandes campañas y le tengo mucho cariño".

A pesar de que a Cabezas y Gabriel les costó más dar el salto, Berni, con tan solo 19 años, ya había jugado ACB, Copa y Korac. No podía sentirse más cómodo. "También tuve a jugadores de la vieja escuela cuidándome. Orenga cuidaba más de Germán y Xavi Fernández de mí. Y era un ídolo. Con Marcaccini guardo gran relación, acabó una Nochebuena en mi casa e incluso le visité en Los Ángeles. Le va bien con sus heladerías. Y ni te digo Lázaro o el capitán Dani Romero. Un aprendizaje tremendo, le dijeron que no contaban con él y pidió quedarse. Fue la primera persona que llamé cuando me nombraron capitán a mí".

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El capitán pide su sitio

No olvida esa llamada en plena concentración con España. No todos los días te llama tu director deportivo. "Verás, vas a ser el capitán del equipo. Maljkovic lo ha pedido y el club está de acuerdo", le sorprendió Juanma Rodríguez. "¿Cómo voy a serlo? No sabía dónde meterme. Regreso del campeonato y se me ocurrió una idea para ganarme el respeto de los compañeros. Hablo con Mrsic y preparamos una escena". Berni le pidió a Veljko que sacara el móvil durante una comida para darle la oportunidad de imponer su autoridad en el vestuario. "Le digo que está prohibido y me hace un gesto con la mano. Le repito que es la norma y me levanto. Todos los jugadores mirando, con la cara partida, como si me hubiera vuelto idiota. Voy, le quito el móvil de la oreja y lo pongo sobre la mesa. Pero no, no me gané el respeto con esa mierda".

El camino se lo marcaba Dani Romero: "Tienes que ser el ejemplo de todos y todos los días. Eso es ser un buen capitán y eso intenté durante mi carrera. Hay muchas maneras de ser líder pero ninguna de ellas es sin dar ejemplo. Más mayor me gustó trasmitírselo a los Abrines, Pozas, Alfonso Sánchez o Alberto Díaz". Un buen día, se ilusionaba con un reportaje de Generación+ sobre él, qué recuerdos, donde compañeros como Abrams reconocían su importancia en el vestuario. "Oh, capitán, mi capitán... tengo eso metido en la cabeza". Días de ruido en Málaga. "Acabé jugando al final de temporada 20 o 22 minutos el año que el Unicaja perdió la Korac contra el Limoges. Qué ambientazo en el Ciudad Jardín. Un día, en Playoff, anotó Marcaccini y se me taponaron los oídos del ruido, estuve como diez segundos sin oír. Nadie creía que en el Carpena habría ruido pero nos equivocamos".

Con el 5 de su padre a la espalda y un beso en su oreja tras cada triple, un día anotaba sobre la bocina para ganarle al Estudiantes y al otro besaba títulos. "En la Korac de 2001 lo pasamos canutas contra el Estu, menuda encerrona en Magariños, había zonas en las que ni botaba bien el balón. Estuvieron a punto de remontarnos y nos salvamos por una zona. La final fue más sencilla", recuerda. El Hemofarm Vrsac nunca fue rival. "En casa ganamos de mucho, con Weis saliéndose y Mrsic a un gran nivel. Fuimos con renta y nos convertimos en campeones. Mi primer año como capitán y levanto la primera copa del club a los veinte años. Una locura. No se me olvidan esas imágenes, la cena, saliendo por la cinta transportadora en el aeropuerto, metiéndonos en la fuente de la plaza de la Constitución, la ofrenda floral, la celebración, mi primer discurso. Acudí a tantos programas que acabé llevandome a casa el trofeo, incluso los vecinos venían a verlo. Y tanto levanté la copa que me lesioné con contractura en los antebrazos al no soltarla. ¡Cuánto pesaba!"



"La Korac ya está en Málaga", tituló Gigantes en su portada, con él y Cabezas besando el título. Su segunda final no fue tan alegre. Un 0-3 sin paliativos de aquel maravilloso TAU Cerámica de los Scola, Oberto, Tomasevic, Nocioni, Foirest o Bennett -"Estaban en sus mejores años y nos pasaron por encima"- meses antes de su otro gran momento de 2001, su llegada a la absoluta, con Imbroda al mando. "Tenía 21 años y estaba muy nervioso. Encima me torcí el tobillo, si bien pude jugar. Era una generación mayor, los Alfonso Reyes, Lucio Angulo o Nacho Rodríguez, y entrábamos cuatro nuevos". Victoria frente a Rumanía en Arganda del Rey, 4 puntitos, y vuelta a Málaga, donde ya no todo era idílico. En la 2002-03 sus minutos fueron disminuyendo hasta acabar jugando poco más de 9 minutos por choque en Playoff. "Te digo lo que pasó, al menos desde mi perspectiva: nos encontramos un overbooking de jugadores cuando Gurovic se quedó al igualar el derecho de tanteo. Esteller, Mrsic, Gurovic, Sonko, Bullock, Risacher, Cabezas y yo en el juego exterior. Me puse triste porque estaba acostumbrado a jugar más. En esos momentos lo tomé con profesionalidad. No jugaba porque había jugadorazos en un equipo enorme". Más enorme sería cuando tomara del todo las riendas.

La gloria verde

Corrían tiempos complicados por el Carpena tras la marcha de Boza. Nada parecía funcionar. "Empezamos con Paco Alonso y acabó saliendo en diciembre por nuestros malos resultados. También nos alegramos por la llegada de Lewis en lugar de Alexander, que se fue al CSKA. Este último, el primero en ganar un millón en málaga, fue una cagada. Era mejor pero no nos servía, al contrario que Larry, todo implicación, agradable, volcado. Llegó con Scariolo, que tampoco conseguía hacernos arrancar a su llegada, perdiendo muchos partidos en diciembre. Recuerdo que ganamos el primer partido de enero y nos reunimos repitiéndonos que en el nuevo año todo iba a cambiar. Y cambió". Que le pregunten a aquel fantástico Pamesa de 2004, rival en cuartos. Los valencianos ganaban sobrados en La Fonteta, sin que el Unicaja planteara variantes tácticas, y los malagueños sobrevivían a duras penas en casa, con partidos a cara de perro en el que el temporero Giannoulis se vestía de gladiador para poner el 2-2 en la serie. Era el plan de Scariolo. "Lo tenía muy preparado para el quinto, en la que se nos dijo que jugaríamos 40 minutos con una zona 2-3".

