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La ABA (X): Estado salvaje (III)

Si entramos en los perfiles más sesgados y particulares de la fauna que poblaba la ABA, resulta obligado reservar un capítulo para Warren Jabali. Dotado de una fuerza descomunal, su fiereza y un exceso de odio racial le llevaron a sobrepasar el límite en demasiadas ocasiones. La imagen de Jabali pisoteando la cabeza de un rival en plena retransmisión televisiva es el reflejo de la trayectoria de un atleta excepcional traicionado por los condicionantes sociales y su propio carácter

  

En el número 65 de la desaparecida XXL, excelente publicación caída en ruina como tantas, el periodista Jeppe Grue, bajo el sugerente título de ”Baloncesto y tanganas en la ABA”, venía a recoger las violentas peripecias de odio de los dos mejores exponentes de este estado salvaje que estamos subrayando en esta parte de la serie, John Brisker y Warren Jabali. “Todos los grandes equipos “decía su entradilla- tienen una reputación ignominiosa. Quien juega al borde de lo permitido debe hacerlo a espaldas del árbitro, lejos de las cámaras y pensando sólo en las estadísticas. Son los verdugos, los marrulleros, los matones”. Su fuente era un pequeño episodio titulado ”The meanest men” extraído de la obra de Terry Pluto “Loose Balls”, un rico compendio de declaraciones y recuerdos sobre aquella liga muerta a través de decenas de sus protagonistas.

Recogiendo parte de la historia conocida de ambos, vamos a tratar de añadir nosotros algún apunte nuevo. Escogimos a Hagan por blanco en la anterior entrega; vamos ahora a hacer blanco en estos dos negros de pura raza, Brisker y Jabali. Toca hoy el segundo.

Warren Jabali provenía de la pequeña Wichita State, allá donde su nombre era Warren Armstrong, antes de convertirse al Islam. Allí cerraría su periplo con el liderato histórico de rebotes y asistencias, además del cuarto honor en anotación. Después, promediaría 17.1 puntos por partido en siete años en la ABA.

Oakland lo selecciona en el 68 y al año siguiente marcha a Washington, al siguiente a Indiana, al siguiente a Miami, al siguiente a Denver, donde juega dos años, y al siguiente y último, el del 75, a San Diego. Parecía que nadie quería conservarle demasiado tiempo. Y no es de extrañar. ”Warren jugó siempre un baloncesto temerario, muy físico e intimidatorio “cuenta Steve Jones, compañero en Oakland-. Te podía driblar, machacar o coger el balón y arrojártelo directamente a la cara. Era más fuerte que todos los que estábamos allí o cualquier otro”. Warren no distaba demasiado del físico salvaje de Brisker. Medía 1.88 y estaba dotado de un tren inferior animal.

Tendría 17 años cuando disputó el Missouri State Basketball Tournament, un torneo de verano entre diversas High Schools con lo más granado del género de la época. Allí estaban Lucius Allen de Kansas y Ho ho White de St Louis. Pero ninguno de ellos coparía la popularidad después de lo que allí se pudo ver. Y no hablamos de los 87 puntos anotados en sus tres encuentros, no, hablamos de que en el tercero, escapó con el balón robado completamente solo y con una salvaje batida a dos pies, llegaron sus 1.88 a tocar el hierro con la frente en un mate a dos manos. Dave Thomas era compañero suyo entonces y así lo vio: ”Te juro que él podía volar, simplemente podía volar. Sucedió en aquel torneo que robó el balón y machacó de forma tan bestia que llegó a tocar su frente el aro. Fue electrizante, legendario para todos los que pudimos verlo”. En la historia del baloncesto, tan sólo Earl Manigault parece poder haber llegado a algo parecido con menos de metro noventa. Las batidas de Jackie Jackson en los barrios neoyorkinos por aquella época, más largas, eso sí, eran menos verticales que las de aquellos dos.

Al inicio de su carrera profesional, colgaba del vestuario de los Oaks una fotografía en que aparecía él mismo volando al mate. Debido a sus condiciones, se granjeó aquel año allí dentro el sobrenombre de Batman, y no lo hizo nada mal. Fue mejor novato de la temporada mostrando unas ganas que por momentos parecían sobrenaturales. ”Es increíble, es de otra galaxia “indicaba su compañero en Oakland Rick Barry-. Nunca he visto a un jugador de su estatura con tanta fuerza”.

