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Leyendas del Playground (XIV)

En su único año como profesional, Fly Williams formó parte de la asombrosa plantilla de los Spirits, uno de los equipos menos disciplinados de la ABA que tras una temporada regular desastrosa se colaron en play offs y se deshicieron de los Nets de Julius Erving tras una eliminatoria sorprendente. Sin embargo, la actitud de Fly le impidió fichar por algún equipo NBA. Después, la CBA, la Eastern League e incluso Israel, para terminar volviendo a su hábitat natural, las calles de Nueva York

Fly engróso la colección de indomables que eran los Spirits
© Fly engróso la colección de indomables que eran los Spirits
  

Febrero de 1975. El Checkerdome de St. Louis era un magnífico pabellón diseñado para que unas 18 mil personas disfrutaran del Baloncesto, pero habitualmente no más de dos mil quinientas frecuentaban los inmensos graderíos. Y la visita de Virginia tampoco invertiría la situación. Para colmo el partido se rompió enseguida y los debutantes Spirits, veinte puntos arriba (y muchas derrotas también), pasaban por ser además uno de los equipos menos disciplinados de toda la ABA. Así las cosas, transcurría anodinamente el cuarto período cuando Fly Williams capturó otro fallo de los Squires y decidió subir a locas el balón hasta traspasar el medio campo, momento en que se pegó literalmente a su compañero Fred Lewis para entregarle en mano el balón. Acto seguido Fly corrió al banquillo. Allí al fondo reposaba uno de los botes de agua. Cogió uno de ellos, lo vació parcialmente en un vaso y pasó después a saciar su inesperada sed. Una vez lo apuró se incorporó a filas como si nada. Incluso los Squires se quedaron mirando en mitad del ataque. Todo fue tan rápido que nadie, ni su técnico Bob McKinnon, ni sus compañeros ni los árbitros, tuvieron tiempo de reaccionar. 'Qué hacer... ante algo así? No pasó nada. El partido continuó y St. Louis se llevó la victoria por 123 a 111. Pero aquel disparate es recordado todavía en algunas viejas reseñas sobre Fly Williams.

Por muchas razones ajenas al artículo aquellos Spirits representan un caso único en la historia del baloncesto americano. Puede que en ningún otro equipo profesional se diera jamás semejante colección de jugadores, diremos, 'difíciles'. Resumiendo, Marvin Barnes (escandaloso) y Gus Gerard (reservado hasta parecer mudo) llegaron a hacer de la cocaína un aditivo tan natural en los entrenamientos como puedan ser hoy las bebidas isotónicas; el violento carácter de Mo Lucas podía estallar en cualquier momento; Donnie Adams, por alguna extraña razón (semejante a la de Calvin Natt en los Nuggets del 89) se había estancado estéticamente en los primeros sesenta (recomendable verle en los Playoffs del 76 con Buffalo; su grado de 'frikismo' no tenía parangón). Y para colmo, St. Louis había recibido de Denver vía draft a Fly Williams, un travieso chiquillo de veinte años que entendía esto del Baloncesto desde un punto de vista extremadamente lúdico: 'jugar... por Jugar'. Es muy poco probable que de haber recalado en una sólida franquicia NBA, Fly hubiese madurado algo pero igualmente cierto es que de haber ocurrido, su inmenso talento podría haberle 'salvado' y unos cuantos años de experiencia, moderado su carácter haciendo simplemente carrera allí. Sin embargo, las cosas ocurrieron de forma inversa. Fue a dar en la ABA con un grupo de personajes que poco podrían estimular una conducta correcta.

Terminando la temporada Williams perdió varios dientes en un entrenamiento. En la pelea estuvieron también implicados Gerard y Barnes (hiperestimulados al feroz modo de Brisker años atrás). El cuerpo directivo se mostró solidario con él y le ofreció pagar toda la recomposición de su dentadura. Pero Fly se negó. Quería que le dejaran en paz alegando que no sería el mismo con una dentadura nueva. Si así habían salido las cosas, pensaba, era algo con lo que tendría que cargar... felizmente. Más tarde se supo que el origen de su negativa residía únicamente en un infantil pánico a las agujas y los médicos. Por nada del mundo se sometería a ninguna intervención, igual que su compañero Barnes se negaba a volar en avión.

