Jason Williams: Matar a un Ruiseñor (y II)
Redacción 10 Dic. 2006.-Nunca será el base titular de un equipo campeón. Esta es posiblemente la frase que más ha ido aparejada al nombre de Jason Williams; una frase que bien podría haberla dicho en voz alta cualquier aficionado, periodista o entrenador. Y es que, con su peculiar estilo de juego, Williams no deja indiferente a ninguno: odiado y amado por igual, siempre ha sido visto como el prototipo del antibase; idolatrado por la afición, para la mayoría de periodistas y entrenadores su figura se ha asemejado mucho tiempo más a la de un Globetrotter que a la de un base NBA.
Desde su aterrizaje a los Sacramento Kings con el número 7 del draft de 1998, Williams tuvo un impacto casi sin parangón. Justo en un momento crucial para la NBA con la retirada de Michael Jordan y el cierre patronal, la llegada de JWill supuso un soplo de aire fresco al viciado ambiente defensivo instaurado en la NBA. Era el canto de un pájaro en un invierno de imaginación baloncestística. Pero como en esta vida cada acción tiene su respuesta, el estilo desenfadado y vacilón de Williams tuvo su lado negativo. Muchos le tildaron de exhibicionista, de no hacer jugar al equipo y su carácter reservado fue la causa perfecta para que se le acusara de conflictivo e inestable. De hecho, Terry Williams, policía de profesión, acompañó a su hijo Jason en su aventura en Sacramento con la firme intención por parte de la franquicia de vigilarle y controlarle.
En poco tiempo, Williams se convirtió en un habitual de los highlights, su estilo enamoró a una afición muchos años adormecida por una franquicia perdedora y situó a Sacramento en el mapa baloncestístico. La combinación de talento de aquellos Kings supuso un frente de contestación a la corriente ultradefensiva que ejemplificaban los equipos del Este. La suma de virtuosos jugadores de aquellos Kings hizo que, por primera vez desde la temporada 82-83, la franquicia obtuviera un récord positivo al final de aquel año del lockout (cierre patronal). El sistema ofensivo de los Kings, basado en constantes bloqueos, cortes y jugadores en permanente movimiento, fue el precursor de un estilo de juego que posteriormente han desarrollado equipos como Dallas Mavericks o, en mayor medida, los Phoenix Suns con su famoso run and gun.
JWill era el máximo exponente de aquellos Kings. De él se llegó a decir en estos primeros años que su alegre juego estaba próximo a la locura (acaso no dicen que todo genio tiene un punto de loco), pero como señalaba el General Manager de los Kings, Geoff Petrie, probablemente era el jugador más famoso en la NBA. Su camiseta pronto sería una de las más vendidas y la combinación de un estilo de juego sin ataduras y un look lleno de tatuajes le hicieron ganarse el apodo de Chocolate blanco, era un blanco que jugaba como los negros. Bien es cierto que en este proceso de construcción del mito mucho le debe a Chris Webber y Vlade Divac, compañeros en aquel maravilloso viaje que fueron los Sacramento Kings. Durante mi temporada de rookie, jugué con Chris Webber y Vlade Divac consiguiendo realizar muchas asistencias que eran malos pases. Después no he conseguido llegar tan lejos con otros jugadores, pero porque quizás sus manos no eran tan buenas como las de aquellos chicos, afirmó Williams en su presentación como jugador de Miami Heat.
Sin embargo, la fama y el éxito suelen ser efímeros y en el caso de Jason Williams lo fueron aún más. Sin la referencia de un base mentor que pudiera controlar el juego de Williams, Rick Adelman se cansó de sus imprecisiones y, ante la falta de raciocinio en los instantes finales y la impotencia de ver como sus Kings caían una y otra vez en Playoffs, comenzó a desconfiar del jugador. Primero le restó minutos en pista a favor de Bobby Jackson (llegó a ser habitual verle sentado en el banquillo durante los instantes finales de partido) y, finalmente, optó por traspasarlo. Hoy, con el paso del tiempo, JWill recuerda aquella etapa en Sacramento como una bella historia que tuvo un triste final. Haber sido drafteado por los Kings puede haber sido la mejor y la peor cosa que pudo sucederme porque ellos no tenían un base veterano del cual pudiera aprender. Ellos sólo me tenían a mí para jugar. No importaba lo que hiciera, tenían que dejarme en pista porque no tenían otro base explicaba el jugador.

En contraprestación, Memphis sabía lo que recibía: un jugador en busca de protagonismo y que distaba mucho de la ortodoxia del buen base. Una tarjeta de presentación que en principio no parecía inquietar a su entrenador Sidney Lowe, sino más bien todo lo contrario. Es uno de los jugadores más atractivos de ver jugar, nadie puede cuestionarlo. Su habilidad para jugar a baloncesto es increíble. No quiero que cambie, declaraba Lowe. Nada más lejos de la realidad. Lowe fue el primero en recriminarle su falta de cabeza y los malos resultados del equipo no hicieron más que agravar una situación que acabó costándole el puesto al técnico de los Grizzlies y provocando la llegada de Hubie Brown al banquillo de Memphis.
A priori, la llegada de un técnico del corte conservador de Brown al banquillo de Memphis no era la mejor de las noticias para el estilo desenfadado de Williams. El veterano entrenador metido a comentarista de televisión se había hartado de criticar públicamente la falta de madurez de un jugador al cual ahora tenía que dirigir y controlar en el vestuario. Como gran estratega curtido en mil batallas, Brown practicó la estrategia del palo y la zanahoria. Públicamente alababa su creatividad, pero en pista siempre intentaba corregirle y calmar su ímpetu a la par que, dentro del sistema de rotaciones que Brown implantó, sus minutos decaían en favor de un suplente marginal como Earl Watson (un jugador que venía de jugar, con más pena que gloría, en los Seattle Supersonics). A pesar de todo, Williams siempre ha mostrado un gran respeto por la figura de un Brown que supo encauzar la carrera del base y sentar los cimientos del jugador que es hoy. El problema en Memphis fue su hijo, nunca tuve ningún problema con Hubie, señalaba JWill.
Cierto, Jason tuvo un encontronazo con Brendan Brown, durante la disputa de un partido y desde entonces el fuerte carácter de ambos fue un constante generador de conflictos en el que el veterano entrenador tuvo que mediar en favor de su hijo. Hubie hizo lo que tenía que hacer, pero al mismo tiempo no creo que quisiera hacerlo. Pienso que sabía que se equivocaba. Probablemente yo me equivocase en las formas de actuar, pero sé que su hijo también se equivocó, añadía Williams.
Con todo, el tiempo que pasó junto al veterano Brown no fueron malos años para el desarrollo profesional de Jason Williams ya que supusieron el comienzo de la metamorfosis como base y jugador de baloncesto. Durante su estancia en Memphis obtuvo sus mejores estadísticas individuales y el equipo pasó de ser uno de los peores conjuntos de la competición a entrar en Playoffs. Quien fuera un base caracterizado por sus constantes pérdidas de balones, se convirtió en un jugador capaz de liderar la ratio de asistencias pérdidas de balón. Se estaba gestando un nuevo Jason Williams.
Jason Williams: Matar a un Ruiseñor (y II)