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Talentos yugoslavos (IV): 1989-1991

De 1989 a 1991 el baloncesto yugoslavo alcanzó sus más altas cotas tanto a nivel de clubes, con la Jugoplástica, como a nivel de selecciones. En este capítulo nos centraremos en el plano internacional para ver cómo la patente superioridad de Yugoslavia obligaría a los Estados Unidos a formar el mítico Dream Team. Sin embargo, la guerra de los Balcanes interrumpiría abruptamente la época más gloriosa del basket plavi y nos privaría del que tenía que ser el mejor partido de todos los tiempos

Dino Radja fue uno de los grandes protagonistas de este trienio
© Dino Radja fue uno de los grandes protagonistas de este trienio
  

Redacción, 22 feb 2002.-

EUROBASKET 89

La selección yugoslava llevaba nueve largos años sin llevarse una medalla de oro a la boca, pero tras una etapa de transición se estaba gestando un cúmulo de circunstancias que iban a trazar un nuevo y explosivo escenario. Así, Drazen Petrovic estaba en su mejor momento tras una temporada gloriosa en el Real Madrid, donde fue capaz de llenar el otrora enorme Palacio de los Deportes día sí, día también. Anotó 62 puntos en la final de la Recopa, en Atenas, ante el Snaidero de Óscar (44 puntos) y Gentile (35), en el que se considera el mejor partido de la historia del baloncesto europeo. Por su parte, la Jugoplastika se había proclamado campeona de Europa con una camada de jugadores que aunaban juventud con un talento fuera de lo común. De hecho, tres jugadores yugoslavos, Divac, Paspalj y el propio Petrovic, estaban a punto de dar el salto a la NBA, rompiendo muchas barreras que ahora parecen fácilmente salvables para los jugadores balcánicos. Además, el Eurobasket del 89 tenía lugar en Zagreb, en casa de Petrovic' Nada podía fallar.

Y así fue. Yugoslavia arrasó a todo el mundo, con un equipo inigualable: a la calidad de Petrovic se unía la capacidad de pase y los movimientos al poste de Divac, el poder anotador de Paspalj, la versatilidad de Kukoc, la rapidez y la sobriedad de Radja, la defensa y el acierto en la dirección del esloveno Jurij Zdovc, junto con la aportación de un jovencísimo Sasha Danilovic. Se plantaron en la final sin mayores problemas, derrotando a todos sus rivales con relativa facilidad. Un día el seleccionador Dusan Ivkovic decidió dar descanso a Petrovic, ante Francia. El partido se complicó y Petrovic tuvo que salir a jugar en la segunda parte, anotando nada menos que 30 puntos. En la final les esperaba Grecia, que había dado la campanada del torneo al derrotar (80-81) a la todopoderosa Unión Soviética, vigente campeona olímpica, con 45 puntos del admirable y casi increíble Nikos Gallis. Todo cuadraba. El rival que siempre les había apartado de la gloria estaba fuera de combate.

Y Grecia fue aplastada. Los primeros 20 minutos de la final del Eurobasket 89 permanecen en la memoria colectiva como la mayor demostración jamás vista en Europa a nivel de selecciones. No sólo secaron a Gallis, sino que anotaron cómo y cuando quisieron: penetraciones por la línea de fondo de Paspalj, movimientos al poste bajo de Divac, contraataques culminados con mate de Radja, que se puso las botas, la intimidación de Vrankovic'. Y por encima de todos, un Toni Kukoc soberbio, dominando el juego como nadie, y un Drazen Petrovic anotando 27 puntos y dando lo mejor de sí mismo delante del que había sido su público. El 54-35 en el marcador lo decía todo. El oro se quedaba en Yugoslavia y la segunda parte fue un mero trámite.

Fue el éxtasis de una nación que volvía a ser protagonista principal en la escena baloncestística europea y mundial. Algo hermoso había alcanzado su madurez de edad, e incluso Vladimir Stankovic, en la actualidad jefe de prensa de la Euroliga y, sin duda alguna, la persona que más sabe de baloncesto yugoslavo en España, llegó a comentar que nunca se había visto nada ni siquiera parecido a la exhibición de esa tarde de domingo.

MUNDOBASKET 90

La siguiente competición de clubs fue el Mundial de Argentina, donde Yugoslavia se presentó con Petrovic recién llegado de las finales NBA que disputó con los Blazers ante Detroit, con Kukoc y Radja bicampeones de Europa y formando una pareja de oro que jugaban de memoria. Parecía que Toni sabía en todo momento dónde estaba Dino. Si añadimos a Savic, Zdovc, Obradovic, Perasovic' Teníamos un equipazo que, sin embargo, cosechó una inesperada derrota ante el mejor Puerto Rico de la historia (Rivas, Piculín, Edgar León' y el genio, Quico López, en el puesto de base) en la fase previa, la cual sembró de dudas el devenir 'plavi' por el torneo.

