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Dominios(I): George Mikan

Consideramos como jugadores dominantes a aquellos que son capaces de condicionar un campeonato y que, por sí solos, convierten a su equipo en campeón. En la historia de la NBA se pueden contar con los dedos de una mano los jugadores que hayan llegado a ejercer un dominio de este tipo. G Vázquez inicia la serie de los grandes 'abusones' de la competición con el primero de ellos, George Mikan, cuyo dominio en los 40 y 50 provocó la regla de los 3 segundos y el tapón ilegal

Mikan dominó en los años 40 y 50 (Foto NBAE/Getty Images)
© Mikan dominó en los años 40 y 50 (Foto NBAE/Getty Images)
  

Puede que de los cinco dominios a tocar en esta serie, sea este primero el más aplastante de largo. En la suma de los indicadores elegidos para el análisis 'dominio individual y dominación del campeonato- sobresale George Mikan y sus Lakers por encima de las dinastías posteriores por la diferencia marcada con el resto en todos los aspectos plausibles del juego.

Y como el eje de todo dominio es un palmarés abrumador, lo sobrevolaremos brevemente para dar paso al dominador y sus motivos. Este es, a grandes rasgos, el de Mikan:

1946-47
: cuando la NBL arranca, Mikan es el center de los Stags de Chicago y no hay rival que pueda arrebatarles el título. 1947-48:
los Lakers de Minneapolis, equipo que ya no abandonará, se hacen con sus servicios y la NBL cambia de campeón bajo el mismo nombre, George Mikan. 1948-49:
los Lakers vuelven a ganar y Mikan termina como máximo anotador de la última BAA. Se lleva todos los votos posibles para el quinteto ideal del año, cosa que ocurre hasta 1954. 1949-50:
los Lakers ganan el título de la NBA y nadie anota más puntos que Mikan. 1950-51:
siendo también el máximo anotador, esta va a suponer la insólita excepción de su carrera cuando al 1-0 favorable, sus Lakers padecen un exceso de confianza y Rochester les apea de las Finales y del título. 1951-52:
asumida la cortísima lección, Minneapolis se hace de nuevo con el título. 1952-53:
Lakers campeones. 1953-54:
su último título, el que le lleva a retirarse. Dos años después, volverá un Mikan olvidado ya del baloncesto. Como vemos, entre 1946 y 1954 gana siete de los ocho títulos posibles. Mikan fue a todas luces una verdadera desgracia para sus contemporáneos y la mayor alegría posible para quienes tuvieron la suerte de jugar a su lado. Hace escasas fechas, Paul Arizin, quien sufrió toda la carrera de Mikan jugando para Philadelphia, fue preguntado en una entrevista por el baloncesto de aquellos años y tras titubear unos instantes, dejó entrever una todavía latente frustración deportiva: 'Mira, yo no puedo recordar nada de aquella época sin tener muy presente a Mikan dominando' siempre' .

El baloncesto profesional americano podría haber nacido en medio de una lucha igualada entre los equipos que componían aquella escuálida primera liga, pero no fue así. Y como hay que extraer de la Historia la lectura más visible, esa compacta solidaridad que mantiene un hecho con las líneas sucesorias, el baloncesto habría de revelar una íntima razón de fuerza que ya no abandonará jamás: el tamaño. No se puede añadir gran cosa a la sentencia de Red Auerbach hace unos años: 'Mikan era' mucho más grande y fuerte que cualquiera que estuviera por allí entonces' .

Aquella primera lección iba a ser el pilar de nuestro juego: el baloncesto es una actividad principalmente de altura, y en una liga en que la estatura media no llegaba aún a los dos metros, una pieza solitaria de 208 centímetros y algo más de 111 kilos era por aquel entonces un gigante natural, la figura a quien el aro quedaba más cerca de entre todos los miembros del circo. Por supuesto que conviene destacar la importante presencia de hombres como Pollard o Mikkelsen, Martin o Lovellette, para la general solidez de un equipo intratable, pero ni todos ellos al flaquear Mikan (Finales de División del 51) hubieran sido capaces de dinastía alguna. A su técnico por aquellos años, John Kundla, uno de los diez mejores de la historia y siempre en porcentaje positivo de victorias, bien pudiera habérsele aplicado una frase que en una ocasión se le escapó a su sucesor en los Lakers décadas después, Pat Riley: 'Todos ellos me han convertido en un gran entrenador' . Nunca después habría tras Mikan un dominio semejante en torno a un solo hombre, ni con Russell, permanentemente bien acompañado, ni con Chamberlain, de poder más bien individual.

