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Chima Moneke: La locomotora de Abuya
A los 17 ya había vivido en los cinco continentes y a los 26 juega por lo mismo de antaño: divertirse y demostrar, al mismo tiempo, que se equivocaron con él. La historia de Chima Moneke, por Daniel Barranquero
  

Un par de aviones se entremezclan en su memoria. El del primer recuerdo de su infancia, vago y difuso, a los dos años y medio, sobre las rodillas de su madre, cruzando el mundo hacia una nueva vida. El otro, nítido pasen los años que pasen, le hizo volar, en apenas unas horas, de la adolescencia a una precoz madurez que abrazar con vértigo. A sus 17 primaveras, Nwachukwu Iheukwumere Chima Moneke ya podía gritarle al planeta, con todas las de la ley, que él ya había vivido en los cinco continentes.

Teníamos que hablar de Chima. Como cuando sientes un temblor bajo tus pies, se te pone el corazón a mil mientras se mueve la lámpara y, tras el susto, le escribes a varios amigos y familiares. Como cuando graniza y lo grabas por el móvil, como cuando se inunda tu calle y lo acabas comentando con el vecino por Twitter. Sencillamente, los fenómenos de la naturaleza, compartidos, siempre se sobrellevan mejor.

El huracán Moneke vino al mundo en la Nochebuena del 95, meses después del no-triple de Ansley y en pleno albor de la segunda dictadura Jordan. Golden Eye arrasaba en taquillas de medio mundo, pero en Abuya, Nigeria, el día a día resultaba demasiado duro como para pensar en firmamentos ajenos. Hijo de Eucharia y de Sydney, el más pequeño de seis hermanos nació en una familia atípica, como atípica fue su niñez entre vuelos y mudanzas.

Con unos padres diplomáticos, uno nunca acaba de deshacer del todo la maleta. Hasta los dos años y medio, en su tierra. De ahí a los ocho, Chima residió en Canberra (Australia) y, tras pasar otro año y medio de nuevo en Nigeria, los Moneke entraron en una espiral de cambios y nuevos destinos que terminarian por marcar la forma de ser del más pequeño de los retoños. Viajes de Francia a Inglaterra. Mudanzas de Ginebra a Ankara asumidas con la mayor normalidad. África, Oceanía. Europa, Asia. De América ya se encargaría él.

acb Photo / J. Alberch
© acb Photo / J. Alberch

Asentado nuevamente en Australia desde los 13, el nigeriano decidió aparcar su pasión por el fútbol para darle una oportunidad al basket. Tenía buen físico, mas se sentía tremendamente tosco y rudo a la hora de pisar la cancha, obsesionado como un loco por poner tapones, saltando a todo, sobreexcitado, y perdido en fundamentos básicos del básquet. No obstante, a base de horas y horas de entrenamientos, su salto fue mayúsculo y su nivel le condujo, a la edad de 15 y de la noche a la mañana, a ser preseleccionado para representar a su estado en los campeonatos nacionales de Australia. Lo que debía suponer un orgullo acabó derivando en drama, al ser el último jugador cortado antes del torneo, con su entrenador elogiando sus cualidades de atleta y mandándole, sin ambajes, al amparo de otro deporte distinto: "A estas alturas necesito jugadores que sepan de este juego y creo que tú nunca podrás hacerlo". Sonó a afrenta. Y, en el universo Moneke, las afrentas tienen respuesta por ley.

Los primeros mates con los Lake Ginninderra Rats, su escuadra del instituto, los primeros vídeos de un LeBron James que se convirtió en obsesión. Picado en su orgullo, Chima se lo tomaba más y más en serio, creyéndoselo del todo cuando se vio, finalmente, compartiendo colores con una promesa mundial, el hoy barcelonista Dante Exum, en los campeonatos australianos sub16. "Yo era un hater al conocerle, de tanto hype que había con él: no podía ser tan bueno cómo decían. Pero nos ganaron por 55 puntos y, por más duro que le di, ni se quejó. Al final del partido me dio la mano y, desde entonces, soy su fan". Y uno de sus mejores amigos, con el que ha compartido hasta Navidades.

