El CID se caía. ¡Free-land, Free-land!. El canto era unívoco, emotivo, revelador. Kalise Gran Canaria sentenciaba ante Cajasol en la segunda prórroga y el británico de 21 años era considerado el héroe del tiempo extra. No era para menos. Tras cuarenta y cinco minutos épicos, tuvo que ser Joel el que desnivelara un marcador eternamente igualado, con dos rebotes en ataques, otras tantas faltas recibidas, un tapón, una asistencia y cinco puntos, incluido un dos más uno clave en el devenir del tiempo extra.
Hay personas que desde tierna edad tienen claro su sueño y van dando pequeños pasos hasta alcanzar la gloria. No es el caso de Freeland. Hace sólo un lustro, el actual jugador de Kalise Gran Canaria hubiera soltado una sonora carcajada con el simple hecho de pensar que el basket, ese deporte tan poco frecuente en su Aldershot natal, sería su modo de ganarse la vida. Y es que el británico iba para futbolista. Empecé a jugar al fútbol de pequeño y estuve unos ocho años con ese deporte. En aquella época, el fútbol me rodeaba, en cuanto a familia y amigos.
El primer contacto de Joel con el balón de baloncesto tardaría en llegar. Empecé con 16 años, cuando estaba en el instituto, por lo que sólo llevo unos cinco años jugando a esto. Flechazo instantáneo. El chico tenía condiciones físicas idóneas hacerlo bien en el mundo de la canasta, mas debería recuperar el tiempo perdido y progresar en tiempo récord. Sin embargo, como si de un superdotado se tratase, absorbía conocimientos de baloncesto de modo frenético.
Esencial en su etapa de desarrollo fue Jimmie Guymon, un antiguo NBA que creó en 1996 el Club de Baloncesto Solent Kestrels, dedicado a la formación de jóvenes promesas en tierras británicas. Guymon le vio y fue ambicioso en su apuesta personal, prometiendo al padre de jugador que trabajaría personalmente con él durante el año siguiente. En sólo tres meses había pasado de no tocar una pelota a ganarse un hueco entre promesas del basket.
Los entrenamientos serían en Southampton, por lo que todos tendrían que poner de su parte para no ponerle frenos al desarrollo del jugador. El padre sacaba tiempo de debajo de las piedras para poder llevar en coche a entrenar al jugador y éste, a su vez, llegó a trabajar en un supermercado para poder costearse su nueva afición. Con 16 o 17 años estuve trabajando de reponedor a tiempo parcial. Necesitaba algo de dinero precisamente para poder jugar al baloncesto. Todo ello sin dejar los estudios.
Su agenda estaba cargada, pero la experiencia merecía la pena. Jimmie Guymon me entrenó durante un año, enseñándome muchas cosas, tanto a nivel individual como de equipo. El entrenador, que aplazó su retirada para volcarse en el crecimiento del jugador, declaró más tarde que el jugador, volcado en su aprendizaje, se merecerá todo lo que consiga en su carrera.
Su paso por las ligas inferiores de Inglaterra fue productivo y, en verano de 2005, recibió la llamada de su selección, que disputaría el Europeo Sub18 en Eslovaquia, compartiendo la experiencia internacional con Daniel Clark, jugador de MMT Estudiantes, con el que mantiene el contacto en España. Es un buen amigo, jugué con él el Europeo Junior y seguimos hablando desde entonces. Le vi hace poco, cuando jugamos en Madrid en liga.