Vamos a intentar trazar su figura bajo el prisma, a la vez válido e injusto, de la perspectiva. Más que un jugador de perfil definido, el prototipo deportivo del marketing actual, George Mikan era un altísimo ciudadano americano pasado por deportista de muy corto recorrido, más bien de gimnasio, que, vistiéndose de corto, exprimía al máximo su tamaño ahorrando esfuerzos inútiles. Su físico era robusto, de fornido tren superior sin gran musculación, como el fuerte talle militar bien proporcionado de amplio pecho. De gafas corrientes por pura miopía, apenas si doblaba las piernas a la carrera, muy distinguida, en que gastaba tupidas rodilleras blancas y alzaba como nadie sus pantalones al punto de reprimir los pliegues con la camiseta, igual que las medias, estiradas correctísimamente por encima de sus impecables Chuck Taylor de tela y cordón. El resultado era un Clark Kent en blanco y negro que, desprovisto del traje, actuaba de Superman dentro de las cuatro líneas del campo y como él, parecía no emplear nunca demasiado esfuerzo en ello. Era rarísimo verle sudar a gota gorda o perder aquel peinado de raya mojada, cosa a la que la posesión sin límite contribuyó en gran medida hasta 1954.

Así era por la medida de poste puro que Mikan ponía en práctica siempre. Su hábitat era reducidamente circular y casi tangente a los aros, arriba y abajo. Su curso en carrera era un simple ir y venir a su posición natural, especialmente en defensa donde al sacarle el hombre a la media pintura, exhibía un grado lógico de descoordinación motora. Durante 1950, 51 y 52, nadie comete en la liga más faltas que él por el simple encono en los manotazos altos y sobre todo, al tratar de frenarse en el impulso por salir al hombre que recibía, al que acababa por fuerza y tamaño empujando. Su virtud en defensa era igualmente su defecto, y es que su escasa movilidad era un lujo que Minneapolis se permitía para evitar abandonar el rebote o cierta libertad interior para el ataque rival.

El repertorio de mayor interés, que no exceso, era el Mikan ofensivo. Al recibir, apenas gastaba bote antes de arrojar su principal arma, un tosco gancho de cercanías, y a veces, obligado, detenía su paso para una suspensión muy corta que solía apurar a tabla, cosa que gustaba de hacer a un lado especialmente, el suyo, el de puro diestro sin propinas a la galería. Dolph Schayes, que le sufrió siempre desde Syracuse, lo tenía claro: 'Estudié una y otra vez a Mikan y siempre estaba en el mismo lugar, hasta llegar con el balón a la derecha' . Los puntos de Mikan, sólo los suyos, y hay que insistir en esto, eran los de su recepción interior, si no el mayor porcentaje de anotación de toda aquella dinastía, sí de los puntos claves.

El problema para los defensores venía al defenderle de cara; a sus brazos arriba no llegaba nadie, de tal forma que en las segundas opciones, que eran muchas, de los diez en pista, era él quien mejor disposición ganaba para el rebote. Y esto era una realidad plena de su juego ya que nunca alcanzó en vida un 43 por ciento de tiro salvo en dos puntuales ocasiones de Playoff, donde incrementaba al máximo su aportación.

La idea de pívot adquiere plenamente sentido con Mikan cuando al movimiento colectivo, su sólido apoyo en la alta pintura servía de distracción de la defensa para devolver el pase al jugador abierto. Y aquí Mikan pasaba de poste centrípeto a eje centrífugo, del que repartir juego abierto. De hecho, Kundla trabajaba más este aspecto que el juego interior a Mikan, y es que convenía elaborar más aquellos aspectos donde los Lakers podían flaquear, no donde la eficacia estaba asegurada. El fluir de los ataques giraba igualmente en torno a los bloqueos sobre él, auténticos pantallazos que liberaban al hombre y facilitaban el doblar el pase, siempre de naturaleza interior, siempre a Mikan.

