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Leyendas del Playground (III)

El tercer capítulo de esta serie nos acerca a la figura de Demetrius 'Hook' Mitchell, nacido en unas condiciones lamentables, criado en la calle y que llegó a ser uno de los jugadores más espectaculares del Playground. Sus increíbles mates, sin embargo, no fueron suficiente para sacarle de ese oscuro mundo que le terminó llevando a la cárcel

Demetrius 'Hook' Mitchell se encuentra actualmente en una prisión en California
© Demetrius 'Hook' Mitchell se encuentra actualmente en una prisión en California
  

'Fuimos a un torneo benéfico en Sacramento que organizamos entre Kenny Smith, Spud Webb, Manute Bol, Wayman Tisdale y yo 'cuenta Brian Shaw reconociendo que hay ciertas historias que prefiere escuchar a contar-. En el descanso organizamos un concurso de mates con unos cuantos chavales de High School. Gary y yo hablamos con el grupo y pedimos que dejasen participar a un amigo nuestro. Les dijimos: 'Bueno, no pertenece a ningún instituto pero' sabe hacer cosas increíbles''. Imaginen ahora la escena. Más de diez mil personas en el Arco Arena pegadas a los asientos después de anunciarse el concurso por megafonía. Y el descanso llegó. Empezaron a desfilar los nombres hasta que el speaker leyó un papelillo improvisado: 'Y por último, desde Oakland, con 5 pies y 9 pulgadas (apenas 1.83)' Demetrius 'Hook' Mitchell!'. Y salió a la pista un chico negro botando el balón con una camiseta roída, los pantalones deshilachados y una viejas Converse que se adivinaban blancas. El público lo recibió fríamente y Kenny Smith preguntó desconfiado: 'Oye, 'este es el tipo del que me hablaste?'. Sí, era él, claro que era él, pero cuenta el propio Shaw que aquella tarde notó algo que en sus propias palabras no tiene desperdicio: 'Oh, mierda, me dije, podía verlo en sus ojos. Estaban rojos, rojos como la sangre y él' estaba colocado, colocadísimo'. Y no se equivocaba. Demetrius inició su repertorio con las mismas ganas con que el aro repelía el balón una y otra vez, una y otra vez' hasta diez veces. 'Vaya, parece que Hookster no tiene un buen día', le disculpaba el speaker y cuando por fin la bola desgarró la red la cuenta de los saltos superaba los catorce intentos. El chico agarró después el balón, ajustó su gorra casi sobre la cara y se largó de allí mientras alguno de los presentes no podía disimular la risa.

La verdad es que hay vidas que parecen nacer torcidas. Y el caso que nos ocupa hoy no da tregua alguna. Demetrius Mitchell nació en unas condiciones lamentables en los suburbios del Oakland más profundo, muchos dicen que sobre el mismo pavimento que después lo criaría. Y es que para aquellos 'padres' drogadictos era urgente que el pequeño naciera, tanto que a las pocas semanas de hacerlo (el 11 de septiembre del 68) lo abandonaron a su suerte y fue gracias a su abuela que conservara la vida pero francamente poco más podía hacer ella sola. A los 10 años empezó a fumar marihuana, a los 12 se inició con la cocaína y agotó el recorrido cinco años después con la heroína a los 17. 'Era algo que tenía que pasar 'confiesa él mismo-. Es como si durmieras en un pantano y sabes que estás durmiendo sobre el lodo pero no puedes hacer nada por cambiarlo. Esa es mi vida. Mi vida siempre fue una lucha constante por tratar de saber qué es lo correcto'. Aún era muy joven cuando su hermano mayor, éste a cargo de nadie, fue asesinado por una banda de traficantes. Después irían a por el joven Demetrius pero las circunstancias lo retiraron de las calles antes de que pudieran cumplir la amenaza.