"Tenías que haberle visto al descanso, perdíamos por 11 u 12 y él como no lo he visto nunca. '¡Los tenemos donde queremos!' Nosotros alucinados... ¡pero si íbamos perdiendo de mucho! Es como si se hubiera vuelto loco, pero seguimos en la zona, con una variante entre Sonko y yo. Fallaron una, fallaron dos. Y Bullock anotó lo que no está escrito". Y él, aunque se quite mérito al rememorarlo, con 13 puntos y 18 de valoración tras el descanso. 18-51 de parcial, Scariolo en los altares, billete a semifinales, a Euroliga y a los años de gloria venideros. "Fue un momento puntual, pero acabábamos de cambiar la historia sin saberlo en este instante". Sin aquella legendaria zona, Garbajosa nunca hubiera llegado. Y con él, los años más gloriosos en las más de cuatro décadas de vida del club.

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"En la 2004-05 teníamos buenos jugadores, aunque comenzamos con mucho estrés y nos metimos en la Copa en la última jornada y gracias a la derrota del Caja San Fernando. Es un torneo que siempre me encantó, súper divertido. En cuartos le ganamos a la revelación, el Lucentum Alicante. Y en semis Scariolo sacó otra de sus grandes zonas, otra vez contra Pamesa. Estuvimos entrenando la 1-3-1 dos meses varias veces a la semana sin que la usara nunca y no entendíamos nada. Hasta que llegó el partido. Tras ir ganando por 10 puntos, con Rakocevic saliéndose, se atascaron lo más grande. Herrmann anotó como si no hubiera mañana y yo metí un triple decisivo al final. Remontamos y a la final contra el Real Madrid, con un Garbajosa increíble. Jugué muy bien aquel día y anoté los tiros libres finales. ¡Habíamos ganado la Copa del Rey con mi familia presente! Otra locura aquellas celebraciones y llegar a Málaga con todo lo que suponía ese trofeo". Aquel curso acabó con la primera remontada de un 0-2 en Playoff. La revolución verde pedía paso.

Con la llegada de Marcus Brown, el destino estaba escrito. "Me arriesgo y te diré que es el mejor con el que jugué nunca. El más completo. Involucrado, buen defensor, buen tipo. No te anotaba 25 sino 14, pero en los últimos dos minutos sumaría un par de canastas, un par de tiros libres y un par de asistencias. El mejor americano de la Euroliga durante una década. Y quiso terminar por la vía rápida". La magia de Pepe, los triples de Cabezas o Herrmann. Santiago haciendo estragos en la zona, Pietrus aportando trabajo sucio, Risacher dando relevos de calidad y Garbajosa decidiendo junto a Brown. Qué mérito destacar en aquella plantilla. Berni 'Selección' Rodríguez le empezaban a llamar, con su público reclamando verle de rojo.

La temporada resultó excelsa. Un día Berni silenciaba el OAKA y el otro su Unicaja conquistaba el Palau (104-115) a lo campeón. Tendrían que refrendarlo. En semifinales, aquel Joventut del insolente Ricky forzó el quinto, con Blanca Ares fumando tras varios años, de tanto nervio por el conjunto de su marido. El Carpena se vistió de Ciudad Jardín y la final fue certeza, con otros dos triunfos en Málaga frente a su viejo ogro baskonista. Brown tenía prisa. "Me viene Marcus y me dice 'tío, tengo que ver a mi princesa, echo de menos a mi hija. Hoy acabamos aquí y nos vamos ya. Este es el último'". En parte, por un Garbajosa extraterrestre en sus últimos minutos como cajista. Esta vez, el triple de Ansley entró. Será por la asistencia de Berni: "Era una jugada recurrente de Sergio y yo estaba dispuesto a entrar con todo en esa penetración pese a estar muerto. Fui al aro e hizo una ayuda Kornel David. Es el ejercicio número uno del basket: cuando hay dos contigo, uno está solo. Di un bote más y se la pasé. La metió".

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El Unicaja teñía la Liga de verde por primera vez su existencia. La única hasta el momento. Noche larga, noche feliz. "Jorge tiró de contactos en Vitoria y conseguimos que nos cerraran un bar para nosotros un martes. Estábamos más alegres que en la Copa, que al fin y al cabo dura cuatro días. Ganas un campeonato y es un mes. Sin embargo, la liga son diez putos meses corriendo todos los días, sufriendo todos los días. Sabe muy bien por eso". Justo antes, en vestuarios, en el día más feliz de su carrera, a Berni le dieron una noticia que se la cambió aún más. El Mundial 2006 le esperaba.



El grito más largo

"En vestuario estaba cumpliendo la ilusión de mi vida, esa de poderle frotar la gomina a Scariolo, cuando pasa Sáez y me dice al oído que iba a la selección en verano. A la semana, tras varios días celebrando a rabiar, estoy en una boda y Pepu me llama para decir que cuentan conmigo. Y yo me quería morir". Algún susto por el camino, eso sí. "Tuve una pequeña rotura de aductor y los doctores me obligaban a parar. Estaba descompuesto, aunque Pepu me pedía tranquilidad. Me recuperé... y pasó lo que pasó".

La vida es curiosa. Antes del Mundial, en una entrevista distendida confesó que prefería una buena siesta a jugar a las cartas. Tras Japón, ya nada sería igual. La última vez que estuvo allí, en el Mundial Sub20 de 2001, para no volverse con las manos vacías se trajo un kimono. Esta vez, simplemente, un oro mundial. Y qué diferente todo. "Era el capitán del Unicaja y estaba acostumbrado a estar en primera línea. El que hablaba con el entrenador, con el presidente, etc. De repente me veo en segunda línea siendo el último y sin presión, con seis de mi generación. Solo disfrutaba, hacía lo que me decían y entrenaba como un loco. Para ser de los que menos jugué, tuve bastantes minutos, unos 13 o 14 de media".

