EL IMPERIO NORTEAMERICANO
Si hacemos un ejercicio de baloncesto ficción y juntamos a 12 jugadoras descartadas (no estarán Maya Moore, Candace Parker o Sylvia Fowles) por Dawn Staley encontraríamos a un equipo aspirante a medalla. Así de definitorio el potencial y la supremacía de Estados Unidos. Tienen jugadoras de leyenda como Sue Bird o Diana Taurasi, estrellas que están cambiando el baloncesto como Breanna Stewart o Elena Delle Donne y promesas de un futuro que están llamadas a dominar.
Por capacidad física y talento técnico no hay equipo en el mundo que le pueda aguantar 40 minutos; sólo equipos como Australia o Serbia se han aproximado a competir durante media parte, pero al final el rodillo americano ha acabado por imponerse (Francia le ganó un amistoso antes de la Copa del Mundo de 2014). El baloncesto es un juego y al final todo puede suceder, pero ese es la pequeña esperanza que el resto de selecciones pronuncian para no resignarse a la mayor certeza de este campeonato. Verlas ganar será lo normal, disfrutar de ellas un privilegio para los espectadores de Tenerife.
LA ALIANZA REBELDE
El sorteo ha querido que, si la lógica del campeonato se impone, Francia y Australia lleguen a semifinales y se disputen la plata. Para ambas es el objetivo pero también un reto porque Francia no consigue una medalla desde hace 53 años y Australia no llega a una gran final desde 2008. Son, además, los dos equipos que mejor físico pueden presentar frente a Estados Unidos aunque entre ellas hay matices en su juego que las distinguen.
Las aussies son en el mayor sentido de la palabra un equipo. Jugadoras que entrenan durante mucho tiempo juntas y que, si bien tienen semejanzas con el juego norteamericano, mezclan capacidades atléticas con un baloncesto más táctico. Evidentemente la mayor parte de sus esperanzas pasan por lo que pueda hacer Liz Cambage una jugadora dominante gracias a sus más de dos metros de altura. Verla machacar el aro o meter triples en un mismo partido hablan de su capacidad ofensiva, aunque más allá de ella hay que tener en cuenta a la pívot Georgeo la alero Bec Allen. La mala noticia es la lesión a última hora de Leilani Mitchell.

Francia está en un proceso de transición pero compitiendo. Pierden a Celine Dumerc y eso es perder mucho porque la base ha sido el faro que guio a las francesas durante los últimos grandes éxitos. Sin embargo, recuperan a Sandrine Gruda que formará, junto a Endy Miyem, Helena Ciak y Diandra Tchatchouang, el mejor juego interior de habla no inglesa. Queda por ver como se adaptan las nuevas jugadoras que van llegando y si Olivia Epoupa y Marine Johannes pueden aportar asistencias y puntos al perímetro galo.
LA ANFITRIONA
España debería estar compitiendo con estas tres selecciones pero en su camino hay dudas por los problemas físicos (es incalculable la ausencia de Sancho Lyttle) y la dureza de un camino diseñado por el peor de sus enemigos.

Eso sí, no hay que poner ninguna venda porque no tiene porqué haber herida. España tiene un grupo solvente, con una ventaja que pocos equipos tiene y es que sus estrellas compiten al máximo nivel y son referentes internacionales. Hablar de Alba Torrens, Marta Xargay, Anna Cruz o Laia Palau es hablar de algunas de las 10 mejores jugadoras de Europa. Además, el equipo tiene claro los roles a qué juega y encuentra en Laura Nicholls, Laura Gil o Astou Ndour las pívots perfectas que completen el mejor juego exterior de la Copa del Mundo (norteamericanas aparte). España no es fuerte ni alta, pero compite mejor que nadie gracias a ese toque especial que tiene Lucas Mondelo. Cuando vea cabezas bajas, los tiros no entren o cuando la precipitación sacará su varita mágica y tirará de pizarras para imponer un pequeño caos donde las españolas se desenvuelven a la perfección. Ah y por si no lo saben aún, juegan en casa y eso las motiva mucho.
LLAMANDO A LAS PUERTAS DE LA MEDALLA
El actual baloncesto femenino está tan igualado que pueden tener opciones de medalla equipos como China que quedó fuera de los cuartos de final de los pasados JJ.OO, o Canadá y Japón, alejados históricamente de las preseas.

Juegan con un punto a su favor selecciones europeas como Bélgica o Turquía porque sus jugadoras compiten en la élite continental y algunas como Emma Meesseman o Quanitra Hollingsworth son determinantes en el juego interior. Bélgica, además, contará con la veterana Ann Wauters para dar solidez a un proyecto de jóvenes donde destacan sus bases Marjorie Carpreaux (más directora) y Julie Vanloo (más anotadora) y la especialista en el tiro Kim Mestdagh. Sin embargo, no podemos dejar de lado a Canadá, un equipo que está sumando a su proyecto varias generaciones de jugadoras interesantes y que sólo necesitan una gran victoria en el escenario internacional para consolidarse como potencial mundial. Katherine Plouffe, Miranda Ayim, Kim Gaucher y Kia Nurse son las principales referencias de un equipo peligroso en la zona y muy completo con jugadoras a tener en cuenta como Nayo Raincock-Ekunwe, MVP de la liga francesa.
También lo son pero por su forma de jugar China y Japón. Ambos son dos equipos de ritmo alto y donde predominan las posesiones cortas y acabadas en triple. Ser equipos de estilo muy contrario al europeo les hace ser imprevisibles pero también es cierto que les falta regularidad y equilibrio en el ataque. Quizá China con sus pivots Mengran Sun y Yueru Li puedan dar más ortodoxia a su juego. Con todo, Japón les ha vencido en los últimos torneos y eso habla de una selección donde destaca Ramu Tokashiki, una pívot capaz de ser la tercera máxima anotadora en Río 2016 y destacar en WNBA gracias a su habilidad para correr con el balón o lanzar desde el perímetro. Además, en los amistosos contra España de este verano ya demostró que no es ninguna cenicienta y los triples de Rui Machida o Maki Takada pueden desquiciar a muchos rivales.