Contra todo lo que pueda parecer, Demetrius Mitchell fue un dios en la Bay Area, alguien legítimamente idolatrado por centenares de jóvenes que acudían en peregrinaje cuando el rumor de su presencia caía por los parques de Mosswood y Brookdale. Al llegar por lo general en autobús toda esa multitud lo esperaba enfervorecida coreando su nombre. En una liga de verano en San Francisco, un padre de familia acudió fuera de sí hasta él agarrando fuertemente a una muchacha: '¡Mira, hija mía, este es' este es Hook Mitchell!', mientras le contaba nervioso cómo la última vez que jugó allí consiguió ejecutar un mate ¡pisando la línea de tres puntos!

Este asunto de los mates imposibles procede de tantas fuentes y lugares distintos que francamente, cuesta creer que no fuera cierto. Aquellas proezas del 'double-dunk' y los puntuales 440º en The Goat o el larguísimo 'of-the-lane' en J.J. Jackson resultan hoy casi una cuestión de fe al estar basadas en diversas narraciones orales (sumamente contrastadas), pero en el caso de Mitchell, existe buen número de imágenes grabadas de altísimo voltaje (alguna de las cuales pulula por la Red). El mate sobre un Volks Escarabajo (de mayor altura que el coupé de Milic) le granjeó definitivamente el sobrenombre de 'Hook' por la similitud entre su parábola de salto, de una frecuencia altísima, con el dibujo de un gancho o un anzuelo. Quienes se mofaron aquella tarde en el Arco no tenían ni la más remota idea de que este prodigio natural era capaz de machacar el balón tras recepción en tabla (es preciso liberarse de peso en el salto) cuando siendo un adolescente medía tan sólo 1.73. Tampoco sabían que su obsesión por superarse le llevó a competir contra tíos que le doblaban en edad y tamaño y apostar con ellos hasta 100 dólares (la droga es cara) por mate ejecutado, o mejor, por el más difícil todavía. Así consiguió proezas como saltar por encima de diez personas (en la NBA Stansbury sorprendió con dos y una silla), o sobre cinco con un giro de 360º o la más increíble y oficial de todas, acaecida en Las Vegas durante un torneo para lograr el mate a mayor altura. Hook se quedó sólo en aquel concurso llegando a situar el listón a 3.95 porque había ejecutado uno limpiamente sobre un aro a 3.65 (Drexler lo hizo en la NBA sobre 3.45 y el récord del mundo, obra de 'Wildthing' Wilson, alcanza los 3.74). 'Era un espectáculo de veras, el principal allá donde fuera. Era como ver a los Globetrotters en un solo hombre', concluye el amigo de infancia Gary Payton.

Su obsesión por agradar a toda multitud castigó sus rodillas probablemente como a ningún otro jugador en el mundo. Siempre decía que sí a todo cuanto se le pidiera. Pero todo este mundo de acrobacias no nos debe hacer olvidar que para muchos 'The Hook' puede haber sido el mejor jugador que haya nacido nunca en el estado de California. Este vagabundo enseñó muchísimas cosas a quienes coincidieron con él sobre el pavimento, de edades y cunas de lo más dispar. Gary Payton, Jason Kidd, Isaiah Rider, Brian Shaw, Antonio Davis, Greg Foster, Bernie Ward, Drew Gooden, Leon Powe' coinciden todos en señalar a Mitchell como el mejor que han visto nunca. Cuando la revista SLAM acudió al Playground Hall of Fame en el año 2000, próximo a la bahía, todos los especialistas coincidían en señalar a 'The Hook' en tercer lugar, algo increíble cuando hablamos de una lista de más de mil jugadores.

