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Golden State Warriors: la supremacía del talento

Cedió el factor campo en Liga Regular, combatió contra lesiones de jugadores clave y ha superado cierta relajación para volver a luchar por el título. Golden State Warriors ha vencido a problemas propios y ajenos porque nadie en la NBA tiene más calidad que sus jugadores

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Redacción 31 May. 2018.- El anillo no entiende de favoritismos, tampoco de dinastías y mucho menos de quintetos de la muerte. Es una mera cuestión de trabajar cada día y jugar cada partido para construir el único camino que lleva al triunfo final. La hemeroteca del deporte, y en concreto la del baloncesto, se llena de historias de reyes sin corona y de equipos predestinados para la victoria y que jamás la obtuvieron.


La versión 2018 de Golden State Warriors lucha por no ser uno de ellos y durante meses ha estado batallando contra rivales y su propia historia para conseguir el tercer título en cuatro años. Una gesta que le encumbraría más si cabe entre los grandes de la historia después de batir infinidad de registros (el último en estos mismo Playoffs al sumar 17 victorias seguidas en casa y superar la marca de los Bulls de 1991). Sin embargo, de conseguirse, este será el titulo más sufrido en su reciente trayectoria y que más sombras ha arrojado hasta su consecución. Pese a tener cuatro All Stars, ofrecer el baloncesto más alegre y efectivo de la competición, y ser un equipo de gran bagaje táctico, Golden State Warriors ha tenido que superar infinidad de problemas para alcanzar la antesala del anillo.

Problemas que algunos fueron ajenos y llegaron en modo de lesiones (Stephen Curry se perdió 31 encuentro de liga regular y, en total, su quinteto preferido acumuló 84 ausencias), pero otros fueron causados por la propia relajación que genera su superioridad. Pareció no importarle ceder el protagonismo a Houston Rockets durante toda la temporada, casi renunció a pelear por el factor pista en favor de regular esfuerzos y alcanzar en plenitud física los Playoffs. Así, y una vez ya en ellos, los Warriors se otorgaron ligeras concesiones como perder en las pistas de San Antonio Spurs y New Orleans Pelicans sabedores de su mayor calidad. Nada grave dada la diferencia de talento entre las plantillas, pero, llegada la final de conferencia, Houston Rockets cuestionó esa forma de actuar y le puso contra las cuerdas al ganar el quinto partido y ponerles a una derrota de la eliminación. Fue una situación dramática agrava por sus incomprensibles inicios de partido y, al igual que durante la temporada, sólo salvada por unos magníficos terceros cuartos. Ya durante liga regular fue el equipo que más puntos anotó en ese periodo (30,3 puntos de media y solo 25,2 puntos encajados) y en postemporada ha exacerbado esta sensación de tiempo clave en su estrategia anotando 127 puntos más que sus rivales en los terceros cuartos de los 17 partidos jugados (7,4 puntos de ventaja sobre sus rivales). En ocho partidos fue por detrás en el marcador al descanso y contra los Rockets sólo en una ocasión tenía ventaja en la primera parte. Una relajación (o planificación) que ha tentado a la supremacía del talento que evidencia el equipo.

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Como buen estudiante, Steve Kerr leyó la situación y entendió lo que necesitaba cada partido. Además, la confianza nunca faltó en un vestuario que se sabe único y quizá sólo por eso se asomó al abismo cuando estuvo 17 y 15 puntos por detrás en el marcador en el sexto y séptimo partido de la eliminatoria y escapó de él. Si en el sexto partido un excelso Klay Thompson ajustició a base triples a los Rockets, en el definitivo séptimo encuentro fueron Kevin Durant y Stephen Curry quienes voltearon el marcador. "Nuestro talento asumió la situación", dijo Steve Kerr al terminar la eliminatoria. "Es tan simple como eso. Tenemos a tres de los mejores anotadores de la liga".

Es evidente que la calidad del adversario ha complicado la senda recorrida por el equipo de Oakland y que estos Rockets han supuesto incluso un reto superior a los Thunder de 2015. Entonces también remontaron la eliminatoria y ganaron en un séptimo partido, aunque entonces fue en casa y bajo el amparo de su afición. Sin embargo, es cierto que la temporada, los Playoffs y la serie contra los tejanos han dejado al descubierto algunas dudas y se ha cuestionado el tradicional juego de pase del equipo. Numéricamente, los detractores de los Warriors pueden señalar que la media de 29,3 asistencias en liga regular ha caído hasta las 25,6 en Playoffs y que el porcentaje de triples ha pasado del 39 al 35%, empero estas cuestiones deben relativizarse por el diferente entorno donde se producen.



Los Warriors han aprendido del pasado, entendieron la lección de 2016 cuando perdieron el anillo exhaustos por el esfuerzo que supuso batir la histórica marca de victorias en Liga Regular (73-9), y si el año pasado añadieron a Kevin Durant al equipo, en esta temporada han sabido ajustarse a los tiempos de la competición para alcanzar las Finales en las mejores condiciones físicas y mentales que podían. Ahora están ya en su hábitat natural (por primera vez en la historia se repite final cuatro años seguidos) y es ahí donde no hay reservas ni confianzas que valgan. Draymond Green volverá a ser el hombre orquesta que destruya en defensa y cree en ataque, Durant será esa máquina de anotar que suma desde cualquier posición, Curry el artista que no entiende imposible y fantasea con la canasta que todos sueñan, Thompson el jugador que anota triples de la misma forma que defiende a las estrellas rivales y Andre Iguodala dará coherencia a esta amalgama de talentos con su trabajo.

La magia y creatividad de Stephen Curry contra el portento físico que resulta LeBron James; el arte de estos Warriors contra la industria de Cleveland. No por repetitiva, la fotografía pierde belleza.