"El hombre despechado", de Ricky López, como banda sonora entre pocha y pocha. "Cantábamos antes de jugar, con Pepu esperando a que termináramos para dar sus instrucciones. Yo estaba alucinado, ¿pero eso qué era? El primer día nos dijo que llevábamos diez meses matándonos y tocaba aquí también pasarlo bien. Normas más flexibles, si llegabas diez minutos tarde no pasaba nada, podías ir en chanclas o estar en la habitación con el que eligieras. Yo siempre con Calde, al que aún llamo compañero. Junto a Welsch, el compañero perfecto: ordenados, higiénicos, decían sí a todo y no hacían ruido. ¡Eso no podía estar pasando! Ganábamos de 25 en la preparación, sin despeinarnos, a combinados como Argentina, Eslovenia o Lituania. Nos plantamos en el Mundial y todo por 15 o 20 puntos salvo semifinales contra Argentina. Qué risas, qué buen rollo. Y qué manera de jugar".

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A su cabeza volvía la idea de ese argumento de película que parecía siempre buscar un punto más de emoción, un punto más de épica, acrecentada a posteriori tras la noticia de la muerte del padre de Pepu Hernández. "La lesión de Pau, que tanto se merecía jugar, era parte del guion. No he salido más excitado a un partido, con lágrimas en los ojos llevando aquella camiseta del 'Pau también juega', con nuestra estrella en muletas y su hermano en lágrimas. Nos los comimos". ¿O no, Papaloukas? Berni Rodríguez, aquel eterno 3 de septiembre, jugó más minutos (23) que en cualquier otro partido del Mundial, por su gran defensa e inteligencia en pista, con 6 puntos y 4 asistencias de propina. "Y encima me quedé con el balón. ¡Con el puto balón de la final del Campeonato del Mundo! Lo tengo aún en mi casa". No es para menos, con lo que le costó traerlo, una vez celebrado en pista con las bandas en la cabeza que él mismo, Mumbrú y Reyes compraron en un mercadillo. Lo escondió esa noche en la habitación, en su maleta bajo llave. "Ni en el control anti-doping, junto a Marc, lo solté. Llego al aeropuerto y me lo querían quitar, me negaba a facturarlo. Tras mil problemas, al final la solución fue desinflarlo. La medalla era importante. El balón, más".

'Boquerón Rodríguez', como le llamaba Andrés Montes, o Benna, como le llamaban en casa y en la propia selección, se había vestido de campeón del mundo el 12 a la espalda, el dorsal con el que debutó. Y la verdadera locura aún esperaba. "Nos decían que abríamos telediarios y no te lo crees. Llegas a Madrid con el trofeo y sigues sin creerlo. Todo lleno de gente, el famoso 'ba-lon-ces-to' de Pepu, yo llevando a Pau que seguía cojeando... la hostia". Hijo predilecto de Málaga y de Andalucía, donde su padre conoció a Saramago, la vorágine de homenajes le llevó a llevarse el Príncipe de Asturias. "Recibimos todos los premios que se pueden recibir. Como era en mitad de temporada, para el Príncipe de Asturias Scariolo nos dio permiso pero apretando. Y nos pusieron un jet a Cabezas, Jiménez, Manolo Rubia y a mí, sacando allí las camisetas en honor a Pau y al Chacho, en la NBA. Hablaba de básquet con el actual rey, me daban en la espalda y era Penélope Cruz saludándome... increíble". Con pequeño precio a pagar, claro. "Gané la Liga al final de junio, celebré lo más grande y me incorporé a la selección, donde volví a ganar. Me quedé sin voz y me diagnosticaron que tenía un pólipo en la garganta de tanto celebrar, de tanto gritar: Estuve una temporada hablando con voz ronca y, al siguiente verano... ¡me tuve que operar!"

- "¿Tú has forzado las cuerdas vocales?", me preguntó el médico.
- "Puede ser", le respondí con sinceridad.

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Dos platas antagónicas

"Estaba todo preparado para que lo ganáramos nosotros", se lamenta al recordarlo. Hay jugadores que lo darían todo por una plata europea, mas cuando has probado el oro duele más cambiar. Y más, de esa forma. En casa, tras un torneo cuyo guion parecía escrito, con el sueño imposible de la doble corona tan cerca. "Creo que es la única vez en los últimos 15 años que acabamos con 62 puntos". Peor aún, 59, aunque no era cuestión de hurgar en la herida. 59 en el día más esperado de aquel Eurobasket de España, con Rusia como rival. Un 59-60 que dejó un regusto amargo a algo que, circunstancias a un lado, era toda una plata continental. "Jugamos bien y llegamos en la final, pero no nos salió nada. Nos costaba darle el balón a Pau, estuvimos poco fluidos y nos supo a poco". Holden se vistió de antagonista perfecto. El trono era de Rusia.

El básquet, tarde o temprano, suele ofrecer redención. Incluso en el mismo torneo. Juegos Olímpicos de Pekín 2008, los júniors de oro en plena madurez. Pepu a un lado, Aíto al mando. El +37 de Estados Unidos (119-82) no invitaba a demasiado optimismo, f Y él, con 9 minutos para el recuerdo y una anécdota como medalla de guerra: "Tuve mi rifi rafe con Chris Paul, nunca me cansaré de contarlo".



118-107. La cabeza más alta que nunca. La plata más dorada inventada. "No ganamos por los pasos y porque Kobe dijo que hasta aquí habíamos llegado, anotando tres triples increíbles que no hubiera marcado otro. Nos cabreamos por perder y Jiménez anunció, algo que yo ya sabía, su retirada. Llegamos al vestuario apagados, pero fue ponernos el chandal y las zapas blancas y dijimos... ¡esto es la hostia! ¡Con qué cara de felicidad salí! Te veías ahí, con tu ramo en el podium y con una medalla súper bonita, con jade blanco. Así llamamos a esa medalla, la de oro blanco. Es lo más bonito que he vivido en conjunto y no podría cambiar el campeonato del mundo... pero tampoco haber disputado unos Juegos Olímpicos. Mira, se me ha puesto la piel de gallina recordándolo".