Aquel torneo acabó en dolorosa plata, pero a Chima le cambió la vida. E iban ya unas cuantas. Con anterioridad se había dedicado a escribir, paciente, a unas trescientas universidades norteamericanas con tal de conseguir beca deportiva. Empezó por los centros de la división máxima (D-1) y acabó resignándose a hacerlo con cualquier centro humilde del que encontrara referencias por su equipo de básquet. Únicamente obtuvo dos respuestas. "Una de Alaska y la otra ni me acuerdo, aunque solo me decían que siguiera trabajando". Sin embargo, tras aquella derrota llorada junto a Exum, un tipo se atrevió a interrumpir su cabreo para abrirle la puerta que más se le resistía. "Tienes algo en tu juego. ¿No cuentas con nadie que te ayude para venir a Estados Unidos? Dame solo dos semanas". Al tercer día, el teléfono sonó. "Tengo algo para ti". Se trataba de Nebraska y ni siquiera era la anhelada D-1, pero aquel técnico asistente no le mentía. Por fin tenía algo, sí: su propio destino en sus manos.

La eterna dicotomía

Cuando le llegó la carta de admisión al Northeast Community College, Chima se la guardó bajo la almohada para dormir con ella, con lágrimas en los ojos de pura felicidad. Cómo no aceptar, si era, al mismo tiempo, la única forma de no depender económicamente de sus padres, merced a la beca, y la única vía posible para su viejo sueño americano, que pronto se tornó agridulce. El de Abuya se disponía a vivir el que definiría, en intensidades similares, como la mejor y la peor experiencia de su existencia.

A las puertas de los 18 años, en aquella 2013-14 Moneke representaba el perfecto embrión del que hoy deslumbra con el BAXI Manresa. Sus gestos, sus gafas (es miope y destesta las lentillas), sus muelles. Navaja suiza de mil recursos, bestia física, implicación y garra, fiable tiro de media distancia, don para el rebote y varios puntos extra de excitación y verticalidad sobre la pista para compensar su falta de centimetros y la ausencia de un tiro lejano consistente. Un '4' que no llegaba a los dos metros pelados (1'98) y que, empero, intimidaba y parecía capaz de todo en la pista. Más aún en las del Junior College, una competición que se le quedaba pequeña y que empezó a ver diminuta cuando Exum fue elegido en la quinta posición del draft NBA. Y allí estaba dispuesto a esperar la llegada de Chima, cuyos números ascendieron a los 17 puntos, 12,1 rebotes y 2 tapones por partido en su segundo curso universitario, con el ala-pívot, ya desde largo tiempo atrás, con la cabeza en otra parte. Lejos, muy lejos, de la aburrida Norfolk.

"Empezaba a replanteármelo todo, me chocaba la vida allí, un lugar con veinte mil personas que se quedaba vacío en vacaciones. Que no hubiera mucho que hacer me ayudó a centrarme en el básquet, aunque pronto sentí que no quería pasar dos años más en la nieve. Decidí buscar centro en California, me daba igual el nivel con tal de irme. Tenía claro que, a la primera propuesta que llegara, yo me largaría". Y no le fue mal, pues esa fue la de los UC Davis Aggies, de la Universidad de California. Sol y D-1, todo ventajas. Tal lenta se le hizo su temporada de redshirt, el año de penitencia sin poder jugar por su cambio de centro, como rápido todo lo que acontenció después.

