Redacción, 4 Abr. 2012.- Yujuuuuu!!!! La simpática e inigualable Laia Palau recibe nuestra llamada con un cariñoso y efusivo grito de alegría. No cabe duda de que, a pesar del eterno viaje de regreso, el hito de ganar la Euroliga sigue provocándole un estado de euforia del que las palabras que desprenden sus labios son el mejor reflejo exterior. Me siento... cómo decirte... ¡yuju! Satisfecha y muy contenta por el equipo porque, de verdad, que nos lo merecemos. Muy contenta también por el club porque por fin ha llegado el momento que tanto tiempo estaba persiguiendo, señala entre largos segundos donde acomete una profunda y meditativa respiración.
Han sido bastantes los años buscando un objetivo que parecía resistirse, muchos los infortunios vividos, demasiadas las decepciones sufridas en los seis años y ¿por qué no decirlo? Excesivas e injustificadas las críticas que ha tenido que escuchar. Nadie dijo que jugar en Ciudad Ros Casares fuera fácil, porque la gloria de ganar casi todos los partidos está ahí, pero alguien se pregunta qué sucede cuando pierden uno.
No. Al igual que nadie se molestó en preguntar a sus jugadoras el dolor que sintieron al perder recientemente la Copa de la Reina, nadie hubiera dicho una palabra de consuelo si el domingo el sueño de la Euroliga hubiera seguido siendo, eso... un sueño.
Consciente de esta dura realidad, hoy la capitana de Ciudad Ros Casares es una mujer inmensamente feliz. Ella, que ha vivido tantos buenos y malos momentos y que como pocas ha sabido sobrellevar la presión y la exigencia del club valenciano, valora terriblemente el éxito que supone ser el mejor equipo de Europa. Desde que estoy aquí hemos jugado tres finales y, además, otra Final Four. Mi vivencia en el club es muy buena porque siempre quiero competir y aquí lo hago y sabía que algún año tenía que tocar, señala.
Este año con el esfuerzo de la familia Ros para confeccionar el equipo era muy importante hacerlo bien y ahora sólo espero que este éxito sigua trayendo ilusión para que digan pues al año que viene también queremos ganarla. La vital Laia Palau sabe cuan importante es la palabra ilusión en un deporte que quizá no encuentra la suficiente recompensa mediática o económica que merecería pero que, en ocasiones, sí produce satisfacción en los mecenas que apuestan por ayudar al deporte femenino.
Uno de esos mecenas es Germán Ros y el resto de su familia, para ellos son ineludiblemente las primeras palabras de agradecimiento de la capitana. Vino la familia y la directiva a Estambul y sentían mucha alegría por lo conseguido pero también sentían muchas ganas de repetir.
Curioso lo de esta jugadora y este equipo. Acaban de ganar una Euroliga, están a las puertas de disputar otra final de Liga Femenina y ya ansían repetir gestas europeas. Como se suele decir es fácil acostumbrarse a lo bueno y lícito soñar con volver a levantar una copa de campeonas. me decía Sílvia Domínguez el año que viene otra. Claro, este sentimiento mola un montón, le dije. Nosotras vamos a seguir peleando por sentirnos de esta misma manera, comenta.

De la tristeza del título perdido al triple a la pata coja
La felicidad es enorme y sólo comparable con la autoexigencia que se ha marcado el equipo con un reto de grandes magnitudes. La conquista de la Euroliga hace justicia con un equipo que ha jugado un gran baloncesto durante gran parte de la Euroliga y Liga Femenina. En días importantes como frente a Ekaterimburgo o Galatasaray hemos jugado muy bien y esto es para mí lo más importante. Este equipo ha sido un placer. Nunca puedes decir que esperas ganar una Euroliga, pero sabías que este año, por según estábamos jugando, podía suceder, comenta.
