Redacción, 7 Oct. 2004.- El Valls Félix Hotel vive de milagro en milagro, superando año tras año todas las expectativas. Es un equipo modesto, estandarte de un ciudad de apenas 20.000 habitantes, pero a día de hoy manda en la exigente LEB. Tiene el presupuesto más bajo de la categoría, sólo 500.000 euros, pero tras las tres primeras jornadas mira a sus rivales desde arriba, desde la atalaya del liderato.
El Valls debutó ganando con autoridad al Cantabria Lobos (51-71) y protagonizando grandes remontadas para imponerse a Ourense (90-79) y Huelva (76-72). Es muy bonito ver cómo ha debutado el equipo en la LEB, con esta ambición por ganar, pero la situación actual es circunstancial, asegura Jordi Tombas, escolta y capitán del modesto conjunto tarraconense, en una opinión compartida con el técnico, Joan Maria Gavaldá: lo fundamenal es que hemos ganado tres partidos seguidos, el liderazgo y la imbatibilidad lo estoy valorando menos; el objetivo sigue siendo el mismo, tenemos un pie firme pero hay que poner el siguiente con cuidado. De todos modos, es un efecto impactante, otros pagarían por esto, sino pregunta a Los Barrios o Melilla, añade el técnico.
En la misma línea se expresa el presidente, Josep Campamá, que dice tener los pies en el suelo, porque ya vendrán más duras. El dirigente del Valls resalta que competimos con clubes con una capacidad económica importante. Pese a todo, el club ha logrado ascender a la LEB y de momento se codea con los mejores, en busca de un nuevo milagro para un equipo modesto y con más de 50 años de historia.
Con cuatro cañas hacemos grandes campañas, como se dice aquí, afima un elocuente Tombas, para quien no hay secreto, esto se hace desde la ilusión y trabajo, todo lo que no sea eso sólo se puede hacer desde la cartera, y aquí no hay tanta cartera. Gavaldá apunta como una clave a la ilusión espectacular, al grupo humano, gente madura
y también un poco de fortuna.

Valls, volcada con el baloncesto
El baloncesto siempre ha sido el deporte número 1 en Valls, explica Josep Campamá, que encuentra en la afición un importante impulso para el club. También Gavaldá, en su tercer año en la ciudad, lo ha percibido: cuando llegué me dijeron que Tarragona es de fútbol, Reus de hockey y Valls de basket, y estoy comprobando que aquí efectivamente empuja mucho la gente. Para Tombas, la clave es que todos estamos unidos en una misma dirección, no sólo el día del partido sino en el proyecto en sí.
El apoyo de la ciudad por el baloncesto queda patente en cada partido que juega el Valls en el robusto Pabellón Joana Ballart, con apenas 1.200 localidades pero casi siempre lleno. Es una pista griega, asegura Campamá, aludiendo al gran ambiente que se vive y que puede llegar a ser infernal, tal y como lo define el capitán. Gavaldá también se deshace en elogios, pues veo muchos partidos en vídeo y en ninguno oigo el clamor que se oye en nuestros vídeos; el pabellón es pequeño, se llena y la gente anima mucho.
El espíritu de los Castells

El club y el entrenador están intentando trasladar al equipo el espíritu de los Castells. Tal y como explica Campamá, el lema de los Castells, Força, equilibri, valor i seny (fuerza, equilibrio, valor y sentido común, en castellano) sirve para todos los órdenes de la vida y en el baloncesto por supuesto también. Los jugadores pueden percibir cómo se esfuerzan los castellers, sin retribución pero con el espíritu de conseguir lo que se quiere. Por ello, el presidente explica el slogan creado por el club: si hacemos piña (nota: la base de las torres humanas), haremos un buen castillo.
Gavaldá está intentando inculcar a la plantilla la filosofía de los Castells: es un ejercicio de convivencia humana, hacer piña, un reflejo de lo que está haciendo el equipo. Por ello, les he pasado vídeos para que aprendan de ellos, e incluso ha llevado a la plantilla a las largas jornadas de entrenamiento (finalizaron a la 1 de la madrugada) de las dos colles vallenses, que preparaban el concurso antes citado.
Para el capitán, Jordi Tombas, los Castells nos enseñan que unos tendrán más nombres que otros, pero todos somos importantes, si faltase uno el equipo se desmoronaría. Para llegar a hacer un castillo, un equipo, es necesario valentía e implicación, concluye el escolta.