Lo mostrado al abrigo del frío de Nebraska lo trasladó al calor californiano sin menor miramiento, alcanzando los 14,6 rebotes, 9,5 rebotes y 1,4 tapones de media, con 14 dobles-dobles y el MVP de la Big West bajo su brazo. El público en el bolsillo y su equipo, de su mano al March Madness por primera vez en su historia. Las lágrimas al ganar su conferencia, las de un héroe elegido Jugador Nacional de la semana. El 18-12 para pasar la previa y entrar en el mayor de los escaparates universitarios. Y un golpe en el pecho para reivindicarse: "Me acuerdo de los días duros y de los que dijeron que nunca lograría algo así. Estoy acostumbrado a estar infravalorado, aunque tiendo a jugar mejor cuando dudan de mí y ahora solo quiero gritarle a mis padres en Nigeria, a todo el mundo en Canberra: ¡Os quiero! ¡Una más, baby, una más!" Y no, no hubo una más, con la todopoderosa Kansas arrasando pese a sus 20 puntos y 9 rebotes, pero tan intenso año parecía el presagio de algo grande, enorme, en la 2017-18.

Y, durante meses, así siguió pareciendo, con el ya capitán de los Davis Aggies escalando hasta los 18,4 puntos y 9,6 rebotes y la NBA observando de reojo cuando lo inesperado pidió la palabra. Un altercado en un hotel en Woodland Hills, previo al compromiso contra Long Beach State, terminó con su periplo deportivo. Pese a que fue solamente interrogado y no detenido por la policía, el estricto código interno del centro le impidió volver a pisar el parqué y, sin él, el equipo se vino abajo, incapaz de repetir el éxito reciente. Un palo, un final abrupto, una pesadilla personal. Y una losa a su espalda antes del draft, para el que se preparó en intensas sesiones con NBAs de la talla de Embiid o Tatum, con los que compartió entrenador personal.

Además de las dudas por ese epílogo y por lo humilde de su conjunto, la NBA lo miraba con recelo por su propia constitución. Pocos centímetros como '4', poco tiro como '3'. Una eterna dicotomía. De tanto oírla, Chima se aprendió de memoria la réplica: "Siento que, cuando firme un contrato y me vean jugar, demostraré que están equivocados. Hago muchas cosas en la cancha y compito contra quien esté delante. La clave es que soy capaz de defender a rivales de diferentes posiciones, para mí es fácil hacerlo con tíos más rápidos". Poco ruido hicieron sus palabras, pues, a sus 22 primaveras, su nombre quedó en el más silencioso limbo en aquel draft de 2018, eclipsado por el de rutilantes promesas de menor edad y aún menos dudas en la balanza. ¿Acaso cambiaba algo? "La NBA primero fue un sueño, luego un objetivo y acabará siendo una realidad. Existe un plan B y un C, hay otras avenidas para llegar a donde quiero".

Su camino se comenzó a dictar con marcado acento francés. Rouén, Pro-B francesa. La recomendación de su compatriota Obi Emegano, líder actual del Urbas Fuenlabrada. El primer contrato, el comentario irónico ("Es algo sorprendente empezar a ganar dinero con algo que hice durante los últimos 9 años"), la difícil adaptación. Las dudas iniciales, el dolor de la certeza. Tres partidos, cuatro puntos de media y carta blanca para marchar. Moneke quedó en shock, paralizado, entrenando durante mes y medio sin posibilidad de jugar en un club extranjero de segunda categoría que luchaba por no descender. Él, que quería comerse el Staples Center o el Madison Square Garden, reducido a la nada en cuestión de semanas, sin salir demasiado de casa por la barrera idiomática y con la moral, simplemente, por los suelos. ¿Realmente eso era lo que le esperaba en el universo profesional? Otra modesta escuadra gala de esa categoría, el Denain Voltaire, decidió convencerle de que no, que no tenía por qué ser así su aventura, concediéndole una oportunidad que Chima supo atrapar al vuelo. 14,3 puntos y 6,6 rebotes de media, rabia y pasión como aderezo. Una revancha personal, una liberación y una nueva puerta abierta al otro rincón del globo.

