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Historias desde la Zona Mixta

Concluyó una espectacular Copa del Rey, de la que ya se ha contado prácticamente todo: el brillante partido final, las espectaculares actuaciónes individuales, las luces y las sombras de cada encuentro... Ahora, Mariano Galindo nos ofrece su particular visión de un evento que ha vivido a pie de pista

Ser el primero en hablar con los protagonistas era uno de los objetivos a cumplir
© Ser el primero en hablar con los protagonistas era uno de los objetivos a cumplir
  

De acuerdo que todo tiene que acabar. O casi todo, vaya. Y una de las cosas que finalizan es la Copa, y con ella el ruido de las gradas, el sonido de la pelota contra el parquet, los gritos de alegría de los ganadores, las caras de tristeza de quien no ha corrido la misma suerte.

He tenido la tremenda suerte de vivir esta Copa prácticamente a pie de pista…y del túnel de vestuarios. Desde el jueves me he movido, junto a mis compañeros, de arriba a abajo cuando sonaba la bocina final con un único objetivo: conseguir declaraciones de los jugadores justo en el momento en el que terminaban sus partidos. Contado así, puede parecer un trabajo sin muchas complicaciones y ciertamente no las hubo, aunque por momentos nos costó sudor y alguna que otra carrera que alguno de nuestros “elegidos” nos contase algo.

Bueno, tengo que decir que mi debut fue espectacular y algo atípico. Son las 20:45 de la tarde del jueves y el Regal FC Barcelona acaba de ganar con autoridad al Real Madrid. Tras hablar brevemente con Fran Vázquez me encamino hacia la zona mixta, donde me encargan una misión: preguntarle a Navarro acerca de un logo sobre la Copa del Rey que lleva en la zapatilla. Yo, claro, pienso para mis adentros, dale Mariano, hablas con el jefe del prensa del equipo blaugrana y que te lo aparte un segundo. No hay suerte, porque Navarro no se queda para nadie y sí para todo el mundo. La rueda de prensa es su destino y hacia allí me dirijo yo, resuelto a resolver el enigma la decoración en su calzado. Tras hablar Xavi Pascual y valorar el partido el número once del Regal Barça, se abre el turno de preguntas y yo, ni corto ni perezoso, le lanzo la mía. Tengan en cuenta señores lectores que Navarro acaba de batir su récord personal de anotación en la Copa (28 puntos) y de paso entra en los anales de la historia culé como el hombre que más asistencias ha dado en un partido de la competición (10). Vamos, una actuación memorable, que desarboló al Real Madrid. Pues después de todo eso, voy yo y formulo como primera pregunta lo siguiente: “Hola Juan Carlos, hemos visto que llevas un logo de la Copa del Rey en la zapatilla y queríamos saber a qué se debe”. Lo de menos es la respuesta. Creo que Navarro no se esperaba semejante actuación por mi parte. Tampoco nadie de los allí presentes. Pero qué quieren que les diga, tenía una misión que cumplir. Sin embargo, debo confesar que al momento sentí cierta vergüenza y las risas de fondo, totalmente justificadas, hasta yo me reía para mis adentros, hicieron que no levantase la cabeza en el resto de la rueda de prensa.

Una vez pasado el primer día- donde destaco la calidad humana de Matt Nielsen, desolado después de la derrota y que no dudó un segundo en pararse y ser amabilísimo conmigo- me fui habituando a mi medio. El viernes ya me conocía a los empleados de seguridad que, serios en su trabajo, nos impedían acceder a ciertas zonas que creíamos no estaban vedadas para nosotros. No pasa nada, damos una pequeña vuelta y tan amigos todos.

Fue esa segunda jornada la del triunfo del MMT Estudiantes. La cara de Pancho Jasen entrando a todo correr por el túnel de vestuarios es una de las imágenes que se le queda a uno de estos días. Irradiaba felicidad. Aunque para alegría la mía, que tras un intento fallido en mi “accidentado” jueves inaugural, consigo hablar con Pepu Hernández un minuto. Suficiente para que me cuente cómo le va de comentarista y para que mis compañeros de comunicación elaboren la nota de prensa correspondiente. Otro objetivo cumplido, aunque de forma más discreta que el de Navarro.

Tras el gran sábado de semifinales, llegaba la cita de las citas, el momento por el que suspirábamos desde el mismo jueves. TAU Cerámica y Unicaja de Málaga se medirían en la gran final y yo iba a estar en primera línea para vivirlo.

A falta de pocos minutos para conocer al campeón y con mi peto verde correspondiente, me siento detrás de la canasta donde ataca en esos instantes Unicaja. Todo los minutos anteriores los he vivido en la tribuna de prensa con una periodista de Málaga, pero ahora es el momento de estar ahí, pegado a la línea de fondo. Como si de un atleta se tratase, tengo todo listo para pisar el parquet en cuanto los tableros se iluminen y la magia de estos días empiece su epílogo.

Aunque no hay carrera a la primera, porque nos vamos a la prórroga. Me doy cuenta de que tengo algo de nervios, a pesar de que no es la primera vez que vivo un partido por el título cerca de sus protagonistas. Quizá sea el desarrollo del choque, o esa especie de tensión propia de momentos como éste.

Los dos equipos nos han regalado un tiempo extra inolvidable que Pete Mickeal, soberbio, se encarga de finiquitar. Salto como un resorte a la cancha, hay que agarrar las primeras declaraciones. Al instante me veo envuelto en la marea de jugadores del TAU y entre mis prioridades también entra que no me arrollen. Consigo mantenerme en pie y hablar con Prigioni, subir a todo correr a redacción a “cantarlas” y bajar para, una vez entregados los trofeos, recolectar más impresiones. Vamos acompañando a los campeones hasta su destino, el vestuario, donde poco después entramos todos los medios de comunicación para vivir en primera persona la fiesta vitoriana. Allí es el momento de saludar a algún jugador conocido, que más tranquilamente, tiene unos segundos y nos cuenta lo que supone ser campeón de Copa. Me lo puedo imaginar, porque yo, desde el otro lado del espectáculo, he disfrutado muchísimo de este largo fin de semana que ya echo de menos.

Un abrazo a todos aquellos con los que he compartido algún minuto en el evento, por pequeño que haya sido. Ha merecido la pena. Y mucho.