Técnicamente Hook Mitchell fue definido con acierto por un agente deportivo del bajo Oak, Bill Duffy, cuando señaló que no había un 'point' como él sin que su juego apenas hubiese sido trabajado. Scoop Jackson decía que era un Vinnie Johnson más bajo pero más fuerte, más fino pero más explosivo, como un Roy Jones del baloncesto; un Steve Francis mucho más completo y sobre todo un Vince Carter por recursos en la ejecución del mate' con la salvedad de muchos menos centímetros y' dientes (era el fiel reflejo de la calle). El perfil de Hook refleja a ese tipo felino de jugador para quien no existe rival en lo que psicológicamente considera como de 'su dominio'. Viene al caso el niño Jordan que no saldría del jardín de Chapell hasta conseguir derrotar a su hermano Larry y es entonces cuando el miedo desaparece.

Siendo apenas un niño adoraba a los monstruos de la zona, tipos duros como Henry Turner, Lathan Wilson, Calvin Andrews o Houston McDaniel, a quien gustaba llamar 'The Dancing Bear' por su dulce manejo del juego en el aire; de él heredó el gusto por la acrobacia y del resto la férrea voluntad de no dejarse ganar nunca. Siempre fue un nómada urbano, deambulando por la costa entre el Strawberry Canyon de la rebelde Berkeley, el Westdale en Bakersfield o la Venice en Los Angeles. Fue reclutado por varios Junior College donde siempre marcaba la diferencia pero jamás pisaba una sola clase. Eso nunca. Su educación pertenecía a la calle y lo más próximo a la disciplina fue su paso por la McClymonds High School, en cuyo equipo coincidió con Antonio Davis. Cuando la defensa se cerraba sobre Mitchell, a Hook le encantaba jugar con ella, penetrando y arrastrándola hacia él para liberar a Antonio. Pero lo que más le gustaba era correr para poder quedarse cuanto antes solo frente al hierro. Con Rex Walters llegó a formar un tandem explosivo comunicándose a través de alley-oops que más de una vez dieron con los cristales en el suelo. Y si quienes tenían delante eran buenos, su motivación era infinita. Cuentan que en un partido contra el All-Navy Team hizo un mate sobre David Robinson saltando dos pasos por delante del triple. Amante en concurso de los mates de longitud, los vuelos sobre gente, la espalda y el 360, nada adoraba más en pleno partido que el 'traffic jam', el mate sobre un interior abarrotado. 'Podría saltar por encima de un edificio', apostilla Jason Kidd.

Cuentan las crónicas del olvido que jugando un partido de High School en el Ike Austin de San José palmeó un mate ('tip jam', rechace) a tal altura que sus ojos llegaron a sobrepasar el aro. Allí estaba su gran amigo Bernie Ward, quien con apenas doce años ya escuchaba en las calles de Richmond (Calif.) que había un chaval al otro lado de la bahía a quien no podría batir. Cuando coincidieron en la B&G de Oakland, surgió una de esas amistades puras que se mantendría de por vida. 'Fuimos como hermanos desde entonces y eso fue hace unos veinte años'. Presente en aquel milagro, Ward lo recuerda como si todavía hoy Hook 'was looking inside the rim'. Y al verdadero corazón del aro han llegado muy pocos'

Añade Scoop Jackson, autor del celebrado reportaje sobre el astro en el número 71 de la SLAM, que en toda ciudad americana hay un Hook en potencia, un jugador completamente desconocido, un fuera de serie que jamás alcanzará la fama pese a poder aplastar a quien tuviera delante ('Jordan couldn't fuck with') hasta que al final fuese aplastado por sí mismo. 'One more chance', titula el recorrido biográfico de aquel trabajo, un grito a la esperanza para él porque en realidad las oportunidades que le brindó la vida pronto' se le agotaron.

Cuando llegaron los momentos más duros, días en que Demetrius se mezclaba con la noche urbana más peligrosa nadie sabía gran cosa de él salvo que escapaba de algo que continuamente le perseguía. Era un vagabundo más. 'Fueron tiempos donde Hook tenía incluso que dormir bajo mi cama' -cuenta Payton- ['] No tuvo otra elección'. El poco dinero de que disponía lo entregaba en cualquier rincón para saciar su sed de polvo blanco. Volver con la abuela en ese estado le avergonzaba, y cuando el dinero se consumía aprisa empezó a 'robar a la gente. Casi siempre para conseguir droga y la mayoría de las veces lo hacía fuera de mí'. Se convirtió en una infatigable criatura de la noche, donde la luz del día pierde ya cualquier interés. Demetrius se precipitaba aprisa al último disparate.