Sin embargo antes de esta gloria, Laia tuvo que vivir un mal trago, quizá uno de los peores de su carrera, pues su exacerbada forma de sentir el deporte y el equipo que defiende a buen seguro le llevó a sufrir una gran desilusión tras perder la Copa de la Reina. Sin embargo, Ciudad Ros Casares es conocido como el equipo de las chicas de acero y tan fuerte como ese metal es el espíritu de su capitana, aunque es su corazón lo más valioso que ahí en ella. Quizá por ello, ni el equipo se hundió, ni Laia lo iba a permitir. Sucedió todo lo contrario y cual ave fénix, Ciudad Ros Casares aprendió la lección y resurgió de sus propias cenizas. Fue muy duro perder, pero aprendimos y después de la copa, en los partidos cuando hubo dificultades, en el equipo sí que nos hemos mirado todas a los ojos y hemos dicho estamos en ese punto que no queremos que se vuelva a repetir... y creo que el equipo lo ha logrado.
Así es. Tanto el día del Spartak de Moscú como en la final frente a Rivas Ecópolis ha sabido sobreponerse a los malos momentos a base de fe, casta... y algo de suerte. Decimos esto porque el baloncesto es tan caprichoso que la suerte también viste de corto y calza botas, o eso mismo debió de pensar cuando estando 12 abajo frente a Spartak al borde del descanso Laia lideró una fantástica remontada a base de triples, uno a la pata coja y contra tablero. Es absurdo, entrenas todo el año el tiro y luego una tontería de tiro parece que da alas. Son estas cosas imprevisibles del baloncesto, estas jugando bien y no te entran pero tiras a la pata coja, mal y entran y da muchos ánimos porque la gente puede pensar, si ha entrado ésta podemos meterlo todo. Aquí está la magia del baloncesto, recuerda Laia. Todo no entró pero sí lo suficiente para ganar y meterse en la final.
Allí esperaba Rivas Ecópolis un rival del que la base internacional sólo tiene palabras de elogio. Rivas ha jugado de forma excelente y hasta el último cuarto no se decidió nada, señala. Un rival muy especial por ser español y por tener entre sus filas a amigas como Anna Cruz, Laura Nicholls, Amaya Valdemoro y, sobre todo, Elisa Aguilar. En el recuerdo está que la gran jugadora estuvo en dos finales con el Ciudad Ros Casares y todavía no ha podido levantar ese ansiado trofeo. Para ella la mayor de las admiraciones y palabras de elogio de parte de Laia. Se debe sentir superorgullosa de los que ha conseguido. Ha llevado al equipo a la final y ha competido de manera extraordinaria. Tras la final reconoce no haber hablado con ella porque entiende cómo se sentirá y asegura que después de tanto tiempo compartiendo equipo fue extraño. Hubo una jugada donde nos enzarzamos las tres (Amaya, Elisa y ella) y era raro. Ella y Amaya han demostrado estar a un gran nivel y es un placer y un orgullo competir con ellas.

Pero para orgullo el de un club y una afición viendo a su capitana levantar esa copa tantas veces imaginada y hoy ya en propiedad. Un momento especial del que nos reconoce la propia Laia que tiene lagunas mentales por la emoción del instante. Pese a todo, y ahora con un tiempo ya transcurrido, recuerda vivirlo con emoción. Tengo la imagen de esperar la copa, no sabía si esperar o robárselas de sus manos y levantarla bromea. La gente le ha asegurado verla posar con una cara de explosión de alegría, fuerza... un poco más y la lanzo hacia atrás, reconoce entre risas.
Y tras la cruenta batalla deportiva en tierras otomanas, toca festejar y descansar lo justo y necesario. Laia asegura que el espíritu propio y del equipo no va a permitir bajar el nivel de exigencia, por eso preguntada por el futuro personal y de la entidad tras lo logrado, ella segura que quiero seguir en el Ros y espero que el club siga luchando por estar entre las mejores. Seguro que sí, puede ser que el acero se doble a veces, que pierda consistencia, pero cuando eso sucede, el corazón o incluso lo absurdo de un triple a la pata coja acuden al rescate.