De cara a la 2019-20, los South East Melbourne Phoenix le convencieron para traerle de vuelta a la que consideraba su casa. El problema es que otros no pensaban lo mismo. El ala-pívot aceptó la propuesta, pesando más la morriña que las condiciones económicas, peores que las de Francia. Empero, cuando ya había anunciado a toda su gente que regresaba a Australia, un lío burocrático con su pasaporte frustró su fichaje. La imposibilidad de jugar como jugador nacional redujo el acuerdo a papel mojado y Moneke, cuyo corazón siempre latió a dos ritmos, se acabó decantando por su sangre nigeriana como vía para alcanzar los Juegos, decidiendo construir una carrera en Europa como puente para cruzar el charco. De pensar en cambiar de continente a no cambiar ni tan siquiera de liga. el de Abuya apuró a la hora de esperar ofertas de la máxima divisón gala y acabó aceptando a regañadientes y a la baja, la propuesta del Béliers Quimper, testigo de su renacer.

Una nueva dimensión exterior -saltando quizá demasiado, pero mejorando porcentajes al fin y al cabo-, un espectáculo total cada partido, un generoso derroche, sin miedo al contacto, y una comunión total con la grada. El cambio de ritmo, la capacidad de volar, la puerta atrás como arte. 15,8 puntos, 6,8 rebotes y la esperada llamada de un 'primera', el Orléans Loiret Basket, donde al arribar prometió que la diversión no había hecho más que comenzar: "Soy un jugador que gusta ver y prometo show, la gente paga para divertirse. ¿Mis pintas? Algunos me odiarán y otros me apoyarán, pero estoy seguro de que no me olvidarán. Utilizo mi físico a ambos lados de la cancha para hacer cosas que pocos otros pueden. El público me va a adorar, aunque quizás mis rivales no aprecien mi trash-talking de alto nivel. ¡Es solo para divertirme! ¡Yo adoro a todo el mundo"

"Yo soy mi mayor fan y, a la vez, mi mayor detractor. Mi energía me ayudará a llegar, no le tengo miedo a nada. Creo 100% en lo de ir a la NBA, quiero jugar aunque solo sea un partido, aunque sean diez minutos para poder decir siempre que lo conseguí. Creo en mí y sé que puedo estar allí", añadía aquel al que un cronista del Ouest-France definió como un tipo con gafas a los Edgar Davids y un corte de pelo por el que el rapero The Weeknd podría reclamar su paternidad.

El nieto perfecto, el ídolo más carismático en la escena francesa, los 198 centímetros mejor aprovechados en la pintura continental. Cada vez más eléctrico y más bailarín en la zona, se creció hasta los 13,7 puntos (¡62,8 % en el tiro!), 6,5 rebotes y 17,2 de valoración (6º de su liga) en una campaña de pandemia y lesiones en la que su Orléans pasó de luchar la permanencia a codearse con los grandes (concluyó 6º a base de corazón) al compás de un rebautizado 'Showneke' que se despidió de forma pletórica, con 28 puntos y 40 de valoración de propina.

Ahora sí, había llegado su momento. Su regularidad y su alegría, por encima de cualquier dicotomía. Manresa esperaba.

acb Photo / A. Arrizabalaga
© acb Photo / A. Arrizabalaga

De Las Vegas al Bages

Durante unos segundos, Chima Moneke pensó lo irónico que resultaba estar en mitad de una de las llamadas más importantes de su vida y, al mismo tiempo, desear con tantas ganas colgar al mismísimo Mike Brown, seleccionador de Nigeria, para darle la noticia a sus seres queridos: "Es una locura, uno de los objetivos de mi carrera". 'Showneke' lloró con la noticia y, aún más, cuando le anunció a sus padres que le acababa de convocar la selección de Nigeria: "Para ellos era más importante que si jugase en la NBA". Una lesión retrasó el esperado instante, aunque el de Abuya cumplió su anhelo de vestir la verde nigeriana en el clasificatorio para el Afrobasket y de vivir un par de instantes cargados de simbolismo en el escaparate internacional.

