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Dante Exum: Después de la lluvia
Un niño prodigio, un joven llamado a romper moldes… que se rompió cuando disfrutaba del éxito. Años después de superar un sinfín de problemas físicos, Dante Exum deja atrás su pasado para volver a sonreír con el baloncesto en el Barça.
  

Dante Exum no es un jugador con suerte… No importa haber acumulado éxitos y loanzas en edades primerizas, haber sido elegido número 5 del draft y haber disputado 245 partidos en la NBA o ser bronce olímpico, sobre él siempre se extiende la sombría duda del ¿Y si…?

El destino es caprichoso y un jugador cuyos primeros pasos en el baloncesto fueron a una velocidad inusitada, de repente, vio truncado su brillante camino. Un talento ingente, un jugador adelantado a su tiempo y llamado a marcar una época tuvo que silenciar todas las promesas de gloria y desproveerse de su reluciente armadura para reinventarse como un jugador más para seguir disfrutando del juego del que se enamoró desde que su memoria le habla.

Porque la vida de Dante Exum no se entiende sin un juego que mamó antes de que la conciencia y el recuerdo tuvieran peso en él. Sus primeros impulsos vitales mucho tienen que ver con el baloncesto pues este rodeaba todo aquello que tenía a mano porque su padre, Cecil Exum, así lo había dispuesto.

Este, jugó en la Universidad de Carolina del Norte siendo campeón en 1982 junto a Michael Jordan y James Worthy, fue elegido por Denver Nuggets en el draft de 1984, aunque no llegó a debutar en la NBA. En su lugar, jugó un año en Suecia y de ahí marchó a Australia donde jugó siete temporadas. Cecil conoció a su esposa, Desiree, en su etapa universitaria y juntos tuvieron tres hijos: Jamaar y los mellizos Dante y Tierra. Los dos primeros pronto tomaron el camino paterno, mientras que Tierra no se alejó del deporte, aunque prefirió la gimnasia y acabo siendo atleta.

“Tuve mucha suerte de nacer en una familia de deportistas. Lógicamente éramos muy competitivos mi hermano y yo cuando estábamos jugando en el patio de casa y mi padre nos entrenaba. Fue genial crecer en una familia como esta”, nos cuenta recordando los primeros duelos con su hermano en la canasta de casa.

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Cecil fue la piedra fundacional del baloncesto en Dante Exum, pero también el hombre que adornó de recuerdos su infancia y el primer mentor en los años donde cuerpo y mente son esponjas capaces de absorber todo tipo de enseñanza. Ya fuera con las viejas cintas VHS de su padre o mediante la maestría directa en intensas sesiones de entrenamiento diario, Dante fue creciendo, empapándose de la sabiduría paterna y desarrollando el enorme potencial que sus cualidades físicas le otorgaban.

Entre los recuerdos y las batallitas paternas, siempre tuvo un hueco especial las del año 1982, donde Cecil ganó la NCAA. “Hemos hablado mucho de ello. Evidentemente ganar el campeonato es algo especial y jugar con Michael Jordan, con James Worthy y con el resto de chicos del equipo fue increíble. A él le gusta mucho contar historias de cuando estaba allí tanto dentro como fuera de la pista. Es genial poder escucharle”, confiesa.

Exum reconoce que su padre tuvo un papel determinante configurándose en el mejor mentor deportivo que podía tener. “Él ha sido completamente importante para mi desarrollo. Hacía de entrenador incluso cuando no era mi entrenador. Por lo tanto, me ha ayudado durante toda mi carrera y me ha ayudado a ser el jugador que soy hoy”, señala.

Talento Precoz
Exum ganó los campeonatos de Oceanía U16 y 18, y fue plata en el Mundial U17 (2012). Además, logró ser nombrado en el quinteto ideal de los mundiales U17 y U19.

Muchas lecciones y algún que otro enfrentamiento, porque Dante reconoce que solían jugar duelos de uno contra uno. “Sí y me ponía en muchos problemas, pero siempre encontraba la forma de sumar puntos”. Preguntado por si recuerda la primera vez que derrotó a su padre, su respuesta es rápida y rotunda: “Sí, al 100%. Para cualquier niño es un sueño poder ganar a su padre”, dice con una sonrisa pícara.