Sin embargo, a medida que avanzó la competición, Yugoslavia cogió el tono, contando todos sus partidos por victorias, ante Argentina, Brasil, Unión Soviética y Grecia. Llegó al último partido de la liguilla semifinal contra Estados Unidos en un partido a vida o muerte: el ganador era finalista. Hablamos un equipo americano aún con jugadores de Universidad, principalmente Billy Owens, un muy inmaduro Alonzo Mourning, o Kenny Anderson. Yugoslavia exprimió sus opciones de forma admirable, construyendo una ventaja de 19 puntos mediada la segunda parte, y, aunque se complicaron un poco el partido, ganaron sin problemas, 99-91. Una vez más, los mejores fueron Drazen Petrovic, con 31 puntos y 6 triples, y Toni Kukoc, con 19 puntos y 9 asistencias. Estados Unidos tuvo que conformarse con el bronce, igualando el fracaso olímpico en Seúl. La derrota ante Brasil en la final de los panamericanos del año siguiente, en el mejor partido de la carrera de Óscar Schmidt, fue la gota que colmó el vaso de la arrogancia americana. El Dream Team vería la luz, principalmente, para enfrentarse a este poderoso equipo yugoslavo lleno de genialidad casi renacentista.

La final fue otra historia, siempre con el mismo desenlace: Yugoslavia arrasó a la Unión Soviética, en su último partido oficial como tal, por 92-75. Estaban muy por encima de todos y en la final se permitieron momentos de verdadera magia. Como muestra, dos ejemplos. Primero, la canasta fuera de tiempo que Drazen Petrovic anotó al final del primer tiempo'. ¡Con la cabeza! Segundo, el pase de la lateral de Kukoc, intentando poner un alley-oop y que se metió en la canasta soviética sin que nadie la tocara. Y es que la pantera rosa de Split, en aquellos días, anotaba hasta sin querer'. En definitiva, el partido fue un paseo, con Kukoc dando pases de fantasía, Divac destrozando a Belostenny en el poste y Drazen sintiéndose en su salsa' en el que fue su último partido con la camiseta yugoslava. Al final, reunión en el centro de la cancha, y Vlado Divac que busca expresamente una bandera serbia para celebrar el triunfo, como anticipando qué es lo que iba a acontecer en un futuro muy cercano'

EUROBASKET 91

El éxito de la generación dorada 'plavi' se cerró en un muy devaluado Eurobasket'91, celebrado en Italia. Ocho equipos, sin la Unión Soviética, donde Yugoslavia, ya sin Drazen Petrovic, y con checos, polacos y búlgaros completando el torneo junto con las selecciones mediterráneas habituales. Aún así, el equipo yugoslavo era muy superior el resto. Kukoc era tricampeón de Europa y estaba dispuesto a dar el salto al pallacanestro, Divac ya era jugador NBA, todo lo contrario que Paspalj, que ya se había entregado al poder del dracma tras su fracaso en San Antonio. El resto, grandes jugadores como Djordjevic, Savic, Komazec'. Y el esloveno Jurij Zdovc.

El torneo en sí no tuvo mucha historia: Yugoslavia aplastó a todos sus rivales y sólo España plantó algo de cara en la fase previa. En semifinales, el conjunto balcánico aplastó a Francia por 21 puntos. Fue el último partido de una generación unida por la genialidad y el talento. Y se preguntará el lector, ¿pero no quedaba aún la final? Todo tiene una explicación'

Justo entonces, Eslovenia se había declarado independiente. El nuevo país centroeuropeo se había movido muy rápido, formando su propio parlamento, eligiendo nuevo presidente y sacando a la circulación su propia moneda: el tólar. Obtuvo un rápido respaldo de Alemania y sobrevino el inicio de la Guerra de los Balcanes, que si bien apenas afectó a Eslovenia (una pequeña región de Yugoslavia, siempre separatista, con una población de 95% de eslovenos y sin apenas costa ni turismo), adquiriría tintes dramáticos cuando posteriormente Croacia, y sobre todo Bosnia, se declararon independientes.

Todos sabemos lo que sobrevino: verdaderas carnicerías humanas, que duraron años, y a nivel deportivo, prohibición desde el otoño de 1992 (cuando la guerra se recrudeció aún más) hasta 1995, para Yugoslavia y sus clubes, de participar en cualquier competición internacional. El primer paso se dio en el Eurobasket: vista la magnitud de lo que estaba pasando, Jurij Zdovc no pudo jugar la final del torneo ante Italia, con fácil victoria de Yugoslavia, 73-88 y jamás recibió su medalla de oro. Algo se había destruido para siempre. La prohibición a Zdovc hizo que el triunfo de los 'plavi' fuese tan merecido como incompleto.

La guerra, siempre cruel y absurda, nos privó de lo que hubiera sido el mejor partido de basket de todos los tiempos: el mejor equipo de la historia del baloncesto mundial contra el mejor equipo de la historia del baloncesto europeo. Todavía hoy, tras 10 años de conjeturas, una parte de nosotros aún se estremece al pensar qué hubiese pasado en dicho partido, qué clase de jugadas hubiésemos visto o cómo hubiese reaccionado un conjunto con Djordjevic, Petrovic, Kukoc, Radja, Divac, Danilovic, Paspalj, Savic, Perasovic, Vrankovic, Komazec y Zdovc, por nombrar lo que hubiese sido mi equipo ideal para la Olimpiada de Barcelona. Pero nada justifica la barbarie de una guerra y el sufrimiento de un pueblo.

En nuestro próximo capítulo trataremos de dar la importancia que se merece a la Jugoplastika de Split y haremos especial énfasis en la trayectoria de Toni Kukoc a nivel europeo, o cómo un jugador sometió a toda Europa y aterrorizó a la propia NBA, antes de que su talento muriese en los Estados Unidos a base de ser encasillado como especialista ofensivo. También trataremos un fenómeno curioso: el Partizán de Fuenlabrada, o como Djordjevic y Danilovic desataron la fiebre por el basket al sur de Madrid

Javier Gancedo
ACB.COM