No todo el mundo puede decir que su último partido con la absoluta fue el de la vida de tantos y tantos aficionados. Empero, a él le hubiera gustado despedirse un año más tarde. Y bien cerca que estuvo de hacerlo. "Me lesioné en el penúltimo partido del Playoff e intenté recuperarme para el Eurobasket 2009. Sergio me dijo que me esperaba y que contaba conmigo. No pude y me dolió mucho: tuve que operarme. Fue un palo tremendo, el peor de mi carrera".

"Es una noticia dura. Además de sus cualidades, es un elemento cohesionante de grupo, quizá más que cualquier otro", se lamentaba Scariolo empatizando con un jugador que, además, tuvo que ver cómo sus compeñeros se proclamaban por primera campeones de Europa. Sin él. "Ese Europeo iba a llegar, sabía que vendría el oro. A veces te tocaba jugar y otras no, éramos como una familia y me sigo sintiendo parte de la selección. Hasta me invitaron en Londres 2012, fue bonito. Pero lo de ese Eurobasket fue duro y jodido. A mí me pilló en pretemporada con el Unicaja, aún recuperándome. Cuando ganamos, veía saltar a Calderón, que comentaba, para abrazarse con todos y me costó no llorar. Esto lo saben pocos, pero tuve que salir a coger aire, porque se me saltaban lágrimas. Yo sentía que ganaba también". Nadie le dijo entonces que aquello, más que un hasta luego, era un adiós definitivo. "Luego no tuve más la oportunidad. En mi lugar fue Llull y él subió muchísimo su nivel. Ya no había espacio, así son los ciclos". El suyo no pudo ser más de ensueño.



Mi mejor canasta, un pase

En Málaga, el bienio dorado se había transformado un año antes en trienio. "La Final Four fue como un título", reconoce. "Resultó un año muy raro, con problemas físicos, lastrados por la lesión de Marcus y la marcha de Jorge. En una semana perdíamos de 50 y ganábamos de 50. Pero llegamos al tercer partido de cuartos de Euroliga contra el Barça, el día que vi más lleno el Carpena". Y el Unicaja no falló, con él participando en la imagen más icónica del periplo europeo del equipo.

"La gente se acuerda del pase, pero mi defensa en la jugada anterior a Navarro fue muy buena. En la posesión final, Scariolo gritaba a Pepe para que me diera el balón, pues me defendía Navarro. Cuando me lo entregó, cambiaron de hombre y Basile se quedó conmigo. Al penetrar botando con la izquierda, se repitió lo de Vitoria: si había dos conmigo, alguien estaba solo. Y se la devolví a Pepe, que hizo su tiro característico cayendo. El balón entró y ganamos. Las dos mejores canastas de mi trayectoria fueron dos pases". Algunos detalles de esa celebración han prescrito. "Salí corriendo con con una botella de champagne, me resbalé y caí, no sé cómo no se rompió la botella. Celebrándolo me torcí el tobillo. Aún así, cogí el micro, desatado, preguntándole al público quién se venía a Atenas". Quien lo hizo, no se arrepintió, pese a la derrota del Unicaja frente al CSKA, tras tres cuartos llenos de igualdad. "El club fletó dos aviones y cada jugador podía invitar a dos personas. Carlos estuvo espectacular y nos faltó solo un puntito. Al final, le ganamos el tercer puesto al Baskonia".



En ACB, los propios vitorianos se vengaron del vigente campeón eliminándolo en cuartos, con varias exhibiciones de Rakocevic que acabaron en polémica. "Nos ganaban por 25 en casa, con él luciéndose, y empieza a tirarle besos al público. Boza lo sienta, le echa la bronca y el tío se seguía girándose a la grada. Estaba encendido en el banquillo, no veía el momento de que terminara el choque. Al terminar, fui corriendo hacia él con otros compañeros. Jamás estuve tan encendido, es lo más cerca que estuve de una pelea en mi carrera. Estuve a punto de darle un cabezazo, fuera de mis casillas. Ya en el túnel de vestuarios llegó la famosa frase de Marcus Brown (un "I'll fuck you up in TAU traducido inocentemente con el famoso "Te reto en TAU") y, cuando Rakocevic vino a explicarme más tarde, la cosa se calmó. Le dije que no se podía hacer eso. Y menos él, uno de los jugadores que más me costó defender: rápido y con un salto para tirar muy potente. Qué bueno era".

En la 2007-08, más contrastes, con otra de sus grandes anécdotas como cajista. "Jugamos contra los Grizzlies de Navarro y Pau en pretemporada y ganamos. A ver, estábamos más rodados, pero viví algo muy divertido. Yo sacaba de fondo y pidieron tiempo muerto. Escuché que quedaba otro, ya en los instantes finales y, cuando me tocaba volver a sacar, lo pedí yo. 'Time out, ref!' De repente veo a Germán levantándose del banquillo gritando 'bravo', a Scariolo desatado, al público en pie. Ey, he pedido un tiempo muerto, debe ser mi mayor logro como jugador", cuenta entre risas. La temporada empezó con un tiempo muerto y terminó con una canasta suya final para que, por primera vez en la historia, el octavo clasificado se cargara en Playoff al campeón de la regular, el Real Madrid. El cierre perfecto a la era Scariolo.



En sus años dorados, Berni Rodríguez tuvo ofertas, hoy lo puede reconocer. Interés de tierras valencianas, de tierras madrileñas, mas la cabeza siempre en Málaga. "Siempre estuve muy cómodo aquí, tuve un buen contrato con el Unicaja y era mi casa". Hasta los treinta años no tuvo esa sensación, tan común en cualquier profesional, de no saber dónde le llevaría el básquet a la siguiente temporada, no conocía la incertidumbre de si llega o no una oferta de renovación. Y eso que hasta poco antes siempre pareció imprescindible en el equipo.