Más de uno se sorprenderá con estos dos aspectos que dada la tiranía de Mikan entonces, el baloncesto se vio obligado a imponer. En los últimos cuarenta el tapón descendente tenía validez. Mikan jamás perseguía a su hombre si este le pedía salir; su posición defensiva era más bien inerte, de ubicación bajo el aro. Si el equipo rival no había acelerado su ataque para evitar la fijación de Mikan, el balón nunca llegaba a tocar el hierro. 'Era realmente frustrante ver cómo cada uno de los tiros eran evitados por sus manos cuando el balón se acercaba al aro. Todos sabíamos que aquello tenía que cambiar por el bien del juego' , añadía en aquella entrevista Arizin. Y así fue. La NBA dispuso entonces que la parábola del balón en tiro solamente podía ser detenida en dirección ascendente. Y como no hay estadísticas de una disciplina por entonces ausente, podemos imaginar con toda seguridad promedios de tapón anclados en el doble dígito.

Pero esto no era todo. Y es que Mikan gustaba de igual flagrante posición en el ataque. Martin e incluso Pollard solían apresar el balón sin bote para esperar a que el gigante se fajara más bien fácilmente hasta oler hierro. Por aquel entonces las paralelas de la zona tenían un estrechísimo ancho de menos de seis pies (180 cm), así que un hombre alto podía estirar el brazo para besar la tabla y no pisar siquiera la zona. Y así no había manera de evitar un exceso de interior. La NBA, quizá un tanto tarde 'había que reaccionar al efecto Mikan- anduvo lista y terminó engordando drásticamente el rectángulo zonal hasta los 16 pies, unos 480 centímetros.

A Mikan no se le puede pedir nada que no representara su juego, como aquel cartelón de trazo cómico que simbolizaba entonces a Mikan con un cubo lleno de balones que vaciaba sobre un aro a la altura de su ombligo. En su favor, un cuerpo insólito al que sumar todas aquellas cualidades divinas ligadas al sacrificio por la victoria. En su contra y sólo bajo la óptica del tiempo, una técnica endémica hoy día inconcebible que en aquel baloncesto embrionario, todo hay que decirlo, no podía ser de otra manera. En resumen, su impacto era tan colosal como simple su juego, y en esta serie hablamos de dominio bruto, no de calidades individuales.

Puede que sus números, vistos hoy día con perspectiva, no resulten tan apabullantes en relación a esa superioridad que hemos dibujado (por encima siempre de los 22 y 13), pero conviene recordar que más de tres cuartas partes de su carrera discurren en un baloncesto de 'tempo' muerto en el que el reloj de posesión no existe, y quien tenía el balón elaboraba y elaboraba hasta verlo claro. Mikan nunca bajó del doble dígito de forma natural porque en ese baloncesto prehistórico, sólo contaba la victoria y así damos en la lógica explicación del más indigno partido jamás visto en que sus Lakers lloran la victoria por un punto sin que ni Fort Wayne ni ellos alcanzaran la veintena.

Mikan era el rey indiscutible y es una metáfora menor esta que a Ray Meyer, técnico de DePaul nada menos que durante cuarenta y dos años, se le ocurrió recientemente: 'Mikan dominó el baloncesto en su época como Shaq lo hace hoy día' . A lo que yo añadiría, para ser justos, que ambos participan del mismo potencial en épocas diametralmente opuestas. Y quizá nada mejor que esta maravillosa anécdota para refrendar el primer dominio neto de un jugador en el baloncesto profesional. Jugaban sus Lakers en el Madison y a la organización neoyorquina no se le ocurrió otra cosa que llenar el teatro con esta irrepetible marquesina:

TONIGHT'S GAME: George Mikan vs The Knicks

Gonzalo Vázquez
ACB.COM