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Giorgi Shermadini: La hora del Khinkali

El niño que creció al abrigo de la ciudad santa. Aquel que pasó de no saber nada de basket a fichar por el Panathinaikos en solo 3 años. Doble campeón europeo, pura élite continental. El héroe de Georgia, donde protagonista portadas en revistas del corazón, es ahora la esperanza del CAI Zaragoza, que le sedujo por su nuevo rol

Foto Flickr thiery49
© Foto Flickr thiery49
  

Redacción, 28 Nov. 2013.- En Mtskheta, a las orillas de los ríos Aragvi y Mtkvari, las paredes no son silenciosas. Ellas hablan, susurran epopeyas y milagros de tiempos pasados, testigos impertérritas de las historias que se trasmitieron de padres a hijos.

Lugar santo, lugar sagrado, cuenta la leyenda que uno de sus habitantes se encontraba en Jerusalén cuando Jesucristo fue crucificado. Compró la túnica y la trajo a su ciudad. Su hermana, cuando la tocó, murió de emoción y nadie pudo quitársela de la mano, por lo que la enterraron con ella. Allí, junto a su tumba, creció un cedro que, cuatro siglos más tarde, sería talado para poder construir una iglesia. Tampoco nadie, jura y perjura esa leyenda, pudo arrancar el cedro y, en su lugar, apareció una columna de fuego que acabó siendo la base del nuevo templo, con propiedad de curar a los enfermos. De ahí surgió un templo y, siglos después, sobre sus restos, nació la actual catedral de “Svetitskoveli”. La “Columna de la vida” (1010) lleva ya más de mil años en pie.

A diez kilómetros de esa ciudad, capital del antiguo reino georgiano de Iberia, Patrimonio de la Humanidad para la UNESCO, nació Giorgi, nombre pegadizo y corto, quizás el más antagónico posible para una persona tan enorme. En la vecina Natakhtari, la que le da nombre a la famosa cerveza georgiana –esa que, en ocasiones, se vende hasta con asas para hacer más cómodo beber y trasportar los dos litros y medio del envase-, un 2 de abril de 1989 lloró por primera vez el bebé Shermadini. Un orgullo.

“Natakhtari es un lugar encantador para mí. Siempre voy después de cada temporada y paso el máximo tiempo posible como mis familiares y amigos antes de unirme a la selección nacional. Mtsketa está también muy cerca de mi casa. Es llamada la segunda Jerusalem, por la espiritualidad de la ciudad con paisajes con tantos años e importantes lugares históricos”. Su infancia, la que podría haber tenido cualquier niño nacido en otra parte del mundo. “Fue muy normal, con mi madre, mi padre, mi hermano y mi hermana pequeña. Vivíamos en la pequeña y encantadora Natakhtari, tan próxima de Tblisi. Un día normal era despertarme pronto, ir al colegio, hacer los deberes, jugar mucho en mi vecindario y ayudar a mi padre a veces”. Y volver a empezar. El baloncesto podía esperar.



Ver, llegar, dominar

A veces, los protagonistas de estas historias parecían predestinados a vivir enamorados de un balón. Niños que aprendieron a lanzar antes de a gatear, coqueteos muy precoces con el naranja, con el aro, con la red. Empero, hay casos, Salah Mejri asiente, en los que el baloncesto se cruza de manera imprevista en la vida de alguien para cambiarla de forma radical. Sin pedir permiso, sin seguir lógica alguna, más allá de unos centímetros bien aprovechados y una evolución de locura, que parece reírse de las leyes naturales, de lo tradicional, de la experiencia, de lo que "tiene que ser" y del "esto es así y punto".

Si un jugador, tres años después de empezar a jugar al baloncesto, ficha por el Panathinaikos, o bien es para el equipo de promesas o es que el mundo perdió la cabeza. En realidad, él cambió las reglas del juego. Y no se arrepiente de ningún movimiento. “Empecé tarde, sí, a los 16. ¿La razón? Me gustaba mucho este deporte y, por supuesto, era alto. Quizás uno de los grandes motivos por el que he tenido una gran motivación para jugar al baloncesto profesional al más alto nivel fue el hecho de haber comenzado a jugar tarde”.