El cambio de Sergio Scariolo a Aíto García Reneses no se notó en sus números. Y en esa 2008-09 el Unicaja seguía sintiéndose capaz de todo. "Resultaba un cambio enorme tras un lustro con Sergio, ya que Aíto era muy diferente y el impacto inicial fue grande. Yo entraba lesionado y tardé en empezar a jugar. Me costó conectar con él en ese sentido, aunque luego acabé disputando muchos minutos. El primer año fue muy bueno. Llegamos a la final de Copa y aún me acuerdo de los últimos segundos de Mickeal". El baskonista anotó la canasta decisiva y taponó el intento final de Berni, ya en la prórroga. Su TAU Cerámica era el nuevo campeón. "A mí me dolió más su canasta que el tapón que me puso después. Qué pena".

El cuadro malacitano también rozó la final liguera, cediendo en otra funesta prórroga frente al Barça, cayendo a partir de ese momento todo lo construido en el inicio de esa nueva era. "Al año siguiente todo empezó a salir mal. No entramos en Copa y solo nos salvamos en Playoff, metiéndonos en semifinales gracias a aquella canasta final de Dowdell. Sin embargo, a la siguiente campaña todo se fue por la borda. Quizá fue mi año más complicado en el club. Otra vez fuera de la Copa... y aquel tiempo muerto famoso". Berni vuelve a la última jornada de la primera vuelta de la 2010-11, con derrota severa final a manos del Herbalife Gran Canaria, con un tiempo muerto de su entrenador con el encuentro sentenciado a poco del bocinazo final. "Fue un momento jodido. Él siempre nos decía que hay que jugar hasta el último segundo y ese tiempo muerto fue para anotar la última. Que, por cierto, encestó Freire. Quizá esa podría haber sido una excepción a esa filosofía de jugar hasta el último instante, pero puedo entender esa decisión. No creo que faltara el respeto, aunque el contexto pedía hacer una excepción".



Aíto fue destituido, llegó Chus Mateo y, pese a la ilusión inicial, el equipo volvió a atravesar un momento muy complicado en la 2011-12, algo que pesaba más que su buen rendimiento. Un día se convertía en MVP de la Euroliga tras salirse en Roma, al otro silenciaba la cancha del Bamberg con canasta sobre la bocina, si bien ya nada fue lo mismo. Hubo un cambio más en el banquillo, el último que vivió en su etapa cajista: "Tuvimos un arranque fantástico, pero en la segunda vuelta nos desmoronamos. Cortaron a Chus Mateo y llegó Luis Casimiro con el equipo descompuesto. Nos puso a mí y a Alberto Díaz, con 18 años, a jugar de bases. Era un equipo de retales, muy raro, construido con pinzas, y pienso que no se valoró lo suficiente el tiempo de Luis Casimiro". El Unicaja, a falta de Playoff, conservó in extremis la novena plaza que prolongó su presencia en Euroliga. A la postre, su última alegría con el equipo de toda su vida.

"Luis no siguió y se planteó que yo tampoco continuara. Estaba estresado porque peleaba por quedarme, aunque finalmente ocurrió. Me hicieron una oferta muy baja y tuve que marcharme con todo el dolor de mi corazón y de mi alma. Surgía una situación absolutamente nueva para mí. Jamás se me había pasado por la cabeza el irme, no me lo había planteado. Me hubiera encantado despedirme desde la pista pero así es el mundo profesional. Por primera vez... tendría que jugar fuera de Málaga", recuerda con emoción, antes de cambiar el gesto. El camino nuevo también tendría su encanto:

"Lo que a priori era una locura se convirtió en algo muy positivo".

ACB Photo/J.Bernal


Cuatro años de aprendiz

Escribió una vez Benedetti que todos los amores eternos terminan por ser los más breves, mas la frase le seguía siendo extraña. Aquel amor había sido tan largo, el de toda una vida, que prefirió quedarse con otra frase del poeta uruguayo en su carta de despedida:

"Porque cada día es un comienzo nuevo, porque ha llegado la hora y este es el momento".

Qué complicado decir adiós si el corazón sigue latiendo, qué difícil interrumpir un viaje. Y cuánto cuesta despedirse de un color. "No sabéis lo que lamento tener que despedirme a través de estas líneas en lugar de haberlo hecho en la cancha, desde el parqué que tantas veces hemos compartido y que tantos buenos momentos nos ha dado. Gracias por haberme ayudado a pintar de verde este largo camino". Y por más que el romanticismo perdiera la batalla, cuando escribió aquel "hasta pronto" como final de su orgulloso llano, Berni dejó de ser jugador de Unicaja para convertirse en recuerdo, para dibujarse leyenda.

"Tuve opciones de ir a Gran Canaria y San Sebastián, si bien el proyecto del UCAM Murcia me interesó. Me gustaba lo que me contaban, estaban en crecimiento y querían que ayudara a ello. Me hizo ilusión y, la verdad, fueron dos años fantásticos". Rodríguez se acordó de Marcus Brown, el 41 a la espalda cuando el 5 no estaba disponible, y sorprendió con su versión más agresiva en ataque vista en ACB en una campaña repleta de topes: minutos, anotación, (10,7... con sus dos mejores actuaciones individuales: 25 puntos), triples y valoración. Y eso que su -5 en su primer regreso a Málaga empeoró los promedios. "Firmé el peor partido de mi vida en Málaga. Hice lo que pude, pero no logré controlarme. Toda la semana fue muy jodida, era muy duro todo: tener que estar en un hotel en mi propia ciudad, llegar al vestuario visitante, salir con otra camiseta. Mi partido fue una mierda". Mejor quedarse de aquel día con una de las mayores ovaciones que regaló jamás el Carpena.

