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Los artistas del aire (I)

Si la NBA se hizo popular entre los chavales fue en buena parte debido a esos voladores de la canasta. Con Jordan de nuevo en el gran circo, y ante la cercanía de los concursos de mates ACB y NBA, Gonzalo Vázquez da inicio a una serie de artículos dedicados a esos showman que no pasarán nunca de moda, los artistas del aire, los estetas del vuelo sin motor. Y en el primer capítulo, estos nombres: Jordan, Drexler, Carter y Bryant

Michael Jordan.
© Michael Jordan. "The Air"
  

El apelativo de 'jugador espectacular' se gana generalmente en el aire. Las lecciones de Magic o Petrovic, los certeros disparos de Bird y hasta el castigo de O'Neal a los aros pasan, por supuesto, por espectaculares, pero no es este el lugar para ellos. Sí para el 'espectáculo' del aire, del hábitat natural de los grandes matadores, una condición imprescindible para todos ellos. Salvo raras excepciones -Dennis Rodman, Michael Cooper-, aquellos que fueron agraciados con muelles en sus piernas resultaron ser además grandes matadores, convirtiéndolos por ello en los más espectaculares. Atendiendo en mayor grado al salto desnudo, abordaremos en este primer escrito a cuatro de ellos: Vince Carter, Kobe Bryant, Clyde Drexler y Michael Jordan.

Coincide Jordan este año con dos de sus discípulos más aventajados: Vince Carter y Kobe Bryant. La condición de Carter recoge la explosión física del mejor Wilkins o el primer Kemp, condición y maneras salvajes, brutales, incrementadas además por mera motivación. Todo ello en detrimento quizá del sublime refinamiento que acredita, sin embargo, el angelino.

Kobe sabe lo que hace y por qué. Él no nació en un guetto; creció viendo a Jordan en vídeo, practicando un 'baloncesto de imagen'; nunca acogió de buen grado el juego de la calle, el 'playground', repudió siempre sus maneras, su lenguaje; de ahí su aprendizaje elitista y su semejanza con Jordan: aquello que veía en los vídeos, lo más exquisito del juego NBA, podía reproducirlo siendo apenas un adolescente, y su última expresión era Jordan; de ahí la insultante semejanza que le une al rey. El hang-time de ambos, la suspensión, es lo que les permite dominar el juego aéreo, crear mientras no tocan el parquet. Ambos dominan las dos formas de salto conocidas, en carrera y en estático, sin grandes disonancias como en el caso de Dominique Wilkins, realmente torpe en el salto a una pierna. De este último, Bryant ha adquirido hasta su windmill frontal a una mano, acción nunca realizada por Jordan en competición. Bryant alcanza los 95 centímetros sin apenas diferencia en ambas modalidades de salto. Carter, al igual que Wilkins, domina mejor el salto a dos piernas o en estático, y con él superó en un centímetro el metro en su famoso 'mate del codo' en Oakland.

En el verano de 1990, tuvo lugar durante el descanso de un entretenido Magic All Star, un curioso concurso. Ganaría aquel que consiguiera dar un mate en el aro situado a mayor altura. Clyde Drexler se hizo con un puñado de dólares bien patrocinados después de lograrlo en una canasta situada a 3,38 del suelo (el récord oficial de esta especialidad lo tiene Michael 'Wildthing' Wilson, un Globetrotter saltarín: 3,74). Drexler, al igual que Julius Erving, no poseía una facultad extraordinaria de salto, pero la combinación de su habilidad y su técnica de elevación le convertían en un volador 'escurridizo' (the glyde). Su velocidad provocaba saltos más largos que altos, algo que unido a su fantástico reflejo de encoger las piernas en pleno mate, conferían al salto la calidad de vuelo necesaria para engrosar esta lista. Casi con toda probabilidad su tope llegara en Chicago en 1988, durante su segundo mate, una acción en carrera sin bote de balón que le ascendió hasta los 100 centímetros en vertical, y cómo no, con sus talones bien pegaditos a los glúteos. observar

En aquel mismo año, en aquella misma mágica noche, el mito Jordan logró ascender a su techo, la cima de quien mayor expectación ha generado mientras no pisara el suelo, de quien más ha movido el balón en sus manos cuando el aire (the 'air') le envolvía. Jordan reunió en sí mismo las condiciones ideales en cualquiera de sus saltos, especialmente en su etapa físicamente más prolífica, de 1983 a 1988. En estático, Michael nunca tuvo problema para alcanzar los 95 centímetros y superar el segundo de suspensión. 'Cuando despego, ni yo sé muy bien qué voy a hacer. Es algo improvisado y a veces hasta yo mismo me sorprendo de lo que he conseguido hacer' . Quien tenga la oportunidad de examinar la 'super slow motion' 'repetición a cámara superlenta- de su famoso molino lateral del 87, comprobará la insólita belleza de una acción que parece despegarle del suelo sin el menor esfuerzo aparente de sus piernas. No he conseguido encontrar semejante perfección, plasticidad y excelencia estéticas en ninguna otra acción jamás realizada en la NBA, ni siquiera del propio Jordan.

Un año después, Jordan se encontraba ante su público, en su estadio, con millones de telespectadores expectantes ante el que iba a ser su último mate, el que debía romper el empate con Dominique Wilkins. Toda aquella agitación nerviosa tenía que haber sido aprovechada por Jordan para romper el famoso pisotón a la línea de tiros libres. Esteban Gómez lo apuntó entonces con acierto en TVE: 'Quizá si hubiera saltado un pelín más atrás'', a lo que Ramón Trecet objetó de inmediato: 'Estamos pidiendo ya''. Pues sí, señores, estoy convencido sin temor a equivocarme que, de habérselo propuesto, como hiciera en Indianápolis tres años antes, sin 'double pump' (sube y baja), hubiera logrado el mate, no un 'pelín más atrás' de la línea, sino desde la mitad del semicírculo. Sin embargo, quiso llegar más arriba, encontrarse con el aro de cara, llevar más atrás que nunca su brazo derecho, romperla, tanto fue así, que el balón, por exceso, no quiso entrar (ya lo haría después en su segundo intento). Pero la cumbre de aquella acción, su imagen petrificada, constituye una instantánea irrepetible; una fotografía que ha podido ser sometida a estudio con diferentes escalas, comprobando con precisión los ¡106 centímetros! de vertical en carrera. No hay que aislar el número sino engranarlo en la secuencia completa de un mate, con su inicio, argumento y desenlace. Ahí precisamente es donde reside el prodigio.

Y llegados a este punto, quisiera emplazaros ya a la siguiente entrega, que estará dedicada íntegramente a Dominique Wilkins.

G Vázquez
ACB.COM