“Empecé a jugar con mi hermano Soro en el Maccabi Tbilisi. Fueron años muy difíciles con un programa increíblemente duro en el logré desarrollarme como jugador y, por supuesto ahora, tengo grandes recuerdos de aquella etapa”. Tres años, tres títulos, tres veces jugador del año. Casi nada. Sí, es cierto que la competición georgiana tenía un nivel muy bajo (pocos recursos, instalaciones muy básicas) y que su altura (2,16), sencillamente, le convertía en un jugador determinante hasta sin saber jugar al baloncesto. Pero también lo es que su crecimiento no siguió un ritmo habitual, mejorando cada día, cada partido, el doble o el triple que cualquier jugador normal.

“Cuando empezó a jugar a los 16, yo ya les decía a todos que sería una gran estrella. Poca gente me creyó”, comentaba orgulloso Jamlet Khukhasvili, presidente-entrenador del club y agente en la práctica del jugador. En el viaje de Juan Carlos Cebrián a la capital georgiana en 2008, pudo comprobar que Shermadini era, para Khukhasvili, una especie de divinidad, con un despacho propio que parecía más bien un museo o altar de la estrella.

En enero de 2005, nada más comenzar a jugar, se convirtió en el máximo anotador de la liga junior. Al año siguiente, ya estaba promediando 28,5 puntos y 14,7 rebotes por encuentro. A partir de ahí, el escándalo. Partidos de 52 puntos, de 54, de 60 puntos y 17 rebotes, de 76 puntos y 16 rebotes y hasta de 89, su tope. Una superioridad insultante que le llevó hasta los 35,8 puntos, 16,4 rebotes, 4,7 asistencias, 3,3 tapones y 2,5 robos por encuentro. Sus partidos llevaban rombos. “Era el máximo anotador de la Superliga Georgiana en ese tiempo. Básicamente, todo el equipo estaba construido en torno a mí para desarrollar mi confianza. Entonces, cuando jugaba mucho y anotaba tanto realmente me ayudaba a tener más confianza en mí mismo”.

Basket Zaragoza/Esther Casas
© Basket Zaragoza/Esther Casas


En el verano de 2007, dos años después de ponerse a jugar al baloncesto, tenía a esos pretendientes de cinco letras que tan bien vienen para llegar al sueño de las tres. Scouts NBA. Participó en el Basketball Without Borders Europe y en el campus de Adidas, aunque una lesión en el menisco le dejó sin la oportunidad del Nike Hoop Summit. No le importó y, en la 2007-08, repitió la ronda de exhibiciones (33,5 puntos, 18,4 rebotes, 4,8 asistencias, 3,3 tapones, 2,3 robos), demostrando que su liga se le queda enormemente pequeña ya. Llegaba el momento de emigrar.

Dos años y una anécdota

“Los hay distantes, cordiales, informativos, publicistas, y luego está Jamlet Khukhashvili, agente de Shermadini. No me dedicó menos de media hora para ensalzar a su pupilo hasta cotas insospechadas. Que si el chaval llevaba sólo tres años jugando y tenía mucho más margen de mejora que cualquier otro, que si las pruebas médicas decían que podría crecer otros tres centímetros... Cuando le sugerí que podría ser más interesante sacarle de este draft (se ha declarado elegible) y esperar a otro futuro, me contestó con un “maybe” poco convincente”. Las palabras de Luis Fernández en el Reebok EuroCamp de Treviso fueron premonitorias. No hubo draft, pese al primero de sus contactos con la NBA. En realidad, entre lesiones inoportunas, como las de aquel mismo verano, y el cálculo equívoco del momento, su nombre nunca sonó en uno.

En realidad, después de un brillante Europeo Sub20 en el que fue el segundo máximo anotador (21,5, con 72,7% en tiros de campo), el segundo mejor reboteador (10,5) y el que más tapones puso (3,7), se le apareció una ventana seductora, sugerente e imposible de no abrir, la del Panathinaikos. Después de tres semanas de prueba, se confirmó su fichaje por el campeón griego. Todavía guarda su agente el boli gigante, tamaño de un A-4, con el que firmó el contrato.

Resultó lo más parecido a firmar por un NBA. De Spanoulis a Diamantidis pasando por Jasikevicius, Nicholas, Batiste, Perperoglou, Kecman, Fotsis, Hatzivrettas, Tsartsaris o Sakota. Una plantilla eterna, de 15 jugadores, en las que él partía de reserva de los reservas. Pura temporada de adaptación y de aprendizaje en un monstruo europeo que logró el triplete, con Liga, Copa y Euroliga. Un debut de diez minutos en competición europea, 4 partidos ligueros (9,5 de media) y gracias. Estar ya era bastante.

