La gris ciudad de Mostar, situada al sur de Bosnia-Herzegovina, un país en tierra de nadie, embutido y acotado por Croacia y por la antaño denominada Serbia y Montenegro, parece reunir las características idóneas para que una leyenda se forje en su seno. Situada al noroeste de Dubrovnik, se trata de la mayor urbe de Herzegovina y la segunda de toda la nación, sólo superada por la capital, Sarajevo. Crisol de culturas, envuelta por un mágico halo medieval, ni siquiera el hecho de que sufriese como pocas los rigores del conflicto que sacudió los Balcanes parece haberle restado un ápice de majestuosidad. Su grandeza se personifica y se hace palpable en su célebre Puente Viejo (Stari Most para los lugareños), de inconfundible silueta e inconcebible sin sus escoltas de lujo, la Torre Halebija y la Torre Tara, que flanquean a una construcción que ha resistido desde el siglo XVI, incluso, la pesada carga de los blindados nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
En este pintoresco emplazamiento vino al mundo Zoran Planinic, un espigado muchacho que disfrutaba jugando al tenis y al fútbol, pero que no descubriría el baloncesto, su verdadera vocación, hasta los doce años, enrolándose en las filas de una de las canteras más prestigiosas de Bosnia, la del Brotnjo Citluk, un clásico de la Copa Korac en aquellos tiempos que ahora vaga por la segunda división bosnia. Allí, en uno de los enclaves cristianos por excelencia del país, a menos de una hora en carretera de su ciudad natal, y a pesar de su presumible tardanza en iniciarse en el mundo de la canasta, la progresión de nuestro protagonista, que parecía tocado por una varita mágica, era prodigiosamente meteórica.
Parecía que llevaba jugando al baloncesto toda su vida, que estaba destinado a ser alguien especial si permanecía cerca de su amada pelota naranja. Su juego evolucionó de una manera tan espectacular que en 1998, únicamente cuatro años después de jugar sus primeros partidos organizados, la cercana Croacia, personificada en la Cibona de Zagreb, llamaría a su puerta para ofrecer a Zoran su primer contrato profesional.
La oportunidad de encauzar su talento y, al tiempo, encarrilar su futuro, era enormemente tentadora, por lo que Planinic no dudó en hacer las maletas y poner rumbo a Zagreb. Tras un año de adaptación, su segunda temporada en el país dálmata discurriría en las filas del Benston de Zagreb, equipo filial de la Cibona, donde coincidiría con Dalibor Bagaric, otra de las perlas croatas nacidas en los albores de los años ochenta, con quien formaría un tándem realmente temible.
© Zoran Planinic triunfó desde muy joven en el Cibona Zagreb (EFE)
Su debut en la máxima competición croata no fue fácil. Si bien no tuvo problemas para asentarse en la rotación del equipo, Planinic, por entonces más cercano al puesto de 2 que al de 1, acusó la responsabilidad de aguantar sobre sus hombros el peso de ser tachado, como es normal por aquellos lares cuando un muchacho destaca de esa manera a tan temprana edad, como el sucesor de Drazen Petrovic.
La carga emocional de dicho apelativo, en su caso, resultaba muchísimo más palpable. Y no sólo por el hecho de que Zoran tuviese como ídolo y modelo a seguir al genio de Sibenik, algo de lo más habitual entre los jóvenes baloncestistas croatas, sino porque el técnico de la Cibona, por aquel entonces, era Neven Spahija, paisano de Mozart y, al tiempo, una de las personas que mejor conoció a Petrovic y que, por consiguiente, mejor podía tutelar al imberbe Planinic. Sin embargo, tras coincidir únicamente un año con nuestro protagonista, Spahija puso rumbo a Eslovenia para colocarse al frente de un pujante Novo Mesto.
Tras esta agridulce experiencia, Planinic volvió al combinado nacional, esta vez compartiendo galones de líder con Marko Popovic y cuajando un espectacular Europeo Sub-18, que le catapultó irremisiblemente a la primera plana del baloncesto continental, confirmándole como una de las nuevas joyas de la corona de la inagotable cantera croata. Sin embargo, y pese a ser el máximo anotador de la competición, el de Mostar no pudo volver a casa con el oro al cuello, ya que la Francia de los Parker, Pietrus, Diaw o Turiaf superó a los dálmatas en la final por 65-64, con una insólita canasta del ahora pívot de los Lakers sobre la bocina.
© Zoran Planinic, MVP del Opening Tournament de la Euroliga con sólo 19 años (Euroleague)
Sus logros continuaron en la competición doméstica, alcanzando los dobles dígitos de promedio en anotación, mostrando un apabullante acierto en el tiro exterior, mejorando ostensiblemente sus números en lo que a asistencias se refiere y limando el que, paradójicamente, es su gran lunar: los tiros libres. Todo ello, sumado al hecho de que volviese a ganar Liga y Copa con la Cibona, hizo que fuese designado Mejor Jugador Joven Croata de la temporada
Tras volver a conseguir una plata en verano con la selección, esta vez en el Mundial Sub-22 de Japón, donde sólo Estados Unidos pudo superar, ya en la final, a los ajedrezados, Planinic comenzaba la que sería su última temporada antes de cruzar el charco. Pese a no rayar a un estratosférico nivel en lo estadístico, Zoran fue elegido en primera ronda del Draft de 2003, en el número 22, por unos New Jersey Nets que buscaban alguien de garantías para secundar a Jason Kidd en la dirección de juego.
© Zoran Planinic ha destacado notablemente con Croacia en los últimos torneos (Foto EFE)
Por ello, y para regocijo de los aficionados españoles que aman el baloncesto de fundamentos, el de la elegancia, el de la sobriedad y el que, en definitiva, permite a alguien como Zoran, que supera los dos metros, impartir cátedra desde el puesto de base, Planinic vuelve a Europa. Y no lo hace al lado de Neven Spahija, su entrenador predilecto y quien lo requería para liderar su nuevo y ambicioso proyecto en Tel-Aviv, sino junto a Velimir Perasovic, en Vitoria. Extraordinaria noticia para los aficionados del TAU Cerámica, que podrán admirar a un talento que destila clase a borbotones y que ofrecerá, en una suerte de permanente clínic, lo más selecto de la escuela balcánica a los expertos paladares baloncestíticos del Buesa Arena. Disfrutémoslo.