La principal característica de Jabali era romper la defensa entrando a capón, sin apenas requerir en sus ganas de fundamentos para ello. Acostumbraba a hacerlo como poseído siempre en vertical dirección hacia el hierro; nunca fue un dechado de virtudes técnicas pero suplía esta carencia con una voluntad salvaje y una suspensión media más que digna. ”Era ante todo un jugador “continúa Jones-. Podía rebotear en medio de tíos de más de 2.10 de estatura. Podía cruzar la pista de lado a lado y entrar a canasta como él solía, con auténtica fiereza. Pero la gente nunca llegó a apreciar lo buen jugador que era por su política y las cosas feas que le rodeaban”. Jabali era declaradamente racista. Llegaba a sobrepasar peligrosamente su compromiso con el movimiento negro de la época, en especial el bienio 69-70, en su férrea voluntad de terminar con cualquier blanco de bien. ”Si vivías acomodado, ya le estabas dando a Warren un argumento para caer sobre ti con dureza”. Lo primero que hizo al ser contratado en Oakland, fue pedir un adelanto para arrancar a su padre de los dos trabajos infames que habían agotado su vida.

En el 69, jugaban los Oaks en Minnesota y Jim Jarvis tuvo la mala suerte de refregarse un enganchón por el rebote con él. Lo primero que hizo Warren al liberarse fue soltarle un puñetazo, al que siguió una tangana más bien con ánimo de atenuar a la fiera, pero cuando Jabali pudo soltarse de nuevo, acudió lleno de ira a donde Jarvis reposaba el golpe y le pisó brutalmente la cabeza. Pat Boone, el propietario de Oakland entonces aún recuerda aquello con pavor: ”No podía creer que Warren pisara así la cabeza de aquel chico. Aquel partido lo emitieron para colmo por televisión y todo el mundo pudo verlo después, porque no hicieron más que repetirlo y repetirlo por las noticias. He visto mucho baloncesto en mi vida y te aseguro que cuando un tío está en el suelo, tratas de esperar a que se levante, pero nunca le rematas allí, en el suelo”. Cuando Warren fue preguntado por su salvaje acción, respondió sin el menor pudor que él había jugado siempre en la calle y que fue el instinto de supervivencia lo que le empujó a hacer aquello. Jabali, como vemos, tuvo una explicación, sí, pero jamás” una disculpa. ”Jarvis se fue al suelo y básicamente Warren le aplastó. No hay otro modo de describir lo que pasó. Después de esto, toda la gente en la liga le crucificó. Le vieron siempre ya con ojos distintos”, añade Steve Jones.

Y es cierto. Jabali pasó desde entonces a ser un “maldito” en la propia ABA. Tres años después, jugaba Denver un partido de exhibición de pretemporada en Virginia y nuestro hombre vestía ya para los de Colorado. Warren se pasó todo el encuentro provocando a los componentes de los Squires, hasta que el cuatro del equipo local, Neil Johnson, un fornido blanco bigotudo en la última parte de su carrera, decidió que ya era suficiente. Empezó a defenderle al cuerpo, empujándole en la lucha por la posición en cualquier punto del campo. Los árbitros no querían ver nada. Era Jabali el atacado y parecía ser ya la hora de que fuera así. Como Warren se empezaba a ver escandalosamente ultrajado, se giró de pronto hacia Johnson y se quedaron los dos quietos en el lado derecho de los tiros libres. Le debió decir algo muy fuerte al jugador de Virginia porque de repente, el blanco ala-pívot de los Squires le agarró por el cuello soltándole después un brutal puñetazo a la cara que dio con él en el suelo llegando a perder incluso el conocimiento. ”En mis 28 años de profesional “John Vanak arbitraba aquella noche- te juro que no he visto nunca un puñetazo más devastador que aquel”. Johnson estalló de ira y con Jabali en el suelo, empezó a chillarle fuera de sí: ”Levántate, hijo de puta racista, levántate para que pueda patearte el culo”. Nadie, ni un solo miembro de pista ni fuera de ella, acudió en defensa de Jabali. ”A decir verdad, todos aquellos que lo vieron “prosigue Vanak- quedaron bien satisfechos porque aquella fiera terminó recibiendo por fin su propia medicina”.