Tras disputar con Georgia el Eurobasket 2009 a sus 20 añitos (4,6 pt, 2,3 reb), en la siguiente campaña entró en la rotación del Panathinaikos, participando en el título liguero con 19 partidos en los que acabó con un promedio de 5,1 puntos y 2,7 rebotes por choque, unos números muy parecidos a los logrados en Euroliga. No habría más oportunidades.

ACB Photo / Arrizabalaga
© ACB Photo / Arrizabalaga


Al menos, además de los títulos y del aprendizaje al lado de estrellas tan rutilantes del panorama continental, a Giorgi le dio para la mejor anécdota de su carrera. Aunque fuese a costa de su mítico entrenador. “Tras un partido en Larissa, Fotsis fue en su coche a Salónica por la boda de un amigo. Yo viajaba con mis compañeros en el autobús de vuelta a Atenas y entonces, Kecman y Diamantidis me dijeron que le enviase un SMS a Fotsis con algunos insultos en griego como broma. Algo cortado, acepté a hacerlo y, cuando le di a enviar, sonó el móvil de Obradovic. Ellos me dijeron que me habían dado su número en lugar del de Fotsis. Al día siguiente, en el entrenamiento, Obradovic silbó en el centro y preguntó quién había mandado el mensaje de insultos, para que pidiera perdón. Y allí empecé yo, con una cara pálida mientras el resto de compañeros se tiraban al suelo de la risa…”

La doble corona

Después dos años casi testimoniales, Giorgi necesitaba jugar. Y más siendo un jugador que había empezado tan tarde. Con buen cartel por su fama de años anteriores y por su potencial, propuestas no le faltaron. La que más le gustó, la del Olimpija de Ljubliana, donde le costó explotar (8,4 pt, 4,5 reb), aunque su segunda parte de la temporada, con un Top16 más que sólido (10 pt, 5,2 reb, 15,7 val) invitó al optimismo y le volvió a dar otra oportunidad al más alto nivel.

Daba igual que tampoco fuese el Eurobasket 2011 su confirmación como realidad (5 pt, 3,1 reb), ya que el Cantú apostó por él firmemente tras sonar con fuerza en Manresa y ahí, en la LEGA, en un equipo en crecimiento que jugaba Euroliga, por fin la eterna promesa Shermadini se convirtió en la estrella que se apuntaba desde hacía mucho tiempo.

Qué pesadilla para los equipos de Liga Endesa. 11 puntos y 17 de valoración contra Caja Laboral, 16 (21) frente al Bizkaia Bilbao Basket y 11 (16) para ganar a domicilio al cuadro bilbaíno, 14 (19) contra el Barça… Su evolución era cada vez más seria y tan pronto ganaban al Zalgiris con 2 tiros libres suyos finales, como sumaba 15 puntos, 10 rebotes y 31 de valoración contra el Maccabi. “Tuve partidos muy emocionantes aquel año de Cantú. Recuerdo aquel en el que le ganamos al Olympiacos de uno. Marco el primer tiro libre, fallo el segundo pero corro toda la pista hacia nuestra canasta y logro taponar a Kyle Hines…”, relata orgulloso.

Cómodo por la presencia de Markoishvili en el equipo, Giorgi se sentía realizado en tierras italianas y su felicidad se trasladó a la pista, con otro Top16 gigantesco (13,2 pt, 6,3 reb, 18,8 val) que le abrió la puerta de los grandes de Europa, una vez la opción NBA quedó aplazada al no entrar en el draft de 2011. Para él, no hay prisa. “Prefiero jugar en Europa y estoy feliz por mi decisión de quedarme aquí. Para la NBA todavía no es tarde pero todo dependerá de la situación de la franquicia porque el tiempo de juego es muy importante para mí”.

ACB Photo / Arrizabalaga
© ACB Photo / Arrizabalaga


Por eso, su etapa en el Maccabi tampoco le llenó lo más mínimo. Algún partido destacado en competición doméstica (7,5 pt, 5 reb), algún guiño europeo y poco más. Y Shermadini no estaba como para estar otro año parado. Entonces, jugador y club encontraron solución y el Olympiacos llamó a la puerta. El doblete europeo le esperaba en tierras griegas, en las filas del mayor rival de su primer gran equipo.