Si lo de enfrentarse a "su" Australia de su amigo Exum, tarareando sin darse cuenta el himno, le dio vértigo, lo que vivió en primera persona el 10 de julio de 2021, sencillamente, cambió la historia del baloncesto africano. De triple en triple, su Nigeria fue capaz de tumbar a Estados Unidos en su propia cancha (87-90), otra forma de vivir Las Vegas. Diez minutos en pista, varias defensas de mérito frente a Lillard, Durant y su viejo conocido Tatum y, en definitiva, un espaldarazo tanto para su país como para su propia carrera: "Así obtendremos el respeto que nos merecemos, es historia que nadie nos opdrá quitar. Estamos felices, pero no sorprendidos. Ni ver calentar a Durant me puso nervioso, nadie me hace pensar que no pertenezco a su misma cancha. Mi defensa sobre ellos me confirmó que puedo defender a cualquier jugador del mundo y ponérselo difícil a cualquiera".

A Moneke le hubiera encantado aterrizar en Manresa con vitola de olímpico, pero, como en el instituto, fue cortado justo antes de su objetivo final, algo que se le quedó clavado: "Resultó una buena experiencia, aunque si me vuelven a invitar me aseguraré de tener opciones de entrar. Ir solo a decir que fue una buena experiencia ya no tendría sentido para mí". Otra afrenta, otra revancha. Otro desafío personal, con más hambre que nunca, para el que le costó decidirse, con dudas respecto al contrato por dos años que tenía sobre la mesa. Cuando lo firmó, como si fuera una especie de compendio de todos los avatares de su carrera, un lío burocrático retrasó notablemente su llegada y, una vez el balón entró en juego, sus destellos parecían pesar menos que la irregularidad del equipo, con una derrota en Badalona por 44 puntos (105-61) y una incomodidad en pista que le hizo replanteárselo todo, como confesaría meses más tarde: "No cualquiera puede jugar para Pedro Martínez. Pasé apuros los dos primeros meses y no sabía si podía jugar para él, aunque tuvimos una gran conversación antes del partido contra el Unicaja. Ahí es donde las cosas empezaron a cambiar entre nosotros. Amo a Pedro y no conozco a otro que pudiera ayudarnos a hacer lo que hacemos".

La charla solo ellos dos la saben, pero, casualidad o causalidad, el BAXI Manresa comenzó a partir de entonces a volar, venciendo nueve de sus siguientes once compromisos ligueros, con un 'Showneke' que, de la noche a la mañana, se vio en lo más alto del firmamento acb, a la altura de otros astros de Liga Endesa que hasta hace poco solo veía por una tele donde hoy es él protagonista. Él y su energía, claro, que le hace no temer ni a los rivales más grandes, más cómodo asegura sentirse por una cuestión de velocidad. La energía para taponar, la energía para machacar, la energía para correr en defensa y, en cada respiro, en cada final, la energía más incontenible de todas, aquella nacida para festejar, aunque a veces le juegue malas pasadas, como en Andorra o Burgos, donde tuvo que pedir perdón por sus infantiles piques. En él hasta los manidos tópicos (del "Es que no da un balón por perdido" al "Este sí que siente los colores") parecen tener sentido. O, al menos, eso cree un Nou Congost que lo ha elegido como líder de su fiesta perpetua, enganchado a su versión más dominante, atesorando ya varios asaltos de bella factura al Top10 Toyota de cada jornada.

acb Photo / J. Alberch
© acb Photo / J. Alberch

"Si se queda en Manresa un par de años más acabará siendo el pregonero de la fiesta mayor", se podía leer en el Foro ACB.COM para explicar la relación entre una grada que hierve y un profesional que rinde más con ruido. Fotos, autógrafos, regalos e invitaciones, hasta imitadores en la grada. Su dúo con Sima, su simbiosis con Bako, mucho más allá de las constantes bromas. El primer 17-16 en puntos y rebotes visto en Liga Endesa en tres años (34 de valoración en aquel duelo contra UCAM Murcia), el 22-9 (27 val.) frente a Lenovo Tenerife. Y, por si aún quedaba algún despistado pensando que solo se trataba de un jugador espectacular, el golpe en la mesa en el Palau. 'Showneke' lideró el primer triunfo manresano en cancha barcelonista en un cuarto de siglo, con cifras que coquetearon con el triple doble: 18 puntos, 13 rebotes y 7 recuperaciones, para un total de 30 créditos de valoración. Y aún le quedaron ganas para el espectáculo en el pospartido, haciendo las delicias de Sitapha Savané, Amaya Valdemoro y Fran Fermoso en Movistar+: "¿Que si soy uno de los más carismáticos? ¿El que más, no? No sé quién es el 1 si no lo soy yo". Un festival de titulares. Que si el mejor baloncesto de España, que si el mejor de Europa. Que si el básquet más divertido de la Liga Endesa, que si el defensor más intenso de la competición. El convencimiento de poder tumbar a cualquiera a base de identidad y la explosión total desde aquel día.