Este mismo incidente lo narra el Dave Twarzik de Virginia (1972-76) con unas palabras que vienen a subrayar aun más la extrema dureza de aquella liga. Conviene recordar que Twarzik, miembro importante de los Blazers campeones del 77, provenía de Old Dominion, donde el juego era francamente poco físico. Y el joven Dave llegaba a la ABA sin apenas saber nada del juego duro. ”Mi primer partido fue uno de exhibición frente a Denver. Recibí la orden de ir a por su base, Al Smith y apretarle mucho en defensa. Cuando lo hice, Smith pareció enconarse contra mí. No pude ver siquiera el puñetazo venir, pero lo hubo. Yo pensé, “Dios, si esto es un partido de exhibición, no quiero ni pensar cómo será la Regular”. El caso es que una semana después jugamos de nuevo contra el equipo de Jabali”. Allí fue donde el novato se encontró con todo aquello, y todavía hoy muestra su sorpresa: ”Resulta que ahí estaba yo, con 21 años, impresionado, y viendo todo aquel escándalo increíble. Primero Al Smith me sujeta y golpea, y luego Johnson casi mata a Jabali. Aquello me impactó muchísimo pero mis compañeros estaban encantados porque todo el mundo, toda la liga, odiaba a Jabali”.

Rudy Martzke era el Director de Relaciones Públicas de los Floridians cuando Warren llegó a Miami en noviembre del 71. No le hizo ninguna gracia su llegada y acudió a su técnico Bob Bass para pedirle explicaciones, a lo que este le respondió que necesitaba un poco de dureza en el juego de la plantilla, demasiado blanda y venida abajo. ”Jugamos como nenas y esto se tiene que acabar”. Martzke tuvo esta conversación antes de presentarse incluso al jugador, como si tuviera un cierto temor a hacerlo cuando un RRPP es hombre ducho en artificios para las relaciones sociales. ”Cuando tuvimos el primer entrenamiento, apareció como un musulmán con el pelo muy trenzado. Fui adónde él para presentarme. Sólo me miró. No dijo una sola palabra. Me miraba como si quisiera estrangularme. Me di la vuelta con miedo y me marché. Eso fue todo. Nunca me dijo una sola palabra, nunca”. Tan sólo coincidieron un año allí en Florida pero todavía hoy Rudy Martzke parece expresar cierto resquemor al concentrar en aquel jugador la culpa de este estado salvaje que venimos destacando en la serie, como justificando en él una situación generalizada en la que Jabalí era un polvorín. ”De acuerdo, la ABA tenía fama de ser una liga con una reputación pésima, como un fuera de la ley, pero Jabali era el motivo sin duda alguna. Era siniestro. La única figura que se acercaba a su ferocidad era Brisker”, del que Bob Bass estaba harto por reírse públicamente de la franquicia de Miami. Aquella campaña el Relaciones, el encargado de armonizar las cuestiones humanas de la organización, lo pasaría francamente mal. ”Nadie, nadie” se metía con Jabali”, repetía una y otra vez.

Pero seamos justos. En medio de este odio generalizado, también hubo elogios hacia un jugador que si bien parecía ir por su cuenta como un salvaje, cumplía cual mercenario con su trabajo. Al Bianchi era el técnico de los capitalinos en Washington en la campaña del 70. Él lo tiene claro: ”Nunca supe realmente qué demonios pasaba por su cabeza, pero si te digo la verdad tampoco me preocupaba. Sólo me preocupaba que cuando vistiese de corto, jugase. Y tengo que decir que es el mejor competidor que he visto jamás en este deporte. Con su altura podía anotar y rebotear por encima de hombres un palmo más altos que él. No tengo más que buenos recuerdos de Jabali, porque jugó muy duro cuando yo le entrené, muy duro para mí”. Aquella temporada Warren firmaría casi 23 puntos y 11 rebotes por noche. Daba igual, llegado el verano, como todos, habría de largarse.