Tanta rabia liberó Shermadini nada más llegar al club de El Pireo que, su revancha frente al Maccabi, supone el mejor partido ganado en su carrera, según confiesa. “Fue el partido más excepcional e importante para mí. 25 de enero de 2013, un Maccabi Tel Aviv-Olympiacos en el que ganamos por uno en la capital israelí”. Aquel día sumó contra su ex 19 de valoración en solo 20 minutos (9 puntos, 9 rebotes, 2 asistencias, 2 tapones) para la más dulce de las venganzas. Lástima que no tuviera mucha más continuidad en su anterior equipo (4 puntos y 2 rebotes de promedio en Euroliga, con 8 minutos por choque), aunque el aspecto deportivo compensó con creces. Otra Euroliga ganada y, esta vez sí, con él jugando desde la pista, como aquel 2+1 explosivo para calentar la remontada en Final Four frente al CSKA u otro 2+1 que supuso la puntilla para el Real Madrid en la gran final.

Ya como caísta, el Eurobasket 2013 fue la confirmación definitiva de que el baloncesto estaba ante una dimensión complemente diferente, completamente superior, del pívot caucásico. 25 de valoración contra Polonia (13 pt, 9 reb), 21 frente a Croacia (10 pt, 9 reb), 23 contra República Cehca (18 pt, 9 reb) e incluso 14 (10 pt) recibió España, su último destino. Un camino largo y corto al mismo tiempo, de clásicos, expectación, espera e ilusión. “Estoy muy feliz por los pasos de mi carrera porque he sido parte de equipos tan grandes como Panathinaikos, Olimpia, Cantú, Maccabi y Olympiacos. Tengo muchos recuerdos grandes de las últimas temporadas y también momentos difíciles que, con el paso del tiempo, he transformado en recuerdos dulces”.

La seducción del tiempo, la seducción del rol

El verano es aquello que pasa mientras el CAI Zaragoza ficha como los ángeles y, el pasado 7 de agosto, explotó la bomba. Giorgi Shermadini, al cuadro maño. La revolución. Las redes sociales echaban humo mientras se elogiaba el refuerzo de un jugador con aroma a élite europea que elegía el CAI por delante de otras propuestas.

“Ha sido un fichaje complicado, en mayo o junio nadie lo podía haber imaginado. Se dio gracias a un cúmulo de factores y peleamos mucho para que estuviera aquí”, aseguraba José Luis Abós. El director deportivo Willy Villar le daba la razón y explicaba que su decisión era la más ambiciosa de las posibles. “Tiene ganas de hacerse un nombre de referencia en el basket europeo”, a la vez que comentaba, como el técnico, sus principales virtudes: calidad, talento, rebote, intimidación en defensa, seguro en el poste bajo, experto del pick & roll y experiencia pese a su juventud.

Foto CAI Zaragoza
© Foto CAI Zaragoza


Hoy, Shermadini escucha y asiente. No, no es ningún secreto. La apuesta era clara. Quería minutos, sentirse líder de un proyecto importante y poder dar otro paso importante con confianza, buscando un rol parecido al que tiene en la selección georgiana. Y hacerlo en una “ciudad de baloncesto” sabe mejor. “Es un hecho que una de las razones por las que firmé por el CAI y rechacé ir a otros grandes equipos de la Euroliga el pasado verano fue el tiempo en pista y el rol en el equipo”.

Con solo unas semanas, ya celebra esa decisión. Máximo anotador de la pretemporada (14 puntos por partido), a Sito Alonso y Borja Comenge, que votaron por él en la Encuesta que abre la temporada como posible protagonista de esta Liga Endesa, no les hizo falta esperar a la primera jornada para creer en su juego. A Abós, tampoco. Crecido en cuanto a confianza, se salió en su estreno con 20 puntos, 7 rebotes y 29 de valoración en uno de los estrenos históricos más perfectos que se han visto jamás en ACB: ¡8 de 8 en el tiro!

En solo 7 semanas, ya destaca en valoración (7º, con 16,7 por partido), anotación (11º, con 13,6 de media), porcentaje en tiros de 2 (6º, con un 66,7%) y tiros libres por partido, líder con 5 de promedio. Y avisa. “No, definitivamente esta no es la mejor versión de mi rendimiento y creo que os voy a demostrar mucho más en el futuro”. El pívot se alegra por formar pareja con un compatriota, Sanikidze (“Tenerle es grande porque somos amigos desde hace mucho”), pero cree que su comodidad en el club tiene mucho más motivos: “El club está lleno de gente grande que siempre quiere ayudarme en todos los aspectos posibles. Quiero que la gente sepa lo excepcional que es el cuerpo técnico y los compañeros, cálidos y gente muy grande. Además, la ciudad es muy bonita y los aficionados enormes, nos ayudan mucho”.

