Si la anterior entrega la dedicamos íntegramente a Dominique Wilkins, no podíamos rendir tributo de otro modo al verdadero pionero de los llamados artistas del aire: Julius Winfield Erving II. Pionero porque, si bien los atletas saltarines ya existían, Tom Sanders, Elgin Baylor o Gus Jonhson 'se atribuye a este poderoso alero de los Bullets el primer mate desde personal-, después de Julius Erving, el baloncesto abre una nueva y fascinante perspectiva: el uso estético del salto hacia canasta. Igual que el Impresionismo situó el ojo detrás, o mejor, dentro del pintor, Dr J convirtió en técnica los accesorios con que a fin de cuentas operan todos los jugadores de baloncesto: las condiciones físicas para un deporte en el que el objetivo se encuentra a más de tres metros del suelo.
Erving dio vida al recurso que accidentalmente utilizaban los mejor dotados, suprimir la obligación del tiro convencional en las cercanías del aro. Y para mayor gloria del juego, su talento también le dio forma. Es ahí donde reside la originalidad de su obra, en el ingenio de modificar el recorrido a canasta 'rectificar- como, insisto, recurso técnico; lo demás, la estética sublime, fue siempre un genial aditivo fruto de su elegancia. Esa es la verdadera y gran aportación del mito a nuestro deporte. 'Pienso que cuando estaba en el aire y permanecía allí unos instantes, lo suficiente para alejar al defensor y entrar en la zona, estaba creando algo de la nada'.
Los aficionados no tardaron en percibir que lo que Julius había creado sería después muy reconocible, tanto que el baloncesto ya no podría prescindir de ello. De ahí los carteles en sus últimos años de carrera: 'Bye, Dr J, hello, Jordan'. No en vano, el propio Michael Jordan delegó siempre la originalidad de su juego en su maestro: 'Julius dio mucha creatividad al juego. Jugaba en el límite o más allá del límite. Él hacía muchas cosas diferentes, y supongo que yo no habría hecho las cosas que he logrado si no hubiera visto a Doctor J en su época'. Y en su tiempo fue el rey del público, como cualquier megaestrella de hoy. Billy Cunhingham, su técnico durante años, da fe de ello: 'Podía ir a otro nivel. Los fans le esperaban en todas las ciudades donde jugábamos. Cuando le veían hacer algo espectacular, eran felices'. Los niños de entonces todavía le idolatran. Algunos no lo hacen mal del todo hoy día: 'De niño, para mí Dr J era la NBA. Sobre todo recuerdo sus mates. Podía saltar desde la línea de tiros libres, podía saltar desde debajo de la canasta y superar los límites del campo. Logró poner de acuerdo a toda la gente que le seguía', indica con sinceridad Grant Hill.
Entremos, pues, de lleno en materia. Sus condiciones de salto fueron indudables, pero ciertamente menores en relación a otros monstruos del aire que la historia alumbraría después. Viendo a Erving jugar, daba la impresión de que conocía el secreto de la elevación del cuerpo. Con una batida prodigiosa en su última zancada, poseía la rara habilidad de utilizar los brazos y su pierna derecha como auténticos resortes para empujarse a sí mismo y separarse del suelo. Si a ello le sumamos que, después de Connie Hawkins, las manos más grandes eran suyas, llegamos a la conclusión de que su estilo no podía ser otro. 'Somos dos en el campo: yo y el balón'. Y de hecho, parecía no haber nada más en la pista cuando el Doctor ponía en práctica su quirúrgica. Su compañero World B. Free, un jugón de la época, dice de Julius que 'podía hacer cosas diferentes con esas manos tan grandes. Cuando cogía el balón, parecía como una pequeña naranja en sus manos'.
Igual que de Dominique Wilkins decíamos que era incapaz de saltar en carrera 'a una sola pierna-, Julius fue el gran maestro de este estilo de salto. De la misma manera que a Dick Fosbury le era desfavorable el salto 'a rodillo', a Dr J le resultaba de muy poca utilidad el salto a dos piernas. Por pura lógica, aquellos que hicieron gala del juego a una mano, dejando el balón arriba mientras efectuaban los pasos sin bote 'Worthy, Pippen, Drexler, Villacampa- hicieron un uso menor del salto en estático. Echándole imaginación, el cuadro imperecedero que Julius ha legado a la historia, es el de la Estatua de la Libertad en pleno vuelo, el de una figura completamente estirada en el aire, con su brazo derecho apuntando al cielo y en su mano, una pequeña antorcha ardiendo, el balón. Esa es la imagen del mito; igual que guardamos de Chaplin su bigote, bastón y bombín, o de Abdul-Jabbar, el sky-hook y las gafas, así vemos al Dr J volando con otro rasgo físico que añade aquí su contemporáneo George Gervin: 'Tenía una personalidad única con su pelo afro volando en el aire'. Solo ante canasta, su vuelo parecía petrificado, con defensores por medio, movía el balón como uno, tal y como hemos apuntado, de los más hermosos recursos técnicos puestos en práctica por un jugador. 'Me gustaba coger el balón con una mano y esquivar en el aire a los defensores. Era como esquivar a coches en la carretera. El balón podía desaparecer y aparecer después al otro lado de la canasta. Todo era instintivo'. Julius abrió así las puertas del cielo para el baloncesto y para todos los que querían disfrutar de él, como protagonistas o como espectadores. Hubiera sido pecar de inmodestia si él mismo no hubiera reconocido tener 'cierta habilidad para entender el baloncesto de los años setenta y el baloncesto actual. Sí, mi juego se adelantó a mi época'.