En las navidades del 99 debió pensar que en esas fechas todo vale, que todo se relaja y la policía también. Alentado entonces por esa mezcla navideña de indolencia y consumo, la gélida noche del 27 de diciembre decidió dar el golpe de su vida en un Blockbuster del barrio. Y actuó como siempre, con un plan desastroso, y así el guión fue muy corto: '¡Dame el dinero! ¡Rápido! ¡Dámelo!', mientras apuntaba con el revólver a la aterrorizada cajera. Eso fue cuanto dijo antes de salir corriendo y ser capturado minutos después por la policía con un ridículo botín. Aquella fue' la última oportunidad.

Demetrius Mitchell fue condenado en primera instancia a diez años de prisión por atraco a mano armada, pena que al cabo sería rebajada a cinco. Actualmente pasa sus días a la sombra en la Men's Penal Colony, en el West Oakland de su estado de toda la vida, California. Agotado el primer tercio de condena se sometió a un programa de rehabilitación conocido como Konocty Correctional Facility en un centro (Lower Lake) donde la ausencia de muros pone a prueba la voluntad del recluso. Hoy corre y juega a diario y su estado de forma es tan excelente que un directivo de los Magic declaró recientemente que de estar disponible en el draft podría ser elegido, algo similar a su tocayo Sam Michell, novato a los 28.

En el lento paso del tiempo entre rejas parece haber hallado la serenidad definitiva. Hechizado por las doctrinas islámicas optó por cambiar de fe y de nombre. Hoy se llama Waliy Abdur Rahim y es adorado por la familia convicta por los mismos motivos de siempre: corazón y espectáculo. Todos aquellos que le conocieron no ceden en alabanzas. Stan Roberts llegó a escribir en la Sports Illustrated que Hook 'es tremendamente humilde. ['] Te hace creer en todo lo que has oído sobre su enorme corazón. ['] Es imposible encontrar a alguien que no le adore. Las cosas que hizo para ellos demuestran que en realidad sus intenciones fueron siempre puras'. Bryan Burwell, de la HBO Real Sports, sostiene que 'todo el mundo siente como una especie de reverencia por él. Todos tienen algo bueno que decir: la gente que le engañó, quienes le dejaron dinero, las personas que le hicieron daño, todas. Pero todas sus historias terminan igual. He made bad decissions''. De ahí que el joven Gooden señalara que 'era un modelo a imitar pero no fuera del campo', donde toda su habilidad para el juego se diluía en disturbio personal.

Son muy pocos los elegidos para protagonizar un metraje para la gran pantalla, pero su biografía es de tal calado suburbano que este mismo año Michael Skolnick y William O'Neill se atrevieron con el documental 'HOOKED (enganchado, colgado): THE LEGEND of DHM. Portrait of a legendary playground basketball player from Oakland', premiada en los festivales minoritarios de San Francisco Black, Chicago Black y Temecula. En su realización colaboran quienes mejor le conocieron, con mención especial a Gary Payton, Jason Kidd y de todos, el que peor lo pasó durante el rodaje y recuerdo de algunas escenas vividas, Brian Shaw. Allí se mezclan sus proezas grabadas y sus memorias ocultas' en primera persona.

Se cuenta que sus brotha's del penal apuestan con él para perder sólo por verle de nuevo volar sobre ellos, y que la esporádica llegada de algún alto cargo en coche significa una oportunidad para que Hook toque el cielo desde el patio central. Es una leyenda allá donde esté. Y si todo marcha bien, el año que viene será libre de nuevo.

Hook, please, don't fuck up no more!

Gonzalo Vázquez
ACB.COM

Leyendas del Playground (II): The Animal