Jackson se estaba manteniendo al margen de todo cuanto ocurría por prudencia. Incluso eludía las chanzas de los jugadores en los entrenamientos Con esa cara de donut, ¿a quién quiere convencer? que tenían a Krause como diana. Pensará que todos los americanos somos como él. Yo tampoco vendría. La postura del entrenador tenía su lógica. Chicago se disponía a consumar la mejor temporada de su historia y no era momento de avivar el fuego. Pero todo hombre tiene su paciencia. Y el recelo de Jackson al quehacer de la directiva se hizo patente cuando comunicó a Reindsorf que Kukoc les estaba utilizando para aumentar su caché en Europa. A estas alturas ya sólo tengo clara una cosa: no es tonto. Krause aprovechó la ocasión para involucrar a Jackson en su película. Rogó al entrenador una llamada personal a Kukoc. Dile que dispondrá de minutos. Creo que ahí está el problema. Jackson aceptó llamar, pero más por convencerse a sí mismo que por amoldarse a las quimeras del mánager. Cuando las palabras de la conversación telefónica se contaban con los dedos y cada silencio era nueva duda, Jackson se atrevió a decir basta. Mira, chaval. Hasta aquí hemos llegado. O coges el tren o este tren se larga.
Discurría febrero y el enfado de los jugadores pendientes de revisión contractual aumentaba cada día. La directiva parecía haber desaparecido y un Jordan desafiante llenaba de dardos los titulares de prensa aun en medio de 11 victorias seguidas. Vale, estamos ganando partidos. ¿Y qué? El año pasado también. Pero ¿cómo estaremos en Playoffs dada la situación de algunos jugadores? ¿Cómo es posible que John Paxson siga sin decir nada de lo que cobra? Le están jodiendo. Esas cosas son las que no soporto. Es nuestra última oportunidad de ganar algo. Y ellos pensando en... Kukoc. Reindsorf se vio obligado a reaccionar. A los pocos días llamó a Pippen y su representante, Kyle Rote, en una conversación a tres. El propietario se disculpó por la tardanza justo antes de aclarar los motivos. Acordaron una extensión de 5 años por casi 18 millones. Pero había un problema que Reindsorf expuso a las claras: la espera que estaba forzando Toni Kukoc. Si Kukoc decía que sí, necesitaban un montante hábil de 1.8 millones. En caso contrario ese dinero iría a para a las manos de Pippen. Sólo necesito un poco de tiempo. Te doy mi palabra de que hablaremos sobre esa revisión. Incluso si te lesionaras, te garantizo que las condiciones serán las mismas. Pero es muy posible que no podamos hacer nada hasta que finalice la temporada. ¿De acuerdo?. Con profundas reservas y un rencor, ahora sí, enquistado hacia Kukoc, Pippen asintió.
Al día siguiente de aquella conversación Reindsorf y Krause montaron en avión para emprender un agotador viaje de 19 horas con destino a Split. Pasarían el último fin de semana de marzo tratando de convencer a la familia del joven. Aquella urgencia venía motivada en el rumor, cada vez más sólido, de que al término de aquella campaña Kukoc ficharía por la Benetton por unos 4 millones al año. Chicago ofrecería 6 años y 15.4 millones, unas cifras que no enamoraban a la representante del jugador, Mira Poljo, quien avistaba más cercano y sonante el dinero europeo. Poljo era bosnia de nacimiento, pero su matrimonio con un boloñés resultaría fundamental para abrir a Kukoc la vía italiana. Antes de presentarse en la casa, la pareja de directivos fue convenientemente informada de que la prensa yugoslava había liado aún más la madeja asegurando que Kukoc no iba a la NBA por problemas con el contrato de Pippen. Maldita sea, Jerry, ¿qué es toda esta mierda?.

Ya de regreso, el mismo lunes inicio de abril, los artículos sobre el viaje de Reindsorf se multiplicaron. Pippen volvía a aparecer en ellos como la víctima propiciatoria. Y los compañeros, lejos de moderar sus ánimos, le hicieron ver que el equipo pretendía a Kukoc mucho más que a él. Y Krause no acudiría en su ayuda. Todo ello encajaba a Pippen, más aún cuando la semana anterior había sufrido un fuerte encontronazo con Krause, quien en el apogeo de la discusión le había llegado a reprochar que de no ser por él Pippen no estaría en Chicago. Nunca olvides que fue cosa mía sacarte de Seattle. Me lo debes todo. Días después el Chicago Sun-Times se hacía eco del terrible enfado de Pippen por el viaje de sus directivos a cortejar al yugoslavo, mientras él seguía sin saber nada de su revisión de contrato. El artículo destacaba unas palabras en las que Pippen se preguntaba por qué habría de seguir jugando duro lo que restaba de temporada si ése era el modo en que estaba siendo tratado.