Sus manos, del tamaño de un folio, predestinaron su finger roll, su toque con los dedos. El balón simplemente recorría la inmensa palma de su mano con un insólito efecto de retroceso. Podía dejar bandejas altísimas con ambas manos desde cuatro o cinco metros, y gracias a sus años en la ABA el movimiento giratorio del balón tricolor, más visible que el convencional, da fe del hechizo que brindaba al balón para que el aro, después de varios botes, terminara por absorberlo.
Sin temor a equívoco, puede atribuirse a Julius Erving la creación del mate como una maniobra superior del juego. Machacar fue después de él un reconocimiento de superioridad, una acción de dominio sobre el rival, una dimensión psicológica de desgaste. Corría el año 1978 cuando robó un balón en el Madison y Bob MacAdoo y Lonnie Shelton decidieron esperarle a ambos lados bajo canasta. ¿Coger el balón y dirigirte hacia el aro para hacer un mate contra un rival más grande que tú quiere decir algo. Si consigues un mate delante de un tío de 2,10 te regodeas de ello y él se queda pensando 'qué ha pasado? '. En efecto, MacAdoo sólo pudo mirar, mientra que Shelton tuvo que andar listo y retirar la cabeza para no golpearse con ¡las rodillas! de Julius, que terminó metiendo el balón y la mano hasta el fondo de la red. Este era un gesto típico del Doctor, introducir en sus mates toda la mano derecha; llevaba el balón hasta el centro del aro y hasta que el mismo no traspasara por completo el hierro, no lo soltaba. 'Inocencia de aquella primera experimentación o estilo sin más? Diríase que ambas cosas para realizar 'mates puros', de los que hoy en día, hartos de categorías gastadas y enganchones para suplir vacíos estéticos, no se pueden percibir. Si bien es cierto que en aquella época, la ausencia de aros retráctiles contribuyó a crear esta sensación de divina pureza.
En el año de despedida de la ABA, 1976, la malograda competición, siempre dispuesta al espectáculo, puso en escena en Denver el primer concurso de mates, una fiesta de la que no se sabía demasiado salvo que Julius sería el ganador. La ingenuidad del torneo y su maravillosa falta de organización, al igual que de la idea de competencia, prestaron al acto desde el inicio una condición casi 'underground', y hoy en día el tiempo ha dado la razón de culto a aquella velada. Dr J, George Gervin, David Thompson, James Silas y hasta Artis Gilmore (2,18) participaron en el evento. Todo estaba permitido porque no se sabía muy bien qué prohibir. En la retina permanecen uno, el primer mate oficial desde la línea de tiros libres 'Julius sólo necesitó tomar carrera desde el frontal de triple del otro campo-, y dos, uno de esos mates puros, cuartelero, irrepetible: entrando desde el lado izquierdo, saltó asiéndose del hierro con la mano izquierda para aguantar arriba más tiempo, y llevar el balón con su brazo derecho desde sus gemelos hasta el aro en un increíble recorrido circular 'precursor del windmill-, con una fuerza que terminó con el balón en el suelo antes que su propia suspensión.
El Dr J en plenitud, el del metro de salto en vertical, fue el de toda la década de los setenta (Massachussets, Virginia, New York, Phila). Aun así y siempre dispuesto a divertir a todos, se prestó para el primer concurso de la NBA, en 1984 y curiosamente en Denver. Con 34 años perdió en la final con un increíble Larry Nance, pero su impronta no se vio afectada en grado alguno; ya no llegaba tan arriba pero fue capaz, siempre lo fue, del mate de personal y sobre todo, de uno de los más hermosos nunca visto, un windmill de espaldas, enseñando por delante y culminando por detrás con recorrido completo. Su extraordinaria humildad le llevó a Indianápolis un año después, con 35 años -¿se imaginan a Jordan participando en su última temporada del 98 o a Bryant hacerlo en el 2012?-, pero su presencia pasó ya por meramente simbólica, un mate con dos balones y poco más.
De su carrera queda un legado de imágenes asombrosas por desgracia muy poco exhibido. Por el contrario, no nos cansaremos nunca de ver su 'the shot', como le denomina la propia NBA, la mejor canasta a aro pasado de la historia, realizada en las finales de 1980: recibir en el ala derecha, un bote y superar a tres jugadores (Chones, Abdul-Jabbar y Landsberger) sacando el balón del campo y culminar a tablero pasando el aro, y todo ello ¡a una sola mano! Aquella jugada, es justo decirlo, es la más representativa de toda su carrera.
En cuanto a lo de Doctor, creo que nadie lo ha definido mejor que Nate 'Tiny' Archibald: 'Cuando Julius llegó a la NBA, él tenía su propia identidad. Él no era Julius Erving, él era Doctor J, lo que quería decir que podía manejar (operate: operar) a los rivales'. Descanse, pues, en paz, el legado del pionero del mate, de la fuente de la que toda arrogancia juvenil posterior ha tenido que beber.
G Vazquez
ACB.COM