ACB Photo/M.Pozo


El chico que debutaba con cara de adolescente y reflejos rubios en la cabeza poco antes ahora ejercía de veterano al que los más jóvenes regalaban un bastón en el día del amigo invisible. Y un peso en la cancha tan grande como el del vestuario. "Tuve un rol importante allí. El segundo año me lesioné en el tobillo y estuve cerca de operarme. Resultó un final no tan bueno e incluso acabó destituido Quintana, que se portó genial conmigo. Sin embargo, siento que estuve muy bien y estoy contento porque considero que participé en el crecimiento de un club que siempre me trató muy bien".

En el verano de 2014, su nombre salió a la palestra durante semanas, con los medios especulando con su regreso a Málaga. "Surgió la opción y lo peleé, pero no pasó. En el momento me hubiera encantado... pero apareció la posibilidad del Baloncesto Sevilla, con un proyecto chulo. El equipo que me tenía guardada una última sorpresa". El malagueño olvida la melancolía al viajar mentalmente a la etapa final de su carrera. "Yo me lo he pasado muy bien jugando al básquet toda mi vida, si bien esos dos años son quizás los que más he disfrutado jugando. Cuando me hicieron la propuesta, expresamente me hablaron de que necesitaban a alguien que controlara y guiara a cinco jóvenes muy buenos: Porzingis, Hernangómez, Radicevic, Balvin y Oriola. ¡Y me lo pasé tan bien por el camino!"



En la cancha, las cosas no funcionaban al principio. Fuera de ella, aún menos. Aún es recordada la rueda de prensa en la que Scott Roth le pidió hacer de traductor. "Desde fuera se vio raro. El tío, que no podía entrenar por no tener el título, tenía razón en muchas cosas, porque pasaban cosas con ese fondo raro, que no permitían cortar a algunos jugadores y que parecía obligado a traer a otros. Sin embargo, tenía que haber dimitido. Fue una de las víctimas, aunque debió irse tras esa rueda de prensa". Tampoco aguantó mucho más en el banquillo, hispalense. La ilusión que le hizo el reencuentro con Luis Casimiro. Su equipo fue otro. "Nos volvemos a encontrar y, además, fichamos a dos jugadores del que tengo un recuerdo fantástico: Woodside y Penney. Y los niños empezaron a jugar de forma increíble: ganamos 11 partidos en la segunda vuelta y nos salvamos con dos jornadas de antelación, con lo que habíamos sufrido. Me tenían la cabeza como un bombo, pero cuánto me divertí con ellos. Aunque sufriéramos en el segundo año, lo disfruté muchísimo". Y es que su alegría iba mucho más allá del baloncesto. Un nuevo escenario en un momento álgido de su camino.

"Yo acababa de romper con mi pareja de siempre y llegué a Sevilla solo, en el final de mi carrera y sabiendo que me iba a retirar pronto. Fue una revolución en mi vida. 14 años con la misma persona y me encuentro soltero rodeado de niños de 20. ¡Y conocí a mi mujer allí!", exclama radiante, relatando aquella noche de Semana Santa en la que cambió su mundo. "Iba con Willy Hernangómez y coincidimos en un sitio con dos chicas, empezamos a hablar y ellas no tenían ni idea de basket. Y de repente él, que es muy gracioso, empezó a gritar emocionado... '¿Pero no sabéis quién es este tío! ¡Que es campeón del mundo! ¡Campeón del mundo!' A partir de ahí empezamos a conocernos y, desde mi vuelta a Sevilla ya no nos hemos separado. Willy fue parte del comienzo".


"Ni Friends, ni Los Sopranos, ni Breaking Bad. Temporada 17, capítulo 1", tuiteó una vez para estrenar la temporada de su adiós, ese que ya estaba mucho más instalado en su mente que en sus piernas, tras batir el récord de asistencias de su carrera (¡26 en tres partidos llegó a sumar!) y no perderse un solo encuentro en su etapa sevillana. Simplemente, se había cansado, sin dejar por ello de aprender hasta el último día. "Ese paso por Murcia y Sevilla me sirvió para ver las cosas desde otra perspectiva. No es que me fuera muy lejos, aunque me vino muy bien para crecer. Fue fantástico".




"La primera vez que dices en voz alta que te vas a retirar es impactante. Un vértigo, un impacto. '¡Lo he dicho!', pensé. Venía de batir dos veces mi récord de asistencias y sé que podía haber jugado otro año más, de hecho tenía contrato. No obstante, el club me daba la opción de quedarme en la entidad. Y surgió la opción de ser director deportivo". Adiós a los días de arroz, pasta y pollo. A los de vendarse el tobillo derecho antes que el izquierdo, escuchar las mismas canciones antes del partido o pisar cualquier gota de sudor del parqué por puro instinto. Y adiós a la ACB, desde aquel 22 de julio de 2016 en el que el mundo del básquet se volcó en su homenaje, con 601 encuentros a sus espaldas. "La opción de pasar de un lado a otro era arriesgada, pero para mí era importante, ya que no deseaba tener un año sin hacer nada. Para mí era un desafío formar equipo en quince días y con poco presupuesto. El club salió en el último segundo. De hecho iba a ser Casimiro el entrenador y me hubiera ayudado mucho, aunque tardamos tanto que acabó en Gran Canaria". Y su equipo nunca acabó de encontrar el rumbo, acabando en posición de descenso. "Lo acepté como un reto y no salió bien. Diez jugadores nuevos, un ambiente enrarecido. No salieron las cosas. Y aún así tengo buen recuerdo: resultó un año duro en el que aprendí enormemente".

El andaluz dejó de jugar en 2016, si bien su verdadera jubilación, su más real punto y final, fue el 21 de mayo de 2017. O punto y seguido más bien. Aquel día, el Unicaja puso en lo más alto del Carpena su camiseta. Un 5 para la eternidad, el 5 de un capitán. "Para mí fue como cerrar el círculo. Ellos quisieron retirarme la camiseta y les pedí que lo hicieran cuando ya no jugase, porque me iba a sentir más cómodo. Me respetaron, bloquearon ya el 5 y pude cerrar el círculo profesional aquel día al fin. Jamás he estado tan nervioso antes de un partido, un Unicaja-Iberostar Tenerife. Cuando salí creí que no podía ni hablar, cuando me giré y miré a mi familia. No sabía ni qué estaba diciendo, pero ahora lo pienso y me emociono porque fue brutal". Especialmente, al recordar el guiño final a su papá. Él siempre prefirió que le conocieran como el hijo de Bernardo. "Yo soy un niño que viene de Los Guindos, que vivía en la calle de al lado y mis padres me llevaban cada día a entrenar. Imaginad lo que significa esto para mí. Papá: elegí el 5 por ti. Esta camiseta... también es tuya".