Pronto Dante Exum fue construyendo sus propios recuerdos y dando pasos agigantados y quemando etapas. En un visto y no visto, Dante ya era uno de los talentos más reconocibles de la prolífica cantera del Australian Institute of Sport (de ahí surgieron jugadores como Andrew Bogut, Matt Dellavedova, Joe Ingles o Patty Mills) y se convirtió en el jugador más joven en formar parte de una convocatoria de la selección australiana con apenas 15 años. Exum participó de un partido de preparación bajo la dirección de Brett Brown, quien también había entrenado a su padre Cecil en Melbourne Tigers.

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Formar parte desde sus orígenes de la élite competitiva australiana le hizo mejorar en enfrentamientos directos con los mejores jugadores de Australia y le permitió coincidir con otros jugadores como Chima Moneke o Ben Simmons con el que empezó a competir desde los ocho años, logró ser subcampeón del mundo U17 en 2012 y destrozó a España anotando 33 en los cuartos de final del mundial U19 un año después. En ambos torneos, Exum fue incluido en el mejor quinteto del campeonato. Sin embargo, lejos de que la expectativa que su juego iba creando pudiera perjudicarle, Dante Exum la asumió con naturalidad. “No creo que sea algo difícil cuando buscas dedicarte al deporte profesional. Simplemente tienes que ir partido a partido y tratar de hacerlo lo mejor posible en la pista. Creo que es lo mejor que se puede hacer”, explica.

Por entonces, Dante Exum asombraba en categorías inferiores y su amigo Ben no dejaba de ser una notable promesa que quedaba muy por debajo de su talento… aunque, realmente pocos jugadores en el mundo podían competir con un adolescente que aunaba en asombrosa armonía capacidad técnica y calidad atlética. Junto a Rob McClanaghan (entrenador personal que ha colaborado con estrellas como Kevin Durant, Derrick Rose o Stephen Curry) preparó en California el salto a la NBA obviando el interés de prestigiosas universidades como las de Indiana, Kentucky o la propia Carolina del Norte donde se formó su padre. Todos querían hacerse con la promesa aussie.

Era lo que los estadounidenses llaman all around player, un point forward, es decir, un chico para todo. Podía subir el balón y organizar el ataque moviendo sus piezas cual ávido ajedrecista, pero a su vez se clavaba en la defensa rival como la certera estocada de un esgrimista y defender a los cinco rivales con la misma tiranía. Una rara avis cuya aproximación más cercana era toda una leyenda como Penny Hardaway. Su físico le predisponía a ejecutar cualquier directriz con inusitada facilidad. El baloncesto no tenía secretos para él, dominaba todos sus artes y su progresión no tenía límite.

acb Photo / J García
© acb Photo / J García

LA ALARGADA SOMBRA DEL DOLOR

Con los grandes focos ansiosos de dibujar su estela, Dante Exum recopiló fulgurantemente imágenes para el recuerdo: un contrato publicitario con adidas, su brillante participación en el Nike Hoop Summit, el debut con la selección absoluta con 18 años y, por fin, su elección en el draft por Utah Jazz (#5). “Fue un sueño hecho realidad. Es uno de los objetivos que te marcas de joven. Siempre te marcas objetivos y cuando lo consigues buscas el siguiente objetivo y piensas qué hacer para alcanzarlo. Fue un día de celebración porque supuso el premio al trabajo duro que habíamos hecho”, cuenta. Tras una de las peores campañas de su historia, los Jazz parecían dispuestos a poner el equipo sobre las manos del fantástico australiano e iniciar la reconstrucción junto a su compatriota Joe Ingles, Rudy Gobert o Gordon Hayward.