Gran Canaria, paso clave en su carrera
Comenzaba una nueva vida en Gran Canaria, una nueva etapa en su aún cortísima trayectoria. Y el paso dado no fue fácil, como confiesa ahora la emergente estrella británica. Ahora estoy verdaderamente cómodo y es todo maravilloso para mí, aunque fue duro cambiar de país y me costó acostumbrarme durante los primeros años.
Sin embargo, a nivel baloncestístico, la adaptación fue instantánea. El británico, todo un desconocido en el panorama nacional, se presentó en el Sub20 con varios encuentros fantásticos, con constantes dobles figuras en puntos y rebotes (25 puntos y 14 rebotes en un partido, 21/14 en otro, 32 y 13 ), superando con facilidad a sus rivales y rozando en algún encuentro los cincuenta puntos de valoración. Todo ello compaginándolo con su temporada en el filial grancanario de la EBA, donde acreditó 15,2 puntos y 7,7 rebotes de media.
Todo ello le valió para recibir una invitación en el prestigioso campus de Reebok en Treviso. Allí, junto a los mejores jóvenes de Europa, demostró todas sus cualidades, encandilando con su juego convirtiéndose en una auténtica revelación y siendo elegido en el quinteto ideal del torneo, como mejor ala-pívot. Definitivamente, el campus Reebok fue mi gran oportunidad. Había muchos scouters de la NBA por allí jugué bien y me ayudó a escalar posiciones en el draft.
Había jugado muy pocos minutos en ACB pero era uno de los hombres de moda en los días previos al draft, ganándose incluso un puesto en primera ronda (posición 30), elegido por Portland, en una noche de locura, según Joel, que vivió con su madre. En sólo tres años había pasado de no conocer el sonido de la red tras encestar un balón a incluir su nombre en el firmamento NBA. Mas el jugador no perdió la perspectiva. Ni siquiera la humildad.
En agosto de 2006 selló un nuevo contrato con el conjunto insular, aunque siguió sin pisar muchos minutos las canchas de la ACB en las temporadas venideras. En la 2006-07, sólo una vez llegó a los 14 minutos de juego mientras que en la siguiente, si bien comenzó a jugar con más asiduidad, nunca pasó de los 19. No obstante, el jugador se lo tomó con madurez. Lo entendí, era muy joven. Pese a no jugar, entrenaba con el equipo y eso me hizo mejorar. Ahora pienso que esos dos años me ayudaron mucho en mi crecimiento, a luchar por minutos, a esforzarme mucho más.
Tanta paciencia dio sus frutos. Freeland, nada más comenzar la temporada, afirmó que llegaba el momento de dar un paso adelante. Aunque pocos esperaban que ese paso sería de tal magnitud. Pocos jugadores en Europa aprovechan mejor que él los minutos en pista. En sólo 174, alcanza una impresionante cifra de 136 de valoración, a 0,78 puntos por minuto, conseguidos merced a 117 puntos y 48 rebotes.

El jugador, inteligente en la cancha, imparable en la zona (65% de efectividad) y espectacular de cara al espectador, basa en parte su poderío en su aumento muscular. Tengo muchos más kilos de músculos respecto a cuando llegué a Gran Canaria. Aunque, comparado con el pasado año, físicamente estoy casi igual.
El británico, que ha superado la decena de valoración en nueve de los diez encuentros ACB que lleva disputados en esta campaña, sólo ha superado en una ocasión los veinte minutos en un choque (precisamente el mejor de su carrera profesional, con 20 puntos y 30 de valoración), pero sigue mostrándose paciente y agradecido por la oportunidad a Salva Maldonado y al propio club, del que sólo tiene palabras de agradecimiento. Pese a tener sólo 21 años, se siente realizado al haber demostrado poder jugar al más alto nivel y contra otros jugadores. Estoy muy contento de poder aportarle cosas al equipo, seguiré dándolo todo.
Para Freeland, la NBA más que una obsesión, es un sueño, aunque su equipo, en plena forma, colma sus expectativas en estos momentos. No es para menos. Kalise es la revelación de la ACB, marchando tercero en liga y demostrando que las victorias no sólo entienden de grandes presupuestos. El inglés reconoce ser ambicioso y espera que su equipo mantenga el nivel para estar en Copa y Playoff. Sería muy bueno para nosotros.
El mejor año de Freeland
Sin duda es el año de Joel. Es el jugador revelación del equipo revelación y, para colmo, en verano vivió una experiencia inolvidable jugando con la selección británica. Curiosamente, el país de moda en Europa. Con los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 cerca, el interés por el baloncesto ha crecido en el país anglosajón y el nivel, pese a que por nombre se les subestima, no es bajo. La plaza obtenida el pasado verano para el Eurobasket de Polonia de 2009 es la mejor prueba de ello. Además, el azar ha querido que Gran Bretaña esté encuadrada en el mismo grupo de España. Será un sueño para mí jugar contra España en el Eurobasket. Es una locura llegar a la cita europea con mi selección. Y tenemos un buen conjunto, con Deng, Mensah Bonsu pero bueno, en España tenéis un gran equipo, así que estará divertido, afirmó ilusionado.

Alto, rápido, fuerte y coordinado, Freeland lo tiene todo para triunfar en baloncesto. Con él, hay que hablar más de presente que de futuro, que es igualmente inmenso. Todo ello sin olvidar su pasado. Muy pocos pueden crecer y progresar tanto en un lustro. En sólo cinco años, ha pasado de estrenarse con timidez con la pelota naranja a hacerse un nombre en la mejor liga de Europa. Y eso no se consigue sólo con buenas condiciones físicas. Nadie le regaló nada, dando pasos de gigante con sus ganas, ilusión y trabajo. Kalise le mima y él no esconde su gratitud con el club canario. El niño se hizo hombre y su equipo bien que lo nota. Pasado un quinquenio, su idilio con el baloncesto ya es una realidad. Y en este tipo de relaciones todos ganan.