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Talentos balcánicos (I): Los cimientos

Durante las últimas décadas la zona de los Balcanes se ha revelado como una fuente inagotable de talentos baloncestísticos, marcados además por un carácter propenso a la genialidad y especialmente dotado para la competición. Javi Gancedo establece el punto de partida de su trilogía dedicada a las diversas generaciones del basket balcánico y sus genios más representativos en el creador de la concepción yugoslava del basket: el profesor Nikolic

Aza Nikolic, el profesor
© Aza Nikolic, el profesor
  

Cap. I. Los cimientos: Alexander Nikolic

Ha llovido mucho desde que William Willand trajese a Belgrado el que se considera primer balón de baloncesto que entró en suelo yugoslavo e impartiera un curso sobre las reglas oficiales del juego a un grupo de profesores de la capital yugoslava. Poco podía imaginar aquél militar del Ejército de Salvación americano lo que vendría después, ya que ahí se germinó la semilla de un juego que terminaría convirtiéndose en el deporte más popular del país. A ello, sin duda, siempre ha ayudado la raza eslava, la más alta de todo el continente, lo cual facilita un talento innato para desarrollar el juego.

Un cuarto de siglo después, Yugoslavia se clasificaba para el campeonato del mundo de baloncesto por primera vez en su historia. Al Mundobasket de Argentina llegaron sin preparación previa y sin entrenador (Nebojsa Popovic, su mejor jugador, hacía las veces de jugador - entrenador), con lo cual Yugoslavia acabaría ocupando el último lugar. Pero aunque no pudiera mostrar excesivas habilidades sobre la cancha, la expedición que fue hasta Argentina se mostró especialmente avezada aprendiendo tácticas, técnicas y conocimientos de baloncesto que iban a enriquecer a sus entrenadores. Aún faltaban 20 años para la primera medalla de oro en el Campeonato del Mundo que tuvo lugar en Ljubljana, pero en el equipo yugoslavo ya estaba un tal Boris Stankovic... que luego llegaría a ser alguien en el basket.

Y es que en la génesis del baloncesto balcánico los técnicos tuvieron una importancia capital. Mirko Novosel, tanto como entrenador de la selección como, especialmente, a nivel de clubs, ha tenido un papel destacado en los éxitos del basket en el país, al igual que Ranko Zeravica, un auténtico estudioso del baloncesto (ha publicado más de 10 libros sobre la materia) que llegó a entrenar al CAI Zaragoza y cuya veneración entre los 'plavi' traspasa fronteras.

Pero el más importante de todos fue, sin duda, Alexander Nikolic, al que se considera el padre del baloncesto yugoslavo. Desde su retirada como jugador en 1951, Nikolic asumió el cargo de seleccionador nacional. Desde su puesto hizo que el desarrollo del juego en las escuelas de baloncesto de base diese lugar a una primera generación de jugadores embrionaria, que enlazaría con la primera generación dorada de jugadores. Nikolic, ahora en el Hall of Fame de Springfield, Massachusets, dirigió la selección hasta 1965, y todavía volvería a la misma tras la Olimpiada de Montreal'76 para conseguir dos títulos de campeón europeo y mundial, además de impartir maestría en el Estrella Roja de Belgrado, y sobre todo en la Liga Italiana, en clubes como la Virtus, la Fortitudo o el temible Ignis Varese de Manuel Raga, Bob Morse o Dino Meneghin, ganando tres copas de Europa, tres ligas y tres copas de Italia en tan sólo cuatro años.

La figura de Nikolic es venerada por todo el país, siendo fuente de inspiración constante de hombres como Bozidar Maljkovic, tetracampeón de la Euroliga y actualmente entrenador de Unicaja Málaga, o Zeljko Obradovic, también cuatro veces ganador de la Euroliga... con cuatro equipos distintos.

El profesor Nikolic hizo del basket un juego disciplinado, basando su concepto de juego en la rapidez en el pase y la fluidez ofensiva, y dejando paso a la improvisación siempre desde un orden. La combinación de estos preceptos dotó a sus equipos de esa frescura y ese descaro tan característico de los balcánicos. Su método de entrenamiento, el 'sistema Nikolic', se basaba en tres aspectos bien definidos y con una serie de reglas para cada uno de ellos: el entrenamiento diario, la dirección de partido en sí y la enseñanza de fundamentos a sus jugadores.

De la mano de Nikolic, Yugoslavia pasó de ser una nación marginal en el panorama baloncestístico a convertirse en una potencia europea, ganando 101 de 140 partidos con la selección. Su primera medalla llegó como casi siempre, esto es, siendo un país anfitrión. Sucedió en Belgrado, en el año 1961, con Radivoj Korac como gran figura en su papel de pívot dominante con gran capacidad anotadora... pese a tirar los tiros libres 'a cuchara'. Los yugoslavos llegaron a la final del torneo, pero la Unión Soviética de Krumins, un 2.18 infranqueable para la época, supo superar una ventaja inicial de 9 puntos del equipo local para llevarse el partido y la medalla de oro.

Era el inicio. A dichas medallas seguirían la plata del Eurobasket del 65 y el bronce del 63, además de las platas del 63 y 67, en sendos Mundobasket. El despegue definitivo llegaría con la primera medalla olímpica del basket yugoslavo, que tuvo lugar en México'68, ya con la presencia del pívot con más talento de la historia en su país, Kresimir Cosic, que junto a Korac, completaba un juego interior equiparable el de los soviéticos. Y así ocurrió: tras colarse en semifinales y con dos tiros libres de Vladimir Cvetkovic, derrotaron a la todopoderosa Unión Soviética ante 22,000 espectadores. La final ante Estados Unidos de Spencer Haywood y Jo Jo White fue otra historia. El mal partido de Korac, 1 punto, hizo el resto. No hubo opción.

En 1969, y a la edad de 31 años, Radivoj Korac fallecía en un accidente de tráfico. Fue la estrella de la década y uno de los jugadores esenciales en la historia del basket europeo. Korac era un anotador incansable, llegando a anotar 99 puntos ante un equipo de Estocolmo en la Recopa del 64. Nunca ganó una medalla de oro, pero sí cinco platas y un bronce. Desde entonces, dada su relevancia y su trágica muerte, se instauró la Copa Korac en su memoria.

En el Europeo del 70, la simbólica ausencia de Korac abriría el principio de la primera generación dorada de jugadores yugoslavos. Llegará la hora de Slavnic, Cosic, Dalipagic, Delibasic y como no, Kicanovic, en nuestro siguiente episodio.

Javi Gancedo
ACB.COM