Con estas premisas la temporada regular de los Spirits resultó desastrosa. El 32-52 final les habría dejado fuera de la postemporada en cualquier otra liga. Pero la ABA andaba escasa ya en equipos y su récord negativo les convertía, nada menos, que en terceros de la Este. Así se colaron en los Playoffs, donde les aguardaban los vigentes campeones, los Nets de Julius Erving. Pues aquella eliminatoria continúa hoy siendo considerada como una de las más misteriosas y sorprendentes proezas de toda la década. Con un baloncesto mayúsculo, desconocido en la Regular, los desastrosos Spirits consiguieron derrotar a Nueva York por 4 victorias a 1. Así lo explica Arthur Hundhausen, autor de la más célebre y completa antología virtual sobre la liga pobre: 'It was one of the most astounding upsets in the history of professional basketball, considering the following facts: (1) the Nets had finished 26 games ahead of the Spirits in the regular season; (2) the Nets had won all eleven regular season games against the Spirits; and (3) the Nets had Julius Erving'. Aquella proeza sólo puede explicarse por el inmenso talento que atesoraba aquella colección de jugadores que, a poco de disciplina, podía resultar imbatible. Y tan sólo los Colonels, a la postre campeones, pudieron eliminarles finalmente. La temporada de Fly, como podría esperarse, estuvo marcada por la indolencia, la inmadurez y una irregularidad escandalosa. 'En realidad nunca sabías lo que el novato Fly Williams podía hacer en la pista 'añade Hundhausen-. Favorito de los espectadores de St. Louis promedió 9.4 puntos y 2 asistencias, pero algunas noches estaba verdaderamente caliente y otras sencillamente horroroso'. Paralelamente señala Anthony McCarron, autor de su monográfico en la SLAM del '98, que 'quizá por su inmadurez, Fly era ese tipo de jugador que una noche podía anotar 25 puntos en una sola parte y la siguiente hacer 2 de 11. Era más bien conocido por sus payasadas y por su sobrenombre de la camiseta ('FLY') que como jugador de baloncesto'. Es curioso hasta qué punto Williams podía incomodar más que ningún otro jugador pues al igual que le ocurrió con Lake Kelly en su bienio universitario, el técnico McKinnon, o mejor, su sucesor para la nueva temporada Rod Thorn (actual vicepresidente operativo de la NBA) decidió prescindir de sus servicios, conservando sin embargo a Gerard, Adams y Barnes.

Aquel verano del 75 varios equipos NBA mostraron cierto interés por él pero finalmente nadie le hizo una oferta en serio. Prevaleció una especie de efecto dominó: le precedía muy mala fama y al comprobar las franquicias la falta de competencia para llevárselo, nadie se hizo cargo. Fly Williams jugaría así tan sólo un año como profesional. ¿'Que por qué no fui fichado al final? Por actitud 'reconocía él mismo-. Uno necesitaba una actitud seria, disciplina para ajustarse a un equipo en la NBA y yo no la tenía. Lo reconozco. Yo era un cabeza loca'. Fly merodeó después la CBA, la Eastern League e incluso Israel (nadie lo recuerda por allí). Sin embargo, es casi de agradecer para el grosor de esta serie su destierro profesional para que regresara por fin a su hábitat natural, las calles de Nueva York.

Como dolido por todo lo ocurrido, regresó con más fuerza que nunca y en un Dappar Dan Classic estival anotó nada menos que 63 puntos sobre Moses Malone. Quería estar en todos los sitios a la vez y pegarse con los mejores nombres. Comenzó a deambular por cualquier sitio donde pudiera presentarse un reto. 'Yo siempre iba donde estaba la acción. Y no temía a nadie'. Ese era su estado natural. Así acudió a la Phila's Baker League para tratar de enfrentarse a 'The Black Jesus', Earl Monroe, un auténtico dios de la zona. Su gran amigo Ronald Jones relata lo que ocurrió entonces: 'No paraba de reírse y vacilar al personal, desafiando continuamente a 'The Pearl'. Pero Fly estaba mejor que nunca. Anotó nada menos que treinta puntos en la primera parte'. Monroe era un buen tipo, difícilmente irritable, pero no podía permitir que aquel niñato le estuviera ninguneando de ese modo, así que se tomó el duelo como algo personal poniendo toda la carne en el asador, incluso a una dosis mayor que el último tercio de su carrera como profesional, donde no alcanzaría ya la veintena por noche. El rostro de Monroe apareció extrañamente desencajado al reanudarse el choque. Su concentración extrema le hizo enchufar sobre Fly (en un marcaje mutuo) la friolera de 40 puntos en la segunda mitad. 'No recuerdo haber anotado ni una sola canasta en aquella segunda parte', se lamentaba Williams.

Ninguno de los dos olvidaría aquel singular duelo y así, muchos años después, Monroe declaraba sobre Fly que 'tenía todo lo necesario para haber sido alguien muy grande. Y de hecho lo fue pero siempre a su manera. Hizo cosas mal en mitad del camino'. Puede que la única razón por la que Williams no cayese antes en el abismo al que inevitablemente se aproximaba fue la honrada y constante cercanía de su mejor amigo, Ronnie Jones. 'Creo que si no llegó donde tenía que haber llegado fue por una simple razón de indisciplina. Siempre tuvo problemas con cualquier cosa que le sonara a autoridad, empezando por los entrenadores. Y luego él estaba envuelto en la vida de la calle, demasiada calle'. Tanta como contaremos en la siguiente y última entrega sobre Williams, propia del cine negro de bajo presupuesto.

Gonzalo Vázquez
ACB.COM