Krause no se dio por vencido. Viajó a París para ver la Final Four tras la que la Jugoplastika, ahora Pop-84, se proclamaba por tercera vez consecutiva campeona de Europa. El equipo había perdido a Ivanovic, Sobin y Radja, pero daba igual. Kukoc seguía tocado por la varita divina que le hacía ganarlo todo. En aquel trienio irrepetible había logrado enlazar la Liga Yugoslava, la Euroliga, el Europeo de Zagreb, nuevamente a Liga, la Copa, la Euroliga, los Goodwill Games, el Mundial, y de nuevo la Liga, la Copa, la Euroliga y el Europeo de Roma, lugar este último adónde había ido a parar su amigo del alma Dino Radja, lo que terminaría por motivar una última decisión que pronto iba a coger a traición a los tiburones de Chicago. Mientras tanto Krause intentó una vez más la llamada de Jordan, con la rotunda negativa por respuesta. Los jugadores se sentían humillados. Los poderes de toda una franquicia NBA se estaban arrodillando ante aquel extranjero. Solamente el dinero empleado en los viajes de Krause a Split, tres en pocos meses, habría servido para incentivar el salario de Paxson. Ellos no hacen más que llenarse la boca con la palabra lealtad. Pues ahora tienen la ocasión de demostrarlo. Aquellas fueron las últimas bocanadas de Jordan antes del término de la Regular. El 21 de abril un premonitorio triunfo sobre Detroit en el Stadium ponía el broche final a la mejor temporada en la historia de Chicago (61-21). Pero el ánimo de los jugadores no parecía reflejar aquel éxito. Pippen seguía sin obtener respuesta y Reindsorf, consciente de su enésimo desaire, se vio forzado a improvisar un escrito por el que se comprometía a extender el contrato de Pippen por 5 años. Los casos de Paxson y Cartwright seguían detenidos, igual que Scott Williams, quien dirigió su mirada a Europa en cuanto escuchó de su agente que a lo peor Chicago no ejercía la opción de su año restante. A Dennis Hopson le entraron ganas de abandonar el pabellón terminando el partido contra Detroit. El día de su fichaje, Krause le había prometido el sexto o séptimo lugar de la rotación. No sólo nunca fue verdad, sino que en la última noche de Regular, Hopson fue el único que no saltó a la pista. Tras el partido se pudieron escuchar todo tipo de lindezas hacia Jerry Krause, Jerry Reindsorf y, cómo no, Toni Kukoc. Jackson estaba muy preocupado. Arrancaban los Playoffs.
En la madrugada del viernes 10 de mayo Jerry Krause dormía a pierna suelta en el hotel de Philadelphia donde se alojaba el equipo, entre el tercer y cuarto partido de segunda ronda. Poco después de las cinco de la mañana sonó el teléfono de la habitación. Jerry, malas noticias. Kukoc ha firmado con Benetton por 6 años. Jugará en Italia. Así que ya podéis olvidaros de él. Krause se quedó helado. Escuchaba incrédulo a su secreto interlocutor, que siguió diciendo que el yugoslavo había visto en la TV croata un reportaje donde se decía que los pesos pesados de Chicago, y en particular Jordan y Pippen, no le querían ver allí ni en pintura. En pijama y empapado por un sudor frío, Krause salió corriendo al pasillo y aporreó la puerta de la habitación de Jackson, y acto seguido hizo lo mismo con la de Cartwright. Ha pasado... ha pasado algo terrible, ¡terrible!. Pensaron que alguien había muerto o que Krause sufría alguna pesadilla. Mientras el mánager se despachaba, decidió que el pívot llamara inmediatamente a Toni Kukoc para desmentir aquellos rumores que, según él, habían echado todo al traste. Estás loco si piensas que voy a llamar otra vez. Cartwright tenía motivos para objetar. La última semana de abril había accedido ingenuamente a la misma petición que Krause le hacía ahora. El pívot fue el último en hablar con Kukoc. Ya le había extrañado no obtener respuesta del yugoslavo al confesarle que sería muy bien recibido. Durante aquella conversación Kukoc no hizo pregunta alguna. Para Krause había sido imperdonable que Cartwright cometiera el error de que, en lugar de decirle que Jordan le iba a llamar, le indicara que le iban a pedir a Jordan que le llamase. Olvídalo, de verdad. No es necesario, fue todo cuanto Kukoc pronunció. Matiz o paranoia, Krause parecía ser entonces el único en no entender el significado de semejante respuesta.

Un mes después el mundo cambió para Chicago, ciudad del equipo campeón de la NBA. Pásate el lunes por las oficinas. Aquel lunes 17 Scottie Pippen firmaba su extensión soñada antes de que cayeran, sucesivamente y por este orden, las de Cliff Levingston, John Paxson, Bill Cartwright y algo más tarde, Scott Williams.