A la espera de la inminente llegada de su familia, Giorgi vive sus días como un zaragozano más. “Desayuno, entreno, como en el restaurante y me tomo una siesta. Y luego otra vez a entrenar antes de cenar en el restaurante. Cuando tengo un día libre a veces me voy de compras con Viktor. Espero que mi mujer e hijo vengan pronto para poder planificar los días libres con ellos en el futuro”. No tendrá que esperar mucho.

ACB Photo
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Y para comer, ხინკალი

“Llegan este jueves por la noche”, comenta emocionado Shermadini. “Mi mujer Ani y mis niños pequeños Nikoloz y Nina han estado en Tblisi y les he echado mucho de menos. No podían venir hasta ahora porque debía primero elegir la casa y luego tuvimos algunos problemas de visado. Además, mi hermana, mi madre y mi suegra ya nos han dicho que nos visitarán durante esta temporada”.

Suena Sade. O puede que Barry White, Moby, o Aerosmith. O incluso Coldplay o Red Hot Chilli Peppers. Son sus grupos favoritos. Es su casa y ahí la música y el cine mandan, compitiendo con los videojuegos. Su otra gran pasión, la reserva para más adelante. “Mi principal hobby es el mundo de los coches pero por el momento aquí no compré innguno porque solo paso un mes en Tblisi”.

Y es que el pívot se define como una persona “calmada” fuera de la cancha. “Ahora vivo la vida de un deportista profesional disciplinado hasta el final de mi carrera y creo que esa será después también mi forma de vivir”, confiesa un jugador que piensa invertir en negocios en su país. “La situación política es mejor y más estable desde octubre de 2012”.

Y es que, en Georgia, Giorgi Shermadini trasciende la figura del jugador de baloncesto, trasciende la figura del deportista, trasciende la figura del ídolo. Es un personaje social, con todo un país detrás que no solo habla de sus partidos de baloncestos, sino de su pareja, de sus hijos, de sus viajes, de su propia vida, a lo prensa del corazón en España. “Sí, recibo mucha atención del público y de la prensa rosa en ocasiones pero la verdad es que prefiero estar en un segundo plano”.

Él prefiere aprovechar su fama para impulsar el deporte en un país que ha sido un soplo de aire fresca en los últimos campeonatos europeos, con un juego valiente y descarado que ha dado que hablar tanto en 2011 como en 2013. Todavía falta mucho por recorrer. “El desarrollo del baloncesto en Georgia es lento. Hay talentos interesantes de las nuevas generaciones”. El interior del CAI se atreve con algún nombre, precisamente entrenado por su antiguo mentor: “Con Jamlet tengo buena relación y hablamos sobre mis actuaciones. Aprovecho la oportunidad para darle las gracias. Ahora está trabajando duro con los hermanos Revazashvili. Son 5 y uno de ellos, Levan, ya es el líder anotador destacado en Georgia”.

Foto Commons Wikimedia
© Foto Commons Wikimedia


No debe ser fácil para alguien que firma como “გიორგი შერმადინი” aprender tantos idiomas en tan pocos años. El de Natakhtari reconoce que los acaba confundiendo: “No estoy intentando demasiado aprender español pero es divertido porque sé mucho de griego, esloveno, hebreo y a veces palabras italianas por los que a veces digo una cosa divertida que es una mezcla de tantos idiomas diferentes”. ¿Y tu sueño, Giorgi? Vaya pregunta. “Ganar todos los títulos posibles con un papel más importante. Y en la vida, encontrar la serenidad espiritual y bienestar de mi familia. Además, poder usar mi nombre para beneficio de la sociedad georgiana y el resto de las personas en general”.

Los romanos y los griegos llamaban Iberia al antiguo reino de Kartli. Lo que hoy es Georgia, lo que hoy es su tierra. En realidad, pocas semejanzas más grandes van a encontrar un español y un georgiano que cantar como suya el “Iberia Sumergida” de los zaragozanos Héroes del Silencio. “Este es mi sitio… y esta es mi espina”. ¿Acaso no se hizo para él?

Y es que el plato está ya está a punto. La carne picada con las hierbas y la cebolla. Las especias, bien mezcladas. La harina, la masa extendida, el relleno, el caldo. Doblar, dar forma y a calentarse 15 minutos. Ya salen, ya. Se llama Khinkali, esos dumplings de carnes georgianos cuyo aroma impregna las calles de Mtskheta . La gran pasión de Shermadini. Cocinero y plato al mismo tiempo. Y que no falte la pimienta, recién molida, claro. Tras generosa cocción, en Zaragoza saborean el manjar. ¡Es su hora!