De la burbuja al triple

"Lo que dije de mi padre es la verdad. Jugué con el 5 por él y todo, en parte era por él. Para mí era muy simbólico y me salió del corazón. Mi familia es esencial en mi vida, rodeándome con normalidad en el día a día. Yo hice mi carrera así porque mis padres y mi hermanas son así. Y por eso les debo lo logrado: ser feliz, darle un buen pase a Pepe Sánchez, que me retiren una camiseta. Mi caída fue más cómoda cuando explotó la burbuja. Salir de ella es impactante. Fui normal y, por eso, mi burbuja fue más pequeñita". Rodríguez repite el concepto de burbuja para explicar qué diferente es el mundo profesional al de la vida real.



Un día del pasado año, cuando ya había dejado de ser director deportivo, se puso enfermo y su novia le propuso llevarle al médico.

- "¿Cómo es ir al médico?".

- "Coge tu tarjeta sanitaria y vamos".

- "No sé ir al médico, no sé cómo funciona".

- "¿Pero cómo no vas a saber ir al médico".

"Hasta entonces, el médico o venía a mi casa o me llevaba de la mano a ver a otro especialista. Ella se preguntaba dónde había vivido. ¡Fíjate la burbuja del deportista!". El estreno como 'civil', como le gusta decir, lo vivió en Sevilla, tomándose el primer año tranquilo de su vida y empezando a mirar a los ojos del futuro. El pasado octubre decidió junto a su novia regresar a Málaga, después de siete años de ausencia. Ella, enamorada de la ciudad, estudiando coaching nutricional y ayudando a la nueva ilusión de Berni. "En Sevilla comencé a mascullar el proyecto 6,75. Manuel Escobar se cruzó en mi camino. Fuimos testeando algunas cosas, como con las becas de tecnificación del pasado verano, aunque quería hacer algo diferente y especial. Se trataba de buscar mi propio camino, haciéndome algo casi a medida, lejos de la vida de alto rendimiento. Y acabé llegando a este proyecto triple, a este 6,75 que busca que cada cosa tenga acción social, cultural y formativa".

A Berni se le ilumina la cara hablando del Proyecto 6,75 como cuando recuerda la gloria en Lisboa o su pase a Garbajosa para ganar la Liga. "Tendremos una academia para niños de 5 a 12 años, con chicos y chicas con discapacidad. Seguiremos con las becas de tecnificación, con la idea de poner nuestro granito de arena en la formación para que el baloncesto suba en Málaga y en Andalucía. Apoyaremos todo lo que tenga que ver con lo femenino, con una Liga +35". Eso en cuanto a parte deportiva. Pero hay más. "Por otra parte hemos creado el CIBA, Convención Internacional de Baloncesto, que tendrá su parte de feria nacional y otra de congreso, con ponentes de primerísimo nivel para hablar de sus experiencias".

Al malacitano le gusta ir paso a paso. Si ni siquiera se veía como profesional tras acumular medallas como júnior, ¿por qué iba a dejar ahora de tener los pies en el suelo? "No vamos a corto plazo sino a medio y largo. Nuestro éxito sería consolidar esta versión 1.0. Arrancar la academia y crear sinergias con muchos clubes de Málaga y Andalucía. Las instituciones se han volcado con este proyecto innovador. Queremos consolidarlo en tres o cuatro años. En la primera fase, el objetivo no es económico, más allá de generar recursos para mantenerlo todo. Tenemos mil ideas, con temas muy sociales, como campañas contra la obesidad infantil, a través de la federación. Lo hacemos con todo nuestro corazón e ilusión. Y ojalá la convención se convierta en referencia internacional, si es posible el primer año. Traeremos a gente grande y a las mejores marcas, planteando actividades que interesen a la gente y deseando que vestir a Málaga de centro neurálgico del baloncesto internacional en un momento determinado".



"A mi novia le atrae más este Berni de expansión que el director deportivo. No le gustó mucho vivir conmigo aquel año, me vio muy estresado. Esta idea le engancha más y me dice que estamos en proceso de creación, de invención. Sin horarios, con libertad. Es maravilloso". Y, como en su etapa de jugador, su familia vuelve a estar muy presente. Esta vez, en primera línea. "Son días de muchas llamadas, cerrando partners, buscando algo global. Además de hablar con Manuel Escobar, mi día a día es contar con mi hermana, que lleva todo lo de web, prensa y diseño gráfico. Además, mi padre dirigirá toda la parte técnica de baloncesto. Siempre me dice que no le cuente líos, que le diga cuando empiezan los niños a entrenar y que se pone. Queremos desde 6,75 participar en todo lo que surja y llevar este proyecto hasta una fase 2.0 en el que, ojalá, todo sería el doble de grande". Jamás le ilusionó tanto un triple.

La torre más simbólica

"When you feel my heat, look into my eyes. It's where my demons hide, don't get too close, it's dark inside" ("Cuando sientas mi calor, mírame a los ojos. Es donde mis demonios se esconden, no te acerques demasiado, está oscuro aquí dentro"). Suena 'Demons', de Imagine Dragons, una de esas canciones que le hacen estremecerse y que podrá oír en directo el próximo junio en Florencia: regalo navideño de su chica. Recuerdos, todo recuerdos. "En Sevilla la escuchaba mucho y es un momento de mi vida muy chulo, de cambio personal y profesional. Cuando pensé retirarme por primera vez sonaba este grupo y siento que esas frases resumen mi proceso de cambio, ese reencontrarme a mí mi mismo. Y ahora, esta nueva vida que me viene para los próximos dos o tres años: conocer gente nueva, disfrutar de este mundillo como nunca...".