En su estreno en la NBA disputó todos los partidos de liga regular siendo titular en la mitad de ellos. Cierto es que sus números fueron discretos (4,8 puntos y 2,4 asistencias), pero su nombre destacó entre los novatos porque era un jugador total y su defensa era admirada. Su agilidad y envergadura le convirtió en notorio stopper de grandes estrellas como Kevin Durant o James Harden. No había rival al cual no pudiera cubrir y es que en él, además, de un físico privilegiado, siempre habitó un profundo conocimiento del juego. En el lecho familiar comenzó a ser un estudioso del juego, junto a su padre diseccionó el juego y ya en edad adulta fue devorador de vídeos para analizar rivales tratando de minimizar sus fortalezas y encontrar posibles flaquezas.

Con 20 años la vida le sonreía. Estaba en el lugar al cual parecía predestinado, tenía todo por delante para brillar y cumplir todos y cuantos sueños dibujó siendo infante… y, en un instante, todo desapareció. Aparentemente era una acción limpia, una más de las habituales entradas a canastas que acostumbraba a hacer, pero algo falló el 4 de agosto de 2015. La rodilla izquierda no acompañó el movimiento del cuerpo, se dobló funestamente y el diamante se fracturó.

El último de los partidos amistosos que Australia disputaba en Eslovenia antes de encarar el torneo de Oceanía (clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Río) devino en un dramático parte médico: rotura del ligamento anterior cruzado. Una de las peores lesiones deportivas le hizo perderse todo su segundo año en la NBA y, como si de una plaga bíblica se tratase, sobre él se fueron sucediendo cruentes padecimientos en forma de lesión: a la rodilla izquierda le siguió el hombro (2017), el tobillo y el tendón rotuliano (2019). “Definitivamente es algo muy duro. Todo alrededor cambia pero solo puedes mirar hacia delante. Ir paso a paso en la pista: lanzar a canasta, jugar unos contra uno… Solo tienes que ponerte pequeños objetivos y eso es lo que hice cuando tuve lesiones”, reconoce.

Su cuerpo era la viva radiografía del dolor y la consecuencia más inmediata resultó demoledora: 97 partidos en las últimas cuatro temporadas con un traspaso a Cleveland de por medio. Una situación inusitada y difícil de comprender visto el talento y la afabilidad de quien la sufría. La desgastadora concatenación de desdichas tuvo, además, el riesgo de desangrar la ilusión por el juego que siempre amó. Los bares y restaurantes se llenan de optimismo en envases de azúcar, pero, por cada frase edulcorante, la vida se sacia de agria realidad. Por ello Exum siempre supo que en los momentos malos “solo tienes que hacer todo lo que esté en tu mano para recuperarte” y revela que “simplemente sabía que en mi mente tenía que trabajar para estar sano y eso es lo que hice”.

El cuatro de enero de 2021 apenas jugó 49 segundos frente a Orlando Magic. Una lesión volvía a llevarle a un parón forzado de varios meses entre los que llegó su traspaso de Cleveland Cavaliers a Houston Rockets donde no llegó a jugar. Había que resetear y pensar en el siguiente objetivo: recuperarse para llegar a Tokyo 2020 sin mirar atrás. “Una de las cosas más difíciles por las que he tenido que pasar son, obviamente, las lesiones, pero cada vez que regreso de una lesión, avanzo y me siento bien, empiezo a jugar bien y mi tiro funciona y todo, entonces, todo es más fácil”, reconocía en una entrevista meses atrás.

acb Photo/Emilio Cobos
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EL ÉXITO DE PERSEVERAR

El pasado verano le vimos disputar los Juegos Olímpicos desplegando un baloncesto libre de mordazas físicas. Fue uno de los líderes de la selección de Australia y su juego ofreció reminiscencia del adolescente que dominaba el baloncesto internacional con una capacidad atlética, coordinación y talento abrumador.

"Cuando surgió la oportunidad de venir aquí supe que es lo que quería hacer. Estoy feliz por ello y la experiencia me está encantado hasta ahora"
Exum

Después de un largo caminar entre espinas, el baloncesto por fin le devolvía la felicidad de ganar, seguramente, con el equipo donde fue más feliz. “Nunca habíamos ganado una medalla en una gran competición por lo que conseguirlo fue genial. Solo perdimos un partido en todo el torneo así que, seguro, el equipo se mereció la medalla. Luchamos por lograr la plata o el oro y estar en el partido deseado, pero fue algo grande para el baloncesto australiano que esperamos mantener en los próximos años y responder a las expectativas creadas”, nos dice. “Todo el país estaba detrás de nosotros y cuando volvimos a la villa todo el mundo estaba emocionado celebrándolo. Fue un grandísimo honor”, asevera.