Diez días después del asalto al Palau el '11' del BAXI Manresa firmaba la mejor actuación vista en el club en 9 años, desde tiempos de Doellman, firmando 32 puntos, 12 rebotes y 39 de valoración contra Monbus Obradoiro en menos de 25 minutos, algo inédito en la competición, con la guinda de representar, de igual modo, el primer 30-10 del siglo en Manresa. "El partido de mi vida", confesaba, antes de ser protagonista de una forma totalmente diferente en Andorra, cuando tras un día negado en el tiro (1/9), emergió de la nada con un gorrazo a Babatunde para ganar el encuentro. El tapón de la temporada.

26 de valoración contra Hereda San Pablo Burgos (17-9), 25 ante Surne Bilbao Basket (13-10) y la capacidad de aportar cuando la pelota no entra. Su BAXI Manresa en la tercera plaza (13-7) con un estilo que enamora y sus números subiendo como la espuma. Ya no es que rivalice con Musa por ser el mejor debutante de la temporada. Sus cifras, más bien, apuntan a candidato a MVP Movistar: líder de Liga Endesa en recuperaciones (1,9, un tercio más que su máximo perseguidor Alberto Díaz) y en rebotes defensivos (5,7), 2º en capturas totales (8,1) y valoración (19,6, rozando los 20,8 del propio Musa), 3º en tiros libres acertados (3,9) y 6º en anotación (14,6), con un 61,8% en tiros de dos (15º) que compensa su mayor laguna, el 26,7% en triples. "Lo clavé viniendo aquí, soy tan feliz", confesaba en Tu dirás, de Rac1. "Incluso si acabo jugando en la NBA, no sé si podré tener una mejor temporada en lo que me quede de carrera, tanto dentro como fuera de la pista".

"Este equipo es especial y quiero que sea recordado por mucho tiempo", añadía en una entrevista con El Mundo Deportivo, en la que se atrevía a tomar el testigo de los míticos campeones del 96 o del 98. "Por supuesto que el Manresa puede ganar un título este año. Queremos dejar tanta huella como sea posible, que retiren nuestras camisetas, que pongan una foto por todas partes porque ganamos la Copa, por ese tipo de cosas. Esto es más que un equipo de baloncesto, es el sentimiento que despertamos en la gente por cómo jugamos". Y es que, como esos amores que dan ganas de gritar a los cuatro vientos para que nos envuelva su eco, a 'Showneke' no le hace falta un micro o una grabadora por delante para declarar su amor incondicional al club del Bages. A veces, solo a veces, un solo tuit basta para decirlo todo:

  • ¿He dicho antes lo que quiero a este equipo? Tío.

Un tren rápido para cambiarlo todo

"Be happy, be happy!" A camino entre el clásico de Bobby McFerrin y lo puramente riquirubiesco, el nigeriano le pedía en mitad de un tiempo muerto alegría a su entrenador, al notarlo muy tenso. Y es que, ya sea celebrando canastas a lo Rafa el día Nadal conquistó Australia, bailando el 'Escándalo' , festejando la Copa o viviendo el sorteo como un aficionado más, Chima no concibe su existencia de otro modo, exhibiendo un carácter risueño y sarcástico desde que se levanta hasta que se acuesta. Sus pintas, su intensidad, su facilidad para llamar la atención. "Tanto la vida como el baloncesto es entretenimiento, aunque sé cuando ponerme serio", asegura, reconociendo que hace un scout particular de cada rival al que se va a enfrentar, sin medirse jamás a nadie sin antes saber qué se va a encontrar.