Todo va muy rápido. A veces, demasiado. El malagueño cierra los ojos y se ve de chaval con Gabriel encerrado en el pabellón tras un entrenamiento, con solo una ventana abierta en la segunda planta. Él, siempre con un plan, ya ideaba cómo unir cuerdas de saltar la comba para hacer una gigante, poner colchonetas abajo y así descender al suelo, como si estuvieran en el Nanga Parbat. Tras un buen rato preparándolo, Germán vio el botón de abrir la puerta, pulsó y, ¡magia!, ya no necesitaban faraónicos planes para escapar. Un día más en la oficina. Juntos también emprendieron el sueño de compatibilizar estudios con baloncesto. "Íbamos a estudiar juntos a la biblioteca. Mis primeros pasos en Fisioterapia me resultaron una locura: acudir a Anatomía de 8 a 9 y luego a entrenar. No, perdona, no solo a entrenar: ¡A entrenar con Maljkovic! El primer año aprobé tres y me acabé sacando unas doce asignaturas, uno de mis grandes orgullos, pero con tantas prácticas no pude terminar. En la actualidad, Germán y yo nos hemos vuelto a reencontrar. Tras muchos años vivimos en la misma ciudad, ahora él como director técnico de la cantera del Unicaja. Es mi mejor amigo, son tres décadas de amistad y vamos a seguir teniéndola".

Cuñado de Cortaberría -164 partidos ACB en su currículum- y apasionado de sus sobrinos, Berni se siente con familiares también cada vez que se reencuentra con alguno de aquellos héroes de 2006 y siempre supo valorar al personal que estaba detrás de los focos en cada uno de sus equipos. De Coldplay a Estopa. De su perro Corcho a Formentera, pasando por el helado kinder 'de la Inma', los espetos, las barbacoas que tan bien se le dan o las galletas de coco de su madre. Del Scrabble al Risk en el iPad, sin que falte la pocha. De las trilogías de Carlos Sisí a series como How I Met your Mother o Entourage. De sus concursos de antaño en redes sociales -de chistes, de poemas a Vidaurreta, de caras feas- a su época de columnista en el Diario Sur. De protagonista en Pasapalabra a sus fotos en la alfombra roja del Festival de Málaga. Y de Buenafuente a La Vida Moderna, el último de sus vicios. Su desparpajo y carisma se pudo ver en ACB.COM durante toda la temporada, con la sección 'La pregunta de Berni' o la entrevista a Navarro desde el campanario. Hasta de taxista se le vio en la espectacular sorpresa a Eneko, el más fiel de sus seguidores. "Qué pedazo de artista se ha perdido España porque se te puso en los c... jugar a la pelotita", escribió Dani Rovira en Twitter hace año y medio tras un cameo de Berni en el Teatro Alameda.



Otra canción entra en su cabeza en la parte final de una entrevista de más de dos horas -"¡Y podría seguir!", amenaza entre risas- donde la melancolía, más que encontrar su sitio, lo reclama a gritos. Suena 'When we were younger', de Soldiers of Jah Army. "But when I was younger I had the answers, I've got to say. But all of my answers, now that I'm older, turned into questions in front of me" ("CUando era más joven tenía las respuestas, tengo que decirlo. Pero todas mis respuestas, ahora que soy más mayor, se han convertido en preguntas delante de mí"). Y se pregunta a sí mismo, a un par de meses de cumplir los 39, qué le hubiera dicho a ese Berni que estaba a punto de empezar a vivir su sueño desde Lisboa a Saitama, pasando por el Carpena. "Le diría que se preparara para lo que viene y que disfrutara lo máximo posible porque lo que va a vivir es increíble. Soy disfrutón pero, si volviera hacia atrás, disfrutaría aún más de todo".

El estrés, de momento, para otros. "Si tuve como director deportivo, no quiero imaginar cómo sería ahora de técnico. No quiero ser entrenador ahora y que el Berni con 20 años más me diga que vaya años duros sin disfrutar como yo quería. Gocé mucho como jugador y no sé si lo haría tanto como técnico. Espero que no hagas o vivas algo con lo que no estés cómodo, espero que no te hayas arrepentido de nada, le diría a mi yo del futuro. No quiero ponerme muy filosófico, pero he llegado a la conclusión de que soy un privilegiado viviendo en un mundo muy duro. Y al final esta película va de ser feliz, no estarlo sin tener razones potentes es un error. Estar en un sitio en el que no quieres estar o hacer algo que no desees de forma continuada es perder el tiempo. Trabajo, vida, pareja. No puedes estar en una vorágine en la que no quieres estar. Mi ilusión es solo ser feliz. Creo que tengo esa virtud y es lo que busco, no deseo otra cosa".

ACB Photo/M.Pozo


"Hace unas semanas jugó mi sobrino, el hijo de Cortaberría y mi hermana mayor, su primer partido. Tiene cinco años y lo disputó en la misma cancha en el que yo me estrené, Los Guindos. ¡Fíjate qué bonito!" Desde luego, costaba encontrar un epílogo más simbólico. Dijo una vez Bullock que, en el mundo, solo existe un Berni. Y puede que llevara razón. Porque todos, al fin y al cabo convergen en un mismo punto. El 5 y el 12. El de los Guindos y el internacional. El del teatro del móvil y el de la caída con champán. El rubio y el ronco. El júnior y el del bastón. El director deportivo y el hedonista. El capitán y el que acabó fuera de sus casillas. El romántico de un solo club y el aprendiz de Murcia y Sevilla. El de las dos asistencias como canastas y el de 6,75. El capitán y el de la segunda línea. El hijo y el orgulloso tito. Berni... y Benna, como si esa gran chimenea que marcó a todo un barrio, detrás de Mónica, hubiera llevado también su nombre, su apellido o, simplemente, su mote. Al fin y al cabo, la torre siempre fue él. Con o sin pintura, hoy descansa sempiterna. La torre de un barrio. La torre de Benna.