Entretanto, un 20 de mayo Sports Illustrated había especificado las condiciones del contrato de Kukoc con la Bennetton: 13.3 millones de dólares por 6 años, una cifra inferior a lo que ofrecía Chicago. Lo que no contaba la revista era que Kukoc había alcanzado un acuerdo con el magnate Gilberto Benetton nada menos que en febrero. Un triángulo formado por la representante del jugador, Mira Poljo, residente en Bolonia, su gran amigo Dino Radja, en Roma con la Virtus, y el balcánico Petar Skansi, técnico entonces en Treviso, había sido más que suficiente para encontrar Kukoc el calor de los suyos no muy lejos de su pueblo natal. Aquella distancia no era una cuestión menor. El yugo eslavo de la guerra había vuelto a caer sobre una tierra históricamente fracturada y Kukoc declinó alejarse de su familia, por cuya vida temía seriamente. STOP THE WAR IN CROATIA, rezaba la enorme pancarta que portó en París el Slobodna Dalmacia de Split tras caer a manos del Joventut en el McDonalds. El ocaso de aquel verano, el de mayor fractura entre Chicago y el jugador desde que fuera elegido, el del último oro de Yugoslavia como selección y precisamente en el mismísimo corazón de Italia, fue empleado por el croata para suplicar a sus padres y hermana que escaparan al conflicto y residieran con él en Treviso. Lo consiguió. Pero a los dos meses la familia regresó a una Split bombardeada, con electricidad tan sólo de siete a once de la noche, donde no había gas ni luz para preparar el café por las mañanas. Fue inútil insistir. Sus padres preferían aquello a abandonar el escenario donde había discurrido toda su vida. Kukoc no dejaría de enviar periódicamente dinero, comida y ropa a su barriada natal durante su periplo italiano, que nunca lo fue del todo.

A los pocos días de caer derrotada la Benetton por el Limoges de Maljkovic en la Final Four de 1993, Kukoc dijo basta. Los torturantes 55 puntos de aquella final fueron la estocada. Europa había dejado de divertirle y así se lo hizo saber a Gilberto Benetton sin siquiera comunicárselo antes a su agente, ya entonces Luciano Capicchioni, cuya graduación por Michigan State y confianza de Poljo granjearon la suya propia. Kukoc pertenecía a la última generación de yugoslavos que había conocido la tradición de gestionar directamente su propio tráfico, sin intermediarios. El clamor del Palaverde, atestado de pancartas aquel cierre de temporada para que Kukoc se quedara, resultaba entrañable. Pero insuficiente. Estaba decidido. Benetton fue generoso rescindiendo los cuatro años restantes de su contrato. En aquel mes de mayo de 1993 Sports Illustrated se hizo eco de la noticia, anticipada en boca del propio jugador: Ya no me quedan más desafíos aquí. El siguiente paso era pues la NBA. Así el sábado 19 de junio de 1993, en la víspera del tercer anillo consecutivo logrado por Chicago Bulls, Toni Kukoc rubricaba por fin el pase que le vincularía de facto a la franquicia soñada.
Jordan ya no estaba y el minutaje fue generoso. Como sexto hombre, Kukoc terminó siendo incluido en el segundo quinteto ideal de novatos. Parecía inevitable que la prensa husmeara durante todo el año en el vestuario rojo tratando de hallar una prueba fehaciente al consabido rumor: que Pippen apenas dirigía la palabra al extranjero más allá de lo estrictamente necesario. Chicago ocultó muy bien sus vergüenzas aquella campaña. Sin embargo, el episodio por el que suspiraban los maledicentes llegó, con inusitada crudeza, en la tarde del viernes 13 de mayo de 1994, durante los últimos instantes del tercer partido de segunda ronda ante New York Knicks, cuya ventaja en la serie era ya de 2 a 0. Los Knicks acortaron la ventaja en los últimos minutos hasta lograr el empate a 102 a falta de 1.8 segundos para el término. Pippen había cometido un flagrante error de tiro en la última posesión, lo que irritó a Jackson al punto de que durante el tiempo muerto decidió, para sorpresa de los presentes, que el último lanzamiento sería para Toni Kukoc, quien llevaba sentado en el banquillo un buen rato. Pippen desafió al técnico negándose a salir a pista. Myers puso el balón en juego desde medio campo y la media vuelta de Kukoc desde la alta bombilla terminó dentro. La situación devino sumamente reveladora cuando toda la plantilla en bloque, a excepción de Williams y Kerr, eludió la felicitación al croata por el camino directo a vestuarios.
Únicamente el paso del tiempo hizo que todas aquellas fracturas sanaran. Y el croata replicó su tripleta europea con otra tripleta NBA, algo que ningún otro jugador en el mundo ha conseguido. Hasta 1998 conservó intacta su adhesión a la Victoria, sólo que a diferencia de Europa, ya nunca volvió a ser Kukoc el motivo principal.