Al éxito colectivo le acompañó las buenas sensaciones que ofreció en el plano individual y, aunque no cristalizó ninguna de las opciones que tuvo al comienzo de temporada, la sucesión de lesiones que sufrió el Barça a comienzos del invierno motivó que el equipo blaugrana apostara por su incorporación. Sobre cómo surgió su fichaje, Dante afirma que “tenía claro que quería jugar y pensé en mí y en mi carrera, y cuando surgió la oportunidad de venir aquí supe que es lo que quería hacer. Estoy feliz por ello y la experiencia me está encantando hasta ahora”.

Desde entonces Sarunas Jasikevicius trata de exprimir su conocimiento del juego y su capacidad para defender todas las posiciones del perímetro. Con la especial empatía que muestra hacia sus jugadores, el técnico espera ir recuperando la mejor versión de un jugador australiano que ha caído con buen pie en la plantilla blaugrana. “Es un chico diez”, comentaba el técnico lituano a comienzos del mes de febrero.

Por el momento, está siendo un hombre de confianza para el técnico quizá ha perdido parte de la explosividad de su juventud, pero conserva un gran primer paso y se está ganando los minutos gracias a su polivalencia defensiva. Su agilidad y la longitud de brazos le permite presionar a bases o taponar a aleros, una virtud muy apreciada por Jasikevicius y que le ha hecho prolongar su vinculación hasta la conclusión de la temporada. “Teníamos muy claro que tenía que seguir y ha sido fácil. Dante se siente importante, juega muchos minutos y siempre va a más. Estamos muy contento de tenerle. Ojalá pueda subir su nivel, creo que puede dar más”, declaró el preparador días atrás. Para el jugador, es un reto adaptarse a una posición como la de alero a la que no está habituado, aunque asegura que “estoy en el proceso de adaptarme. Estoy aprendiendo cómo puedo ayudar al equipo, cómo puedo ser útil atacando o en defensa defendiendo a los rivales. Ahora estoy en esa adaptación y espero ir progresando”.

Con la consecución del título de Copa del Rey y la renovación, Dante Exum no puede esconder su alegría asegurando que “Creo que está siendo muy bueno para mí estar aquí, en Barcelona”. En Barcelona vuelve a sentirse jugador y a disfrutar de competir por todos los títulos, además, Exum reconoce que su estancia en Barcelona le está reportando otras inesperadas vivencias aunque igualmente satisfactorias. “Está siendo una experiencia de aprendizaje fantástica, no solo de baloncesto sino también de la cultura española y otro tipo de cosas. Estoy encantado de aprender, ojalá pueda aprender más y espero también aprender español”, decía entre risas tras renovar hace escasas fechas.

El pasado ha relativizado sus metas y sabe que en el futuro “el gran objetivo, obviamente, es mantenerse sano”, aunque no se esconde y afirma que “lógicamente quiero ganar la Euroliga y la Liga Endesa porque son los próximos objetivos y por los que trabajo”.

acb Photo / V. Salgado
© acb Photo / V. Salgado

Echando la mirada atrás y viendo el largo recorrido completado hasta la fecha, la palabra que mejor define la carrera de Dante Exum es resiliencia. Cada progreso alcanzado ha sido con esfuerzo y cada infortunio ha sido encarado con la entereza y determinación necesaria para salir adelante. “Creo que en ella hay mucho esfuerzo. Nada ha sido fácil. No me he venido abajo pero he tenido malos momentos y he tenido que decirme a mí mismo que pese a las dificultades debía ser persistente porque volverían los días buenos”, nos confiesa.

Nadie elige el camino a recorrer, pero los sí los pasos a dar. Dante Exum sabía que su sueño era ser jugador profesional y, aunque el destino fue cruelmente caprichoso con él, el Barça le ha puesto nuevamente en la casilla inicial, aquella donde disfrutaba con el sencillo placer de jugar al baloncesto.