Serio cuando toca, sí, como cuando exigió el fin de la brutalidad en Nigeria a través de sus redes, mojándose por el Black Livers Matters y por la sanidad pública. Fan de Entourage y de los Vengadores, futbolero amante de Nigeria y sus'Águilas verdes', al ala-pívot del BAXI Manresa le siguen haciendo tilín los Heat por esos locos años de LeBron. En sus auriculares sonaron tantas veces los versos de J. Cole que acabó lanzándose a recitar su propio rap. Y hasta tiene su propia línea de ropa, con un juego de palabras que bien podría ser epitafio: "I'm a nobody and Nobody's Perfect". Un renacentista.

Tantas cosas han cambiado que es como si nada lo hubiera hecho, pues él, tan seguro de sí mismo, continúa agarrado al mismo acicate que encendió su fuego adolescente: demostrar que se equivocaron con él. Las veces que sea necesario, faltaría más. "Desde que empecé a jugar siempre hubo gente que me decía que no era lo suficientemente bueno y me las encontré en cada nivel. En el instituto me avisaban de lo duro que sería para mí ir a América, en la universidad que no lo lograría, ahora que no soy suficientemente bueno o alto para la NBA. Eso alimenta mi fuego. Algunos que me preguntaban por qué tenía tanta confianza si no era tan bueno hoy me escriben para darme la enhorabuena".

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"Da igual lo duro que trabajara en Australia que, si ese tipo de Norfolk no me hubiera visto jugando y la universidad no me hubiera ofrecido la beca, ¿dónde acabaría mi historia?", se cuestiona, poniéndole asterisco al dogma de la meritocracia, consciente de que, además de trabajo e ilusión, al final todo es tan simple como estar en el momento y lugar adecuado cuando se oye de lejos el tren. Es, tenía que ser, Manresa, como si, desde aquel primer avión sobre las rodillas de su madre que le vistió de nómada, estuviera en cierta forma predestinado a llegar a su particular edén del Bages, con un alto peaje por el camino. "Viajar me permitió apreciar todo tipo de culturas, no solo oírlas. Me hace comprender mejor a la gente y no ser un ignorante, pero la otra cara de la moneda es el tiempo que he pasado sin mi familia". Entre sus estudios en Estados Unidos, su aventura profesional, la propia pandemia cuando por fin tenía dinero para viajar y la condición de diplomáticos de sus progenitores, a su padre no lo ve desde 2009, mientras que a su madre únicamente la pudo abrazar en 2018. Ahora promete próximos encuentros con su particular familia, con cuatro hermanos en Australia y otro, junto a sus padres, en su Nigeria natal.

En el horizonte, un solo objetivo: tener hijos para darles la posibilidad de que le mejoren en todo y hacer más fácil el futuro de esas generaciones posteriores, admitiendo en una ocasión su sueño más desconocido, una vez colgadas las botas: si no logra ser director deportivo de un equipo de básquet... ¿por qué no probar en uno de fútbol? Tal vez, la propia idea de un Monchi nigerianoaustraliano haciendo y deshaciendo en despachos con olor a césped sea perfectamente coherente con el guion de su vida, donde el caos encontró armonía a base de giros y más giros.

Fue Víctor Hugo quien exclamó que no son las locomotoras, sino las ideas, las que llevan y arrastran el mundo, pero que pregunten en Nigeria si un buen tren no es capaz de cambiarlo todo. De herencia colonial británica, qué ironía esa de ser una tierra de ferrocarriles en los que ya casi no podían pasar las locomotoras, atascadas por el deterioro de la red. Hace unos pocos años, la única vía de ancho estandar del poblado país hizo historia al albergar el primer tren ligero de Nigeria y de toda África occidental. El destino era Kaduna, importante centro textil y automovilístico. Su origen, más bien, pareció gestarse desde la Nochebuena del 95. Estaba escrito, sí: esa locomotora partiría de Abuya...