No poseía un físico nada privilegiado (sus 197 centímetros eran, más bien, enclenques); también muchos le superan en títulos (dejando a un lado su periplo con la selección yugoslava, en Europa tan sólo ganó una competición); de cuidarse, ni hablamos (¡Ay, tantos cigarros! Y ese alcohol...), pero daba igual. Desde que decidiera sustituir el frío del tenis -fue campeón de su república en edad infantil- por el techo cubierto de la cancha de baloncesto del Sloboda, el 'Kindje' (así era como le llamaban) jamás dejó de repartir, desplegar y compartir pura y auténtica magia.
Tampoco se olvidó de ganar, ni de explotar al máximo el sentido lúdico de un juego que, aunque a veces no lo parezca, fuera creado para la diversión. Y él lo hacía. Innovando, creando, con armonía, elegancia, intuición (elijan los vocablos más adecuados que dedicar a un genio absolutamente imprevisible), sin dejar de asombrar desde el puesto exterior en que lo colocarán. ¿Base? Posiblemente, con semejante manejo de balón, sólo superada por una visión de juego con infrarrojos (ahora nos sobresaltan aquellos pases largos a una mano que dibujaban una diagonal artística y letal). 'Escolta? Quién dice lo contrario, ante esos 'driblings' con reverso y tiro en movimiento. 'Alero? Todavía se busca una suspensión más perfecta que la suya'
Y de Tuzla, al Bosna Sarajevo, a pesar de la infatigable insistencia del Partizan. Allí, aliado con Bogdan Tanjevic, se juntaba con Zarko Varajic y Ratko Radovanovic para -con varios títulos nacionales de por medio (Ligas del 78 y 80 y Copa de esa misma campaña)- llevar a Yugoslavia la primera Copa de Europa de su historia, en la que el Emerson Varese ejercía de víctima (98-93) y testigo (30 puntos) de una finalísima inolvidable.
Quizá por ello el Real Madrid empezó a mirar hacia el Este. Y a fichar también, claro, a este espigado todoterreno que obsequiara con 44 tantos una de las anteriores visitas merengues a Sarajevo. 1981 y 1982. Sólo dos ejercicios completaría Delibasic en la casa blanca, tiempo más que suficiente para provocar palabras como éstas: 'Nadie, ni antes ni después, supo desarrollar el baloncesto con la clase y finura que él atesoraba. Mientras la mayoría nos poníamos el mono de faena y las manchas de sudor nos delataban, Mirza jugaba con un traje de Armani impoluto, al que no hacía ni una mísera arruga después de disputar cuarenta minutos' (Juanma Iturriaga). 'Le fichamos en abril de 1981. En junio retornó a su país porque nosotros fuimos a jugar la Copa del Mundo a Brasil. Cuando regresó a Madrid, no sólo hablaba español, sino que también sabía jugar al mus y conocía el significado de la palabra 'paleto'. Así era, siempre estaba intentando superarse. Por eso yo le llamaba 'Maestro', porque aprendí muchísimo de él' (Lolo Sainz). 'Dejó una profunda huella en poco tiempo. Desde luego, es el mejor deportista con el que he jugado' (José Luis Llorente). 'Sólo puedo decir que se ha ido un gran hombre. Y que se le daban muy bien las cartas'' (Rafa Rullán). 'Era un baloncestista enorme y una persona de gran corazón' (Juan Antonio Corbalán). 'Un genio, un superclase, un modelo a imitar' (José Manuel Beirán). 'Quizá haya sido el mejor tirador de todos los tiempos' (Wayne Brabender). Y más, y más'
¿Y por qué sólo dos años, pues? Martín Tello, cronista del diario As desde que Johannes Gutenberg inventó la imprenta, nos lo contaba durante una comida de presentación de Torneo de la Comunidad de Madrid, o algo así: 'Le quedaba un año de contrato, pero como habían perdido la Liga anterior, fue a ver a Lolo y le dijo que si necesitaban su plaza de extranjero para fichar a un pívot, la cogiera sin dudarlo. Así sucedió, y cuando los directivos le preguntaron qué compensación económica solicitaría por ello, él respondió que ninguna, que no le parecía honesto cobrar sin trabajar. Eso sí, pidió que le hicieran socio del club' previo pago de la cuota, por supuesto' .
Su última estación -por cierto, que con la selección 'plavi' hay que mencionar unas cosillas, tales como medallas en varios Juegos Olímpicos (oro en Moscú'80 y plata en Montreal'76), Mundiales (oro en Filipinas'78 y bronce en Colombia'82) y Europeos (oro en Belgrado'75 y Lieja'77, plata en Praga'81 y bronce en Turín'79- fue la italiana Caserta, todavía a la temprana edad de 29 años, donde su amigo Tanjevic pensaba que podría formar una excepcional pareja con el eternamente activo Óscar Schmidt. Sin embargo, un infarto cerebral cambiaba el comienzo de una ilusionante temporada deportiva por el de otra vida de sufrimiento, devastada a partes iguales por la Guerra de los Balcanes 'que nunca entendió, después de proceder de familia musulmana, no profesar él mismo dicha fe y haber convivido con serbios (sus dos mujeres, por ejemplo), croatas y bosnios durante toda la vida- y esos continuos problemas de salud que lo martirizaban.
Quizá debido a lo primero dejó de luchar por lo segundo, como deja entrever su entrenador Sainz: 'Los médicos le dijeron que dejara el tabaco y la bebida. Y empezó a hacerles caso, no crean, pero cuando surgió el conflicto bélico se olvidó de que todo. Él no entendía por qué tenía que luchar si casi todos sus amigos se estaban muriendo día tras día. No, no se cuidó nada, pero ese era su carácter, como bien decía siempre: 'Es mi vida y la vivo como quiero'' .
Así lo hiciste, genio, y te damos las gracias por ello, aunque ahora -hasta los más jóvenes- lloremos tu marcha. No obstante, todavía nos quedan tus vídeos, tus anécdotas, tus lecciones sobre la vida y el deporte fundidas en un todo, y hasta un tal Dario Delibasic, de 22 años y 1.90 metros, para recordar a uno de los mayores talentos que ha dado este bendito deporte. O mejor dicho, que lo han convertido en bendito.
Descansa en paz, Mirza.
Mateovic
ACB.COM