Jabali jugaría su último año en San Diego, en la penúltima campaña de la ABA, la del 75. Por aquel entonces el equipo entero temía incluso su muerte pues llevaba su militancia racial a todos los extremos posibles y vivía” peligrosamente. Estaba presente en cualquiera de las luchas y manifestaciones más radicales del movimiento. Implicado además en cuestiones musulmanas, fue uno de los líderes del ”Black Concience” y llegó a plantear como representante de un sector de jugadores el boicot de los negros al All Star Game. Su historia más recordada fue sin duda el día en que llegó a sus oídos que un novato de color vestía calzoncillos de algodón. Era cierto. Y cuando pudo comprobar por sí mismo la condición de la prenda en el vestuario, se la arrancó de cuajo al chico. ”Eh, no sabes que nuestros antepasados tuvieron que recoger este algodón? Cómprate otros” pero nunca de algodón, maldito”. Se dice que el joven, profundamente marcado, jamás volvería a tener relación con ese material. A mitad de aquella campaña, los Rockets le largaron sin remedio y Jabali desapareció para siempre del mapa.

Haciéndole justicia como estricto jugador de baloncesto, el legendario Alex Hannum llegó a considerarle como ”el jugador más inteligente” que había entrenado nunca. Tirando hacia los más grandes, cabe destacar unas declaraciones de Rick Barry, recordemos, el único jugador en la historia que logró terminar como máximo anotador en NCAA, ABA y NBA. ”No me cabe la menor duda de que Jabali es uno de los mejores jugadores que he visto en mi vida. Simplemente nadie podía detenerle”. Barry llegó a considerarle en más de una ocasión como un jugador perfectamente comparable en calidad a Oscar Robertson.

Cuenta Dave Thomas que jugando un partido apretado en High School, Jabali se encontró con un balón perdido en media pista en el último segundo para romper el empate. Warren arrojó como de mala gana una bomba altísima que se coló limpia sin tocar hierro. El entrenador rival llegó a declarar al término del partido, harto ya de sufrir un baloncesto tan sui generis, una frase que, a criterio personal, es la que mejor le define bajo la óptica de la historia: ”Es increíble, ese tío es un maldito “freak”“. Exacto, un monstruo, un fenómeno, una insólita rareza a la que el tiempo parece haberle hecho un favor del que careció en su época, como tantos otros.

Muchos años después, Warren Jabali accedería a una tarea que no le resultaba desagradable, profesor de enseñanza primaria en un colegio. ”Nunca consideré el deporte una prioridad mayor que la lucha de los afroamericanos por recibir un trato igualitario en la comunidad”. Jabali nunca fue popular. Por desgracia, salvó el anonimato en la ABA a base de golpes, y llegó así a utilizarla como escenario inconsciente para alguna de sus demandas, nunca quizá satisfechas. Todo ello pese a llegar a ser por una noche, la del 6 de febrero de 1973, el mejor jugador de la liga, al ser nombrado jugador más valioso de aquel All Star Game de Utah. Warren y su esposa, junto a él en la foto, renunciarían incluso al premio, un viaje a Europa, a la vieja Europa blanca. Aquel año terminaría incluido en el primer equipo de la liga.

¿El por qué de su lucha? Es fácil; un porcentaje altísimo de su raza vivía sumida en un estado intolerable de segregación, muy por debajo de los índices blancos de riqueza, alfabetización y adaptación social. Si echamos un vistazo fugaz a ciertas manifestaciones culturales de su época, quizá podamos entender mejor la psicología personal de Warren Jabali. Curtis Mayfield cantaba sus célebres ”Keep on pushing” y ”We are a winner”. James Brown su ”I”m black and I”m proud” y el ”Black Power” igualmente había llegado al internacional escenario olímpico. Por la propia naturaleza oculta de la ABA, Jabali tuvo que aceptar así su lucha como otro negro anónimo más. Afortunadamente, él pudo al menos contarlo” otros no.

Veremos a su alter ego en la liga para la próxima entrega, John Brisker, la Bestia.

La ABA (IX): Estado salvaje (II)